Los mapas
El cómic contiene una serie de mapas que ayudan al lector a ubicar geográficamente el relato de Vladek. En la página 62 se puede observar, por ejemplo, un mapa que clarifica la invasión alemana a Polonia, indicando también qué parte se constituyó como el Reich, y qué territorio se convirtió en un protectorado. Para el inicio del Libro II, en la página 166, se introduce un mapa de Auschwitz y de Auschwitz II (Birkenau). De esta forma, el lector puede comprender las distancias que separan a Anja de Vladek, además de tener una vista panorámica de cómo eran y cómo estaban distribuidos los campos de concentración. En esa misma página, el lector puede encontrar un mapa de Nueva York que marca la locación de los Montes Catskills, lugar al que va a vacacionar Vladek junto a Mala.
En la página 244 se introduce otro mapa que muestra la caminata que tuvieron que hacer los prisioneros de Auschwitz a punta de pistola hasta Gross-Rosen. Para este momento, los nazis que perdían la guerra buscaban llevarse a Alemania a los judíos de Polonia.
El trato que reciben los judíos por parte de los alemanes
A lo largo del cómic, se describe en varias ocasiones la crueldad con que los alemanes tratan a los judíos. El autor incluye una variedad de imágenes que dan cuenta de la crudeza y el horror a los que fueron sometidos los prisioneros. Por ejemplo, cuando Vladek es tomado como prisionero de guerra, vivencia una pequeña muestra de lo que vendría después:
Vivimos y trabajamos en el establo unas semanas hasta que nos trasladaron a un campamento de prisioneros de guerra más grande (...). [Ese] invierno en toda Europa hizo un frío terrible. Tanto que los pájaros se caían de los árboles. Para calentarnos solo teníamos uniformes de verano y una manta fina. (...) [Muchos] tenían heridas por congelación llenas de pus, y en el pus, piojos (p. 55).
Mucho más adelante, en Auschwitz, Vladek debe desmontar las cámaras de gas que los alemanes planean llevar a Alemania. Allí dialoga con los obreros de las cámaras, momento en que el lector se encuentra con una de las imágenes más impactantes del trato brutal que reciben los judíos:
Todo el mundo se apelotonaba dentro de las duchas, la puerta se cerraba herméticamente y se apagaban las luces. Tardaban entre 3 y 30 minutos: dependía del gas que meterían, pero pronto no quedaba nadie vivo. El montón más grande de cadáveres yacía junto a la puerta, por donde habían intentado salir. El tipo que trabajaba allí me lo contó:
—Retirábamos los cadáveres con ganchos. Grandes pilas, con los más fuertes encima y los ancianos y los niños aplastados debajo... a menudo con el cráneo reventado. Tenían los dedos rotos de intentar trepar por las paredes... y a veces los brazos eran tan largos como los cuerpos, desencajados.
—¡Basta!
Yo no quería oír más, pero por todos modos me contaba. Subían los cadáveres en un ascensor hasta los hornos, estaban muchísimos, y en cada uno ardían 2 o 3 a la vez. Mi padre, mis hermanas, mis hermanos... muchos acabaron en un lugar como aquel (p. 231).
Luego, ante la urgencia de los alemanes por deshacerse de los cadáveres y de emprender la retirada a Alemania, modifican la forma de matar a los judíos y de encargarse de los cuerpos. Otra vez, destaca la crueldad y la brutalidad del trato que reciben los judíos:
—Los agujeros eran grandes, como la piscina del hotel The Pines de aquí. Y no paraban de llegar trenes llenos de húngaros. Y los que terminaban en las cámaras de gas antes de que los enterrarían eran los afortunados. Los otros tenían que saltar a la tumba todavía con vida. Prisioneros que trabajaban allí, rociaban a los vivos y los muertos con gasolina. Y la grasa de los cuerpos en llamas la recogían y la vertían de nuevo para que todos quemarían mejor (p. 232).
Cabe destacar que todas estas imágenes sensoriales construidas desde los diálogos de los personajes están acompañadas por contundentes ilustraciones que representan el padecimiento de los prisioneros y la crueldad a la que son sometidos.
Los gritos y los disparos
En una ocasión, cuando Vladek va a visitar al señor Ilzecki, se encuentra con que los oficiales nazis están particularmente violentos. Todo se encuentra alborotado, y los oficiales se llevan a los judíos sin importarles si poseen o no papeles. Vladek teme por su vida, pero justo el señor Ilzecki aparece y lo resguarda en su edificio. Entonces Vladek cuenta: "Me quedé varias horas con él y su mujer. Oímos gritos y disparos" (p. 82). De esta forma se introduce la imagen auditiva del grito y el disparo, que más adelante se transforma en moneda corriente durante el Holocausto.
Los cuerpos sin vida de los judíos
Las ilustraciones de judíos asesinados colman las páginas de Maus. La ilustración más impactante de cuerpos sin vida se encuentra en el capítulo 2 del Libro II, cuando Art aparece escribiendo su comic sobre una pila de cadáveres rodeada de moscas (p. 201).
Las ilustraciones de la muerte son acompañadas también por las descripciones que Vladek hace en su relato. Por ejemplo, cuando Vladek padece Tifus, una enfermedad que se llevó la vida de miles de judíos durante el Holocausto, debe caminar solo por las noches hacia el baño. En este momento, Vladek realiza una de las descripciones más fuertes sobre la muerte en todo el cómic:
Todas las noches alguien moría de tifus. Por la noche tenía que ir al baño abajo. Siempre era lleno, todo el pasillo, con los muertos amontonados allí. No se podía pasar... Tenías que pisarles las cabezas, era terrible porque la piel resbalaba tanto que pensabas que ibas a caerte. Y eso todas las noches. Así que ahora tenía tifus y tenía que bajar al baño, de modo que me dije: "llegó mi hora. Yaceré como todos estos, ¡y alguien me pisará!" (p. 255).