Resumen
La narradora está decepcionada por no haber encontrado en la literatura una explicación concluyente sobre por qué las mujeres son más pobres que los varones. Decide leer historiadores para entender cómo vivían las mujeres en la Inglaterra isabelina.
Proclama que existe una profunda conexión entre las obras creativas y las condiciones de vida, es decir, “cosas groseramente materiales, como la salud, el dinero y las casas en que vivimos” (77). Luego reflexiona sobre una distancia muy marcada entre la falta de derechos que tienen las mujeres en la vida pública y la importancia que tienen como protagonistas de historias en la literatura.
Recuerda el comentario de un obispo, que afirmaba que “le hubiera sido imposible, del todo imposible, a una mujer escribir las obras de Shakespeare en la época de Shakespeare” (79). La narradora imagina lo que habría sucedido si Shakespeare hubiese tenido una hermana igualmente talentosa llamada Judith. Primero describe el curso de la vida de Shakespeare: escuela primaria, mudanza a Londres, trabajo en un teatro, desarrollo de su carrera como actor, socialización con el ambiente del teatro, etc. Luego imagina que su hermana, con su misma imaginación y ansia por conocer el mundo, no pudo asistir a la escuela. Luego, su familia desanimó sus deseos de estudiar por su cuenta, ella contrajo matrimonio en contra de su voluntad en la adolescencia y se escapó a Londres. Allí, los hombres del teatro se reían de ella y le negaron la oportunidad de trabajar y aprender el oficio. Finalmente, embarazada de uno de los hombres del teatro, se suicidó. La narradora está de acuerdo con el obispo en que ninguna mujer de la época habría tenido tal genio: “porque genios como el de Shakespeare no florecen entre los trabajadores, los incultos, los sirvientes” (83), y las mujeres de esa época encajaban en esta categoría. Luego agrega que las pocas mujeres que han podido superar los numerosos obstáculos y escrito algo han publicado sus obras de manera anónima.
A continuación, la narradora se pregunta: “¿cuál es el estado mental más propicio al acto de creación?” (87). Encuentra que los escritores se enfrentan a dificultades materiales e inmateriales a la hora de la creación, y considera que, para las mujeres, estos inconvenientes son aún más duros. Por lo material se refiere a la posibilidad de encontrar un espacio privado, “una habitación propia” (89) que las proteja de las exigencias familiares. En tanto, lo inmaterial hace referencia a la oposición activa que el mundo ejerce en contra de la creatividad de las mujeres. Se refiere al desaliento constante contra el cual las mujeres deben rebelarse.
La narradora encuentra que el intento de los varones de desalentar el desarrollo de las carreras artísticas de las mujeres se desprende de un “deseo profundamente arraigado en el hombre no tanto de que ella sea inferior, sino más bien de ser él superior” (101). Luego reconoce que el genio es muy susceptible a las opiniones de los demás, y postula que la mente de los artistas debe ser “incandescente” (96) como la de Shakespeare, es decir, tiene que mantenerse por encima de los obstáculos mundanos de la vida.
Análisis
En el tercer capítulo se profundizan los temas del genio artístico, de la verdad y de la independencia.
En primer lugar, Woolf admite que la búsqueda de la “verdad” en la literatura es inútil porque ambos sexos escriben nublados por sus enojos. Entonces decide consultar libros de historia para entender cómo vivían las mujeres en la Inglaterra isabelina. Sin embargo, encuentra que tampoco existe una verdad objetiva en los libros de historia. Por este motivo apela a sus poderes ficcionales para subsanar esta deficiencia. Imagina cómo hubiese sido la vida de Judith Shakespeare, una supuesta hermana del gran poeta inglés, que tiene sus mismas ansias y habilidades creativas. La narradora describe los obstáculos materiales e inmateriales por los que no existe una mujer poeta contemporánea a Shakespeare comparable con él. Judith Shakespeare representa la escritura silenciada: es víctima de la falta de educación, del desaliento de sus pares frente a su voluntad de consolidar una carrera artística, de la ausencia de privacidad, de la falta de oportunidades laborales en el mundo del teatro y de las responsabilidades matrimoniales. Woolf echa luz sobre los estorbos que generan que la escritura femenina esté acallada.
Sobre esto, la narradora sentencia que, para que un escritor alcance un genio como el de Shakespeare, no tiene que enfrentarse a obstáculos externos. De aquí se desprende la tesis del ensayo sobre que el genio artístico es una cualidad innata que necesita determinadas condiciones para desarrollarse plenamente. Es decir que la genialidad puede aparecer tanto en varones como en mujeres, pero solamente los hombres suelen enfrentarse a las condiciones de vida necesarias para dejarlo florecer.
Shakespeare se configura como el símbolo del genio ideal de la literatura. Una vez más, la narradora utiliza una metáfora lumínica: describe la mente de Shakespeare como “incandescente” (104). Algo incandescente emite luz porque es sometido a altas temperaturas. Se trata de una luz blanca, brillante y temporaria. Las mentes incandescentes arden con brillo porque se encuentran por encima de las preocupaciones mundanas.
Por otra parte, este capítulo deja en claro, una vez más, el enfoque materialista de Woolf. La búsqueda de documentos históricos para entender el lugar de las mujeres en el campo de la literatura se desprende de una concepción materialista de la literatura. Woolf entiende que la literatura se basa en el “mundo real”, se encuentra inmersa en un contexto social, histórico y político. Además, como hemos dicho, el ensayo propone que la libertad intelectual depende de cosas materiales. Con la metáfora de una tela de araña, la narradora explica cómo la producción de literatura depende de las condiciones de vida de los escritores:
La obra de imaginación es como una tela de araña: está atada a la realidad, leve, muy levemente quizá, pero está atada a ella por las cuatro puntas. A veces la atadura es apenas perceptible; las obras de Shakespeare, por ejemplo, parecen colgar, completas, por sí solas. Pero al estirar la tela por un lado, engancharla por una punta, rasgarla por en medio, uno se acuerda de que estas telas de araña no las hilan en el aire criaturas incorpóreas, sino que son obra de seres humanos que sufren y están ligadas a cosas groseramente materiales, como la salud, el dinero y las casas en que vivimos (77).
En otro orden de cosas, es importante resaltar que las reflexiones de Woolf sobre las condiciones materiales de producción de los artistas desprenden una crítica no solo de género, sino también de clase. Cuando enuncia que “genios como el de Shakespeare no florecen entre los trabajadores, los incultos, los sirvientes” (83), deja entrever que la pobreza es un obstáculo para la libertad de pensamiento que necesita un escritor. Sobre esto, una parte de la crítica considera problemático que una mujer de clase media como Woolf se identifique con la clase trabajadora. Entendemos que la escritora intenta, en sintonía con el feminismo de la primera ola, unificar las condiciones diversas de las mujeres para pensar en ellas bajo una categoría general. En este sentido, aunque existe una crítica de clase respecto de las condiciones de vida de las mujeres, el ensayo trata de borrar las diferencias de clase de las mujeres y considerarlas un grupo homogéneo.
Finalmente, uno de los pasajes más controvertidos y contradictorios de Una habitación propia se refiere al posicionamiento de Woolf sobre las mujeres negras. Al reflexionar sobre los comentarios que hacen los varones al ver a mujeres caminar, la narradora dice: “una de las grandes ventajas del ser mujer es el poder cruzarse en la calle hasta con una hermosa negra sin desear hacer de ella una inglesa” (93). La crítica británica encuentra en el enunciado original en inglés un sesgo racista. Aunque no es evidente en la versión en español, en este pasaje la narradora hace una diferencia entre las mujeres negras y las mujeres blancas sobre las que basa su análisis y a quienes se dirige en él. La crítica encuentra, en este enunciado, la confirmación de la presencia de un sesgo racial que es evidente en el resto del texto. La narradora escribe sobre las mujeres inglesas blancas como si sus condiciones de vida fuesen las del resto de las mujeres del mundo. Este pasaje controversial sirve para señalar un sesgo que el ensayo sostiene desde el principio.