Estudio en escarlata

Estudio en escarlata Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos 3 - 5

Capítulo 3: El misterio de Lauriston Gardens

Resumen

Watson está sorprendido por los poderes deductivos de Holmes y su respeto por el hombre crece enormemente. Holmes le explica a Watson cómo ha averiguado que el hombre de la puerta es un sargento retirado de la Marina. La primera señal es un ancla azul tatuada sobre el dorso de la mano. Luego observa su porte militar y la manera en que mueve el bastón, entre otros detalles, y concluye que se es un sargento de la Marina.

Después de la explicación, Holmes vuelve la atención a la carta que ha recibido y anuncia con entusiasmo que estaba equivocado acerca de la escasez de delincuencia en Londres. Le da la carta a Watson para que la lea en voz alta. Dice que han encontrado a un hombre muerto en una casa vacía en Lauriston Gardens. Un policía vio una luz encendida en la casa a las dos de la madrugada, fue a investigar y descubrió al hombre tendido en el suelo y sin heridas. Además vio marcas de sangre en la habitación. El hombre tenía una tarjeta en el bolsillo con la inscripción: “Enoch J. Drebber, Cleveland, Ohio, U.S.A.”. El detective de Scotland Yard que escribe la carta se llama Tobias Gregson. En ella le pide a Holmes que vaya a ver la escena del crimen.

Holmes desestima las habilidades de Gregson y de otro detective, Lestrade, para resolver crímenes. La manera de pensar de estos hombres es convencional. Al principio, Holmes no está seguro de querer ir a investigar a la casa. Dice que en el caso de “desenredar la madeja”, los méritos se los llevarán Gregson y Lestrade, como de costumbre. Finalmente decide ir y hacer las cosas a su modo. Cree que al menos podrá reírse a costa de los otros detectives. Invita a Watson a acompañarlo, y éste lo hace. En el coche, Watson le comenta que no parece estar pensando en el asunto en cuestión, y este responde que es un error edificar teorías sin haber visto las evidencias, porque estas suposiciones pueden interferir en la posterior investigación. Los dos hombres llegan al número 3 de Lauriston Gardens. Holmes pasa un tiempo mirando las huellas alrededor de la propiedad.

Gregson se reúne con Watson y Holmes en la puerta de la casa. Holmes está molesto porque parece como si una manada de búfalos hubiera pasado por el barro, haciendo que se confundan todas las huellas. Gregson le dice que él y los otros detectives han hecho todo lo estuvo a su alcance. Los hombres entran a la casa. En el suelo yace el cuerpo inerte. En su rostro tiene una expresión de horror y odio como Watson nunca antes había visto. Las salpicaduras de sangre en la habitación son de otra persona, presumiblemente del asesino, como deduce Holmes. Él mira todo el cuerpo de la víctima detenidamente, huele los labios del difunto y finalmente concluye que no se puede deducir nada más. Cuando levantan el cuerpo, un anillo de bodas de una mujer se cae al suelo. Lestrade afirma que una mujer ha estado allí. Gregson cree que el asunto se complica, pero Holmes lo pone en duda. Holmes pregunta sobre las pertenencias del hombre. Entre ellas se encuentran tarjetas con su nombre y dos cartas, una dirigida al difunto y la otra a Joseph Stangerson. Gregson explica que ya ha investigado a Stangerson poniendo un anuncio en el periódico y poniéndose en contacto con personas de Cleveland. Lestrade, que había abandonado la habitación durante este intercambio, regresa emocionado y les muestra una esquina donde estaba escrito con sangre la palabra “Rache”. Lestrade concluye que la palabra era “Rachel” y que el asesino no había tenido tiempo de terminarla. Holmes se ríe de esa deducción, y Lestrade responde con soberbia.

Holmes se dedica a examinar la habitación en detalle. Watson lo mira con asombro mientras avanza con su cinta métrica. Lestrade y Gregson miran a Holmes con una mezcla de curiosidad y desprecio. Cuando él termina, quiere hablar con el policía que encontró el cuerpo, John Rance, al que visitará luego. Mientras Holmes se prepara para irse, le da a los policías un retrato preciso del asesino: alto, de mediana edad, de pies pequeños, fuma puros Trichinopoly, ha llegado con su víctima en un carruaje, tiene el rostro rubicundo y uñas largas en la mano derecha. Los incrédulos detectives preguntan cómo fue asesinado Drebber, y Holmes responde que fue envenenado. Al salir, se dirige a Lestrade diciéndole que “rache” es una palabra alemana que significa “venganza” y que no pierda su tiempo buscando a ninguna mujer llamada “Rachel”.

Análisis

Al comienzo de este capítulo, Holmes demuestra nuevamente sus poderes deductivos cuando le explica a Watson cómo acertó en la identificación del sargento retirado de la Marina. El ancla azul tatuada en el dorso de la mano del hombre es la "primera señal marina" (p. 39) ya que se trata de un símbolo que suelen usar quienes se dedican a actividades de este tipo. La forma de caminar y de mover el bastón, entre otros detalles, demuestran para Holmes que es un militar e, incluso, dan cuenta de su rango. Así consigue la admiración de Watson.

Por otro lado, acá se presenta el caso que ocupará al detective en esta novela. El lector tiene la oportunidad de observar a Holmes en acción, examinando minuciosamente la escena del crimen donde se halla el cuerpo de Enoch Drebber. Las evidencias pueden parecer escasas para Watson y para los detectives de Scotland Yard. Pero Holmes, a partir de la observación de los detalles, es capaz de armar un retrato del asesino. Este capítulo muestra además un claro contraste entre la forma de investigar de Holmes y la de los detectives Lestrade y Gregson y, de esa manera, pone de manifiesto la ineficacia de la institución a la que ellos pertenecen, Scotland Yard.

En este capítulo, Holmes revela más sobre su forma de pensar. Por un lado, le dice a Watson: “Es un error capital precipitarse a edificar teorías cuando no se halla aún reunida toda la evidencia, porque suele salir entonces el juicio combado según los caprichos de la suposición primera” (p. 42). Este tema aparece repetidas veces formulado a lo largo del canon holmesiano. Esto lo distingue de los los detectives de la Scotland Yard, Gregson y Lestrade, porque ellos siempre se precipitan a sacar conclusiones y, además estas suelen ser erradas. A propósito del hallazgo del anillo de bodas podemos observar la forma de pensar de Lestrade, en contraste con la forma en que lo hace Holmes. Lestrade afirma que una mujer ha estado en la habitación inmediatamente después de hallar el anillo. Su deducción no sólo es precipitada, sino que carece de ingenio. Más tarde, cuando encuentra la inscripción “Rache” en la pared, concluye que el asesino quería escribir “Rachel” y que no tuvo tiempo para hacerlo. La hipótesis es tan absurda que Holmes se ríe de ella.

También a propósito del hallazgo del anillo podemos confrontar la forma de pensar de Holmes con la del otro detective de Scotland Yard, Gregson, quién afirma: “Se nos complica el asunto” (p. 48), a lo que Holmes responde: “¿Está usted seguro de que no se simplifica?” (p. 48). Holmes piensa de un modo distinto al que parece indicar el sentido común, puesto que para él cuantos más elementos extraordinarios presenta un caso, más fácil se vuelve su resolución. Para él, cada elemento extraño constituye un eslabón más para construir su cadena de razonamientos. Veremos que más adelante refuerza esta idea cuando dice: "Lo extraordinario constituye antes que un estorbo, una fuente de indicios” (p. 180).

Esto lo distingue a Holmes claramente de los otros detectives de la Scotland Yard y, en parte, a esta forma de pensar se debe su éxito. Pero además, Holmes es un pionero en las técnicas de investigación de la ciencia forense, y en esto también aventaja a los otros agentes. Sus métodos de trabajo son muy avanzados para la época. La mirada sorprendida e incrédula de los detectives de la Scotland Yard permiten ver lo innovador que resultan para ellos: "Gregson y Lestrade habían seguido las maniobras de su compañero amateur con notable curiosidad y un punto de desdén." (p. 52).

Una vez más, la confianza en la razón y la explotación de los métodos científicos de Holmes lo sitúan plenamente en la era de la Modernidad, periodo en el que se ubica esta novela. Este periodo histórico se caracteriza por la imposición de la razón y la lógica como vía de conocimiento. Además, es un periodo de abrupto crecimiento demográfico de las urbes, como Londres, a causa de la industrialización. En las ciudades también crece la delincuencia y, en consecuencia, el temor de los ciudadanos. Londres se representa acá como un gran cuerpo con arterias, donde transcurre la vida y donde también tiene lugar lo siniestro y lo atemorizante: “He contemplado la muerte bajo diversas apariencias, todas, sin embargo, más tranquilizadoras que la ofrecida por esa siniestra y oscura habitación a orillas de la cual discurría una de las grandes arterias del Londres suburbial.” (p. 46)

Por último, es notable que Holmes anticipe quién terminará llevándose los méritos de la resolución del caso: “En el supuesto de que me las componga para desenredar la madeja, no le quepa duda que serán Gregson, Lestrade y compañía quienes se lleven los laureles” (p. 41)

Capítulo 4: El informe de John Rance

Resumen

Watson y Holmes salen de Lauriston Gardens, Holmes envía un telegrama, y los dos hombres se dirigen a la casa de John Rance. En el camino, Holmes le explica a Watson cómo dedujo que el asesino y la víctima llegaron a la casa en un carruaje, y cómo determinó la altura del asesino, la edad, la longitud de sus uñas y la marca del cigarrillo que fumaba. Le dice que su deducción de que el asesino tiene el rostro rubicundo es aventurada aunque indudable, y no da más detalles.

Watson resume los puntos misteriosos del caso. Holmes aprueba su resumen y procede a echar luz sobre uno de sus aspectos problemáticos: la escritura en la pared. Dice que es una treta para engañar a la policía, insinuándole historias de socialismo y sociedades secretas. Luego dice que no quiere seguir revelando más de sus razonamientos porque, como los adivinadores que malogran su magia develando sus trucos, sus poderes deductivos terminarán pareciendo vulgares después de todo. Watson le responde que ha llevado la investigación detectivesca a un grado nunca visto de precisión científica. Holmes se ruboriza ante las palabras halagadoras. El conductor se detiene en Audley Court, donde vive John Rance. Es una calle sórdida y desagradable.

Al principio John Rance se muestra molesto por la visita, pero pronto se anima cuando Holmes le muestra una moneda de medio soberano. El policía narra los hechos de la noche anterior, explicando que él estaba de turno y que estaba muy tranquilo el barrio excepto por una pelea que hubo en un bar. Luego de que empezó a llover se quedó en una esquina con su compañero de policía, Harry Murcher y que más tarde, cuando volvió a vigilar Brixton Road, observó una luz encendida en una casa vacía. Holmes sabe que ha caminado hasta la casa y luego ha regresado a la puerta. Esta información sorprende al agente, que no puede imaginar cómo Holmes llegó a saberlo. Rance dice que quería ver si Murcher estaba cerca para no tener que entrar a la casa solo y, como no estaba, entró de todos modos. Holmes continua sorprendiendo a Rance con su conocimiento preciso sobre los pasos que dio en la habitación.

Después de que Rance vio el cuerpo de la víctima, salió y tocó el silbato. Entonces aparecieron Murcher y otros dos compañeros. Tras la pregunta de Holmes, el policía recuerda que había un hombre muy borracho cantando y que no podía sostenerse en pie, al que él y Murcher ayudaron a sentarse. Dada las circunstancias, no lo arrestaron. Holmes le pide que lo describa y Rance dice que era alto, tenía las mejillas rojas y llevaba un abrigo marrón. Cuando Holmes se levanta para irse, le dice a Rance que el hombre que sostuvo en sus manos encierra la solución del caso.

Watson y Holmes se van. Holmes murmura enojado sobre cómo Rance se ha perdido la oportunidad de atrapar al criminal. Watson se pregunta por qué el asesino rondaba la casa donde cometió el crimen, y Holmes explica que había regresado por el anillo y que podrán usar este objeto como anzuelo para atraparlo. Luego le agradece a Watson por haberlo alentado a ir a la casa de Lauriston Garden, dice que es el caso más “bonito” de todos los que se le presentaron y que lo llamará "estudio en escarlata”, debido a que “existe una roja hebra criminal en la madeja incolora de la vida, y nuestra misión consiste en desenredarla, aislarla, y poner al descubierto sus más insignificantes sinuosidades” (p. 63).

Análisis

Las pistas sobre la identidad del asesino continúan apareciendo en este capítulo y Watson comienza a comprender la forma en que razona Holmes. Se maravilla por cómo Holmes deduce ciertas características sobre la edad y la altura del asesino. Holmes, por su parte, se ruboriza de satisfacción cuando Watson lo elogia por su capacidad para llevar la ciencia detectivesca a un grado de precisión jamás alcanzado, lo cual demuestra que este personaje es muy sensible a los halagos en lo que atañe a su arte.

Sobre la inscripción en alemán “Rache”, Holmes deduce que se trata de una artimaña para llevar a los policías a seguir un pista falsa “insinuándole historias de socialismo y sociedades secretas” (p. 57). El Socialismo, que surgió durante la Revolución industrial (aproximadamente 1760-1840) se había expandido por Alemania a un ritmo más rápido que por Gran Bretaña. Pese a eso, a fines del siglo XIX había un buen número de organizaciones socialistas en Gran Bretaña que, inspiradas en el Manifiesto comunista (1848) de Karl Marx y Friedrich Engels, denunciaban las pésimas condiciones laborales de los obreros.

En este capítulo también se muestra la corrupción del policía John Rance, que se niega a cooperar con Holmes y sólo lo hace después de ser sobornado con medio soberano de oro. Además, el policía demuestra ser ineficaz puesto que ha tenido en sus manos la oportunidad de atrapar al criminal, y este lo engañó absurdamente, haciéndose pasar por borracho. Holmes está decepcionado al respecto, pero conoce perfectamente la ineficacia de la policía. Los detectives Lestrade y Gregson son otra prueba de eso. En el próximo capítulo veremos además que Holmes cuenta con su propio “ejército de policías”, un grupo de jóvenes harapientos más audaces que los agentes de la policía metropolitana, que lo ayudan en la tareas de espionaje.

Al final de este capítulo aparece una de las frases más memorables de la novela, y la que le da su título:

“Podríamos llamarlo estudio en escarlata... ¿Por qué no emplear por una vez una jerga pintoresca? Existe una roja hebra criminal en la madeja incolora de la vida, y nuestra misión consiste en desenredarla, aislarla, y poner al descubierto sus más insignificantes sinuosidades” (p. 63).

Acá aparece la comparación de la vida con una madeja y del crimen con una hebra roja que debe desenredarse. La hebra roja además evoca poéticamente a la sangre y esto es significativo dado la forma en que al comienzo de la novela se nos presenta al detective: la primera acción que se describe de él es su hallazgo de un reactivo que ayuda a detectar manchas de sangre (capítulo 1, p. 17). Por otro lado, esta novela tenía originalmente el título “A Tangled Skein” (Una madeja enredada), en el que se puede ver que se usa la misma metáfora de la madeja para aludir a un asunto que debe “desenredarse”.

Capítulo 5: Nuestro anuncio atrae a un visitante

Resumen

Holmes y Watson regresan a la casa. Holmes se va a un concierto y Watson intenta dormir pero no puede, dado que su mente está perturbada por los acontecimientos de la mañana. Medita sobre el repugnante rostro del muerto y llega a sentir gratitud por el asesino que eliminó a ese sujeto del mundo, puesto que cree que las facciones del sujeto manifiestan una condición vil del hombre. No puede dormir y piensa que la actitud serena y segura de Holmes se debe a una explicación de los hechos que a él que se le escapa.

Cuando Holmes vuelve del concierto, menciona una teoría darwiniana sobre la música. Holmes cree que la música influye sobre las personas de un modo sutil dado que, según Darwin, la producción y la apreciación de la armonía es más antigua que el lenguaje. Watson confiesa que está trastornado por los eventos de la mañana, y que el caso lo afectó más que sus experiencias en Afganistán. Holmes lo comprende, ya que sabe que el asunto está envuelto en un misterio que estimula la imaginación, y sostiene que sin imaginación no existe el miedo.

Luego Holmes le dice a Watson que ha puesto un anuncio en el periódico sobre el anillo perdido, bajo el nombre de Watson para no despertar sospechas, para que el dueño vaya a reclamarlo al domicilio de ellos entre las ocho y las nueve de la noche. Holmes confía que el asesino se presentará, puesto que está claro que arriesgaría su vida por ese anillo. Lo perdió luego de asesinar al hombre y había vuelto a recuperarlo, pero al ver que había policías allí fingió ser un borracho que deambulaba ocasionalmente. Ahora podría creer que alguien lo encontró en la calle y no tendría ninguna razón para sospechar una trampa. Watson lo espera con una pistola. Holmes toma su violín durante unos minutos para hacer tiempo. Luego comenta que ha recibido una respuesta a su telegrama a Estados Unidos que confirma sus sospechas y le cuenta a Watson que adquirió un libro antiquísimo, De jure inter gentes, en un puesto.

Suena un campanilleo en la puerta y la ama de llaves abre. Los hombres se sorprenden notablemente cuando el visitante resulta ser una anciana, en vez del violento asesino que esperaban. La anciana explica que el anillo pertenece a su hija Sally, y que lo había perdido el día anterior. Holmes indica a Watson que le dé el anillo. Después de que la anciana se va, Holmes la sigue, dado que cree que es una cómplice del asesino. Cuando su compañero de casa regresa, Watson observa en su cara una mezcla de pena y buen humor, y luego Holmes lanza una carcajada. Luego le cuenta cómo había seguido a la anciana a pie durante un tiempo, y luego de que ella se subió a un carruaje, él se enganchó en la parte de atrás del vehículo. Antes de que el coche se detuviera, Holmes había saltado y luego vio cómo el conductor se quedó pasmado primero y después empezó a lanzar improperios, dado que la pasajera había desaparecido.

Watson se maravilla de que una anciana pudiera eludir a Holmes de esa manera. Holmes sabe que han sido engañados por un joven vigoroso y excelente actor. Además el hecho había demostrado que el asesino contaba con amigos dispuestos a arriesgarse por él. Holmes anima a Watson a ir a acostarse. Watson se acuesta y muy entrada la noche escucha que Holmes está rasgando su violín, lo cual es una señal de que medita sobre el misterio.

Análisis

Las reflexiones de Watson sobre el asesino guardan relación con algunas teorías de su época. Él siente cierta gratitud por el asesino ya que cree que los rasgos faciales de la víctima delatan maldad. Una teoría común en el momento de la publicación de esta novela era que había un "tipo" humano criminal que podía distinguirse por ciertos rasgos físicos. Holmes se opone a esta teoría en otra de las novelas del canon, El signo de los cuatro (1890): "Le aseguro que la mujer más bella que jamás conocí fue ahorcada por haber envenenado a tres niños para robarles el dinero del seguro, y el hombre más repulsivo que conozco es un filántropo que ha gastado más de un cuarto de millón de libras en los pobres de Londres” (Sherlock Holmes anotado, 2009: p. 235).

Por otro lado, Holmes sostiene que “sin imaginación no existe el miedo” (p. 66). Este es un tópico corriente en la novela. Las elucubraciones de Watson dan lugar a todo tipo de ideas imaginarias, y eso es lo que, en definitiva, le produce miedo. En efecto, Watson comenta que este caso lo perturba más que las muertes que ha visto en Afganistán: “He visto a camaradas hechos picadillo en Maiwand sin conmoverme de este modo” (p. 66). Holmes, por el contrario, presenta una actitud “serena y segura” (p. 65), dado que con su razonamiento busca explicaciones para cada detalle peculiar del caso, con lo que evita especulaciones imaginarias y, en consecuencia, no tiene miedo. Esto es característico del género policial, ya que presenta explicaciones razonables y seguras para los crímenes más desconcertantes.

La batalla que Watson menciona, Maiwand, tuvo lugar en 1880, en el contexto de la segunda guerra anglo-afgana (1878-1880). Esta guerra en la que el personaje ha participado, tal como lo narra en el capítulo 1, nos permite situar a la novela en un momento histórico preciso y además nos muestra la otra cara de la Modernidad. Las grandes potencias buscaban expandirse y ejercer su dominio sobre otros territorios, estableciendo allí sus mercados. La segunda guerra anglo-afgana fue parte de las políticas expansionistas de Gran Bretaña.

Por otro lado, en este capítulo Holmes hace un comentario sobre la teoría de la música de Darwin:

“En su opinión, la facultad de producir y apreciar una armonía data en la raza humana de mayor antigüedad que el uso del lenguaje. Acaso sea ésta la causa de que influya en nosotros de forma tan sutil. Perviven en nuestras almas recuerdos borrosos de aquellos siglos en que el mundo se hallaba aún en su niñez…"(p. 65).

Esta teoría de Charles Darwin (1809-1882), un gran naturalista inglés, proviene probablemente de su obra El origen del hombre y su selección en relación con el sexo (1871). Allí escribió que el ritmo y la cadencia del lenguaje de los seres humanos derivaban de sus poderes musicales previamente desarrollados, y que se podría suponer que los sonidos musicales proporcionaron una de las bases para el desarrollo del lenguaje. La inclusión de este comentario de Holmes sirve para ver la amplitud de conocimientos que posee y además demuestra que está al tanto de teorías formuladas recientemente.

Otra característica del detective que se presenta en este capítulo es que medita sobre los enigmas del caso mientras toca el violín, como observa Watson: “muy entrada ya la noche, pude oír los suaves y melancólicos gemidos de su violín, señal de que se hallaba el músico meditando sobre el extraño problema pendiente todavía de explicación” (p. 73). Hoy la ciencia sabe que un cambio de actividad muchas veces conduce a momentos de una amplia percepción. A veces un gran avance en una idea se produce haciendo una actividad que no guarda ninguna relación con ella, como dar un paseo y resolver un problema matemático. Sherlock Holmes cambia de actividad para darle lugar a la llagada de ideas nuevas sobre lo que todavía no tiene explicación, y en efecto los resultados llegan. Los detectives de la Scotland Yard, Lestrade y Gregson, en cambio, se caracterizan por sacar conclusiones precipitadas y que, generalmente, resultan erróneas.

En este capítulo llama la atención la carcajada de Holmes después de fracasar en el intento de capturar a la anciana. Es un dato extraño que sirve para generar confusión y perplejidad en el lector sobre este personaje, puesto que rara vez abandona la solemnidad y la reserva tradicionales por un gesto espontáneo.

Por último, el libro que consigue Holmes, De jure inter gentes (“Ley entre naciones”), es un libro sobre la ley y ese hecho da cuenta de otro de los intereses de Holmes. Además revela que el personaje es un coleccionista de libros. En realidad, el hecho se basa en un hallazgo del autor de la novela: Doyle escribió sobre un libro interesante y económico que había encontrado, que tenía la inscripción correspondiente a la biblioteca de Gulielmi Whyte, (igual que el encontrado por Holmes). Doyle frecuentemente insertaba elementos de su propia vida en su obra, como revelan muchos datos de sus biografías.