Resumen
El yo lírico expresa el placer que le da el silencio de su amada y la consecuente sensación de que ella está ausente estando junto a él y, por lo tanto, le pertenece plenamente.
Análisis
Este poema está compuesto por cinco estrofas de cuatro versos alejandrinos con rima consonante, excepto en la segunda estrofa, donde la rima es asonante. El yo lírico es la única voz, y durante todo el poema le habla a su amada.
El tema de la posesión aparece en este poema con más preponderancia que en cualquier otro de la obra. Además, se une con el tema del silencio (ver sección "Temas" en esta misma guía).
En la primera estrofa, el yo lírico comienza afirmando: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente/ y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca/ Parece que los ojos se te hubieran volado/ y parece que un beso te cerrara la boca” (p.67). El yo lírico siente placer por el silencio de su amada, ya que la convierte en un sujeto totalmente pasivo y, por lo tanto, incapaz de generarle ningún tipo de dolor. Es importante destacar que, en otros poemas (como el “Poema 7” y el “Poema 14”), la mirada de la amada es amenazante, ya que en ella se refleja la distancia y el desamor. En este poema, esos ojos ausentes no pueden reflejar ningún tipo de amenaza.
La pasividad absoluta de la amada le otorga al yo lírico la sensación de que ella le pertenece plenamente. Y como el mundo en todo este poemario solamente está habitado por ella y él, si la amada le pertenece, el mundo le pertenece: “Como todas las cosas están llenas de mi alma/ emerges de las cosas, llena del alma mía” (p.67).
Posteriormente, en la cuarta estrofa, el yo lírico ahonda en la virtud del silencio al proponerlo como modo de comunicación: “Déjame que te hable también con tu silencio/ claro como una lámpara, simple como un anillo” (p.68). En contraste con el uso de las palabras que, en varios de los poemas (como el “Poema 5” y el “Poema 13”), aparece como un conflicto entre los amantes, aquí el silencio es postulado por el yo lírico como el lenguaje ideal para el amor.
Sobre el final del poema, la sensación de ausencia y pasividad de la amada es llevada al extremo por el yo lírico al afirmar: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente/ Distante y dolorosa como si hubieras muerto” (p.68). Recién entonces el yo lírico se alegra porque ella pronuncie una palabra y su muerte no sea definitiva: “Una palabra entonces, una sonrisa bastan/ Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto” (p.68).
En síntesis, el poema trabaja con el silencio absoluto de la amada como símbolo de la pasividad y, por lo tanto, como el estado ideal para el yo lírico, quien puede poseerla plenamente sin tener riesgo alguno de perderla.