"Las encerraré en redes de hierro" (Penteo, v. 323) (Metáfora)
El motivo de la caza está presente a lo largo de la obra y se evidencia en el lenguaje de los personajes. La trama se construye sobre el mecanismo del cazador-cazado, ya que incorpora el irónico giro por el cual el rey tebano, que pretende “sacrificar” a las ménades, termina siendo descuartizado por ellas.
En el caso de la frase citada, el motivo de la caza se filtra en la metáfora empleada por el joven rey. Penteo procura meter en prisión a las ménades, y en lugar de barrotes de celda, el joven rey habla de “redes” de hierro, dejando así en primer plano a un elemento que no se utiliza para encerrar personas, sino que se emplea para la captura de animales. Con este tipo de metáforas, la obra construye esta identificación simbólica entre los personajes y los agentes involucrados en la caza de animales.
"Como si fueran potrillas desuncidas de sus pesados yugos, cantaban, en alternancia de unas y otras, una báquica canción" (Primer mensajero, vv. 474-479) (Símil)
Aquí, el Mensajero describe el estado de las ménades en el monte Citerón. La atmósfera descrita es de libertad y comunión con la naturaleza. Las mujeres se salieron de las normas establecidas de la civilización tebana y, evidentemente, ese desprendimiento de la opresión de los roles sociales les otorga gran liviandad. Así lo transmite el símil utilizado por el Mensajero: en este, las mujeres serían las potrillas, y los pesados yugos (es decir, aquello que las domesticaba, que las sometía a la voluntad del hombre) serían los roles asignados a su género en la ciudad. El símil implica una animalización, por otra parte, presente a lo largo de toda la pieza, que colabora a construir una oposición entre vida en la polis y vida salvaje en la naturaleza. La animalización de las mujeres está asociada a la libertad de lo salvaje y, por ende, deja en evidencia la coartación de deseo y la opresión que sufren en el ámbito de lo civilizado en la polis.
"Ya me parece verlas como a pájaros en la enramada" (Penteo, v. 835) (Símil)
Penteo habla así sobre las ménades justo antes de emprender su camino al monte Citerón. La imaginación del joven rey, alentada por su curiosidad, comienza a visualizar a aquellas mujeres que experimentan una vida salvaje desde que se iniciaron en los ritos dionisíacos. El hecho de que en el símil se empleen elementos del reino animal (los pájaros y la enramada para comparar a las ménades en su entorno del monte) refuerza la simbología de la naturaleza que tan fuertemente se identifica con el universo femenino de la pieza. Al mismo tiempo, contribuye a construir la temática de género y orden social que enarbola la obra: las ménades son tebanas que escaparon a las normas opresivas asociadas a la civilización y ahora disfrutan de la libertad, como pájaros, en el entorno que les es propio.
"Hijo mío, que sostenías mi techo" (Cadmo, v. 1156) (Metáfora)
Aquí, Cadmo se lamenta por la muerte de Penteo, su nieto, asesinado por Ágave en estado de posesión dionisíaca. En la frase emplea una metáfora con la cual alude a un dolor o lamento que se agrega al de haber perdido a su joven nieto. Cadmo había abdicado a su trono para dejar a Penteo el rol de reinar sobre Tebas. Con la muerte de Penteo, por ende, cae también la familia real, su poder: el palacio durante años sostenido por su sangre.
"No cesaré en las desgracias, ni haré la travesía del subterráneo Aqueronte para alcanzar la paz" (Cadmo, vv. 1351-1353) (Metáfora)
Cadmo promete, hacia el final de la obra, no rendirse ante el castigo impuesto por Dioniso. Mediante la metáfora utilizada, plantea que no se dejará vencer ni se entregará a la muerte, sino que se sostendrá en pie hasta recuperar la paz. En este punto, cabe mencionar que el subterráneo Aqueronte al que alude Cadmo, es en realidad el pasaje al Hades, mundo de los muertos.