La novela moderna pone de relieve la vida contemporánea. Esta narrativa está desprovista de los ribetes heroicos propios de la narrativa épica, como, por ejemplo, las epopeyas de la antigüedad, como la Ilíada. Estas relataban las hazañas de héroes arquetípicos que representaban los valores tradicionales colectivos, y de otros personajes como dioses y hombres, e incluían elementos fantásticos. También los llamados “cantares de gesta” de la Edad Media muestran una cosmovisión épica. En ellos se relatan también las hazañas de los héroes, aunque ya sin tantos elementos divinos y fantásticos.
Don Quijote de la Mancha constituye el nacimiento de la novela moderna, escrita en prosa, cuyos protagonistas son personas corrientes que se mueven en un ambiente realista, -otro antecedente es Lazarillo de Tormes, escrito cincuenta años antes-. La novela moderna ya no relata hazañas heroicas y carece de hechos sobrenaturales y de la intervención de los dioses.
Además, al personaje de la novela moderna no le basta su pertenencia social, necesita “hacerse” a sí mismo. En este sentido, don Quijote es un personaje prototípico: lo que él quiere conseguir no se hereda por linaje, él busca forjar su propia identidad, y para eso sale en busca de aventuras.
Por otro lado, la novela moderna se caracteriza por ser polifónica. Esto quiere decir que en la misma novela se muestran, enfrentadas, diferentes perspectivas de la realidad. Don Quijote de la Mancha es la primera novela que muestra esta polifonía que se ha cultivado desde entonces en la narrativa moderna. El punto de vista de don Quijote contrasta muchas veces con los puntos de vista de los otros personajes, que ven la realidad desde otra perspectiva. Por ejemplo, en el capítulo 21, don Quijote afirma que un objeto es un yelmo de oro, y Sancho Panza dice es una bacía de barbero. La confrontación de estas dos perspectivas dará lugar a una discusión en el capítulo 44. Allí Sancho crea una nueva denominación para objeto, validando los dos puntos de vista: “baciyelmo” (p. 334).