Las bacantes

Las bacantes Resumen y Análisis Segunda parte (vv. 370-519)

Resumen

El coro critica la blasfemia de Penteo y elogia los dones de Dioniso y lo que producen en el pueblo.

Entran los asistentes, trayendo a Dioniso (disfrazado aún de mortal) atado. Nos enteramos de que se rindió sin luchar y las bacantes antes capturadas se escaparon, las cadenas se rompieron y huyeron. Un asistente advierte: “Señor, este extranjero que ha venido a Tebas es capaz de muchos milagros” (vv. 450-451).

Penteo se burla de la apariencia afeminada de Dioniso y luego lo cuestiona sobre los ritos dionisíacos. Este afirma ser un hombre de Lidia y dice que Dioniso, en persona, le enseñó los nuevos ritos de esa nueva religión. Luego se niega a responder muchas de las preguntas de Penteo, diciendo que las respuestas no son para los no iniciados. Penteo se enfurece hasta cortar los rizos del dios y quitarle el tirso. También ordena que el extranjero sea puesto en prisión, encadenado. Cuando Dioniso advierte a los asistentes que no lo encadenen, Penteo repite la orden. Dioniso promete que Penteo sufrirá por su blasfemia.

Análisis

La escena de este primer encuentro entre Dioniso y Penteo está atravesada por la ironía dramática: Dioniso, disfrazado de mortal, insiste una y otra vez en que el dios (es decir, el mismo) está presente y ve todo lo que sucede. Incluso cuando Penteo lo encadena, él dice que está poniéndole cadenas al mismo Dioniso. La metáfora, tan común en la religión, se vuelve literal. Dioniso es un dios terrenal, por lo que las metáforas religiosas asociadas a él se transforman en carne. No es una deidad distante y lejana, sino que su espiritualidad y divinidad se manifiestan terrenalmente, carnalmente.

Eurípides establece una serie de paralelos y contrastes entre Penteo y Dioniso. Ellos son primos y jóvenes; Dioniso es un dios joven, y Penteo, prácticamente un adolescente. Por otro lado, se establece un contraste en términos físicos y espirituales: Penteo es robusto y ostenta ese atributo frente a Dioniso, quien, según él, es incapaz de luchar; el aspecto de Dioniso, a su vez, es andrógino, está más ligado a lo femenino. Estos atributos se corresponden con una actitud agresiva en Penteo y un tono más bien suave y delicado, en Dioniso. Se establece, por otro lado, un paralelismo que incluye una diferencia: ambos son líderes, pero mientras Penteo gobierna en el mundo de los mortales como un rey, Dioniso es un dios y, por tanto, su liderazgo se asocia al plano espiritual.

La confrontación entre estos personajes establece una fuerte contraposición simbólica, de fuerzas opuestas, y de concepciones distintas acerca del conocimiento. Penteo dirige un interrogatorio en donde denota que para él el conocimiento tiene que ver con lo puramente racional. Es metódico y se posiciona desde un lugar de poder: quien interroga es quien tiene el control e impone el orden. Sin embargo, no logra sus fines, en tanto Dioniso no se somete a este mecanismo de control: sus respuestas son evasivas, hasta el punto de enfurecer a su interrogador. La divinidad de Dioniso postularía al saber como algo más vinculado a lo sensible y, por ende, no responde a la voluntad de categorización racional que Penteo procura imponer en el diálogo.

La crítica ve en esta escena una contraposición conceptual entre la razón (encarnada en esta escena en Penteo) y la fe (sostenida por Dioniso). Entre ambas posiciones se denota imposible el diálogo y la comunicación: el joven rey exige comprender por vías racionales lo que sólo podría comprenderse entregándose a la fe y rechaza la existencia de otras formas de sabiduría que no coincidan con las propias. Por eso no puede comprender la devoción de su pueblo al nuevo dios. Su postura es escéptica y se opone a la actitud puramente piadosa de los devotos. Hacia el final de la obra, se expondrá que esta actitud de Penteo es excesiva, en tanto su absoluto rechazo a la fe tampoco puede considerarse del todo racional. Él mismo demostrará faltar al ideal de sabiduría al cerrarse a conocer otras formas de conocimiento posibles, catalogando de “ignorancia” a todo aquello que no coincide con sus preceptos propios.

Esto último ilustra un tipo de mentalidad existente entre griegos de la época, que consideraban ignorantes o salvajes a todos aquellos que no eran griegos. Lo extranjero (aquí encarnado en parte en Dioniso) era rápidamente tildado de exótico y rechazado por distinto. La actitud frente al otro era comúnmente una mezcla de miedo y desprecio. Así, Eurípides construye el rechazo de Penteo hacia la nueva religión ligándolo al miedo del rey a perder el control de los propios, a ver caída su fuerza frente a la amenaza de la otredad. Lo que la obra plantea, en este sentido, es que el hombre que rechaza a otro por distinto se pierde de reconocer un aspecto de sí mismo, ciertas verdades que desconocía sobre sí. Al cerrarse a lo externo, Penteo no advierte la conexión existente entre él y el nuevo culto, no ve todo lo que lo acerca a esa externidad que es, por cierto, constitutiva de lo propio, ya que lo deslinda y delimita. Dioniso intenta advertirle esto en esta escena: Penteo cree que tiene el control, pero se engaña, puesto que al rechazar lo otro actúa en contra de sí mismo.

Al mismo tiempo, Penteo demuestra fallas y contradicciones en su posicionamiento pretendidamente racional. Cuando no logra sus objetivos en el diálogo con el extranjero, el joven rey adopta un comportamiento bastante irracional. Como no logra dominar a Dioniso por medio de la palabra, decide usar la fuerza física. Humilla al dios cortándole los rizos y luego ordena encadenarlo, al mismo tiempo que decide esclavizar a las bacantes. En su brutalidad no hay nada de racional: tal como señalarían personajes como Cadmo, Penteo carece de la templanza que brinda la sabiduría.

Al mismo tiempo, cuando Penteo critica los ritos de los devotos a Dioniso, deja en evidencia cierta curiosidad lasciva en su supuesto desprecio por las prácticas sexuales de estos. Mientras interroga a Dioniso, pregunta insistentemente qué hacen las mujeres en las montañas, buscando detalles. Cuando Dioniso elude la pregunta, la airada réplica de Penteo funciona como una confesión involuntaria: “Tus respuestas buscan despertar mi curiosidad” (v. 474). Esta curiosidad presagia cómo Dioniso luego atrapará a Penteo: haciendo uso de la curiosidad del rey, de la fascinación por aquello desconocido que supuestamente desprecia, lo volverá una presa de quienes busca apresar.