El honor
Este es el tema central del poema, puesto que allí se narra, en primer lugar, los esfuerzos que debe realizar el héroe para recuperar su honor, tras haber sido desterrado por el rey Alfonso. Posteriormente, el Cid ve dañada nuevamente su honra a causa de la afrenta que realizan sus yernos, los infantes de Carrión, cuando ultrajan a sus hijas en el robledo de Corpes. Una vez más, entonces, el héroe inicia un proceso de recuperación de su honor, esta vez, por vía judicial, donde se enfrenta a sus enemigos y finalmente los vence. Así, el poema muestra una doble curva de descenso y ascenso del héroe, quien, partiendo de una situación inicial deshonrosa, logra, mediante sus esfuerzos personales, numerosas hazañas que lo conducen no solo a sobreponerse y a recuperar su honra, sino a alcanzar un mayor prestigio social.
La vida en la frontera
Uno de los principales temas que aborda la obra es la forma que se vive en las zonas fronterizas entre los reinos cristianos y los territorios moros, en la península ibérica, en el momento histórico en que se compuso el poema (entre mediados del siglo XII y los primeros años del XIII). En el poema se observa la permanente amenaza de ataques y saqueos a la que está expuesta la sociedad en los territorios fronterizos. Esto se ve tanto en los ataques que realiza el Cid en los territorios de los moros, como en las precauciones que toma él para defenderse de los ataques de estos.
Por otra parte, en el poema se pone de relieve el esfuerzo que demanda la supervivencia en el territorio enemigo. Por ejemplo, antes de enfrentarse en la batalla contra los moros Fáriz y Galbe, Minaya observa: “De Castilla la gentil hemos venido hasta acá, / si con moros no lidiáramos, no nos darán el pan” (vv. 672-673).
Finalmente, luego de narrar los sucesos de cada batalla, el poeta se detiene, en cada ocasión, a detallar la forma en que se reparte el botín de guerra. Esto hace evidente otra de las características fundamentales de la vida en la frontera: el botín representa, en muchos casos, una ganancia más valorada que las pequeñas tierras conquistadas, puesto que los guerreros podían trasladarlo en el caso de que las circunstancias los obligaran a abandonar el territorio.
Baja nobleza vs alta nobleza
El poema presenta una distinción entre modos más y menos legítimos de adquirir riquezas y prestigio social. Así se enfrentan, por un lado, quienes pertenecen a la alta nobleza, como el conde de Barcelona, los infantes de Carrión o el conde García Ordóñez, que representan el poder de la vieja aristocracia, y cuya riqueza y prestigio social se sustentan en la herencia familiar; y, por otro, a los colonizadores de frontera, como el Cid y sus mesnadas, hombres pertenecientes a la baja nobleza y villanos, que habitan la zona fronteriza entre territorios cristianos y musulmanes, y que deben su riqueza al botín de guerra conseguido en incursiones en el territorio musulmán. En el poema se exalta el espíritu pionero de estos hombres que, en determinadas ocasiones, podían acceder a la condición de caballeros, gozando así de privilegios nobiliarios y prestigio social, y se reivindica la ética del esfuerzo personal como medio para mejorar la condición social.
Por otra parte, la alta nobleza se ve ridiculizada en algunas oportunidades, como, por ejemplo, en el episodio del león, donde, frente a la valentía y lealtad que demuestran los caballeros del Cid, el comportamiento de los infantes de Carrión se muestra extremamente cobarde y, además, es motivo de escarnio por parte de los habitantes de Valencia.
La celebración del vínculo vasallático
En este poema se celebra el vínculo feudal entre el rey y sus vasallos. Por una parte, se destaca la lealtad inconmovible del Cid con el soberano, el rey Alfonso, a cuya autoridad el héroe se somete, pese a tener motivos aceptables para adoptar otro comportamiento, después de haber sido desterrado injustamente del reino. Además, esta conducta modélica se observa también en los vasallos del Cid respecto a él, en la forma en que responden solícitamente a cada una de sus órdenes. También ellos se muestran en todo momento leales a su señor, el Cid. Así lo vemos desde el comienzo del poema, cuando el héroe les pregunta a sus caballeros quiénes de ellos lo acompañarán al destierro, y todos afirman que lo harán.
Por otra parte, la figura regia está criticada moderadamente al comienzo del poema, cuando los habitantes de Burgos se lamentan por el destierro del Cid y exclaman: "¡Dios, qué buen vasallo! ¡Si tuviese buen señor!" (v. 20), pero la autoridad del rey nunca queda cuestionada.
La valentía
La valentía del Cid a través de todo el poema sirve como modelo de comportamiento. Desde el inicio del poema, el héroe afronta con valentía el destierro (aunque llora, sus lágrimas no se muestran como un signo de debilidad), y, luego, esta cualidad le permite enfrentarse a numerosos enemigos en el campo de batalla, conseguir hazañas guerreras y aumentar sus riquezas y su prestigio social.
Por otra parte, a la valentía del héroe se opone la cobardía de los infantes de Carrión. Este contraste se pone de relieve en el episodio de la fuga del león, en el cual, mientras que los infantes huyen atemorizados a esconderse del animal, el Cid lo enfrenta, intrépido, y consigue intimidarlo y someterlo a su voluntad.
La lealtad
La lealtad es uno de los valores que encarna el caballero medieval ideal por excelencia. En este poema podemos observar que la lealtad del Cid es ejemplar. Este es un tema predominante en la primera parte del poema, en su proceso de recuperación de la honra, puesto que vemos que, pese a las injustas circunstancias de su destierro, el Cid se mantiene leal al rey y, después de sus hazañas guerreras más importantes, le envía tres embajadas a su reino, para ofrecerle obsequios y conseguir su perdón.
Por otra parte, la lealtad incondicional del Cid contrasta con el instinto traidor de los infantes de Carrión, que se puede observar en más de una ocasión. Por ejemplo, cuando intentan asesinar al moro Abengalbón, quien les ha dado alojamiento y los ha servido complacientemente; y, sobre todo, cuando ultrajan a las hijas del Cid y las abandonan en el robledo de Corpes.
La justicia
El tema de la justicia se presenta en el poema de dos modos enfrentados. Por una parte, vemos que la venganza privada que practican los infantes de Carrión se ajusta a los usos del antiguo modelo feudal. Por otro lado, a este modelo de justicia se oponen los procedimientos legales vigentes en el siglo XII, a los que recurre el Cid para reparar la deshonra que le provocan los infantes. Así, vemos que el héroe, en vez de ajusticiar a los infantes, lleva a cabo una querella ante el rey que culmina con un reto entre hidalgos y el consecuente rebajamiento social y vergüenza pública de los vencidos.