Humbert Humbert piensa en matar a Charlotte, pero ella, al leer las palabras de Humbert, tiene un ataque nervioso, sale de la casa y es atropellada por un automóvil.
Si bien Humbert Humbert fantasea con matar a su mujer, Charlotte, nunca llega siquiera a intentarlo. Lo imagina, lo desea, pero se dice a sí mismo que "los poetas nunca matan" (p.110). Resulta irónico que, al forzar el cajón íntimo de Humbert, es leyendo sus palabras, su prosa, que Charlotte tiene un ataque nervioso, corre y es atropellada por un automóvil. De alguna manera, este giro nos hace pensar que, al fin y al cabo, es la escritura de Humbert, su condición de poeta, la que asesina a Charlotte.
Humbert dice querer proteger a Lolita de "de las horribles cosas que les ocurren a las niñas en las carboneras y los callejones sin salida" (p.183), pero es él mismo quien ejerce este tipo de violencia sobre la niña.
Constantemente esta ironía recorre el texto. Humbert se preocupa por que los hombres no abusen de Lolita, mientras que es él mismo quien la viola sistemáticamente durante dos años.
John Ray Jr. dice que Humbert debería haber buscado ayuda psiquiátrica, aunque también señala si lo hubiera hecho, hoy no estaríamos ante tan "punzante" (p.12) texto.
Dice el prologuista: "si nuestro obseso narrador hubiera consultado, en el fatal verano de 1947, a un psicopatólogo competente, no habría ocurrido el desastre. Claro que tampoco existiría este libro" (p.11). Resulta irónico que el prologuista trate a Humbert de ridículo, abyecto e inmoral, pero, a su vez, valore tanto su textura narrativa. En ese sentido, el prologuista insinúa que todos habríamos lamentado la prosa perdida de Humbert Humbert, si este no hubiese cometido los crímenes que cometió.