El sentido de la vida
Muchas de las preguntas y preocupaciones de los personajes pueden concentrarse en el cuestionamiento sobre el sentido de la vida. Como en otras obras del autor, en Tío Vania, bajo las acciones, pensamientos, emociones y decisiones de los personajes, subyace constantemente una misma pregunta: si la existencia, esa vida que se lleva día a día hasta la muerte, tiene sentido.
La obra evidencia el intento de varios de los personajes principales por responder esa pregunta. Algunos afirmarán que cierta clave de la existencia se halla en el trabajo. Sin embargo, con el transcurso de las escenas, los personajes perderán esas certezas, y el trabajo no será sino otro medio más para la frustración, el cansancio, el envejecimiento y la angustia. Un personaje vinculado al ecologismo, como Astrov, hará girar en torno al cuidado del medio ambiente su preocupación por el sentido de la existencia. En su caso, el sentido se encontraría en contribuir a la felicidad, al bienestar, de las generaciones del futuro. Otros personajes con fe religiosa, como es el caso de Sonia, sostendrá el sentido en lo que sucederá después de la muerte, en la misericordia divina. Otros, como Vania, no podrán evitar mirar el pasado con nostalgia, recriminándose una y otra vez decisiones tomadas o no tomadas que habrían cambiado su vida y le habría dado sentido a su existencia.
La frustración
De todas las piezas de Chéjov, probablemente Tío Vania sea la que más ponga en escena el sentimiento de la frustración, y lo que esta hace en las personas. En esta obra, la frustración del protagonista es el hilo conductor de la trama, el motor de las acciones más significativas, pero además encontramos que no hay prácticamente personajes, del abanico ofrecido en la pieza, que se salven de este sentimiento. Con mayor o menor gravedad, cada uno de los personajes de esta pieza mira su propia vida con un ánimo frustrado: ya sea porque el pasado ofreció una felicidad que el presente ya no ofrece, ya sea porque se arrepiente de que las decisiones tomadas en el pasado no le hayan conducido a la felicidad, ya sea porque sueña con una libertad que es demasiado cobarde para salir a buscar, o ya porque las circunstancias que lo rodean lo condenan a un futuro indeseable. La frustración aparece en el centro rector de los personajes, conduciendo todos sus movimientos y condicionando su ética. De alguna manera, lo que Tío Vania pareciera mostrar, más que nada, es que el verdadero motivo de la miseria humana, de los actos cuestionables con que los hombres se destruyen entre sí, parecerían encontrar siempre su causa más profunda en la frustración.
El paso del tiempo y la vejez
El tiempo es un tema muy relevante en esta obra. Al igual que en otras piezas de Chéjov, en Tío Vania los personajes se muestran conmocionados por el pasado, el presente y el futuro. El pasado produce en ellos nostalgia o arrepentimiento, mientras que el presente resulta siempre indeseable, insatisfactorio y, a la vez, estanco. El pesar de gran parte de los personajes de la obra tiene que ver con la sensación de que la vida ha pasado demasiado rápido, y de que los mejores años se han perdido en un esfuerzo o sacrificio que no condujo, en el presente, a ninguna satisfacción. Este será, precisamente, el caso del personaje de Vania. La vejez encuentra a estos seres inmersos en una vida que ya es demasiado tarde para modificar. En cuanto a los personajes jóvenes, algunos alojan en su propio futuro alguna esperanza. Esto sucede con Elena, aunque apenas por un instante. Pero también hay personajes jóvenes que, por no contar con ciertos privilegios como la belleza física o el poder económico, no ven esperanzador su propio futuro en vida, como es el caso de Sonia. Estos últimos, al igual que personajes ya envejecidos, sueñan con un futuro que trasciende su propia existencia, un futuro en el que ellos ya no habitan esta vida.
Como en otras piezas de Chéjov, aquí el tema del paso del tiempo y la vejez aparece asociado a la locación campesina. Se presenta una dicotomía campo-ciudad que evidencia distintos estilos de vida, incluso distintos estados anímicos, entre quienes pueden, y quienes no, vivir en la ciudad. El campo, donde sucede la acción, no funciona, así, solamente como un escenario, sino también como una atmósfera cargada de sentido: configura el aire que respira la mayoría de los personajes, nutriendo su organismo y volviendo a los campesinos indesligables del entorno. Así como la edad tiene una importancia radical, también la tiene la ubicación geográfica, el ambiente en el que los personajes viven. Esa fatalidad que se asocia a la vejez y se identifica, para los personajes chejovianos, con la anulación de la esperanza de cambios o de sueños propios de la juventud, se apareja al estancamiento propio de la vida en el campo, a su correspondiente ausencia de movimiento, a su monotonía.
Ilusión vs. realidad
Los personajes de Chéjov, atravesados por emociones como la frustración o la esperanza, se encuentran una y otra vez con el tema de la ilusión y la realidad. El protagonista de la pieza sufre, efectivamente, por sentir que vivió engañado durante veinte años de su vida: en su pasado se abocó enteramente a trabajar para Serebriakov, sin darse ni un gusto ni desarrollar otra actividad o placer propio, y ahora, de súbito, se da cuenta de que su admiración por el doctor no se basaba más que una ilusión que él construyó sobre ese hombre que ahora se le presenta como un viejo sin talento, enfermo, intrascendente y desagradecido. Todo el padecer de Vania se basa en esta desilusión, en este quiebre, en este golpe de realidad. A partir de este descubrimiento, Vania siente que desperdició su vida, que sacrificó veinte años de su vida que ya no podrá recuperar.
La realidad no trae felicidad tampoco a personajes como el de Sonia, una muchacha inocente, pura, trabajadora. Durante un buen tiempo, Sonia se sostiene en la ilusión de que Astrov, a quien ama, alguna vez le corresponda. Esa esperanza le sirve para subsistir, para atravesar el día a día, pero esta sensación, la más cercana a la felicidad que la joven puede sentir, se pierde cuando Elena decide enfrentar a la muchacha a la realidad preguntándole a Astrov qué siente. La apreciación del hombre es negativa y Sonia debe volver a su vida de trabajo y sacrificio, ahora sin siquiera la posibilidad de soñar con un amor.
En la obra, entonces, la ilusión se contrapone a la realidad y se construye en oposición a esta. Un ejemplo claro es el monólogo final de Sonia, en el que la joven habla de cómo la misericordia divina les compensará, una vez muertos, por todos sus sacrificios. La descripción que hace la muchacha, sostenida por su fe, parece diseñada en espejo invertido a su situación real: en la realidad de Sonia, quienes se sacrifican y sufren lejos están de ser compensados. Sonia no puede encontrar en nada de su vida terrenal una razón por la cual sostener la esperanza, y, por ende, sostiene su única ilusión en la compensación que Dios otorgará a su alma después de la muerte.
El medio ambiente
En Tío Vania, el medio ambiente aparece tematizado en el discurso ecologista de uno de los personajes. Astrov es un médico preocupado por los avances de la deforestación y el mal accionar humano que arrasa con la fauna y la flora. La convicción y la preocupación del doctor no se limitan a lo discursivo: el hombre realiza profundas investigaciones, que representa en cartogramas, a la vez que planta árboles y ayuda a frenar deforestaciones. Astrov traza graves diagnósticos sobre su presente: el hombre actúa de forma bárbara en una tendencia constante a destruirlo todo, incluso aquello que es incapaz de crear. Este diagnóstico se atribuye, por supuesto, al comportamiento de la sociedad respecto de los paisajes naturales, pero en varios momentos de la obra este discurso parece resonar en términos simbólicos: el hombre pervierte su relación con la naturaleza, pero también su relación con otros hombres; el comportamiento humano estaría destruyendo no solo el ambiente en que vive, sino también la sensibilidad, la belleza, la humanidad misma.
Con sus acciones, el doctor busca contribuir al bienestar, a la salud y a la felicidad de generaciones futuras. El ecologismo, encarnado en este personaje, se presenta como un gesto claramente generoso: Astrov actúa en favor de una humanidad que no conoce y que no podrá agradecerle ni retribuirle sus esfuerzos.
El trabajo vs. el ocio
La disyuntiva entre trabajo y ocio es un tema sobre el cual se ofrecen diversas perspectivas. Por un lado, y en la opinión de varios personajes, el trabajo es lo que desgasta, lo que reúne sacrificios ingratos y acelera el envejecimiento. Por el otro, el trabajo implica una dignidad, una actitud virtuosa, que se opone a la viciosa y peligrosa pereza, que produce malestar, aburrimiento, resentimiento, enojo y hasta envidia.
En la hacienda donde tiene lugar la obra, la disyuntiva trabajo vs. ocio se instaura desde el comienzo, ya que la visita de Serebriakov y Elena quiebra la disciplina y ordenamiento laboral de los personajes y lo reemplaza por un clima de esparcimiento caótico. Esto pone en peligro la relativa estabilidad emocional que daba la disciplina a la vida de Vania y Sonia, habitantes y trabajadores de la hacienda.
La relación con el trabajo define moralmente a los personajes. Los personajes no quieren trabajar, pero cuando no lo hacen se sienten mal, en falta. Puede verse, por ejemplo, cómo Astrov y Vania enjuician negativamente a Elena por su carácter ocioso: la mujer encarnaría el hastío producto de una cómoda vida burguesa que no conoce el sacrificio, y eso la volvería insustancial. Pero, al mismo tiempo, tanto Astrov como Vania sienten que han malgastado sus vidas en el trabajo. Los personajes que critican el ocio y elogian el trabajo son los mismos que hablan de lo cansados y envejecidos que se sienten producto de su sacrificada vida laboral.
A Vania le produce culpa su tendencia a la pereza y al alcohol, pero se arrojó a ella cuando el trabajo perdió el sentido que le otorgaba su admiración por el profesor. Su resistencia incómoda a volver al trabajo radicaría en su desilusión; ahora el sacrificio carecería de motor. Algo similar sucede con Astrov, en tanto el recuerdo de un paciente muerto no deja de atormentarlo: parecería que todo el sentido de su sacrificada profesión de médico, el curar a las personas, se resquebraja cuando su labor fracasa en ese objetivo primario. Lo que asoma, entonces, aquí es que el trabajo aparece solo como una de las respuestas posibles a la pregunta por el sentido de la vida. Pareciera que el problema esencial para personajes como Astrov, Vania, y. finalmente, también Sonia, radica en el carácter desunido entre el trabajo y el sentido.
El amor
En la obra tienen lugar muchas secuencias de confesiones amorosas, encuentros y desencuentros. El amor es un tema relevante en el texto, y aparece, como en todas las obras de Chéjov, de un modo no correspondido: los personajes aman a quienes no les corresponden, y son amados por quienes no les producen interés. La única excepción a esta regla parecería ser el caso de Astrov y Elena, que se sienten atraídos entre sí, pero que, sin embargo, tal como se verá en el transcurso de las escenas, no concretan unión alguna. El tema del amor no correspondido se asocia al resto de las temáticas de la obra, en tanto es un factor que contribuye a la frustración, a la desesperanza, a la desilusión, a la envidia y a la nostalgia de los personajes. La ilusión del amor funciona como un motor de supervivencia para los personajes, hasta que la certeza de la no correspondencia anula la posibilidad de sostener las esperanzas.