Estaba preso de una especie de alucinación; me asfixiaba; sentía necesidad de aire. Instintivamente, me abaniqué con la hoja de papel, cuyo anverso y reverso se presentaban de este modo alternativamente a mi vista.
Vaya sorpresa cuando, en una de estas vueltas rápidas, en el momento de quedar el reverso ante mis ojos, creí ver aparecer palabras perfectamente latinas […]: acababa de descubrir la clave del enigma.
Esta es la primera de varias alucinaciones y sueños que Axel experimenta en la historia. Sus excursiones oníricas se presentan como caminos de conocimiento y sabiduría. Aquí, la alucinación de Axel lo lleva a descifrar el código que los llevará a realizar el viaje al centro de la Tierra. Más adelante, su sueño despierto arriba de la balsa lo conduce a través de los orígenes de la vida en la Tierra y de las sucesivas etapas evolutivas del crecimiento geológico, vegetal y animal. Como en la psicología moderna, en la narración de Verne los sueños pueden dar a conocer las verdades que no son perceptibles durante la vigilia.
Graüben me siguió. Fue ella la que se encargó de colocar en una pequeña valija los objetos que precisaba para tan largo viaje. Ella estaba tan tranquila como si se tratara de hacer una excursión a Lubeck o a Heligoland; sus manos iban y venían sin precipitarse; conversaba con absoluta calma. Me daba las más sensatas razones a favor de nuestra expedición. Me encantaba y yo sentía una terrible furia contra ella. A veces trataba de enfadarme, pero ella aparentaba no advertirlo y continuaba metódicamente tranquila su tarea.
Para los lectores que disfrutan de protagonistas femeninas complejas, Graüben es un personaje increíblemente decepcionante. Es tranquila, encantadora, decorosa y optimista. Como estudiante de mineralogía podría ser una figura femenina inteligente, pero en rigor solo es una suerte de ayudante de Lidenbrock y Axel. Su presencia en estas páginas se limita a incentivar al héroe masculino para que emprenda su gran aventura. Graüben también está presente como una especie de premio que Axel alcanzará cuando termine su travesía. De esta manera, Graüben, como los otros personajes femeninos de la novela (Martha o la agria esposa del párroco), manifiesta la actitud reductora del siglo XIX hacia las mujeres.
Comencé a soñar abismos. Era presa del delirio. Me sentía asediado por la mano vigorosa del profesor, arrastrado, sumergido, enredado. Caía en el fondo insondable del precipicio a una velocidad que crecía como la de un cuerpo abandonado en el espacio. Mi vida no era más que una caída interminable.
El temor de Axel al viaje empieza a poseerlo antes de salir de su casa, llevándolo a tener una nueva experiencia onírica. La imagen de su caída en el abismo es impactante porque fusiona el sentido figurado con el literal: Axel siente que su vida se desmorona porque en su descenso hacia el centro de la Tierra corre el riesgo de caer, en un sentido muy real, dentro de un pozo de dimensiones inconmensurables. En su sueño, la caída no solo se produce por la fuerza de la gravedad: es la obstinación de su tiránico tío la que lo arrastra hacia las profundidades del abismo. Lo que este sueño manifiesta es que Axel no teme solamente el poder de la Naturaleza; también teme el poder de Lidenbrock, temor que se verá justificado cuando su obstinado tío lo conduzca por caminos extremadamente peligrosos.
Este personaje grave, silencioso y flemático se llamaba Hans Bjelke, y venía recomendado por el señor Fridriksson. Era nuestro futuro guía.
Sus maneras contrastaban singularmente con las de mi tío. Esto no obstante, se entendieron fácilmente.
El personaje de Hans es muy importante para la trama de la novela. Axel dedica mucho tiempo a describir a este guía que salva su vida y la de su tío en múltiples ocasiones, proporcionando el sentido de resistencia, constancia y estoicismo necesarios en un grupo de viajeros que incluye a un joven ansioso y temeroso y a un anciano excéntrico y temerario. Hans también es descrito de una manera que le hace parecer casi inhumano: el islandés carece de emociones; es ingenioso, pero poco creativo, y muestra una sumisión extrema a las órdenes de su maestro, sin un ápice de rebeldía. Más adelante, Axel compara la fisonomía de Hans, inmutable ante el huracán, con “la de los hombres antediluvianos, contemporáneos, de los ictiosauros” (p.219). En este sentido, coincidimos con William Butcher en observar que Hans es una suerte de experimento psicológico de Verne, que pone de manifiesto una forma de ser en los extremos. Aunque se opone particularmente a la personalidad de Lidenbrock, por ser este muy locuaz e irritable, ambos comparten una extraña impasibilidad en los momentos más peligrosos del viaje.
Estas apariciones [como la del hombre con lepra] no eran lo mejor para alegrar el paisaje, el cual devenía profundamente triste. Las últimas matas de hierba venían a morir bajo nuestros pies. No se veía ni un árbol, pues ni merecían tal nombre algunos abedules enanos que parecían malezas. Ningún animal salvo algunos caballos que erraban por las tristes llanuras, abandonados por sus amos que no los podían mantener. […] Yo me dejé llevar por la melancolía de esta naturaleza salvaje y mis recuerdos me condujeron a mi país natal.
La escena con el hombre con lepra que deambula por el campo es, sin duda, uno de los momentos más tristes de la novela. Aquel hombre parece presagiar el misterioso y peligroso viaje que se avecina (y tal vez incluso el ominoso hombre subterráneo que descubrirán los viajeros). Las únicas personas que ven después son el párroco y su esposa, personas con las que los viajeros se resisten a encontrar puntos en común. El paisaje árido y desolador que le sigue a esta aparición completa la imagen desoladora y melancólica con la que Axel se despide de su mundo conocido antes de adentrarse en las profundidades de la Tierra.
Me incliné sobre una roca que dominaba parte del interior y observé. Mis cabellos se erizaron. Un sentimiento de vacío se apoderó de mi ser. Sentí que en mí el centro de gravedad se desplazaba y el vértigo se me subía a la cabeza como una borrachera. Nada más embriagador que la atracción del abismo. Ya iba a caer. Una mano me agarró. Era la de Hans.
La famosa frase de Friedrich Nietzsche sobre el abismo (“Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”) posee una sorprendente similitud con el fragmento aquí citado. Axel mira fijamente al abismo del cráter y siente la atracción de caer en él, hipnotizado por sus profundidades. Es una metáfora adecuada del viaje en sí, que ciertamente amenaza con perturbar el estado mental de Axel, además de poner su cuerpo en peligro. Axel intenta enfrentarse a sus miedos y ser valiente, pero a menudo este esfuerzo pone a prueba su temple hasta un grado extremo y peligroso. Aquí aparece la mano de Hans que rescata a Axel antes de la caída, como sucede más adelante cuando naufraga la balsa, o cuando son expulsados a la superficie por la erupción del volcán. Hans es como un deus ex machina que intercede en el momento justo para salvar la vida del narrador.
—Mire usted —le contesté, mostrándole la variada sucesión de los asperones, las calizas y los primeros indicios de terrenos pizarrosos.
—¿Y qué tenemos con eso?
—Que hemos llegado al período en que aparecieron las primeras plantas y los primeros animales.
El viaje hacia el centro de la Tierra no es solo un viaje a través del espacio; es también un viaje a través del tiempo. Al hacer que los viajeros encuentren algo más que estalactitas, lava, agua y carbón, Verne consigue dar una especie de lección de historia. Introduce a los lectores en los tipos de plantas y animales que existen en los periodos secundario, terciario y cuaternario. Así, podemos informarnos sobre las antiguas criaturas marinas y los mastodontes e imaginar cómo eran los primeros hombres. Aunque parte de la ciencia de Verne es refutada por la ciencia actual, hay mucho en sus novelas que es útil o al menos intrigante para los futuros estudiantes de ciencia.
Su mutismo [de Hans] aumentaba día tras día. Creo que nos contagiaba. Los objetos exteriores ejercen una acción real sobre el cerebro. El que se encierra entre cuatro paredes termina por perder la facultad de asociar las ideas y las palabras. ¡Cuántos prisioneros encerrados en calabozos se han vuelto imbéciles o locos por la imposibilidad de ejercitar las facultades del pensamiento!
Esta cita nos da una pista sobre los cambios psicológicos que experimentan los viajeros. Axel observa que él y Lidenbrock se inclinan por el silencio, como Hans, debido a la gravedad de su viaje. Bajo tierra, vacilan entre emociones extremas —miedo, asombro, alegría, confusión, rabia— mientras intentan evitar el peligro para sus cuerpos físicos. No es de extrañar que a veces pierdan el control de sus mentes racionales (como cuando Axel alucina), confundiendo la verdad con la especulación. La constatación de esta inestabilidad también plantea la cuestión de si podemos confiar totalmente en la narración de Axel. Si está diciendo que él y sus compañeros de aventura pueden haber caído en la locura, ¿cómo podemos confiar en la verdad de sus descubrimientos?
La lluvia forma una ruidosa catarata delante del horizonte hacia el cual como insensatos corremos. Pero antes de que llegue hasta nosotros, se desgarró el velo formado por las nubes, el mar entró en ebullición, y la electricidad producida por una acción química que se opera en las capas superiores de la atmósfera, comenzó su juego. A las centelleantes vibraciones del rayo, se mezclan los rugidos espantosos del trueno; un sinnúmero de relámpagos se entrecruza en medio de las detonaciones; la masa de vapores se pone incandescente; el pedrisco que choca contra el metal de nuestras armas y herramientas, adquiere luminosidad; y las hinchadas olas parecen cerros ignívomos en cuyas entrañas se incuba un fuego en extremo violento y cuyas crestas ostentan un vivo penacho de llamas.
El pasaje en el que se detalla la tormenta es uno de los más célebres de Viaje al centro de la Tierra. Verne crea una gran sensación de inquietud y peligro al evocar las fuerzas naturales que se enfrentan y comienzan a realizar sus descargas. El efecto eléctrico del huracán es una expresión del poder de la Naturaleza, pero también parece invocar fuerzas ajenas a ella. Hay un aura de lo mecánico, de las peligrosas demostraciones tecnológicas de poder. Este recurso puede provenir de la familiaridad de Verne con los desarrollos tecnológicos de su tiempo y con la forma en que la tecnología intentaba tanto aprovechar como mejorar la naturaleza. Quien queda a merced de esas fuerzas eléctricas es el hombre, convertido en diminuto e impotente frente a fenómenos que escapan a su control.
Entre dos protuberancias avanzadas de la roca, encontramos entonces la entrada de un túnel oscuro; y en una de estas peñas de granito descubrieron nuestros ojos, atónitos, dos letras misteriosas, medio borradas ya, las dos iniciales del intrépido y fantástico explorador:
—¡A.S.! —exclamó mi tío—. ¡Arne Saknussemm! ¡Siempre, Arne Saknussemm!
Este es el momento en el que Lidenbrock y Axel se dan cuenta de que, efectivamente, están en el camino correcto y que la tormenta no les ha hecho perder el rumbo, sino que los ha llevado justo a donde tenían que estar. La exclamación también nos devuelve la atención a la sombría figura de Saknussemm, que obviamente no se manifiesta como personaje de la misma manera que los demás, pero que, sin embargo, es una figura importante de la trama. Lo interesante de Saknussemm es lo poco que sabemos de él. No sabemos por qué Saknussemm mantuvo su viaje en secreto, por qué lo emprendió o qué fue lo que encontró. Lidenbrock ni siquiera se detiene a considerar si el hombre mentía o no; simplemente cree en Saknussemm como espíritu afín: es un aventurero y un soñador como él. Axel, en cambio, sí cuestiona a Saknussemm y se pregunta cómo pudo saber aquel antiguo explorador que había llegado al centro de la Tierra, si no contaba con instrumentos modernos que así lo indicaran.
La suerte hace que la balsa lleve a los exploradores por el camino de Saknussemm. Es una parte del relato poco realista, pero que le da al viaje un sentido de predestinación. Esto refuerza para Lidenbrock —y para Axel, que de pronto empieza a obsesionarse con la misión— el sentido de importancia y de verdad de su empresa.