Lolita

Lolita Resumen y Análisis Prólogo, Parte I: Capítulos 1-10

Resumen

Prólogo

Lolita comienza con un prólogo ficcional escrito por un Doctor en Filosofía llamado John Ray Jr. Allí cuenta cómo un primo suyo, abogado, le pide que revise el original de un texto con los dos siguientes títulos: Lolita y Las confesiones de un viudo de raza blanca.

El motivo de esta petición es el siguiente: El autor, que escribe bajo el seudónimo de Humbert Humbert, ha muerto en prisión. En su testamento incluye una cláusula que da facultades al abogado, el señor Clark, para publicarlo.

John Ray Jr. dice que no tuvo que hacer mucho con el texto, más que cambiar algunos nombres para conservar las identidades verdaderas de los involucrados. Advierte a los curiosos que pueden encontrar información sobre el caso de Humbert Humbert en los periódicos de septiembre y octubre de 1952. Advierte también que la novela podría resultar exasperante si el autor se hubiera encargado de retratar algunas situaciones "afrodisíacas" (p.10) con vaguedad. Por esto mismo, y por el hecho de que si se suprimen ciertos pasajes sensuales se estarían suprimiendo escenas funcionales al desarrollo del relato trágico, es que se conservan en su edición escenas donde el retrato erótico puede incomodar al lector.

En este contexto es que aparece un célebre pasaje de Lolita, quizá el más célebre, con el cual explica que la intención de la novela no es glorificar a H. H.: "lo 'ofensivo' no suele ser más que un sinónimo de lo 'insólito'; que una obra de arte es, en esencia, siempre original, por lo cual su naturaleza misma hace que se presente como una sorpresa más o menos escandalosa" (p.11). Además, John Ray Jr. deja constancia de su postura ética ante la confesión de H. H.: "Cierta desesperada honradez no lo absuelve de pecados de diabólica astucia. Es anormal" (p.12). Destaca con énfasis, sin embargo, la pluma de Humbert Humbert y cómo, mediante su destreza poética, genera en el lector una gran fascinación.


Parte I: Capítulos 1-10

En estas primeras páginas Humbert Humbert cuenta su historia. Desde el primer capítulo se dirige a las "Señoras y señores del jurado" (p.15) y toma un tono confesional. Narra su propia biografía, pero cada tanto la interrumpe con reflexiones que tiene mientras escribe o con escenas de la prisión. Por ejemplo, transcribe unas breves biografías que lee en una revista llamada Quién es quién en el teatro. Una de ellas es la de Clare Quilty, un dramaturgo que escribe obras para niños. Según las palabras del narrador, él se encuentra acusado de matar a este dramaturgo.

Humbert nace en París en 1910. Crece, aunque huérfano de madre, como un niño feliz en el seno de una familia muy culta y amorosa. Conoce un verano a Annabel, hija de Madame R., amiga de su padre. Se enamora perdidamente de ella, y es correspondido. Sin embargo, debido a lo estrictos que son ambos padres, no logran encontrar momentos de intimidad. Cuatro meses después de la última vez que se ven aquel verano, Annabel muere de tifus en Corfú.

Humbert queda a partir de allí según sus palabras hechizado para siempre por Annabel. Más adelante, en su juventud, en Londres y París las "mujeres pagadas" (p.23) le bastan. Se centra en sus estudios. En principio proyecta estudiar psiquiatría, pero se encamina hacia la literatura inglesa. Encuentra trabajo, en París se siente muy bien. Frecuenta los bares de moda, como Deux Magots, enseña inglés. En esos años frecuenta también algunos orfanatos y reformatorios, gracias a las relaciones que tiene con algunos trabajadores sociales.

Humbert introduce aquí una idea: “hay muchachas, entre los nueve y los catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana sino la de las ninfas (es decir, demoníaca), a ciertos fascinados peregrinos, los cuales, muy a menudo, son mucho mayores que ellas (...). Propongo designar a esas criaturas escogidas con el nombre de nínfulas" (p.24). La diferencia de edad es clave para reconocer a una nínfula y caer en su hechizo; es una cuestión de "ajuste focal" (p.25), de "cierto contraste que la mente percibe con un jadeo de perverso deleite" (p.25).

Luego de esta reflexión, Humbert habla de cómo su vida en esos años era "monstruosamente doble" (p.25). Por un lado mantenía algunas relaciones con mujeres maduras, pero, en secreto, lo consumía la lujuria por cada nínfula que encontraba. Un buen día, el vínculo con una prostituta lo lleva a pensar que quizá puede sugerir sus preferencias sexuales a alguna madama. Efectivamente, una de ellas lo conduce a una casa en la que lo recibe una mujer con toda su familia. La mujer le señala a su niña "de por lo menos quince años, monstruosamente gorda, cetrina, de repulsiva fealdad" (p.33). Debido a la presión de unos hombres presentes, uno de los cuales dice haber sido policía, Humbert entrega el dinero a la niña y se marcha.

Poco después, por su propia seguridad, decide casarse. El matrimonio con Valeria, una mujer silenciosa, dura poco. Humbert consigue trabajo en Estados Unidos y Valeria, francesa, se niega a ir. Le confiesa a Humbert que ha estado engañándolo y que quiere divorciarse. Luego de este hecho, y ya en Estados Unidos, Humbert debe hospitalizarse dos veces, debido al agotamiento nervioso.

Finalmente decide irse a la ciudad de Ramsdale. Allí se aloja en casa de Charlotte Haze. Cuando su anfitriona le muestra el jardín, ve por primera vez a Lolita, a quien inmediatamente asocia a Annabel: "vi sobre una esterilla, en un estanque de sol, semidesnuda, de rodillas, a mi amor de la Rivera" (p.51).

Análisis

Antes del inicio de la novela, nos encontramos con un prólogo particular. Su singularidad radica en el hecho de que es un prólogo que mucho mejor puede comprenderse al ser leído una vez terminada la novela. En él, John Ray Jr. repone las condiciones de publicación del texto, pero también el destino de muchos personajes que aún no conocemos. Podemos extraer, sin embargo, algunas pistas. Dado que el autor murió en la cárcel, el lector puede suponer que está confesando un crimen. Ray no dice por qué delito está preso el autor, pero sí indica que Humbert es un pedófilo. El lector se enterará más tarde de que Humbert está siendo juzgado, de hecho, por asesinato y no por pederastia. Sin embargo, la confesión se refiere casi por completo a la aventura pedófila (o amorosa, como argumenta Humbert) entre el hombre blanco viudo y el personaje del título, Lolita. La duplicación del título, "Las confesiones de un viudo de raza blanca" (p.9) también sugiere que se contará más de una historia. En efecto, Lolita trata tanto de la vida de la joven niña contada a través de los ojos de Humbert Humbert, como de la propia vida del narrador.

La afirmación de Ray de que la novela cuenta una historia real dialoga con la fascinación popular por los crímenes escabrosos y los artículos de prensa sensacionalistas de los años 50. Como dijimos, Ray comenta minuciosamente el destino posterior a la novela de muchos de los personajes. Nabokov, a través del prologuista y luego de Humbert, juega con mantener al lector en vilo, pero en un estado de cierta confusión: por ejemplo, aunque Ray admite que existe una Lolita real, no menciona su destino en el prólogo. Sin embargo, sí señala el fallecimiento de la señora de Richard F. Schiller, una estratagema que no quedará clara para el lector hasta el final del libro. John Ray Jr. también invita al lector a investigar los hechos en los archivos de los periódicos, pero explica que esos hechos no proporcionarán la historia completa.

Aunque está claro que los crímenes de Humbert le repugnan, Ray admira, sin embargo, la habilidad literaria del acusado y su honesta pasión por Lolita. Cabe aclarar en este punto que Ray, que cree en la psicología y es editor de libros psicológicos, no representa la idea que Nabokov tenía con respecto a esta disciplina. Nabokov fue un crítico abierto del psicoanálisis y de Freud, y la confianza de Ray en una explicación psicológica para las acciones de Humbert pronto se revelará como algo cómico a medida que se desarrolla la historia. Para Nabokov, la psicología era a menudo una explicación simplista y rudimentaria del complejo comportamiento humano. Aunque muchos personajes hablan con liviandad de la psicología a lo largo de la novela, las explicaciones psicológicas pronto resultan inadecuadas para lo que se narra. Además, cabe agregar que la insistencia de Ray en que Lolita es un relato con moraleja parecerá con el correr de las páginas más un justificativo para su gusto por el texto que una realidad.

Esta novela confesional que es Lolita inicia, en el primer capítulo, con una frase potente y memorable: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía" (p.15). Este primer capítulo dice mucho sobre lo que vendrá. Deja asentado el hecho de que Lolita ha estado en los brazos del narrador, de que el vínculo entre ambos es un pecado y que el narrador está siendo enjuiciado, ya que les habla a las "señoras y señores del jurado" (p.15). En esta primera parte, a partir de la propia biografía, intentará explicar con lujo de detalle su historia con Lolita y justificar, al menos parcialmente, sus acciones condenables.

El primer capítulo combina los dos elementos que comentaba Ray: la lujuria impenitente por una niña y el lenguaje elegante de un hombre decidido a contar esta historia desde su propio punto de vista. Este énfasis en el lenguaje diferencia la mayor parte de la obra de Nabokov de otras novelas de su época. En Lolita, Nabokov muestra las conexiones y la belleza individual de las palabras mediante juegos, metáforas, imágenes y neologismos. Humbert se apoya en un lenguaje bello y elegante que resultará muy persuasivo (sobre la capacidad persuasiva de Humbert ya nos ha advertido el prologuista y sabremos más de aquí en adelante) y contrastará con la violencia de la historia narrada.

En el comienzo, el narrador describe su infancia como idílica, y esta descripción revela muchas características de la personalidad que lo hacen único entre otros personajes de la novela. Lo más importante es que su origen es europeo: no de un país en particular, sino de una mezcla de nacionalidades debido a sus orígenes y viajes en su infancia. Su carácter y sus modales europeos resultarán irresistibles para muchos americanos en el texto (la directora del colegio, Charlotte y sus amigos, la directora del Campamento Q). Aunque Nabokov declaró explícitamente que Lolita no se trata de una novela en la que un europeo hastiado seduzca a un americano inocente o un americano superficial seduzca a un europeo elegante, el contraste entre las dos culturas se pone de manifiesto de forma destacada a lo largo del libro y es uno de sus temas principales.

Como bien decíamos, la infancia de Humbert es edénica, muy diferente a la que luego tendrá Lolita. Como hijo único de un padre acomodado, Humbert es culto, plurilingüe y educado con altos estándares, criado entre la élite de los veraneantes de la Riviera. Esta infancia privilegiada se enfatiza, casi como una provocación del narrador hacia cierto sector reduccionista de la psicología que atribuía las conductas sexuales "desviadas" a infancias igualmente disruptivas. La infancia de Humbert, a pesar de que es huérfano de madre, se encuentra rodeada de estímulos bellos, intelectuales y de afecto. Más adelante, la pubertad se ve interrumpida y marcada para siempre por su encuentro con la niña Annabel Leigh, hija de una amiga de su padre.

El nombre de Annabel Leigh es una clara alusión al poema de Edgar Allan Poe "Annabel Lee", una oda romántica a su joven amor. Hay múltiples alusiones a Poe a lo largo de la novela, pero ninguna tan evidente como ésta. El nombre de Annabel indica su condición no sólo de amante prepúber y objeto de deseo, sino también de infancia truncada. Aunque Annabel es un amor anterior a Lolita, Humbert dejará en claro que su amor por Lolita incorpora en sí el recuerdo de Annabel. Humbert no puede recordar con exactitud el aspecto físico de Annabel, tiene inclusive una foto, pero en ella no se deja apreciar bien su figura. Aunque Humbert romantiza sus encuentros con Annabel, se las arregla para proporcionar relatos detallados de los encuentros sexuales fallidos entre ambos. Esta tendencia se invertirá cuando se trate más adelante de Lolita, cuyos rasgos físicos recibirán largas y profundas descripciones, mientras que los encuentros sexuales con ella serán narrados de forma oblicua, metafórica y plagada de elipsis.

La sexualidad, más allá del caso puntual de la pederastia y la pedofilia, es uno de los temas principales de Lolita. Humbert no solo ahonda en su propia inclinación sexual sino que, a través de la observación minuciosa del propio deseo, reflexiona sobre la sexualidad en general: veremos más adelante cómo analiza el deseo de sus esposas (Valeria, Charlotte), de Lolita, de su némesis, Clare Quilty o de su amigo Gaston Godin. Por lo pronto, en esta primera etapa se refiere a sí mismo. Dice Humbert: “Mi mundo estaba escindido. No percibía un sexo, sino dos, y ninguno de ellos era el mío. El anatomista los habría declarado femeninos ambos. (…) Los tabúes me estrangulaban. Los psicoanalistas me cortejaban ofreciéndome pseudo liberaciones y pseudolibidos” (p.26). En esta cita se resumen mucho de lo que desplegará luego. En primer lugar un mundo escindido, donde hay una identidad sexual que es doble y que promoverá la simulación; un rechazo muy grande al psicoanálisis por parte de Humbert Humbert (que tiene su correspondencia en este caso en el mencionado rechazo del psicoanálisis por parte de Nabokov); la sensación de estrangulamiento de los tabúes, que se vincula con una imagen que recorre todo el texto: la prisión, la sensación de encierro, el ahogo. Volveremos sobre esto más adelante.

Otra cosa que merece nuestra atención es el concepto, y neologismo, de nínfula, que Humbert introduce en estos primeros capítulos: “Ahora creo llegado el momento de introducir la siguiente idea: hay muchachas, entre los nueve y los catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana, sino la de las ninfas (es decir, demoníaca), a ciertos fascinados peregrinos, los cuales, muy a menudo, son mucho mayores que ellas (hasta el punto de doblar, triplicar o incluso cuadruplicar su edad). Propongo designar a esas criaturas escogidas con el nombre de nínfulas” (p.24). Esta idea que el narrador desarrolla recuerda a las ninfas de la mitología griega, que eran hermosas, salvajes, sexualmente activas y seducidas por los dioses y los hombres por igual. Así, el nombre inventado por Humbert para la categoría de jóvenes que le atraen pone un barniz erudito y romántico a sus deseos perversos. El rango de edad de las nínfulas es preciso, pero no toda niña de esa edad califica como nínfula. Tiene que haber en ella cierto carácter demoníaco.

Más adelante veremos que Humbert también intenta justificar su amor por las nínfulas vinculándolo a las prácticas de personajes históricos y culturas lejanas. La romantización de su atracción por las menores de edad desmiente sus tibios intentos de ofrecer un análisis psiquiátrico y culpabilizante de sus tendencias. A lo largo de la novela, Humbert menciona innumerables veces el encanto y el hechizo que rodea a las nínfulas, especialmente a Annabel y sobre todo a Lolita. La nínfula es un símbolo de la juventud perdida y del amor puro, una niña de ensueño que, dadas sus cualidades románticas y la censura de la sociedad, es prácticamente inalcanzable para el hombre adulto.

Muchas mujeres adultas en la novela se sienten atraídas hacia Humbert, pero él sólo las ve como obstáculos o estorbos, o, en el mejor de los casos, una compañía que puede resultarle indiferente, pero que le sirve en la medida en que se siente protegido bajo la fachada de una sexualidad "normal".

En otro orden de cosas, hay un momento aquí en que Humbert lee Quién es quién en el teatro y repone textualmente algunas pequeñas biografías compiladas allí. Parece inicialmente un entretenimiento, pero, de hecho, representa otro juego narrativo por parte de Nabokov. Al igual que la enumeración de personajes del prólogo y sus destinos, el verdadero significado de este pasaje sólo se revelará al final del libro. Humbert ofrece pistas que sugieren el motivo de su encarcelamiento, "¡Condenado por haber a Quilty asesinado!" (p.42). El incidente también contiene ciertas pistas sobre el carácter pedófilo de Clare Quilty. Por ejemplo, el hecho de que Quién es Quién en el teatro señale a Quilty por sus obras que involucran niños cobrará otro sentido cuando el lector se entere de que el dramaturgo trafica pornografía infantil. Aunque Humbert transcribe la entrada completa de la biografía de Quilty, no hace ningún comentario al respecto; su atención queda fijada en el nombre de una tal Dolores (que, cabe aclarar, no es Lolita).

Humbert revela el lado más oscuro de su personalidad durante su etapa adulta, que está marcada por períodos de ira, rabia y lujuria. Aunque habla de forma elocuente y persuasiva, también es propenso a los ataques volcánicos y a la crueldad fría y calculadora. Por ejemplo, su tremenda ira y sus pensamientos asesinos al enterarse de la aventura de su esposa Valeria presagian sus numerosos raptos de violencia más adelante en la novela. Además, Humbert alude a varias de sus crisis nerviosas y ataques de locura. Si bien atribuye estas crisis a la melancolía, no las describe con detalle, y el lector puede llegar a preguntarse qué tipo de enfermedad mental padece Humbert. También vuelve a despreciar la práctica de la psicología jugando con los psicólogos que lo analizan más adelante en sus internaciones. Sin embargo, se describe a sí mismo como un loco en numerosas ocasiones, y su dominio de la cordura se pone a prueba a lo largo del libro. La tendencia de Humbert a la agresividad, junto con su conducta obsesiva, resultarán ser su perdición.

Los encuentros de Humbert con mujeres adultas son a menudo cómicos, a pesar de su oscuridad. Ambos matrimonios (con Valeria y el que más adelante contraerá con Charlotte) se dan por motivos fríamente racionales que poco tienen que ver con el amor o el afecto. Se casa con Valeria porque su obsesión por las nínfulas le preocupa y quiere convertirse en (¿o aparentar ser?) un hombre "normal". Sin embargo, este intento fracasa, y encuentra a sus dos esposas toscas, desagradables e intelectualmente inferiores. Sin embargo, cuando Valeria confiesa sus infidelidades antes de dejar a Humbert, Nabokov impregna la escena de humor negro. Mientras Humbert se enfurece, el taxista se disculpa por su interrupción, en un mal francés, y se revela como el amante de Valeria. La acción cómica de la escena, las lágrimas melodramáticas de Valeria y lo imponente del cuerpo robusto del taxista ruso, frustran los intentos de Humbert de exigir una satisfacción. Las payasadas de los dos amantes hacen que el lector se distraiga y se proteja de los extremos de la ira de Humbert. Al no matar a su mujer, a pesar de pensarlo y estar cerca de hacerlo, Humbert consigue mantener la simpatía del lector durante un tiempo más. La comicidad es importante en Lolita. Nabokov consideraba a la risa como un fenómeno complejo y fascinante. La risa, el bochorno, el ridículo, el patetismo, son constantes en la prosa de Nabokov. Si hay algo que impregna a la novela que nos convoca es el humor negro, en este aplicado a la pederastia, uno de los tópicos más polémicos de la cultura occidental. Volveremos sobre escenas que retratan este recurso más adelante.

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