Bonaparte/Anticristo (metáfora)
“[…] si quiere atenuar aún todas las infamias, todas las atrocidades de este Anticristo (de buena fe, creo que lo es), no querré saber nada de usted, […]”.
En el comienzo de la novela nos encontramos con este breve fragmento. Son palabras de Ana Pavlovna, quien se encontraba muy preocupada por perder todos los títulos que había heredado de su familia. Por eso mismo refiere a Napoleón Bonaparte con el término “Anticristo”, significando, metafóricamente, que es un hombre contrario a los valores religiosos tradicionales.
Hijos/Cruz (metáfora)
“-Soy su fiel esclavo y a nadie más que a usted puedo confesarlo. Mis hijos son el obstáculo de mi vida, mi cruz. Yo me lo explico así. ¡Qué quiere usted!- y calló, expresando con una mueca su sumisión a la cruel fortuna”.
Ana Pavlovna conversa con el Príncipe Basilio acerca de los hijos de él. Ella le pregunta por qué ha tenido hijos un hombre como él. Él concuerda con ella y metafóricamente le expresa que sus hijos son su “cruz”.
Esto quiere decir que los carga en su vida como si se tratase de la cruz que ha cargado Cristo. Aparentemente, por sus maneras irresponsables o groseras de ser, los muchachos le suponen una gran molestia en su vida que le impide perseguir sus propios objetivos.
Ana Pavlovna/Encargado de fábrica (símil)
“Como el encargado de una sección de husos que, una vez ha colocado a los obreros en sus sitios, paséase de un lado a otro y observa la inmovilidad o el ruido demasiado fuerte de aquellos, corre, se para y restablece la buena marcha, lo mismo Ana Pavlovna, moviéndose en el salón, tan pronto se acercaba a un grupo silencioso como a otro que hablaba demasiado, y, en una palabra, yendo de uno a otro invitado, daba cuerda a la máquina de la conversación, que funcionaba con un movimiento regular y conveniente”.
En medio de la reunión que convocó en su salón, Ana Pavlovna se desplaza por entre los invitados como si fuese un encargado de fábrica. En este sentido, se acerca a un grupo de gente como a otro e interviene lo justo y necesario, tal como si estuviera verificando la actividad productiva que realiza cada cual.
Esto revela los hábitos cortesanos que ella continúa profesando, los cuales incluyen un tipo de ‘cortesía’, precisamente, que muchas veces es contraria a la honestidad, aunque cumpla a rajatabla con las conductas “que se esperan” por costumbre en esos ámbitos.
Vizconde /Rosbif (símil)
“Y el Vizconde era servido a la reunión bajo el más elegante y ventajoso aspecto para él, como un rosbif sobre un plato caliente rodeado de verdura”.
Debido a las dotes de Ana Pavlovna para generar rumores e intereses sociales en su círculo privado, el Vizconde parece ser servido cual comida para los demás invitados. Ana se encarga de decir por qué es un buen narrador y genera así la intriga necesaria para que el grupo reunido junto a él tenga la curiosidad propia de quien oye un relato mítico.