Resumen:
Cipriano entra a la oficina del décimo piso y pregunta por el jefe. Le contestan que está en la Dirección. Luego menciona que el “Astoria” ha llegado al puerto. Manuel hace explícito el deseo de subirse a un buque, y Cipriano dice haber subido a casi todos los buques que dan vueltas al mundo. Sus compañeros no le creen, se ríen de sus relatos y se burlan de él. Para demostrar la veracidad de lo que dice, Cipriano se saca violento la chaqueta y la camiseta y les muestra a todos sus tatuajes. Explica que algunos fueron hechos en Madagascar y otros en Australia. Como sus colegas piensan que son calcomanías y no tatuajes, Cipriano se quita el pantalón y exhibe dibujos tatuados con estilo malayo. Las empleadas tienen miedo de que alguien lo vea así, y entonces cierran la puerta de la oficina. Cipriano agarra un pliego de papel, lo dobla en tiras, se las pone sobre la cintura y ejemplifica cómo se visten “los salvajes en la isla” (140). Luego se fabrica una corona de papel. Cuenta sobre el ritual de los tatuajes y la tarea de los brujos.
Cipriano describe una sociedad en la que “no hay jueces, ni cobradores de impuestos, ni divorcios, ni guardianes de plaza” (141). Los hombres y mujeres viven desnudos, alimentándose libremente de los árboles, en abundancia y armonía. Tienen relaciones sexuales fuera de la monogamia, beben agua de coco y trabajan felices. Manuel responde a estos relatos tirando violentamente un libro al suelo y declarando que va a renunciar. Quiere irse a recorrer el mundo y dejar de aguantar al jefe.
Manuel confiesa haber pasado 20 años llevándole chismes al jefe. Intenta justificarse explicando cómo en el subsuelo las cosas no se sentían de la misma manera, que era como si estuvieran anestesiados. Cipriano responde felicitándolo por la valentía y describiéndolo como un hombre honesto. Luego incentiva al resto de los empleados a renunciar a su empleo y viajar con Manuel.
Manuel dice que quiere vivir en una isla desierta, tener una cabaña y no pensar en horarios. El empleado 1 dice que irán juntos. María y el empleado 2 hablan de las trabas burocráticas por las que se dificultaría el abandono del trabajo. Cipriano los incita a aprovechar su juventud y luego sigue alabando la actitud de Manuel. Usa palabras extrañas, formales, trata a su compañero de oficina de “usted”.
Manuel dice que hay que buscar la isla desierta. El tenedor de libros se pregunta si todavía quedan y Cipriano responde que sí. Luego invita al resto a irse con ellos. El conjunto parece sumarse y le pide a Cipriano más relatos de viajes. Este cuenta de los negros que tocan el tambor, y los imita usando la tapa de la máquina de escribir. Los empleados se sugestionan por el ritmo y comienzan a bailar. Cipriano sigue sus relatos sobre estas tribus que ha visitado mientras cantan y bailan en círculos en torno a la mesa. Los trabajadores se van desprendiendo de algunas prendas en la vorágine de la danza. Cipriano se mueve frenético. Entra bruscamente el director.
Análisis:
En esta parte se ponen en juego dos tipos de conocimiento. Por un lado, el conocimiento técnico de los libros de contabilidad, que es productivo para trabajar en el sistema capitalista. Por el otro, aparece el conocimiento experiencial, que se asocia a los cultivos y a la naturaleza en general. Cipriano relata historias sobre otras culturas y los empleados se maravillan por el conocimiento que no sale de los libros. Cipriano sabe cosas porque las vio, mientras que el resto de los personajes no tiene ese recorrido vivido. Esta manera de aprender vuelve tentador el viaje para los trabajadores.
Los espacios isleños que describe Cipriano se presentan como una utopía. En este modelo de organización social perfecto, equilibrado y armónico, las instituciones normativas del mundo de los trabajadores, como el matrimonio y el trabajo, se encuentran desactivadas. En cambio, se habla de los comportamientos “naturales” de los hombres. Por ejemplo, a la hora de tener relaciones sexuales, Cipriano habla de “lo que es natural que ocurra entre hombres y mujeres” (143). Aquí también se propone un par binario entre lo civilizado en oposición a lo natural. En la naturaleza no hay Justicia, Estado ni Policía porque estas instituciones son propias de la civilización. Estas islas desiertas son espacios armónicos, libres y primitivos.
Aún dentro del espacio físico de la oficina del décimo piso, los trabajadores encuentran unos minutos de escape en la danza. Cipriano toca frenéticamente una especie de tambor y, como un endemoniado, arenga para que sus compañeros su sumen al baile. La excitación se contagia rápido entre compañeros previamente inmersos en la repetición de la rutina. Los hombres y mujeres de la oficina se sacan la ropa y se dejan llevar por el “tam tam ancestral” (149) que hace sonar Cipriano. De alguna manera, empiezan el viaje allí.
La danza representa la ebullición de los deseos contenidos en estos trabajadores. Metidos en el tedio y la alienación del trabajo, tal como se lo conceptualiza en los sistemas capitalistas, los empleados no pudieron desarrollar posibilidades que tuvieran que ver con el disfrute o el “aprovechamiento” del tiempo más allá de lo productivo. Ahora fantasean en conjunto con la libertad. Necesitaron de los estímulos visuales del puerto y de los relatos de Cipriano para tomar esa decisión liberadora como un colectivo.
Aunque Cipriano pertenece evidentemente a otro eslabón jerárquico de la oficina, él es el que viajó, mientras que los demás no lo han hecho. Aunque su trabajo es menos calificado, cuando alaba a Manuel lo hace utilizando una jerga muy escolarizada y lo trata de “usted”. Quizás este registro más formal y “libresco” es un toque irónico de la obra.