Viento del pueblo

Viento del pueblo Resumen y Análisis Segunda parte

Resumen

Elegía segunda. A Pablo de la Torriente, comisario político

Este poema está dedicado a Pablo de la Torriente, periodista cubano que se alistó en el ejército republicano donde ejerció de comisario político. Murió en combate en 1939.

El yo lírico comienza recordando el momento en el que Pablo le dijo que se quedaría en España para luchar. Luego imagina el instante en el que cae herido en la batalla y todos lo rodean para ayudarlo. Le quitan pedazos de metralla y lo cubren con trofeos funerarios. A continuación, el yo lírico se dirige a Pablo en segunda persona. Le dice que ha caído tanto en España como en su alma. Finalmente, afirma que la muerte agigantará su figura.

Nuestra juventud no muere

El yo lírico dice que los jóvenes que han caído en batalla en realidad no han muerto. Su sangre será famosa por siempre e inspirará a otros a luchar. Afirma que han caído sonriendo victoriosamente. Al final, les pide a las madres y a las novias que miren los rostros de los jóvenes caídos y disfruten de su juventud eterna.

Llamo a la juventud

El yo lírico dice que va a cumplir sus quince, dieciocho y veinte años al frente de batalla. Afirma que si la muerte lo encuentra antes de su cumpleaños, entonces cumplirá debajo de la tierra. Si cada joven pensara de ese modo vencerían a “los desenfrenados / que apropiarse España quieren” (p. 18). Si el Cid volviera y viera a los alemanes, italianos, moros y portugueses intentando apropiarse de España, se subiría a su caballo y los derrotaría fácilmente. Tras ello, describe a aquellos que mueren en el frente de batalla: sus rostros al morir se vuelven puros y hermosos. Se lamenta por las madres, hermanas y novias que sufren por ellos. Finalmente, impele a los jóvenes a que tomen las armas; afirma que la salvación de España depende de la juventud y que es mejor morir que ser desterrado.

Recoged esta voz

Este poema consta de dos partes. En la primera, el yo lírico se dirige a las naciones de la tierra. Les ruega que escuchen su voz y denuncia a los bárbaros que arrasan con España. Dice que no hay espacio para tanta muerte ni madera para tanto ataúd. Afirma, finalmente, que si las naciones del mundo no ayudan a España, esta se convertirá en una tierra desolada.

En la segunda parte, el yo lírico cambia de tono radicalmente y afirma que el fin de España no sucederá porque la juventud se alza en armas. Herreros, albañiles y yunteros se unen para seguir luchando. A pesar de las condiciones desfavorables, logran hacer retroceder al enemigo. Finalmente, afirma, serán ellos quienes salvarán al país.

Rosario, dinamitera

Este poema está dedicado a Rosario Sánchez Mora, “La dinamitera”, quien luchó en las filas del ejército republicano.

El yo lírico se dirige en segunda persona a Rosario. Le dice que su mano bonita sabía aprovechar al máximo los atributos de la dinamita. Al mirarla, nadie creería que su corazón estaba ansioso por batallar. Su mano era una rosa enfurecida que sabía cómo dinamitar al adversario. Buitrago, el municipio de España, ha sido testigo de sus proezas. Finalmente, afirma que Rosario podría haber sido hombre, pero es “la nata de las mujeres” (p. 25).

Análisis

La segunda elegía de la obra, dedicada a Pablo de la Torriente, inaugura un tópico que será recurrente en el poemario: la alabanza al extranjero que decidió luchar en España apoyando a los republicanos.

Durante la Guerra Civil española se formaron las llamadas “Brigadas internacionales”, las cuales se componían por voluntarios de cincuenta países que se alistaron en el ejército republicano. Algunos historiadores afirman que los soldados extranjeros que participaron del conflicto fueron casi sesenta mil; otros rebajan la cifra a treinta y cinco mil. En lo que se refiere a las bajas, sí hay consenso: por lo menos quince mil brigadistas murieron en combate. Cabe destacar que la mayoría no tenía formación militar. Se trataba de comunistas, socialistas o anarquistas que decidieron apoyar la causa por afinidad ideológica.

Pablo de la Torriente fue uno de estos brigadistas internacionales que se unieron por afinidad ideológica y dejaron la vida en el combate. Miguel Hernández y de la Torriente se conocieron en el frente de batalla de Alcalá y forjaron una amistad en medio de la guerra. De hecho, además de aparecer en esta elegía, de la Torriente es un personaje de El pastor de la muerte, obra de teatro escrita por Hernández en 1937.

En el siguiente poema de la obra, “Nuestra juventud no muere”, aparece otro tema fundamental del poemario: la juventud. Tal como analizamos anteriormente, en Viento del pueblo la juventud no solo refiere al colectivo de personas jóvenes, sino que también representa una actitud específica ante la injusticia y la opresión. La juventud simboliza la rebeldía del pueblo contra el orden establecido. Vive en cada uno de los oprimidos sin importar su edad: es su impulso contestatario, su deseo de revertir la injusticia y combatir a la tiranía.

Así, la idea más valiosa que atraviesa “Nuestra juventud no muere” es que los opresores pueden matar a los jóvenes, pero la juventud republicana es una esencia inmortal. En este poema, Hernández invita a las madres y las novias a que no lloren a sus seres queridos, aunque hayan muerto jóvenes en la batalla: ellos, en realidad, siguen vivos.

Ahora bien, esta idea de que el soldado joven que muere se vuelve inmortal no funciona solo como un consuelo poético, sino también como un argumento para instar a los jóvenes alistarse y luchar en el frente de batalla. De eso se trata el siguiente poema de la obra: “Llamo a la juventud”. Aquí, el yo lírico afirma que si todos los jóvenes decidieran dar su vida en el frente de batalla, los republicanos ganarían la guerra. Cabe destacar que los historiadores afirman que, en 1938, el ejército republicano reclutó a veinticinco mil menores de edad que no contaban con ningún tipo de formación bélica. Hoy en día, a esos jóvenes se los denomina “La quinta del biberón” y la decisión del gobierno republicano de enviarlos al frente, a una muerte prácticamente segura, es muy criticada.

El poema “Recoged esta voz” tiene una gran similitud con el segundo poema de la obra “Sentado sobre los muertos”. En ambos, el yo lírico alza su voz con la esperanza de que esta tenga la fuerza suficiente para que su relato sobre las injusticias sea escuchado. La diferencia entre ambos poemas radica en que en “Sentado sobre los muertos” el yo lírico anhela ser escuchado por el pueblo español, mientras que en “Recoged esta voz” espera ser escuchado en el extranjero, para poder conmover a los hombres de otras naciones y ganarse su ayuda para que vayan a España a luchar junto a los republicanos.

Como bien señalamos, “Recoged esta voz” tiene dos partes: en principio, es un poema atravesado por cierta desesperanza: el yo lírico, que al principio del poemario confía en que el pueblo español podrá superar al ejército franquista, advierte que para vencer necesitarán ayuda extranjera. La última estrofa de esta primera parte dice:

Será la tierra un denso corazón desolado,
si vosotros, naciones, hombres, mundos,
con mi pueblo del todo
y vuestro pueblo encima del costado,
no quebráis los colmillos iracundos (p. 23).

Sin embargo, en la segunda parte del poema el yo lírico parece recordar que su misión es dar esperanza al pueblo español, dirigirlo a la lucha. Así, cambia de tono radicalmente y recupera su optimismo:

Pero no lo será: que un mar piafante,
triunfante siempre, siempre decidido,
hecho para la luz, para la hazaña,
agita su cabeza de rebelde diamante (p. 23).

Ese mar piafante y triunfante, capaz de vencer sin más armas que su coraje, es, nuevamente, la juventud.

El siguiente poema, “Rosario, la dinamitera”, es el primero de la obra dedicado a una mujer que combatió en el frente. Este versa sobre Rosario Sánchez Mora, “La dinamitera”, una mujer que se alistó voluntariamente en el ejército republicano, con tan solo diecisiete años y sin tener ningún tipo de instrucción militar, donde aprendió allí a fabricar dinamitas caseras. En 1936, Rosario perdió la mano derecha en el municipio de Buitrago, donde había sido destinada a combatir. De allí que Hernández diga:

Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo (p. 25).

En este poema, Hernández vuelve a realizar la división de géneros que hemos señalado en “Los cobardes”. De nuevo, la mujer se concibe en este poemario como una persona, en esencia, incapaz de luchar con coraje. De allí que el yo lírico le diga: “Rosario, dinamitera / puedes ser varón y eres / la nata de las mujeres” (p. 25). Ello evidencia algo que ya ha sido muchas veces señalado por la crítica de género o feminista a los movimientos de izquierda: que el prejuicio de género, el machismo, es transversal a los movimientos políticos.

Rosario Sánchez Mora muere en 2008 a sus ochenta y ocho años. El escritor español Carlos Fonseca publicó en 2006 una novela basada en su historia, y el grupo musical español La Barbería del Sur compuso una canción en su honor.

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