Gran parte de la celebridad de Antón Chéjov tiene que ver con su enorme talento como escritor y dramaturgo, pero también con otros asuntos, entre los cuales se cuentan: el desenvolvimiento del Modernismo en Europa, que tuvo lugar en el siglo XIX; el trabajo como maestro de actuación de Konstantin Stanislavski, y el nacimiento, fruto de estas vertientes, del Método.
El Modernismo, en tanto movimiento artístico y literario, se propone quebrar las formas clásicas y tradicionales en pos de crear formas más vívidas, más viscerales. Chéjov es conocido por tener una desgarradora comprensión de la psicología y las emociones humanas. Y si bien lo que se refleja en sus obras es el flujo natural de la vida, espectadores y críticos le han atribuido el mérito de llevar la escritura dramática más allá del ámbito del realismo, alcanzando así un nivel más alto de representación. Una descripción del trabajo de Chéjov en la Enciclopedia Nuevo Mundo sentencia: “Chejov es un modernista en tanto sus formas impresionistas de la escena no imponen un juicio moral, sino que apuntan más bien a una reacción propia de la subjetividad del lector o espectador”. El talento de Chéjov como dramaturgo consistió, más que nada, en tomar lo reconocible y volverlo más vívido, más intenso que la vida.
Probablemente fue esta inclinación de Chéjov por lo vívido, lo emocional y lo verdadero, y el no enjuiciamiento moral de los personajes, lo que volvió las obras el autor tan atractivas para el destacado profesor y director de actuación ruso Konstantin Stanislavski. En 1897 ambos se conocen en el nuevo Teatro de Arte de Moscú: Stanislavski tenía la intención de representar bajo su dirección la primera obra de teatro de Chéjov, La gaviota. El éxito de la puesta en escena llevó a que ambos artistas siguieran trabajando juntos. Así, Stanislavski estrenó obras posteriores de Chéjov, como Tío Vania, Las tres hermanas, y El jardín de los cerezos. De todos modos, quizás irónicamente, la impronta de Stanislavski en la personificación de sus personajes no siempre complació el criterio del autor.
A pesar de algunos desacuerdos que Chéjov tuvo acerca de la filosofía de Stanislavski sobre la actuación, la obra de este autor pasó a ser una piedra angular en el entrenamiento actoral, más particularmente en el Método, una técnica derivada del entrenamiento de Stanislavski. El éxito póstumo de Chéjov como dramaturgo se debió, en gran parte, a la apreciación de Stanislavski de su escritura, y la obra de Chéjov se convirtió en uno de los materiales más importantes para personas como Lee Strasberg, célebre profesor de actuación del Método, que trabajó con innumerables actores estadounidenses y europeos a mediados del siglo XX. Como cita Robert Hethmon en su libro El Método del Actor's Studio, Stanislavski dijo una vez sobre las obras de Chéjov: "Chéjov a menudo expresaba su pensamiento no en discursos, sino en pausas, o entre líneas, o en respuestas que constan de una sola palabra. Los personajes a menudo sienten y piensan cosas que no se expresan en las líneas de diálogo" (1972, p.48).