Resumen
El tren a Calcuta sale de la estación a tiempo. Junto a Fogg y Passepartout en el compartimento viaja un hombre llamado sir Francis Cromarty. Este señor inglés vive en la India y rara vez vuelve a su tierra natal. mister Fogg ya había jugado al whist a bordo del Mongolia con él. La extraña misión de dar la vuelta al mundo en ochenta días y la particular personalidad de Phileas Fogg atraen a sir Francis. Se pregunta cómo es realmente este aventurero bajo su fría apariencia. Internamente cree que la misión de Fogg es inútil ya que, incluso si logra su cometido, ni el mundo ni el mismo Fogg se verán beneficiados de forma alguna por la hazaña.
Sir Francis le dice a Fogg que hace cinco años, de haber viajado en ese mismo tren, se habría encontrado con un retraso que le habría hecho perder su apuesta. En ese momento las líneas ferroviarias no estaban conectadas y sir Francis recuerda que tuvo que cruzar las montañas en poni para llegar a donde el tren reiniciaba su camino luego del corte. También le dice a Fogg que fueron afortunados por no haber pagado caras consecuencias por la falta de Passepartout en la pagoda, ya que el gobierno es muy estricto con las violaciones de las costumbres religiosas de los indios.
Passepartout mira asombrado por la ventana del tren; lo maravillan la naturaleza salvaje de las aldeas indias y las selvas. Se da cuenta de que ha experimentado un cambio de mentalidad: antes deseaba que terminara su viaje; ahora está completamente comprometido con la apuesta y cree ciegamente en lo que está haciendo mister Fogg. El joven criado está preocupado por la posibilidad de retrasos y, dado que no es de carácter tan sereno como Fogg, se pone nervioso ante la posibilidad de que algo los detenga.
Una noche, en la aldea Kohlby, el tren detiene su marcha. Al parecer, hubo un error cuando se dijo en los periódicos que la vía del tren estaba terminada. Según el maquinista, los pasajeros deben recorrer cincuenta millas antes de poder tomar el tren nuevamente. Ahora deben encontrar un medio para moverse entre las dos líneas de tren. Fogg no se inmuta e insiste en que tiene dos días ganados para recuperar el tiempo.
Registran sin mucho éxito el pueblo en el que se han detenido en busca de un medio de transporte, hasta que Passepartout encuentra a un hombre que es dueño de un elefante. Los viajeros, además, necesitan un guía. El dueño del elefante no se deja convencer fácil: solo cuando Fogg le ofrece comprar el elefante por la considerable suma de dos mil libras, accede. Contratan además a un joven parsi (miembro de un grupo religioso persa en la India) para que les sirva de guía.
Emprenden, junto con sir Francis, el viaje de cincuenta millas en el elefante, cuyo nombre es Kiouni. La zona que atraviesan es salvaje y está llena de tribus indias (a las que ellos llaman "hindúes", una forma arcaica del grupo religioso indio "hindu"). Acampan por la noche y retoman el viaje por la mañana, con la esperanza de llegar la noche siguiente a Calcuta. Sin embargo, son interrumpidos por una procesión fúnebre de indios que, según sir Francis, se dirigen a hacer un sutty, es decir, el sacrificio humano de una viuda cuyo marido, un príncipe, ha muerto.
Fogg califica la práctica de bárbara y se pregunta cómo los ingleses aún no han puesto fin a tales cosas. Sir Francis dice que a menudo este sacrificio es voluntario, pero el guía parsi interrumpe al hombre y les aclara que todos los pobladores del área saben que este sacrificio en particular no es voluntario. Fogg hace entonces la atrevida sugerencia de que intenten salvar a la mujer en las doce horas que le quedan. El parsi les comenta que ella es una célebre belleza, también parsi, llamada Aída, que fue educada a la usanza inglesa, y que es hija de un rico comerciante de Bombay. Estaba casada contra su voluntad con este viejo rajá que murió, y ahora es llevada contra su voluntad a morir junto a él.
Esa noche, los hombres esperan a que los guardias se duerman y luego intentan hacer un agujero en la pared de la pagoda en la que se encuentra presa la mujer. Sin embargo, los guardias advierten ruidos. Los hombres deciden esperar a que pase la noche, con la esperanza de que surja una oportunidad para salvarla. De repente, Passepartout tiene una idea. Se disfraza como el rajá muerto y ocupa su lugar en la pira. En determinado momento, y aprovechando la confusión, se levanta de un salto y agarra a la mujer que está a punto de ser sacrificada. El grupo escapa antes de que los indios puedan darse cuenta de que lo que están viendo no es la resurrección del rajá sino el secuestro de Aída.
Passepartout es elogiado por su ingenio y todos continúan su camino, llegando al reinicio de la vía del tren con tiempo suficiente para viajar a Calcuta y tomar el vapor a Hong Kong. Aída los acompañará. La joven no puede quedarse en India porque su vida peligra, por lo que la llevarán a Hong Kong a encontrarse con un pariente que ella tiene allí. Passepartout va a comprar ropa y artículos necesarios para Aída.
Como pago por sus servicios, Fogg le da al parsi el elefante que compró. Este se encuentra muy agradecido. Sir Francis se despide del grupo en el viaje en tren. Los demás viajan a lo largo del río Ganges y llegan a Calcuta exactamente a tiempo, pero habiendo perdido en el rescate de la joven los dos días que habían ganado anteriormente.
Tan pronto como bajan del tren en Calcuta, son detenidos como prisioneros y se les dice que deben comparecer ante un juez. Passepartout está consternado y preocupado, pero Fogg insiste en que esto no retrasará su viaje. Allí hay sacerdotes acusándolos de violar un lugar religioso consagrado. Passepartout y Fogg creen que están hablando de lo que sucedió al salvar a Aída en el sutty, pero resulta que en realidad se trata de Passepartout y su entrada sin zapatos a la pagoda sagrada en Bombay. El detective Fix cree que de este modo puede detener a los viajeros hasta que llegue la orden de detención para Fogg, pero el caballero paga una gran suma de dinero como fianza para que su criado pueda continuar viaje. Nuevamente, los planes del detective para atrapar al supuesto ladrón del Banco son frustrados.
Análisis
Tiene mucho sentido, por supuesto, que en un viaje alrededor del mundo, Fogg y Passepartout conozcan personajes de todo tipo. El narrador nos da instantáneas de la vida de estas personas con las que los aventureros pasan poco tiempo. Aún así, son muy reales y complejas. Para Verne era importante caracterizar a los personajes menores. Esto se evidencia en estos pocos capítulos en los que sir Francis viaja con ellos. El narrador nos da numerosos datos sobre la vida y el conocimiento de la India de sir Francis. Lógicamente, como todo personaje que es puesto frente a una situación difícil de resolver, reacciona de modo tal que nos revela información profunda sobre su carácter: Sir Francis es valiente y noble.
Passepartout es el primero en quien se empieza a evidenciar esta transformación propia del viaje. Cada vez confía más en su amo y se alinea plenamente en la misión de Fogg. Pensemos que, hasta Suez, el joven criado desconfiaba de que Fogg realmente quisiera dar la vuelta al mundo. A esta altura de los acontecimientos, ya está completamente convencido de que su amo lo intentará y de que él irá tras él, acompañándolo. La lealtad de Passepartout se sella, a pesar de que es y será puesta a prueba más de una vez por el detective Fix a lo largo del texto, en sus intentos de llegar a Fogg.
Por momentos Passepartout se comporta como un niño: “El pobre muchacho, ora lanzado hacia el cuello del elefante, ora hacia las ancas, daba volteretas como un clown sobre el trampolín; pero entre sus saltos de carpa carcajeaba y bromeaba, sacando cada tanto un terrón de azúcar, que el lúcido Kiouni tomaba con la trompa, sin interrumpir ni por un momento su trote regular” (p.69). Encarna el espíritu aventurero y curioso propio de los niños. Pero, además de leal e inocente, Passepartout es valiente y astuto. Su idea para salvar a Aída ilustra muy bien ambas características de su temperamento. Es, además, la primera vez que se lo reconoce por haber hecho algo bueno (recordemos que hasta ahora solo había traído problemas, entrando a la pagoda con zapatos o dejando el brasero encendido al partir de Londres). En este episodio algo llama la atención: a pesar de que Passepartout se disfraza, arriesga su vida subiendo a la pira funeraria y rescata a Aída, es Fogg quien se lleva todo el crédito y la admiración de los demás y de la propia Aída. Esto pone el foco sobre el fuerte desequilibrio que se da en los vínculos entre amo y criado, típicos de la época.
Como dijimos en el anterior apartado, en estos capítulos el lector comienza a recibir información sobre un espacio y una cultura diferentes. Las descripciones de la India se basan en una investigación exhaustiva de Verne al respecto. No en vano cabe recordar que el escritor jamás visitó estos destinos y, sin embargo, muestra un cúmulo de conocimiento importante sobre el país; conocimiento que otorga verosimilitud al viaje. Las descripciones son de un fuerte realismo a pesar de la sorpresa de lo que se ve por las calles de Bombay: “Junto a la estatua [de la Diosa Kahli] se movía y sacudía, en convulsiones, un grupo de faquires, listados con banderas de ocre, repletos de graves tajos que goteaban sangre, enloquecidos cretinos que en la ceremonias se arrojaban aun bajo las ruedas del carro de Jaggernaut” (p.73).
Es importante reconocer también -sobre todo en los momentos de sorpresa- cierto sesgo en las descripciones, que parten de una perspectiva extremadamente occidental y eurocentrista. En este período la colonización es la norma y el Imperio británico se encuentra en su máximo apogeo. Fogg, por ejemplo, cree realmente en la superioridad británica por sobre las costumbres indias, como el sutty, propuesto en el texto como una de las costumbres más aberrantes y bárbaras.
Algo que llama la atención también en este sentido es que todos los personajes reciben nombres: capitanes de barco, compañeros circunstanciales de viaje, marineros. Sin embargo, el guía parsi que los lleva a través de la India es solo el “guía parsi”, definido por su creencia religiosa “exótica”, a pesar de que tiene muchísimo más parlamento en la obra que muchos otros personajes menores. Aída, por el contrario, tiene nombre, a pesar de no tener mucha voz. Se distancia de las costumbres bárbaras de su cultura india por su educación inglesa recibida en una casa acaudalada. La diferencia que encontraremos entre el desarrollo de su personaje y el de los demás no recae tanto en su condición de persona procedente de una cultura exótica sino en su condición de mujer.
Centrémonos por un momento en este personaje. En primer lugar, ella se presenta en la historia como el arquetipo de “damisela en apuros” típica del relato de aventuras canónico y de sus orígenes medievales. La aparición de la práctica del sutty también tiene que ver con arquetipos del género de la época: se trata de una “práctica tribal aterradora” a la cual se enfrenta el héroe, presentado como portador de una superioridad moral y de una educación civilizada. Igualmente, es justo reconocer que esta práctica era real, y a través de este relato se popularizó la información al respecto.
En este momento del relato, Aída aún se encuentra retraída en su carácter. Agradecida con Fogg y temerosa del entorno, se mantiene silenciosa y dócil. Es descrita, por supuesto, desde esta misma mirada eurocentrista y patriarcal: se menciona que es culta por su educación (se hace hincapié en que conoce a la perfección las costumbres occidentales), se menciona su perfecto inglés. Se la describe como extremadamente rubia (en este caso significa “de piel clara”) y delicada. Aída encarna esta idea de “rescate” de la India por parte del Imperio británico (Ver sección “Símbolos y Alegorías”).
A primera vista, Fogg parece haber cambiado muy poco en el transcurso de la historia, pero una mirada más cercana confirma que, de hecho, ha comenzado a mostrar actos de bondad que dan una idea de un corazón compasivo dentro de ese exterior aparentemente inconmovible. El hecho de proponer detenerse para salvar a la joven da testimonio de esto mismo.