La dictadura militar de Rojas Pinilla
Luego de una extensa crisis económica y política durante el mandato del presidente Laureano Gómez, la élite civil colombiana impulsa al ejército militar a realizar un golpe de Estado. Así, el 13 de junio de 1953, Gustavo Rojas Pinilla ocupa la presidencia de Colombia con apoyo de una gran parte de la sociedad. El accidente del destructor "Caldas", su repercusión mediática y la posterior aparición con vida de Luis Alejandro Velasco transcurren en 1955, durante dicho gobierno militar, que cae dos años después, en 1957. La aparición de la crónica de Velasco, publicada en catorce entregas diarias, pone de manifiesto la corrupción del gobierno y, como muchísima gente la lee, la historia juega un rol muy importante en la degradación de la imagen pública del dictador. Como contrapartida, los militares toman represalias, expulsan a Velasco de la marina y cierran el diario El espectador, en el que trabaja García Márquez.
En el capítulo II del relato se contradice por primera vez la historia oficial que inventa la dictadura para proteger su imagen, ya que Velasco explica que la caída de los marineros no sucede por culpa de una tormenta, sino por la carga de electrodomésticos de contrabando que el buque transporta ilegalmente. Ante cualquier tipo de difamación, el gobierno militar suele recurrir a la censura, pero, en el caso de la crónica de Velasco, la popularidad alcanzada por el folletín, del que todo el país está pendiente, imposibilita tomar dicha medida, y el relato llega a publicarse completo.
Una vez finalizada la crónica, García Márquez la publica en un suplemento especial, con todos los capítulos reunidos y fotos de archivo que comprueban que el "Caldas" lleva carga de contrabando al momento del accidente. Es por ello que Relato de un náufrago, además de un texto literario, es una denuncia pública que expone las mentiras y la corrupción de la dictadura militar.
La vida del marino
El relato comienza con los días anteriores a la tragedia, mientras los marineros pasan el tiempo en Mobile, Estados Unidos, antes de zarpar hacia Cartagena. Para matar el tiempo de espera, Luis Alejandro Velasco y sus compañeros, los otros marineros del "Caldas", acuden a bares, consumen alcohol, se enredan en trifulcas y se entregan a intensos amoríos con las muchachas de la ciudad. En una ocasión, la tripulación va al cine a ver El motín del Caine, y una escena del barco en medio de la tempestad perturba a gran parte de los marinos, despertándoles el miedo de que algo les suceda mientras navegan. De esta forma, el relato aborda el miedo de los marineros ante el siempre presente peligro del naufragio.
Cuando la tripulación se embarca para partir, todos cargan electrodomésticos para llevar de Estados Unidos a sus hogares en Colombia. Esto constituye un rasgo característico de la vida del marinero, que por acceder a diferentes partes del mundo, en un contexto en el que la exportación e importación de productos no es tan simple como en la actualidad, suelen comprar cosas de las ciudades que visitan y llevarlas a sus lugares de residencia.
El día del accidente, Velasco explica cómo funcionan las guardias: mientras que algunos marineros permanecen recostados dentro del barco, otros deben prestar servicio en la cubierta. A través de Miguel Ortega también se presenta la problemática del mareo, una mal muy común que aqueja a las personas que se embarcan. Cuando las aguas se agitan, Velasco y Ortega se recuestan en la cubierta, porque el movimiento del barco se siente menos en aquel lugar, y toman la precaución de atarse para que no se los lleve el agua. De este modo, se introducen en el relato los saberes propios del marinero, que luego se profundizan durante el naufragio de Velasco.
El impacto social y mediático del naufragio
Tanto en el prólogo como al final del relato se destaca la repercusión social y mediática que la historia de Velasco tuvo en la población colombiana.
En primer lugar, García Márquez indica que la historia de Velasco se cuenta una y otra vez, hasta convertirse en un refrito. Las primeras semanas después de conocida su historia, Velasco visita programas de televisión y de radio en los que cuenta la historia oficial que el gobierno militar ha armado para él. Luego, el náufrago comienza también a realizar publicidades para diferentes marcas, entre las que destaca las de zapatillas y las de relojes. Esta forma de venderse al mejor postor, piensa García Márquez, erosiona la imagen pública de Velasco y hace que la población pierda rápidamente su interés en él.
El propio Velasco, al final de su relato, remarca con asombro el impacto que su historia tiene en los medios: él, que no considera que su supervivencia haya sido una proeza, encuentra extraño que la gente se reúna de a miles para observarlo, aunque sea tan solo un momento.
Por otra parte, el prólogo que acompaña a la publicación del relato que García Márquez realiza en 1970 se concentra principalmente en rescatar la repercusión social que el texto tiene durante su primera publicación, en 1955, cuando revela la corrupción del gobierno militar de Rojas Pinilla. Cuando Velasco acude a El espectador, su objetivo es contar la verdad de su historia y dar por tierra con la versión que el gobierno militar arma para él sobre la naturaleza del accidente. En verdad, su naufragio no se produce por una tormenta, sino por el exceso de carga de mercancías ilegales que transporta el buque de guerra. El impacto que genera dicha revelación es tan contundente que desestabiliza al gobierno de Rojas Pinilla y contribuye a su caída definitiva, que sucede dos años después.
Con todo ello, queda claro que la repercusión que ha tenido la historia de Velasco es una de las principales dimensiones por las que su relato sigue interesando a los lectores y se mantiene vigente en la actualidad.
La esperanza vs. la desesperación
Durante los días en la balsa, Luis se debate constantemente entre conservar la esperanza de que será rescatado y desesperar ante su situación crítica. Los dos primeros días, el narrador espera, seguro de que el rescate está próximo a llegar, y su esperanza se convierte en una seguridad cuando, en el capítulo V, un avión pasa muy cerca de su ubicación. Sin embargo, ningún rescate llega y Velasco comienza a perder sus esperanzas.
En el capítulo VI, durante el cuarto día, Velasco ve un barco a lo lejos y su ánimo se exalta. Sin embargo, le resulta imposible acercarse remando, por lo que sus esperanzas decaen. Poco tiempo después, acuciado por el hambre, Velasco desespera, aunque no puede hacer nada para cambiar su situación. En otro momento, la presencia de gaviotas son un indicio de la cercanía de tierra firme, una perspectiva que revitaliza al náufrago y vuelve a llenarlo de esperanzas. Sin embargo, la sola suposición de que se trate de un grupo de gaviotas perdidas lo lleva a enloquecer.
Conforme pasa el tiempo, el náufrago se debilita, y la imposibilidad de distinguir entre realidad y alucinación lo sume en un constante vaivén entre la esperanza y la desesperación. En ocasiones, lo que cree que se trata de barcos en la lejanía, le infunde un vigor que lo revitaliza para luchar por su supervivencia, hasta que se da cuenta de que se trata tan solo de una alucinación y se desmoraliza totalmente.
Su esperanza renace finalmente con la presencia de una gaviota vieja y se refuerza cuando detecta el cambio del color del agua y la aparición de tierra firme en el horizonte. Sin embargo, la psiquis de Luis está tan afectada por los acontecimientos vividos que, incluso a pesar de todos los indicios que le anuncian cercanía de la costa, cuando se arroja al agua teme que todo sea una alucinación y acepta que quizás muera ahogado al tratar de alcanzar una costa inexistente.
La supervivencia al naufragio
La supervivencia al naufragio es un tema que se desarrolla durante los diez días en los que Velasco sobrevive en la balsa, sin comida ni agua. Durante este periodo de tiempo, los conocimientos del marinero y sus capacidades físicas le permiten soportar lo que para muchas otras personas hubiese sido mortal. Un ejemplo de cómo los saberes sobre la vida en alta mar salvan a Velasco puede observarse en su decisión de exponer al sol cualquier parte de su cuerpo salvo la zona de los pulmones, ya que sabe que dicha exposición puede ser mortal. Para evitarla, durante el día Velasco se recuesta en el medio de la barca, sobre la red que se hunde en el agua.
Para sobrevivir a pesar de la falta de comida, Velasco termina ingiriendo las tarjetas de cartón que tiene en un bolsillo y, más adelante, logra dar unos bocados a un pez que por accidente cae dentro de su balsa. Por otra parte, ante la deshidratación, Velasco toma agua de mar en dos ocasiones, aunque es consciente de que ingerir agua salada en exceso deshidrata, y, por ello, solo toma lo mínimo e indispensable.
A pesar de todos estos recaudos, la supervivencia en la balsa a la deriva deja secuelas graves sobre Velasco. Al décimo día, su estado es crítico: su piel está tan quemada que se le desprende del cuerpo al mínimo roce, sus ojos están irritados y no logra ver con claridad, y su psiquis está tan afectada por la falta de alimentos y el sol que apenas puede distinguir la realidad de las alucinaciones que padece. Sin embargo, ante la inminencia de la muerte, el instinto de supervivencia dota a Velasco de vigor y lo revitaliza lo suficiente como para mantenerse con vida en las situaciones más extremas. Un ejemplo de ello sucede cuando la balsa se da vuelta y Velasco logra desatarse del enjaretado y subirse nuevamente, a pesar del mar encrespado. Finalmente, cuando llega a la costa, está tan agotado que no puede caminar más y queda a merced de un hombre que lo rescata. Con ello, Velasco logra sobrevivir.
La percepción del tiempo y del espacio
Al tratarse del relato en primera persona de un náufrago que pasa diez días a la deriva en el mar Caribe, la percepción alterada del tiempo y del espacio se presenta como uno de los temas principales de la obra. En una primera instancia, Velasco demuestra su sorpresa ante el paso del tiempo cuando cae al mar durante el accidente del “Caldas” y siente que pasan horas y horas entre que logra subirse a la balsa y que el buque desaparece a la distancia. Sin embargo, cuando controla la hora con su reloj nota que tan solo han pasado diez minutos. En los días siguientes, Velasco siente muchas veces cómo el tiempo de la espera en la balsa se dilata, y llega a obsesionarse con la hora que marca su reloj. A la inversa, en otros momentos, cuando la mente atribulada del marinero se sumerge en los recuerdos de sus compañeros y de su vida, el tiempo transcurre veloz, y cuando Velasco vuelve en sí descubre que han transcurrido muchas horas sin que se diera cuenta.
En verdad, mientras se encuentra a la deriva, el tiempo y el espacio se constituyen como dimensiones cruciales para Velasco; ante la pérdida de referencias geográficas y la extensión monótona del mar, el narrador pierde toda referencia geográfica, al punto de no saber hacia dónde avanzar con su balsa. Ante la desorientación espacial, el tiempo cobra una relevancia particular, puesto que es la única dimensión que el náufrago puede registrar.
En un intento de orientarse, Velasco ata un remo a un extremo de la barca para saber si esta avanza hacia adelante o hacia atrás. Sin embargo, este artilugio no resuelve el problema principal, que es el absoluto desconocimiento de la dirección en la que debería avanzar para encontrar la costa. Del mismo modo, para contar el paso de los días, Velasco hace marcas en la balsa; sin embargo, a partir del quinto día, Velasco se confunde y ya no es capaz de indicar en qué día o mes se encuentra.
Finalmente, cabe destacar que, a través de la reflexión sobre la percepción del tiempo y del espacio, el narrador logra introducir su subjetividad en el relato. Es gracias a estas dimensiones que Velasco logra desplegar ante el lector su mundo interior y su sensibilidad ante la situación extrema que está viviendo.
La figura del héroe
Cuando Velasco se salva del naufragio se consagra como un héroe en Colombia. Sin embargo, tras meses de venderse ante marcas de relojes y zapatillas que quieren utilizar su historia para publicitar sus productos, la gente termina por cansarse de él y el héroe comienza a caer en el olvido. Cuando Velasco se presenta en el diario donde trabaja García Márquez, el periodista no detecta ningún rasgo heroico en su apariencia, tal como constata en el prólogo de la obra. Sin embargo, para el escritor, lo que convierte al joven en héroe es su decisión de revelar la verdadera historia de su naufragio, aunque ello le traiga aparejados muchos problemas con el gobierno militar. Con todo ello, puede observarse que el estatuto de héroe de Velasco se pone en tensión todo a lo largo de la obra.
Por su parte, Velasco nunca se ve a sí mismo como un héroe, sino todo lo contrario: el narrador suele darle poca importancia a su figura y destaca, al final de su relato, que no hay nada de heroico en su hazaña. Desde su perspectiva, Velasco es un pobre hombre que sufre en el medio del mar, y no un héroe con cualidades físicas y mentales ejemplares. Con todo ello, la imagen heroica del náufrago queda desmitificada en el relato, y Velasco termina por indicar que, tras el naufragio, lleva una vida común y corriente, sin nada que valga la pena destacar.