"Mi padre, Ramón de las Casas, se fue de Santo Domingo cuando yo estaba a punto de cumplir cuatro años. Papi tenía planes de irse desde hacía meses, y se pasaba el tiempo pidiendo dinero prestado o engañando a sus amigos y a cuanta gente tuviera a su alcance. Al final fue cuestión de pura suerte que tramitaran su visado cuando lo hicieron. Su último golpe de suerte en la isla, si se toma en cuenta que mami acababa de descubrir que tenía amores con una puta gorda que conoció al detener una pelea en la calle donde vivía ella, en Los Milloncitos. Mami se enteró por una amiga, una enfermera que era vecina de la puta. La enfermera no entendía qué hacía papi merodeando por su calle cuando se suponía que tenía que estar de patrulla."
En esta introducción, se establece la motivación de Ramón (papi) para emigrar, subrayando sus desafíos y prácticas cuestionables en la República Dominicana. La búsqueda de un mejor futuro se mezcla irónicamente con problemas domésticos, especialmente evidenciados por la relación tumultuosa de papi con su esposa, revelada a través de un affair. La complejidad de la migración se destaca al entrelazar el deseo de una vida mejor con acciones moralmente ambiguas, creando una ironía sutil al vincular la "suerte" del visado con asuntos familiares conflictivos.
"Muy bien, dijo el taxista. Le dio una vuelta por la ciudad a papi, por los alrededores de la Calle Ocho. Aunque las calles estaban desiertas y los negocios tenían echados los cierres metálicos, papi advirtió signos de prosperidad unos ruidos incoherentes, se arregló el bigote. No existen fotos de la época en que se dejó bigote. Pero es fácil imaginárselo. Al cabo de una hora estaba dormido. Tema. veinticuatro años. Era fuerte. No soñó con su familia ni soñaría con ella por muchos años. Soñó con monedas de oro como las que se rescataban de los numerosos naufragios habidos en las proximidades de nuestra isla, formando montones altos como cañas de azúcar. Incluso aquella primera mañana en que estaba tan desorientado, mientras una mujer latina entrada en años retiraba las sábanas de la cama y vaciaba el único papel usado que había arrojado al zafacón, papi hizo las flexiones abdominales y de brazos que lo mantuvieron en plena forma hasta los cuarenta y tantos años."
La narrativa del viaje en taxi muestra el proceso de adaptación de papi a su nuevo entorno, resaltando su estado físico y mental durante el trayecto. La ironía se manifiesta cuando sueña con monedas de oro, creando una imagen onírica frente a la dura realidad del trabajo físico y el agotamiento. Este contraste sugiere que los sueños y la realidad no siempre se alinean, añadiendo capas de complejidad a la experiencia migratoria al mostrar cómo las aspiraciones pueden distanciarse de las condiciones reales de vida.
"Cada vez que la besaba lo botaba. Hacía un invierno muy frío y papi no tenía buena ropa de abrigo. Por aquel entonces nadie se compraba un abrigo, según me contó papi, porque nadie esperaba quedarse tanto tiempo. Así que yo seguí yendo a verla y en cuanto se me presentaba la ocasión, la besaba. Ella se ponía tensa y me decía que me fuera, como si la hubiera golpeado. Así que yo la volvía a besar y ella decía: Oh, ahora sí que creo que es mejor que te vayas. Estaba loca esa mujer. Yo seguí insistiendo y un día me devolvió el beso. Por fin. A aquellas alturas me conocía todos los malditos trenes que había en la ciudad y me había comprado un abrigo de lana enorme y dos pares de guantes. Parecía un esquimal, mejor dicho, un gringo."
La narrativa de la relación amorosa entre papi y una mujer muestra las tensiones y dificultades, destacando la persistencia de papi y la inicial resistencia de la mujer. La ironía se manifiesta en la aparente "locura" de la mujer y cómo, a medida que papi se adapta a la vida estadounidense y adopta una apariencia más "gringa", ella se vuelve más receptiva. Esta transformación revela las complejidades de la identidad cultural y la adaptación, sugiriendo que la imagen superficial puede influir en las relaciones personales.
"Diciembre. Papi se marchó en diciembre. La empresa le había dado dos semanas de vacaciones, cosa que Nilda ignoraba. Se tomó una taza de café negro en la cocina, la lavó y la puso a secar. Dudo que llorara o incluso que sintiera ansiedad. Prendió un cigarrillo, arrojó la cerilla sobre la mesa de la cocina y salió haciendo frente a los vientos fríos y cortantes que soplaban desde el sur. Hizo caso omiso de las caravanas de taxis desocupados que patrullaban las calles y bajó andando por la avenida Atlantic. Por aquel entonces no había tantas tiendas de muebles y antigüedades. Fumó un cigarrillo tras otro y liquidó el paquete en menos de una hora. Compró un cartón en un puesto de la calle, consciente de lo caro que costaba en el extranjero. El primer tren de la estación de subway de la calle Bond habría llevado a papi directamente al aeropuerto y a mí me gusta imaginarme que se subió en ese primer tren, en lugar de hacer lo que seguramente hizo, pasar por casa de Chuito antes de tomar un avión rumbo al sur e ir a recogernos."
La descripción del último día de papi en diciembre destaca su aparente falta de ansiedad y desconexión emocional ante la partida. La ironía yace en la representación aparentemente indiferente de su partida, especialmente cuando se compara con la emotividad del narrador al imaginar la experiencia. Este contraste sugiere una discrepancia entre las percepciones internas y externas de la experiencia migratoria, explorando cómo las emociones pueden ser enmascaradas o malinterpretadas, añadiendo complejidad al retrato del personaje y su relación con el entorno migratorio.