Don Quijote de la Mancha (Primera parte)

Don Quijote de la Mancha (Primera parte) Citas y Análisis

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.

Don Quijote (Primera parte, Capítulo 1, p. 29)

En este pasaje podemos ver los motivos que llevan al hidalgo a elegir el nombre con el que se rebautiza. Por un lado, elige "don Quijote" por la supuesta aproximación a su verdadero apellido. El narrador insiste en que así lo atestiguan diversas fuentes. Por otro, el hidalgo decide añadir "de la Mancha", para imitar a su héroe ejemplar, Amadís de Gaula, de quien más tarde dirá que "fue uno de los más perfectos caballeros andantes" (p. 170); y porque de ese modo cree poder honrar a su patria.

Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma.

Don Quijote (Primera parte, Capítulo 1, p. 29)

El amor hacia una dama, la entrega servil del caballero hacia ella y su invocación en cada aventura que acomete son una regla de la caballería andante. Por eso, don Quijote, después de realizar todas las acciones que le permiten imitar a un caballero andante (elegir un nombre para él y para su caballo, acondicionar su armadura), elige a una dama de quien enamorarse, para cumplir con ese requisito imprescindible.

-¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: "Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel".

Don Quijote (Primera parte, Capítulo 2, pp. 31-32)

En este pasaje podemos ver cómo se imagina Don Quijote el comienzo del futuro libro que narre sus hazañas. En este comienzo imaginario el hidalgo imita el estilo elevado de los libros de caballerías y recurre al tópico del amanecer mitológico, que aparece con frecuencia al comienzo de ellos. En contraste, podemos ver, un poco más adelante, la forma en que el narrador de la novela describe sus acciones, sin palabras elevadas, de manera más realista, humorística y mordaz: "Con estos iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje. Con esto, caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera" (p. 32). Apolo, el sol mitológico del discurso del hidalgo, se convierte, en el discurso del narrador, en un sol caluroso de verano que le derrite los sesos.

Mire vuestra merced bien que por todos estos caminos no andan hombres armados, sino arrieros y carreteros, que no solo no traen celadas, pero quizá no las han oído nombrar en todos los días de su vida.

Sancho Panza (Segunda parte, Capítulo 10, p. 71)

En este pasaje podemos ver el fuerte contraste entre la realidad, tal como la presenta Sancho Panza, y las expectativas de don Quijote. El hidalgo pretende hacer un ayuno de penitencia hasta conseguir una nueva celada, y desea quitársela a otro caballero después de vencerlo en un combate. Sancho le advierte con estas palabras que su deseo resulta imposible.

Digo asimismo que cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe, y esta mesma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de cuenta que sirven para adorno de las repúblicas, y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento, como también nos mostró Virgilio en persona de Eneas el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes.

Don Quijote (Tercera parte, Capítulo 25, p. 170)

Con estas palabras Don Quijote explica por qué quiere imitar a Amadís de Gaula, que "fue uno de los más perfectos caballeros andantes" (p. 170). Se refiere a Ulises y a Eneas, personajes famosos de Homero y Virgilio respectivamente, como modelos, uno de prudencia y tenacidad, y el otro de piedad, valentía y entendimiento, creados para dar ejemplo de sus virtudes a los hombres. De la misma manera que quien quiere alcanzar sus virtudes debe imitar a estos héroes, el hidalgo, para alcanzar la perfección en la caballería andante, debe imitar a Amadís de Gaula, como un pintor que imita los mejores originales.

Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amarilis, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Fílidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y, así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo.

Don Quijote (Tercera parte, Capítulo 25, p. 176)

Don Quijote da una nueva muestra de lucidez distinguiendo entre la literatura y vida. Acá le explica a Sancho Panza que las damas a las que los escritores se refieren son más ideales que mujeres "de carne y hueso". Por eso, para él no importa quién es realmente Aldonza Lorenzo, ni qué cualidades tiene. Para los fines que el hidalgo persigue basta con que su dama sea alabada siguiendo el modelo literario.

En los que escuchado le habían sobrevino nueva lástima de ver que hombre que al parecer tenía buen entendimiento y buen discurso en todas las cosas que trataba, le hubiese perdido tan rematadamente en tratándole de su negra y pizmienta caballería.

Narrador (Cuarta parte, Capítulo 38, p. 287)

En este pasaje el narrador pone de manifiesto la particularidad de la locura de don Quijote. Si bien tiene razonamientos y comportamientos inadecuados para la sociedad en la que vive cuando imita a los personajes de la literatura caballeresca, muestra una gran lucidez en el resto de las situaciones. En este caso, da muestras de su entendimiento y elocuencia cuando pronuncia su discurso sobre las armas y las letras, y eso deja a todos los comensales de la venta de Juan Palomeque el Zurdo admirados y complacidos.

No he visto ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio, sino que los componen con tantos miembros, que más parece que llevan intención a formar una quimera o un monstruo que a hacer una figura proporcionada. Fuera desto, son en el estilo duros; en las hazañas, increíbles; en los amores, lascivos; en las cortesías, malmirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana, como a gente inútil.

Canónigo (Cuarta parte, Capítulo 47, p. 352)

Luego de que el cura Pero Pérez le explica al canónigo en qué consiste la locura del hidalgo, éste pronuncia un discurso en contra de dichos libros. En este pasaje podemos ver una extensa enumeración de las faltas formales y éticas que les atribuye. En sus palabras resuenan las del prólogo del Quijote, donde se expresa en boca del amigo del autor la intención -real o aparente- del libro. El amigo afirma: "todo él es una invectiva contra los libros de caballerías” (p. 16) y "no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías" (p. 16).

Y vuestra merced créame y, como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala. De mí sé decir que después que soy caballero andante soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos (...).

Don Quijote (Cuarta parte, Capítulo 50, p. 366)

Don Quijote discute con el canónigo sobre el valor de los libros de caballerías y lo insta a que los lea, (pese a que el canónigo ya había dicho que era lector de estos libros), destacando sus cualidades. El canónigo cree que estos libros merecen ser quemados porque contienen mentiras que muchos ignorantes creen. Sin embargo, el hidalgo, dice en su defensa que el ejercicio de la caballería andante lo condujo a un perfeccionamiento espiritual.

Solo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad que las más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque, de ciento que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas. Sélo yo de experiencia, porque de algunas he salido manteado y de otras molido; pero, con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar ofrecido sea al diablo el maravedí.

Sancho Panza (Cuarta parte, Capítulo 52, p. 379)

Sancho regresa a su aldea luego de haber acompañando a don Quijote como su escudero y le dice a su esposa que ésta fue la tarea más placentera que ha realizado. Pese a las adversidades que tuvieron que enfrentar, se muestra satisfecho y afirma que no hay nada mejor en el mundo que salir al camino a buscar aventuras.

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