"La otra muerte"
Resumen
La acción sucede en 1946. Borges narra en primera persona sobre las averiguaciones que hizo para escribir un cuento fantástico inspirado en la figura de Pedro Damián. La idea se le ocurre cuando recibe una carta de su amigo Patricio Gannon que da noticia de la muerte de Damián. Al parecer, en su lecho de muerte, Damián recuerda la batalla de Masoller. Después de su participación en Masoller, Damián se retira para vivir una vida tranquila al norte de Argentina, cerca de la frontera con Uruguay.
En sus averiguaciones sobre la batalla de Masoller, Borges se entrevista con Dionisio Tabares, un coronel que participó de esa campaña. Para sorpresa de Borges, el relato febril de Tabares presenta a Damián como un hombre cobarde. Borges se siente defraudado porque la versión de Tabares arruina la imagen de quien había sido un ídolo para él y resignifica su soledad porque muestra que Damián se recluyó por vergüenza. Acá Borges reflexiona sobre como Damián estaba obligado a hacerse pasar por un hombre valiente para sentirse a la par de sus compañeros uruguayos que tienen fama de ser más bravos que sus pares argentinos.
Unos meses después, Borges regresa a Montevideo para entrevistarse nuevamente con Tabares. Allí se encuentra con el doctor Juan Francisco Amaro, quien también participó de la campaña de Masoller. Cuando Borges lamenta la cobardía de quien había sido su ídolo, el doctor Amaro se sorprende porque él recuerda lo opuesto: Damián murió como un héroe cuando lideró un asalto en la batalla. La nueva versión de Amaro es confirmada por Tabares en una carta que le envía a Borges más adelante. De regreso en Buenos Aires, Borges se encuentra con su amigo Patricio Gannon. Le recuerda que Gannon le había ofrecido su traducción de un poema de Emerson en la carta en la que anunciaba la muerte de Damián. Gannon le contesta que no sabe quién es Damián y que no tenía planeado traducir a Emerson al castellano. Interpelado por los misterios en torno a la figura de Damián, Borges viaja al norte para buscarlo en su rancho. No encuentra el lugar ni tampoco a nadie que lo recuerde. Para agregar al misterio, descubre que la imagen que tenía de él era en realidad de un conocido cantante.
Borges baraja algunas conjeturas. La primera es que existen dos personas con el nombre Pedro Damián. No obstante, esta teoría no explica por qué el coronel Tabares tiene tres recuerdos distintos: que fue un cobarde, que no lo conoció y que fue un héroe. La segunda conjetura es que Damián volvió a la vida por misericordia de Dios. Dios convirtió la muerte de Damián en batalla en un desfallecimiento e hizo que volviera a la vida en Entre Ríos. La última conjetura es la que desarrolla Borges por su cuenta: Damián fue efectivamente un cobarde en la batalla y se pasó la vida tratando de enmendar esa acción bochornosa. En el lecho de muerte, Damián sufre delirios que le permiten revivir esa batalla para actuar esta vez con honor y valentía. En esta segunda oportunidad, Damián muere como un héroe. Borges concluye entonces que cambiar un hecho en el pasado es inaugurar una nueva historia universal. No se puede cambiar un hecho sin alterar sus infinitas consecuencias. Si esto se llega a dar, entonces se multiplican las líneas históricas. La persona que más sabía sobre Damián, el puestero Abaroa, tuvo que morir para no alterar o revelar estas dos historias paralelas. Para no correr la misma suerte, Borges pone en duda sus recuerdos sobre Damián y todo lo que averiguó sobre su vida.
Análisis
“La otra muerte” es un cuento fantástico en el que el elemento que introduce lo sobrenatural es el sueño o delirio de Pedro Damián. El marco de la historia presenta circunstancias no solo realistas, sino históricas. La batalla de Masoller efectivamente sucedió en el contexto de una guerra civil en los primeros años del siglo XX en Uruguay. Tabares menciona una serie de personajes históricos que participaron de la revuelta liderada por Aparicio Saravia. En ese marco realista e histórico, Borges teje un misterio que pone en duda la identidad de un personaje que se ha convertido en un ídolo para él. La figura de Damián cambia y muestra múltiples versiones. Lo más llamativo es que las distintas versiones a veces tiene una misma fuente que recuerda episodios contradictorios e incluso olvida al personaje en cuestión. Todos estos sucesos misteriosos están entretejidos con referencias a personas reales como Patricio Gannon o Emir Rodríguez Monegal.
La intertextualidad entre el cuento y el poema de Emerson que Patricio Gannon menciona en su carta a Borges enriquece la exploración del tema de la linealidad del tiempo y la imposibilidad de modificar el pasado. El poema de Emerson habla sobre lo inexorable del pasado. La historia que luego se desarrolla pone en duda precisamente la linealidad del tiempo porque el recuerdo de Damián cambia de manera sorprendente.
En la explicación fantástica que idea Borges aparece el elemento que desestabiliza el funcionamiento racional del mundo. En su tercera conjetura sobre lo sucedido con Damián, Borges propone que se trata de un caso en el que, sobre la base de la pura voluntad de un hombre, el pasado cambia e inaugura una nueva línea temporal que corre paralela a la original. Tanto desea Damián limpiar su pasado que revive el episodio de cobardía con tal realismo que consigue cambiar el final al actuar con coraje en esta segunda oportunidad.
De todas maneras, los lectores no nos podemos quedar satisfechos con esa explicación sobrenatural porque Borges mismo pone en duda su relato. En primer lugar, nos muestra lo endeble que es la identidad de un hombre cuya reconstrucción depende de la memoria de otros. Borges idealiza al hombre y se satisface con el recuerdo de un daguerrotipo que cree que es de Damián; Tabares reconstruye sus memorias en una noche febril en la que solo algunos pasajes tiene lucidez, incluso Damián había elegido una vida retirada lo que hace que pocos vecinos tengan claros recuerdos de él. Borges luego descubre que el daguerrotipo era de un famoso cantante, y Tabares revisa sus memorias, quizá influenciado por el relato del doctor Amaro. Borges considera la noción de que su propia imaginación sobre lo sucedido con Damián esté exacerbada como la de su amiga Ulrike von Kuhlman.
Al final del cuento, Borges le da un giro humorístico a las dudas que propone en torno a la veracidad de lo que ha narrado cuando cuenta lo que le sucedió a Abaroa, amigo de Damián: “murió, lo entiendo, porque tenía demasiadas memorias de don Pedro Damián. En cuando a mí, entiendo no correr un peligro análogo” (p.78). Luego de este comentario, Borges relativiza su propio conocimiento sobre el tema como para mitigar cualquier peligro análogo al de Abaroa: “no estoy seguro de haber escrito siempre la verdad. Sospecho que en mi relato hay falsos recuerdos” (p.79). Belle-Villada en su libro sobre la literatura de Borges observa que la confusión sobre el daguerrotipo de Damián es un guiño a la posibilidad de modificar el pasado. El tenor Tamberlik nunca hizo de Otelo en la ópera de Verdi porque se retiró antes de que esa obra existiera. Quizá Borges establece la misma posibilidad de redención en el caso de Damián y la extiende a Tamberlik cuyo pasado también puede haber sido modificado a pura voluntad, inaugurando así una nueva línea histórica en la que efectivamente hizo de Otelo.
En definitiva, el cuento “La otra muerte” es un cuento con buena dosis de humor en cuyo corazón aparece un misterio que parece imposible de resolver mediante la razón, pero que admite una respuesta si consideramos la explicación fantástica que ofrece Borges narrador.
"Deutsches Requiem"
Resumen
El protagonista es un criminal nazi que estuvo a la cabeza de uno de los campos de concentración. Se encuentra a pocas horas de su ejecución y escribe sus reflexiones. El cuento empieza con la genealogía del personaje principal: todos sus antepasados participaron de guerras. Otto Dietrich zur Linde no siente remordimiento ni desea el perdón. Por el contrario, lo que quiere hacer es justificar lo que ha sucedido.
El narrador explica el tipo de música y lecturas que consumía cuando era más joven. En 1929 ingresa al partido nazi y en 1939 le amputan una pierna debido a dos disparos que recibe durante un enfrentamiento. En 1941 lo ponen a cargo del campo de concentración en Tarnoitz. A ese campo transfieren al poeta judío David Jerusalem, un poeta que “había consagrado su genio a cantar la felicidad” (p.85). Para Otto, quien tiene sensibilidad artística, el poeta tiene la capacidad de ablandarlo y hacerlo caer en la compasión, algo impensado para alguien en su posición. Por ese motivo decide ser severo y David Jerusalem termina suicidándose. Otto se justifica a sí mismo: “si yo lo destruí, fue para destruir mi piedad” (p.86).
El fin de la guerra y la derrota de Alemania se precipita, y Otto piensa en por qué acepta la derrota. En el fondo, Otto cree en la causa de crear un nuevo orden donde impera “la violencia y la fe de la espada” (p.88). Otto se alegra de que la violencia sea la norma y no “las serviles timideces cristianas” (p.89).
Análisis
Borges busca darle voz a un funcionario del nazismo. Otto, el protagonista, encarna el pensamiento fascista influenciado por Nietzsche y por el deseo de establecer un nuevo orden. Además, Otto viene de una casta de militares que han venido cosechando victorias para Alemania con excepción del padre de Otto que participa de la Primera Guerra Mundial. Exaltar el patriotismo y las victorias militares del pasado también se alinea con el pensamiento fascista. Otto considera que la compasión es “una detestada zona de mi alma” (p.87). Utiliza el lenguaje típicamente fascista cuando habla de “la fe de la espada” (p.88). Pretende que su experiencia individual en la guerra eche luz sobre Alemania y el espíritu que movió la guerra en general. El tema que se desarrolla acá y que tiende conexiones con otros de los textos de Borges es la idea de que el destino de varios puede estar contenido en el destino de uno. Esa misma noción está presente en la figura de David Jerusalem, cuya identidad Borges pone en duda mediante una nota al pie de página que plantea la posibilidad de que el poeta sea un símbolo de varios intelectuales judíos que fueron perseguidos por el nazismo. El nombre del poeta apunta a lo mismo por su carácter genérico y representativo de la religión judía.
“Deutsches Requiem” se lee más como un ensayo ficcional que un cuento porque se centra en el problema pseudo metafísico que postula el protagonista en relación con sus convicciones políticas. El epígrafe apunta esto y estabelece una equivalencia entre una convicción política y una convicción religiosa. El epígrafe proviene del "Libro de Job" del Antiguo Testamento de la Biblia y plantea una entrega absoluta a Dios: "Aunque él me quitare la vida, en él confiaré" (p.81). El modo en que Otto acepta la condena sin por ello arrepentirse de sus actos muestran la fe ciega que deposita en su deseo de un nuevo orden. Sus convicciones políticas son tan fervientes como sería la fe de un creyente, salvo que no se interesa por la salvación de su alma, sino por el establecimiento de un orden en el que impera la violencia. De hecho el texto incluye elementos asociados con lo religioso como "germen de un Infierno posible" (p.86), "detestada zona de mi alma" (p.87), "culpable" (p.88), "la fe de la espada" (p.88). En su deseo de salvar al mundo que "se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo que es la de Jesús" (p.88), los nazis establecen otra religión con sus propios dogmas.
"La busca de Averroes"
Resumen
En Córdoba, España, un copista árabe trabaja sobre la Poética de Aristóteles, pero se encuentra con una dificultad. Averroes, el copista, no conoce el griego ni el sirio, por lo que debe trabajar sobre una traducción de una traducción. Interpretar del todo la Poética de Aristóteles no es posible porque dentro del Islam nadie ha logrado traducir con exactitud dos palabras: tragedia y comedia.
Averroes se consuela con la idea de que las respuestas suelen estar muy cerca. Toma un libro de su biblioteca y mira por la ventana. En el patio hay un grupo de niños que hablan en incipiente castellano e imitan el ritual del Islam en el que una persona ubicada en un minarete salmodia para llamar a los fieles a rezar. Averroes, sin saber cómo se llama eso que ve, presencia la mímesis que está en la base de esos dos conceptos que desconoce: tragedia y comedia.
Más adelante, Averroes se reúne en la casa de un estudioso del Corán con otros eruditos. Uno de ellos cuenta sus experiencias de viaje e incluye una anécdota sobre una representación teatral. Como Averroes no tiene las palabras para darle un nombre a esa experiencia, tampoco se da cuenta de que allí está la clave para las dos palabras que busca.
En el epílogo en el que Borges narra en primera persona y comenta sobre Averroes, se establece un paralelismo entre el copista árabe y el propio Borges. El narrador enuncia su propósito con el cuento: “quise narrar el proceso de una derrota” (p.101). No obstante, no se le escapa a Borges que la derrota de Averroes es la misma que la de él que intenta “imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios” (p.101).
Análisis
Al igual que en otros cuentos de la colección, “La busca de Averroes” incluye una serie de referencias eruditas y contiene conversaciones filosóficas y teológicas. Sin embargo, esencialmente el cuento es la historia de un misterio que el personaje principal no puede dilucidar a pesar de todas las pistas que se le presentan. En este caso, los lectores no compartimos las dudas de Averroes como sí compartimos el misterio de Pedro Damián en “La otra muerte”. La traba que el erudito musulmán encuentra al momento de comentar la obra de Aristóteles es la traducción de dos términos que no puede traducir: tragedia y comedia.
El contexto del cuento es histórico: Averroes fue un gran erudito en un momento especialmente productivo para la ciudad de Córdoba en España. La refutación que está escribiendo como respuesta a otro sabio que abandonó la filosofía para convertirse en un asceta también es auténtica. Incluso la mención al pasar de que vivió unos años en África coinciden con lo que se sabe sobre la vida de Averroes. Una de sus obras más transcendentes es efectivamente el comentario de las obras de Aristóteles, pero la parte dedicada a la Poética revela un conocimiento limitado de la literatura griega.
Borges utiliza el recurso de la amplificación y toma una serie de comentarios auténticos sobre la vida de Averroes y desarrolla ese episodio puntual de su vida. Imagina las dificultades que encuentra el sabio al momento de encontrarse con las barreras culturales que lo separan de Aristóteles.
Con muchísimo ingenio, Borges crea dos escenarios en los que la respuesta al enigma que se le plantea están a la vista. El primero es el juego de los niños, una forma de teatro que incluye actores, puesta en escena y utilería. Uno de los niños es el que canta los salmos, otro hace las veces del minarete y otro el papel de los fieles que rezan. Borges introduce esa evidencia con humor al incluir minutos antes de la escena el comentario de Averroes: “Se dijo (sin demasiada fe) que suele estar muy cerca lo que buscamos” (p.92). El juego de los niños, sin embargo, pasa desapercibido para Averroes porque no tiene las claves culturales para interpretarlo. El hecho de que los niños hablen en un incipiente castellano apunta a una apertura cultural que no existe entre los eruditos que más adelante se juntan en la casa de Farach. De hecho, en esa situación, todas las conversaciones concluyen con una explicación dogmática y conservadora.
Ya en la casa de Farach aparece la segunda clave evidente para dilucidar el misterio. Uno de los sabios allí reunidos habla sobre su viaje a Cantón y describe lo que sin duda es una representación teatral. En lugar de comprender algo proveniente de otra cultura, los sabios lo interpretan desde su conjunto de valores y reglas y concluyen que es innecesario tener un grupo de personas transmitiendo lo mismo que puede hacer una sola persona narrando los hechos.
En este punto, Borges incluye una burla al dogmatismo al reparar con humor en el modo absurdo en que reaccionan las personas más conservadoras ante algo distinto. Abulcásim aseguraba que había llegado al imperio de Sin. Sus detractores sostenían a la vez dos ataques contradictorios: “sus detractores, con esa lógica peculiar que da el odio, juraban que nunca había pisado la China y que en los templos de ese país había blasfemado de Alá” (p.93).
Las discusiones que surgen durante esa reunión en casa de Farach pueden parecer inconexas e irrelevantes al misterio central del cuento. No obstante, cabe reparar en la resolución de cada uno de esos debates. Ante cualquier controversia, la resolución es dogmática, y el Corán es la fuente de todo conocimiento y, por lo tanto, el único criterio de verdad que se puede aplicar a estos debates. El resultado es la incapacidad de salirse de los confines de esos preceptos culturales y, como consecuencia, la imposibilidad de reconocer algo que existe por fuera de esas convenciones. Hacia el final de la historia sobre Averroes, lo que hasta ahora había sido un retrato sobrio de Averroes se transforma con la inclusión de elementos cliché en torno al mundo islámico: un turbante, un harén, una esclava. Parece apropiado el momento en el que surgen esos elementos porque, de pronto, se interrumpe la narración a raíz de que todos esos elementos desaparecen “como si lo fulminara un fuego sin luz” (p.100). A continuación surge la voz de Borges narrador comentando sobre su propósito al escribir esta historia. En su comentario establece una estrecha relación entre la imposibilidad de Averroes de comprender cabalmente a Aristóteles y su propia versión imaginada de un Averroes cuya figura ha reconstruido a partir de los escritos de otros. Así como a Averroes lo separan trece siglos y las convenciones culturales de su objeto de estudio, a Borges lo separan siglos y preconceptos sobre su objeto literario, en este caso, el Islam.