Capítulo 6: Tobías Gregson en acción
Resumen
Watson presenta las noticias que aparecen en los periódicos locales al día siguiente sobre el “El misterio de Brixton", como lo denominan. El Daily Telegraph lo vincula con organizaciones socialistas de Estados Unidos. El Standard considera que este tipo de crímenes son frecuentes bajo el gobierno liberal, a causa del estado de desasosiego reinante entre las masas. Según Daily News, no hay dudas de que se trata de un crimen político. Los últimos dos diarios hacen alguna mención elogiosa a los detectives de la Scotland Yard. Holmes repite que Lestrade y Gregson se llevarán los méritos sea como fuere.
Luego se escucha un fuerte golpeteo de pasos en el pasillo y seis jóvenes andrajosos irrumpen en la habitación. Holmes los identifica como “el ejército de policías que tengo a mi servicio en Baker Street” (p. 76). Le pregunta a uno de ellos, Wiggins, si hay novedades y el joven lo niega. Holmes les paga y se van. Luego el detective comenta que cada uno de ellos puede trabajar más que una docena de oficiales de la fuerza policial, y que pueden averiguar más cosas que un policía porque nadie los vincula con actividades de espionaje.
Entonces llega Gregson pidiendo que lo feliciten, pues ha resuelto el caso. Por un momento, Holmes parece decepcionado, pero cuando Gregson anuncia que el asesino es Arthur Charpentier, Holmes parece aliviado.
Gregson comienza su relato sobre cómo ha resuelto el crimen. Primero se ríe de que Lestrade haya ido tras el hombre equivocado, el secretario de Drebber, Stangerson. Explica que ha encontrado una pista en el sombrero del muerto. Holmes recuerda que el sombrero tenía una etiqueta de John Underwood and Sons, 129 Camberwell Road. Gregson dice que no debe desdeñarse ningún indicio y Holmes agrega que “Para un espíritu superior nada es pequeño” (p. 79). Gregson dice que ha ido a la tienda y que allí se enteró de que habían entregado el sombrero a Drebber, que residía en la pensión Charpentier, en Torquay Terrace.
Gregson había ido entonces a la pensión, y allí habló con Madame Charpentier y su hija Alice. Ambas estaban muy nerviosas y finalmente la hija dice que no tenía sentido ocultar cosas, y la madre decide hablar, incluso temiendo que eso condene a su hijo, Arthur. Ella afirma que él es completamente inocente. Luego le dice a Gregson que Drebber había estado en la casa durante tres semanas. Drebber y Stangerson estaban de viaje. Describe a Stangerson como pacífico y retraído, y a Drebber como agresivo y grosero, y dice que solía estar ebrio después del mediodía. Ella no lo había expulsado porque necesitaba dinero y estos hombres le pagaban muy bien.
Finalmente Madame Charpentier echa a Drebber el día en que éste toma a su hija, Alice, en sus brazos. Sin embargo, él regresa más tarde borracho e intenta convencer a Alice de que huya con él. Ella se asusta y grita y Arthur, el hijo de Madame Charpentier, tiene una pelea con Drebber. Este último se va y Arthur le dice a su madre que Drebber no los molestará más, y que lo seguirá para ver qué hace.
Gregson le dice a Holmes que arrestó a Arthur. Él supone que Arthur le ha dado un fuerte golpe a Dredder en el estómago y que luego arrastró el cuerpo hasta la casa vacía. Cree que el resto de las evidencias, la sangre, el anillo y la vela encendida, son pistas falsas que dejó Arthur para confundir a la policía. Cuando Gregson concluye, Holmes lo felicita y él responde envanecido. Cree que las piezas “encajan con pulcritud” (p. 86) y dice que le divierten las inútiles idas y venidas de Lestrade. Justo entonces llega Lestrade con el semblante ensombrecido. Gregson le habla con voz triunfante pero él trae una noticia desconcertante: el secretario de Debber, Stangerson, ha sido asesinado hacia las seis de la mañana en el Halliday´s Private Hotel.
Análisis
Arthur Conan Doyle a menudo aludía al clima político de su época en las historias de Holmes. Aquí se ponen de manifiesto ciertas tensiones políticas en las explicaciones de los periódicos sobre el misterioso caso. Pero además, el relato de Watson es paródico respecto al estilo de estos diarios. Daily Telegraph era un periódico popular de tono vivaz. Acá aparecen satirizadas las columnas de George Augustus Sala, un escritor con un estilo muy florido. El Standard era un periódico conservador y elegante. El gobierno liberal al que hace referencia es el de William Gladstone. El Daily News fue fundado en 1845 por el escritor Charles Dickens y era abiertamente liberal. El uso de Doyle de publicaciones reales y eventos actuales fue una de las razones por las que sus obras fueron tan populares entre las personas de su propia generación.
Cuando Holmes dice que los detectives Gregson y Lestrade se llevarán los todos los méritos ocurra lo que ocurra, pronuncia una frase en francés: “Un sot trouve toujours un plus sot qui l’admire" (un necio siempre puede encontrar un necio más grande que lo admire). La frase pertenece al último verso del canto I de El arte poética de Nicolás Boileau-Despréax. Esta cita puede indicar que los conocimientos de Holmes exceden las áreas que Watson les atribuyó. Además, demuestran un dominio del idioma francés, además del alemán que ya había demostrado en el capítulo 3, a propósito de la palabra “rache”.
En este capítulo, por otra parte, se presenta “el ejército de policías” que Holmes tiene a su servicio. Se trata de un equipo peculiar, dado que son jóvenes de aspecto andrajoso a quienes compara con ratas y ardillas, acaso por su agilidad y picardía: “los seis chicos se precipitaron como ratas escaleras abajo. Un instante después, la calle resonaba con sus agudos chillidos. (…) mis peones tienen acceso a cualquier sitio, y no hay palabra o consigna que no oigan. Son además vivos como ardillas” (p. 77). Esto los diferencia de la policía regular, ya que el aspecto y las cualidades que poseen les permiten inmiscuirse en cualquier sitio sin que nadie sospeche de su labor de espionaje.
También en este capítulo, llamado “Tobías Gregson en acción” tiene un mayor protagonismo este detective. Él está seguro de que ha descubierto la identidad del asesino y acusa injustamente a Arthur Charpentier. Sin embargo, el lector puede darse cuenta de que Holmes no está convencido de sus conclusiones. Además acá se evidencian los peores defectos de Gregson: su arrogancia, su rivalidad con Lestrade, y su ineficacia en la labor detectivesca.
En la conversación con él, Holmes pronuncia un aforismo "Para un espíritu superior, nada es pequeño” (p. 79), (“To a great mind, nothing is little” en el original). Este frase proviene de las palabras que un famoso escritor inglés, Samuel Johnson (1709-1784), le dirige a Giuseppi Baretti en 1762: “Nothing is little to him that feels it with great sensibility.” (Nada es pequeño para quien lo siente con gran sensibilidad). Con lo cual está claro que Holmes está bien versado en los escritos y obras de famosos literatos ingleses.
Capítulo 7: Luz en la oscuridad
Resumen
Holmes, Watson y Gregson se quedan completamente estupefactos con la noticia de Lestrade de que Stangerson ha sido asesinado. Lestrade se sienta y explica que estaba seguro de que Stangerson estaba involucrado en el asesinato de Drebber y le había estado siguiendo el rastro. Drebber y Stangerson habían sido vistos juntos por última vez en Euston Station a las 8 p.m. del día anterior al asesinato. Lestrade busca a Stangerson en los hospedajes cercanos a la estación y finalmente esa mañana le confirman su presencia en el Halliday´s Private Hotel.
El encargado del hotel le dice que Stangerson había estado esperando a otro hombre y lo acompaña a la habitación. Antes de llegar, Lestrade ve un hilo de sangre que sale por debajo de la puerta. Los hombres irrumpen en la habitación y ven que Stangerson yace muerto. Tiene una puñalada profunda en el costado izquierdo que le ha alcanzado el corazón. Lestrade desafía a los detectives a que adivinen qué encuentra allí, y Holmes acierta diciendo que estaba la palabra “Rache” escrita con sangre en la pared. Lestrade luego dice que un repartidor de leche vio salir a un hombre de la ventana del hotel, y que asumió que era carpintero u operario del hotel. El chico recuerda que el hombre era alto, tenía las mejillas congestionadas y llevaba un abrigo marrón. Lestrade menciona que había evidencias de que el asesino se había quedado en la habitación un rato después del asesinato porque había agua ensangrentada en una jofaina en la que se habría lavado las manos, y marcas de sangre en las sábanas, donde habría limpiado el cuchillo.
Watson mira a Holmes asombrado por la descripción del presunto asesino, pero no ve en su rostro signos de euforia ni de vanidad. Lestrade dice que en la habitación había un bolso con dinero, con lo cual se descarta la posibilidad de un robo, y un telegrama que decía "J.H. se encuentra en Europa”. Holmes insiste preguntando si había algo más, y Lestrade responde “nada importante”, y menciona entre otras cosas un envase con píldoras. Ante esta información, Holmes, lleno de júbilo, dice que le ha facilitado “el último eslabón” y que el caso está cerrado.
Luego le pregunta a Lestrade si tiene las pastillas, y éste se las da. Holmes le pide a Watson que traiga al perro del ama de llaves que estaba muy enfermo y que necesitaba que él lo "librase por fin de tanto sufrimiento"(p. 92). Watson regresa con el perro, Holmes toma una pastilla, la corta al medio y mezcla una mitad con agua y leche para dársela al perro. El animal toma el mejunje y no ocurre nada. Holmes se siente frustrado. Luego toma otra pastilla del envase y hace lo mismo. Esta vez, el perro muere apenas lame el agua. Holmes explica que de las dos pastillas que contiene el envase, una es veneno y la otra placebo.
Holmes dice que mientras más peculiaridades presenta un caso, más fácil es desentrañarlo, porque éstas constituyen puntos de partida para el razonamiento detectivesco. Después de escuchar con impaciencia el discurso, Gregson exige a Holmes que le cuente lo que ha descubierto. Holmes responde que el hombre no cometerá más asesinatos, que sabe quién es y que espera atraparlo pronto, a su manera. Dice que si el asesino sospecha que lo siguen, está perdida toda posibilidad de atraparlo, y que considera que la fuerza policial es incapaz de atraparlo. Gregson se sonroja de vergüenza y Lestrade tiene una mezcla de inquietud y resentimiento.
Entonces llega Wiggins y le avisa a Holmes que abajo lo espera un coche de caballos. Holmes toma unas esposas y se las muestra a los detectives diciendo que tiene resortes suaves y que podrían adoptarlas en Scotland Yard. Luego le dice a Wiggins que le pida al cochero que suba para ayudarlo a bajar sus cosas. Watson se sorprende de que su compañero no le haya comentado nada de lo que parecía ser un largo viaje.
Cuando el cochero entra, Holmes le pide ayuda con su equipaje. Tan pronto como el hombre se inclina ariscamente, Holmes le pone las esposas y anuncia triunfante que es el señor Jefferson Hope, el asesino de Stangerson y Drebber. Éste lucha formidablemente con los cuatro hombres, hasta que finalmente ellos logran inmovilizarlo. Holmes sugiere tomar el coche para conducir al hombre a la comisaría, y les dice a los detectives que ahora pueden hacerle las preguntas que quieran sobre el caso.
Análisis
En el último capítulo de la primera parte, Holmes sorprende a Watson, a Lestrade, a Gregson y también al lector, capturando al asesino y dando a conocer su identidad, antes de que los otros detectives pudieran siquiera terminar de entender las pistas que habían encontrado en las escenas de los crímenes.
Al comienzo del capítulo, Watson insiste en la idea de que nada lo horrorizó tanto como este crimen, ni siquiera las muertes que vio en el campo de batalla:
“Había un no sé qué de metódico e incomprensible en las fechorías del anónimo asesino que acrecía la sensación de horror. Mis nervios, bastante templados en el campo de batalla, chirriaban heridos al solo estremecimiento de lo acontecido (p. 90).
El horror se acrecienta, como ya vimos en el capítulo 5, por la falta de explicaciones. Holmes sin embargo, no pierde la calma. Es racional, aunque bastante excéntrico. Además no muestra signos de euforia ni vanidad, aun cuando las evidencias comprueban que da con las respuestas correctas a los interrogantes que presenta el caso. En esto también se diferencia de los famosos detectives de Scotland Yard, Gregson y Lestrade.
También en este capítulo vemos la importancia de los detalles en el método de investigación de Holmes. Los detalles que para otros detectives pasan desapercibidos encierran mucha información para este detective. Lo vemos por ejemplo en este diálogo que mantiene con Lestrade, después de que él explica lo que encuentra en la escena del crimen, Holmes insiste preguntando si no había más elementos, y Lestrade responde: “Nada importante” (p. 91). Sin embargo, entre los elementos que Lestrade desestima se encuentran las píldoras con las que Holmes puede terminar de dar una explicación a la forma en que ocurrieron los homicidios. Lestrade está enceguecido al respecto, dice sobre las píldoras: “Están aquí de milagro, ya que no les atribuyo la menor importancia” (p. 92).
Este es uno de los ingredientes principales del método holmesiano: no descarta ninguna evidencia. Cada elemento presente en la escena del crimen puede constituir un eslabón en la cadena de razonamientos: “¡Me ha facilitado usted el último eslabón!” (p. 91), exclama cuando Lestrade menciona que había un envase con dos píldoras. Además, cuantas más peculiaridades presenta un caso, para Holmes hay más posibilidades de resolverlo, y no al contrario. Porque cada uno de esos elementos encierran información valiosa. Así, vemos que explica:
“No debe confundirse lo insólito con lo misterioso. Cuanto más ordinario un crimen, más misterioso también, ya que estarán ausentes las características o peculiaridades que puedan servir de punto de partida a nuestro razonamiento. El asesinato hubiera resultado infinitamente más difícil de desentrañar si llega a ser descubierto el cadáver en la calle y no acompañado de esos aditamentos sensacionales y outré, los que le conferían, precisamente, un aire peculiar. Los detalles extraordinarios, lejos de estorbar esta investigación, han servido para facilitarla” (p. 95).
Su discurso contradice cierta idea de sentido común, sobre lo difícil que puede parecer un caso cuanto más características insólitas presenta. Holmes advierte que lo insólito es justamente lo que facilita su resolución.
Acá también podemos ver la ineficacia de la institución policial. A diferencia de Holmes, los detectives de la Scotlan Yard están lejos de entender las pistas que presentan los casos. En el capítulo anterior, Gregson cuenta que arrestó a Arthur Charpentier, creyendo que era el asesino. En este capítulo Lestrade explica que le seguía el rastro a Stangerson por el mismo motivo. La muerte de Stangerson nos revela acá que ambos están equivocados. Además Lestrade desestima la evidencia de las píldoras, que es la que le permite comprobar a Holmes que el primer asesinato fue por envenenamiento. Al final del capítulo, Holmes hace explícita su opinión de que la fuerza policial resulta insuficiente para la tarea de atrapar al asesino: “considero a nuestros rivales de talla excesiva para las fuerzas de la policía” (p. 97). Sin embargo, esta tarea está a su alcance, y consigue realizarla por sus propios medios.