Resumen
A la mañana siguiente, en el despacho del Doctor, hay varias piedras en el suelo y ventanas rotas. La señora Stockmann lee una carta, proveniente del dueño de la casa en la que viven, anunciando el desalojo por temor a la opinión pública y a las autoridades. El Doctor Stockmann habla de la cobardía general y de su anhelo de vivir en una isla solitaria. La señora Stockmann se preocupa por sus hijos, por la educación, y el Doctor dice que cualquier cosa es mejor para sus hijos que ese ambiente infectado.
Llega Petra con el anuncio de que la despidieron de la escuela. La directora, aunque coincide secretamente con su forma de pensar, no se animó a mantenerla en su puesto debido a cartas anónimas que aseguraban que Petra profesaba ideas librepensadoras. El Doctor habla de la necesidad de dejar esa ciudad. Llega el capitán Horster para darles su apoyo, pero también para informarles que él no irá en el barco con ellos hacia América porque lo despidieron de su puesto. Dice que no deben preocuparse y que no se arrepiente de haber apoyado al Doctor, y que puede conseguirle otro medio a la familia para su viaje. El Doctor le agradece.
Llega el Alcalde y pide hablar a solas con su hermano. Katrine, Petra y Horster se retiran hacia la sala. El Alcalde le da al Doctor una carta del directorio del balneario que oficializa su despido. Le informa también que no podrá ejercer su profesión en toda la ciudad, puesto que la Asociación de Propietarios hizo circular un documento por el cual ningún ciudadano digno debería atenderse con el Doctor Stockmann. El Alcalde le recomienda irse de la ciudad por un tiempo, y le dice que si luego de reflexionar decide volver y retractarse por sus dichos y hechos, seguramente conseguirá trabajo nuevamente. El Doctor responde que nunca dará marcha atrás en su posición, y el Alcalde le responde que, como padre de familia, debería evaluarlo. Luego, le informa que está muy al tanto de la verdadera causa que lo impulsó a sostener su posición. El Doctor no entiende a qué se refiere. El Alcalde le habla del testamento del rico Morten Kiil, cuya fortuna seguramente caerá sobre el Doctor y sus hijos. El Doctor dice ignorar la situación económica de su suegro, pero se alegra de que el futuro pasar de su familia esté entonces asegurado. El Alcalde lo acusa de haber inventado el asunto de las aguas para aliarse con Morten Kiil en su contra y destituirlo a él del gobierno, especulando con obtener la fortuna familiar. El Doctor se ofende y el Alcalde se va.
Llega Morten Kiil, que le anuncia al Doctor Stockmann, con orgullo, haber comprado ese mismo día la mayor cantidad posible de acciones del balneario. Gastó todo el dinero que sería de la herencia en eso. Su intención es limpiar su nombre, ya que el Doctor dijo que la infección proviene de su valle. Por lo tanto, si el Doctor sigue sosteniendo su posición acerca de la gravedad del estado de las aguas, perjudicaría los intereses de su propia familia, que quedaría sin herencia. El Doctor le dice que le parece estar viendo al mismo diablo. Su suegro le replica que tiene un día para responder si se retractará de sus dichos o no, y que, de negarse, él mismo transferirá sus acciones a la fundación y dejará a la familia sin un centavo.
Aparecen Hovstad y Aslaksen. Le dicen que lamentan lo ocurrido la noche anterior, pero que ellos no podrían haber obrado de otra manera. Luego, agregan que hubiera alcanzado con que el Doctor les hiciera un mínimo guiño que les advirtiera del verdadero plan, que ellos lo hubieran apoyado. El Doctor demora en entender lo que están diciéndole. Hovstad y Aslaksen le explican que están al tanto de que el suegro del Doctor anduvo comprando las acciones del balneario, y que entienden que, pasado el momento de furia y con el apoyo de El Mensajero del Pueblo, el Doctor podría recuperar su puesto y realizar las reformas necesarias. Le ofrecen su apoyo a cambio de dinero para financiar el periódico. El Doctor les sigue el juego, simulando entrar en el plan, hasta que les dice que él no lo hará porque es un enemigo del pueblo, y les pregunta qué pasaría si él no le da al periódico dinero de las acciones. Hovstad le dice que en ese caso escribirán sobre el caso de otra manera, dejándolo como un corrupto frente a la opinión pública. El Doctor amenaza con golpearlos hasta que Hovstad y Aslaksen dejan la casa.
Aparecen Katrine y Petra. El Doctor escribe en un papel la palabra “no” repetidas veces y le pide a su hija que le lleve el mensaje a Morten Kiil. Luego le comunica a su familia que no se marcharán, sino que se quedarán en la ciudad librando la batalla. El capitán Horster les ofrece su casa y el Doctor acepta, agradecido. El Doctor Stockmann dice que se quedará hasta vencer a los enemigos de los hombres libres. Irrumpe la llegada de los niños, que dicen que en la escuela les han aconsejado que se ausenten de clases por unos días. El Doctor Stockmann afirma que no volverán a la escuela; los educará él, con ayuda de Petra, para que sean hombres libres y superiores. Agrega que empezarán una nueva escuela, en la misma sala donde a él lo llamaron enemigo del pueblo. El Doctor termina diciendo que es el hombre más poderoso del pueblo. Afirma que su último descubrimiento es que el hombre más poderoso del mundo es el que está más solo.
Análisis
El último acto de la pieza reafirma y exacerba el posicionamiento del protagonista en relación al conflicto, a la vez que expone las consecuencias que su firme acción trae consigo. Las didascalias que abren este acto final ya describen un elemento escénico que funciona para transmitir los hechos que han tenido lugar -elididos en el texto- entre el final del cuarto acto y el comienzo del quinto: las ventanas están rotas y hay piedras en el suelo. La imagen escénica presenta entonces la violenta respuesta del pueblo a los dichos del Doctor en la Asamblea. Pero las consecuencias no se limitan a la agresión física, sino que también se dan en el plano laboral y económico. Los Stockmann, luego del episodio de la Asamblea, son prácticamente excluidos de la sociedad, cuyos miembros cortan todo lazo que los una a la familia que encabeza el Doctor. El primero en manifestarse, en este acto, es el dueño de la casa donde la familia vive. Es el Doctor quien lee la carta de desalojo:
DOCTOR STOCKMANN: (Mientras mira la carta) Dice que no se atreve a actuar de otro modo. Lo hace muy a pesar suyo; pero no se atreve a tenernos de inquilinos. Teme a los ciudadanos, a la opinión pública. Se encuentra atado; no se atreve a ir contra los poderosos…
SEÑORA STOCKMANN: ¿Lo ves, Tomas?
DOCTOR STOCKMANN: Sí, sí; lo veo. En esta ciudad todos son cobardes; nadie se atreve a nada por consideración al qué dirán.
(p.214)
Lo que aparece entonces en este acto final es un nuevo aspecto ligado al tema de la opinión pública: asta se evidencia como un arma por el cual la mayoría compacta puede insuflar temor a los ciudadanos que no adhieran a sus ideas. El dueño de la casa no se desvincula del Doctor por estar en desacuerdo con él, sino por miedo al qué dirán. Es en este sentido que se explicita en la obra el tema de la cobardía: con este concepto Stockmann engloba a aquellos que no tienen la valentía de actuar según sus propias convicciones, sino que eligen seguir a la mayoría para no exponerse a la crítica de la opinión pública. La situación se ve replicada en varios momentos de este acto. Uno de ellos es el que concierne al despido de Petra. Ella les habla a sus padres sobre la señora Busk, directora de la escuela en que ella trabajaba hasta el momento: "Ella, en el fondo, no es mala. Se veía muy claramente lo que sufría al tener que hacerlo. Pero no se atreve a hacer otra cosa, así me lo ha dicho. En fin, el hecho es que me han despedido…" (pp.216-217).
En esta obra la cobardía, como tema, se opone al librepensamiento de la misma manera en que la mayoría obstaculiza el avance del individuo. Petra les cuenta a sus padres que la señora Busk le mostró cartas anónimas que habían llegado al colegio:
PETRA: Dos de esas cartas contaban que anoche, en el círculo, uno de nuestros amigos había dicho que yo profesaba ideas demasiado libres sobre ciertas cuestiones.
DOCTOR STOCKMANN: Espero que no lo hayas negado.
PETRA: Pues no. Sé que la señora Busk en privado expresa sus ideas librepensadoras. Pero, como las mías son conocidas, no se atrevió a mantenerme en su institución.
(p.217)
Petra acaba por mostrarse enteramente heredera de los ideales de su padre. Ambos personajes actúan con la valentía que implica defender sus convicciones y su consecuente libertad de pensamiento a toda costa. Al hacerlo, ven afectado cierto bienestar de índole personal, producto de la amenaza de la mayoría y sus armas, como lo es la fuerza de la opinión pública. Ni el dueño de la casa ni la directora de la escuela se animan a enfrentarla y actúan en consecuencia. Frente al rechazo que le producen la cobardía y la corrupción espiritual de su pueblo, el Doctor Stockmann se decepciona pensando que, seguramente, las ciudadanías de otros lugares no distarán mucho, en términos de la mezquindad y mediocridad de la mayoría aplastante, que la del pueblo en que vive. Es entonces que proclama: “¡Ah, si supiera de un bosque virgen o de alguna isla solitaria en los mares del Sur, que pudiera comprar por un precio bajo!” (p.216).
De aquel comportamiento que Stockmann califica de cobardía generalizada se exceptúa al leal Horster, el único personaje externo a la familia que mantiene su firme lealtad brindando apoyo al Doctor hasta el último minuto, aún a costa de perder su trabajo. Es interesante, en este sentido, el perfil del único habitante del pueblo que mantiene su apoyo al Doctor: es un capitán de marineros, cuya vocación lo evidencia como un hombre que mantiene un lazo mucho más estrecho con la libertad, el altamar, que con la tierra y su mayoría ciudadana. Horster es un hombre que, como Stockmann y Petra, cultiva en sí un pensamiento individual, propio, menos dependiente de la aceptación de la opinión pública.
En línea con lo anterior, en este último acto, el Alcalde acaba por configurarse tal y como el Doctor Stockmann lo describió en su Asamblea: un plebeyo moral, mucho más identificable con la mayoría compacta que con los hombres libres. Éste se presenta en la casa de su hermano para informarle su despido:
DOCTOR STOCKMANN: ¿Estoy despedido, verdad?
EL ALCALDE: Sí, a partir de hoy. Lo sentimos mucho; pero no nos atrevemos a obrar de otro modo ante el ambiente que ha creado la opinión pública.
DOCTOR STOCKMANN: (Con una sonrisa) ¡Ah!, ¿es que no se atreven? No me extraña, no es la primera vez que oigo decir eso.
(p.221)
De todos modos, a pesar de que la acción y el discurso es similar a la del dueño de la casa de los Stockmann o la directora del colegio de Petra, el modo en que se excusa el Alcalde guarda en sí un cinismo particular: a diferencia de los otros casos, es el Alcalde mismo quien ha manipulado esa opinión pública de la que ahora se sirve para justificar su accionar.
En el diálogo entre los hermanos aparece, también, un elemento que ofrecerá un inesperado temblor en la situación. Es el Alcalde el primero en informar a su hermano de la fortuna de Morten Kiil y, sin decirle todo lo que sabe, acusa al Doctor de haber actuado por el solo motivo de un negociado, en pos de un interés personal:
EL ALCALDE: Que entonces todo fue una maniobra combinada. Los violentos ataques con que has cargado en contra de las autoridades y que eran supuestamente en nombre de la verdad, todo fue premeditado, ¿eh?
DOCTOR STOCKMANN: ¡Cómo!
EL ALCALDE: No era entonces otra cosa que una puesta en escena para ese viejo resentido. Estabas detrás del testamento de Morten Kiil.
(p.224)
Nuevamente se pone en escena el tema del bien personal vs el bien común. El Alcalde prácticamente acusa a su hermano de impostor, de haber utilizado la fachada de la verdad cuando, en realidad, actuaba en su propio beneficio personal. Ante semejante acusación, el Doctor se ofende y señala a su hermano como al hombre más vil del mundo.
Es interesante el modo en que los hechos se suceden, a partir de este instante, en la pieza. Hasta este momento, aunque el espectador o lector, que ha presenciado de principio a fin el carácter honesto del protagonista, tendería a no dudar de su integridad y creer en su ignorancia absoluta de este sobre la fortuna de Kiil, podría sin embargo empezar a sospechar de esa certeza en esta instancia. Es probablemente por esto que la pieza hace entrar en escena a Morten Kill, con su anuncio de haber comprado todas las acciones del balneario. Este ofrecerá al Doctor un trato, un tanto extorsivo, que pondrá a prueba la honestidad del protagonista.
El motivo de Morten Kiil para extorsionar al Doctor es la voluntad de limpiar su nombre: su yerno lo habría ensuciado cuando afirmó que de su curtiembre provenía la mayor podredumbre que infecta las aguas. En el diálogo con Stockmann, Morten Kill asegura que convencerá a toda la ciudadanía, inmediatamente, de lo impecable de su propio apellido:
DOCTOR STOCKMANN: ¿Cómo hará para convencerlos?
MORTEN KIIL: Eso ya es asunto tuyo.
DOCTOR STOCKMANN: ¿Mío?
MORTEN KIIL: ¿Sabes con qué dinero he comprado esas acciones? Pues con el que Katrine y Petra y mis nietos heredarían después de mi muerte. Porque, a pesar de todo, algo he logrado ahorrar, sabes.
DOCTOR STOCKMANN: (Con creciente nerviosismo) ¡Cómo! ¿Con el dinero que destina usted a Katrine ha sido capaz de hacer eso?
MORTEN KIIL: Sí. Ahora todo ese dinero está invertido en el establecimiento. Vamos a ver si estás tan verdaderamente loco. Si continúas diciendo que las basuras de mi curtiembre infectan las aguas del balneario, perjudicas los interes de tu mujer y de tus hijos…
(p.226)
La extorsión de Morten Kiil obliga al Doctor Stockmann a optar, de forma definitiva, por el bien común o el beneficio personal. Al igual que otros conflictos en la pieza, la naturaleza de esta disyuntiva es dilemática: si el Doctor se mantiene firme en su verdad, él y su familia quedan sin el dinero de la herencia -habiéndose quedado ya sin trabajo-; pero si Stockmann hace lo que pide Morten Kiil sacrifica sus convicciones, sus pensamientos, su moral, su honestidad. El Doctor, sin embargo, no brinda su respuesta al suegro de inmediato, sino que intenta pensar soluciones, posibilidades. Es en ese momento que irrumpen los hombres del periódico que, ya conscientes de las novedades, recuperaron su interés en apoyar la causa del Doctor:
ASLAKSEN: Pero, ¿por qué no nos previno usted? Bastaba con una palabra a Hovstad o a mí, con un cierto guiño…
DOCTOR STOCKMANN: ¿Qué quiere decir?
ASLAKSEN: Debía habernos informado de los entretelones del asunto.
(p.228)
Otro de los detalles que construyen el carácter del protagonista en su inocencia y nobleza es que no imagina las tretas y negociados de los que los hombres del periódico, convencidos, lo suponen autor. Por otra parte, toda entereza y coherencia de pensamiento, así como rectitud moral, se evidencia absolutamente corrompida en Hovstad y Aslaksen. Al enterarse de la compra de las acciones por parte de Morten Kiil e imaginar al Doctor como su socio en el negociado, no se indignan, sino todo lo contrario: lamentan no haberse dado cuenta de la estrategia y haber perdido, así, la oportunidad de obtener ventaja del negocio.
ASLAKSEN: ¿No habría sido más astuto encargar la cosa a otra persona menos cercana a usted, señor doctor?
HOVSTAD: Además, pudo usted muy bien no haber intervenido en el asunto. No hacía ninguna falta hacer público que los ataques al balneario venían de usted. ¿Por qué no nos consultó, señor doctor?
DOCTOR STOCKMANN: (Comprende, y finalmente, exclama, exaltado) ¿Pero es posible hacer algo así? ¿Es tan siquiera posible pensar algo así…?
(p.229)
Los hombres le siguen dando recomendaciones y opiniones acerca de cómo hubiese resultado mejor la treta que, suponen, realizó el Doctor. Stockmann, ya demasiado agotado como para contradecirlos o dar explicaciones, les pregunta qué desean. La respuesta: "Puesto que ya sabemos el objeto de todo esto, estamos dispuestos a ofrecer el apoyo de El Mensajero del Pueblo" (p.229). Ya consciente del carácter irreversiblemente corrupto de estos hombres, el Doctor simula estar interesado en la propuesta, y aprovecha la ocasión para preguntarle a Aslaksen si no temen al qué dirán. Aslaksen responde que el Doctor “deberá estar preparado para manifestar su cambio de opinión con cierta premura” (p.230), pero que ellos, por supuesto, lo apoyarán desde el periódico. En este sentido, la falta de temor de estos hombres a la opinión pública nada tiene que ver con un gesto de valentía, sino que, por el contrario, revela la corrupta relación que estos mantienen con las opiniones esparcidas en la población: saben que ellos son capaces de manipularla a su favor. De esta manera, tanto él como Hovstad le aseguran que muy pronto volverá a su cargo de médico del balneario, y que contará con el apoyo de la Asociación de Propietarios. El discurso de los hombres del periódico recuerda, por supuesto, a las promesas evocadas actos atrás. Continuando con su simulacro de interés, el Doctor Stockmann imposta un tono amable para preguntarle a los hombres qué ventaja tendrían ellos en el asunto:
DOCTOR STOCKMANN: Permítanme, señores; casi me avergüenza preguntarlo. ¿Podrían especificarme cuáles serían sus..?
HOVSTAD: ¡Oh! No es necesario decir que por mi parte hubiera preferido apoyarlo sin cargo alguno; pero El Mensajero del Pueblo está pasando por un momento crítico, y francamente, sería una pena ver desaparecer ahora a ese periódico, cuando le espera tanta obra que realizar en el campo de la gran política.
(p.230)
El tema de la corrupción está presente a lo largo de la pieza, ligado siempre a cuestiones como el interés personal por sobre el bien común. Hovstad y Aslaksen se evidencian una vez más como personajes que realizan alianzas o enfrentamientos motivados lisa y llanamente por su propia conveniencia -generalmente el beneficio económico-, echando por tierra toda convicción o perseguimiento de la verdad. Esta reflexión, aunque silenciosa, parecería ser la que motiva la respuesta y la ira del Doctor: "Comprendido; sería una verdadera lástima para los amigos del pueblo, como ustedes… (Gritando con todo el cuerpo) Pero ¡yo soy un enemigo de ese pueblo! ¿No lo sabían ya?" (p.230).
El Doctor alude a los hombres del periódico como “amigos del pueblo”, haciendo uso de una clara ironía verbal: ya no quedan dudas de que lo que menos motiva el accionar de Hovstad y Aslaksen es la preocupación por el bien de su pueblo. En esta instancia, el Doctor estalla en ira y acaba con su simulacro de cordialidad ante quienes se erigen, frente a él, como traidores. Ante la sorpresa de estos hombres, la amable propuesta de negociación no tarda en convertirse en extorsión:
DOCTOR STOCKMANN: ¿Y qué sucedería si yo no quisiera cederles ni un centavo de mis acciones? Ustedes saben que nosotros los ricos tenemos el dinero bien aferrado.
HOVSTAD: Con todo, recuerde que ese asunto de las acciones puede explicarse de… dos maneras.
DOCTOR STOCKMANN: ¿Sí..? Ustedes son capaces. Entonces, si no subvenciono El Mensajero del Pueblo, presentarán ustedes el asunto al público en su versión menos idílica. Son capaces de perseguirme hasta acabar conmigo, como lo hacen los perros con la liebre.
(p.231)
Es este inesperado nuevo espectáculo de la corrupción humana lo que despoja de toda duda al protagonista de la pieza. En un mismo movimiento, echa a los hombres del periódico y envía su respuesta negativa a la negociación ofrecida por Morten Kiil. De esta manera, se diferencia de forma definitiva del comportamiento extorsivo de quienes lo rodean, rompiendo lazos a pesar de las consecuencias negativas que eso puede brindarle en términos personales. Es decir, al final de la obra, Stockmann acaba de oponerse, en calidad de individuo, a la mayoría de la cual no tiene ningún interés en ser parte. Su frase final, “el hombre más poderoso del mundo es el que está más solo” (p.236), reafirma su posicionamiento. Despojado de dinero, de todo prestigio social y sin ninguna alianza con el poder, el héroe idealista de la pieza sacrifica todo antes de resignar aquello que considera el valor más importante: su verdad, el libre pensamiento, el ejercicio de la razón y la libertad. La tesis de la obra, entonces, no yace simplemente en lo dicho por su protagonista, sino también en su consecuente comportamiento: un hombre digno debe anteponer su libertad de pensamiento, seguir sus convicciones y dar batalla por la verdad, sin importar lo que se deba sacrificar en el camino.