“—Hey, Mex… I don’t like Mexicans because they steal. You hear me? —Yes. —I don’t like Mexicans. You hear, Mex? —Yes”.
En este relato encontramos una fuerte escena de discriminación en la voz del protagonista. Un compañero de clase, norteamericano, lo incita a una pelea y luego lo acusan como si hubiese sido al revés. Lo expulsan del colegio y se siente tan avergonzado y enojado a la vez que no sabe cómo les va a contar a los suyos lo que le ha ocurrido. Ni siquiera ha tenido la culpa, pero se siente como si la tuviera, así que decide tratar de ocultarlo.
“Antes de irnos me apretaron don Laíto y doña Bone y me dijeron en voz alta para que oyera papá que no dijera nada o le decían a la policía. Luego se soltaron riendo y noté que papá lo había entendido todo como una broma”.
Luego de que don Laíto y doña Bone asesinaron a un anciano para robarle el dinero, obligaron al protagonista a que cave una tumba para enterrarlo. De esta forma, el muchacho se entera de cómo son en realidad los señores con los que está viviendo ese tiempo. El día en que sus padres lo van a buscar, don Laíto lo amenaza para que no diga nada de lo que ha visto, y el protagonista se da cuenta de que lo ha hecho pasar por una broma a oídos de su padre, pero que se lo está diciendo muy en serio.
“[…] Todavía no me muero. Así que no puede hacerme nada. Nomás quisiera saber si hay o no hay. Si no hay diablo a lo mejor no hay tampoco… No, más vale no decirlo. Me puede caer un castigo. Pero si no hay diablo a lo mejor tampoco hay castigo. No, tiene que haber castigo. […]”.
En este curioso relato, el protagonista siente deseos de invocar al diablo. Sale a la medianoche de su casa y lo llama en vano. Al darse cuenta de que no existe el diablo, se da cuenta de que, por lo tanto, tampoco existe Dios. Si bien duda por un tiempo, en lugar de sentirse abrumado, loco o triste, luego se sentirá profundamente liberado y alegre, ya que se percata de que entonces no son ciertos todos los castigos y temores que le han hecho creer desde chico.
“¿Por qué es que nosotros estamos aquí como enterrados en la tierra? O los microbios nos comen o el sol nos asolea. Siempre alguna enfermedad. Y todos los días, trabaje y trabaje. ¿Para qué?”
En el relato que da título al libro, el protagonista se enfrenta con total consciencia a la dura realidad que le toca vivir a él y a su gente. Los explotan constantemente y, a pesar de lo mucho que trabajan, nunca mejoran su calidad de vida. De hecho, cuando él se queja ante su madre, ella le dice, “Solo la muerte nos trae el descanso a nosotros”. Este tono fatalista se corresponde con los maltratos e injusticias sufridas por todos los personajes a lo largo de este texto.