Resumen
Año 1819, París. La pensión dirigida por la viuda Vauquer es un lugar donde “reina la miseria sin poesía; una miseria económica, concentrada, rasa” (196). La señora Vauquer “se parece a todas las mujeres que han sufrido” (196): es fría, chismosa y siempre busca el modo de sacarle más dinero a sus inquilinos.
Por fuera de otros pensionistas más o menos temporales, siete personas viven allí en forma definitiva: la señora Couture, que convive con Victorine Taillefer, una muchacha a quien trata como una hija; Eugène de Rastignac, un joven estudiante de Derecho; la señorita Michonneau, una solterona que parece “haber sido linda y bien formada” pero que ahora es portadora de “una vejez que ahuyentaba a los transeúntes” (199); el viejo Poiret, “una especie de mecánico” (200) de aspecto vil; Vautrin, un hombre cuarenta años, patillas teñidas y “una de esas personas de quienes las gente dice: «¡Qué tipo buen mozo!»” (202); y, por último, un anciano a quien todos llaman papá Goriot.
Goriot vive en la pensión hace cuatro años, luego de abandonar su próspero negocio como fabricante de fideos. Pese a que Goriot ingresa a la pensión siendo rico, lo cual despierta el interés amoroso de la señora Vauquer, los años lo encuentran cada vez más empobrecido. De las costosas prendas y la lujosa vajilla con las que llegó al lugar, ahora solo le quedan algunas pocas cosas y un costoso plato con la imagen de dos tórtolas grabadas, que tiene gran valor emocional para él porque es un regalo de su difunta esposa. Debido a su pobreza actual, Goriot es objeto de burlas por parte de los demás inquilinos. Además, sus compañeros de pensión han sido testigos de que dos mujeres jóvenes y atractivas lo visitan de vez en cuando, lo que genera la sospecha de que Goriot ha perdido su dinero por mantener a sus amantes.
El fideero Goriot no es el único huésped cuya fortuna ha decaído. Victorine es la hija de un hombre rico que, luego de la muerte de su madre, la ha repudiado y casi desheredado por completo. Por este motivo, la joven vive en la pobreza con la señora Couture y tiene la esperanza de, algún día, recuperar el favor paterno. Por su parte, Eugène de Rastignac proviene de una familia de pocos recursos, que apostó lo poco que tenían para solventar su educación con la esperanza de que en un futuro él pueda sustentarlos. No obstante, durante su estadía en París Rastignac se obsesiona con la riqueza y el buen gusto de los aristócratas parisinos. Esto lo lleva a pedirle a una de sus tías que recurra a sus conexiones familiares para introducirlo en ellas. Gracias a su ayuda, Rastignac conoce a una prima lejana de la familia, la vizcondesa de Beauséant.
Luego de que Rastignac contacte a la vizcondesa de Beauséant, esta lo invita a un baile en su elegante casa, donde él queda impresionado por la belleza de Anastasie de Restaud. Luego de bailar con ella y conseguir que acceda a una reunión en el futuro, el joven regresa a la pensión a altas horas de la noche. Una vez allí, Rastignac se propone estudiar, pero deja de hacerlo cuando advierte que Goriot trabaja en su habitación comprimiendo algunas vajillas de plata para vender al día siguiente. Cuando está por dejar de espiar al anciano, oye que dos hombres ingresan a hurtadillas a la pensión. Uno de ellos es Vautrin.
A la mañana siguiente, Sylvie y Christopher, los empleados domésticos de la señora Vauquer, chismean acerca de los huéspedes. Christophe comenta que Vautrin ingresa personas a la pensión por la noche y les ofrece propinas para que hagan silencio. Por su parte, ambos mencionan que ocasionalmente algunas personas ajenas a la pensión intentan sonsacarles información acerca de Vautrin, pero ellos son precavidos y nunca dicen nada. Por último, los empleados señalan haber visto a Goriot escabullirse temprano de la casa con un misterioso recado. La conversación se interrumpe cuando llega Vautrin, quien afirma haber visto a Goriot vendiendo plata y luego usando las ganancias para pagarle a un prestamista.
Mientras los inquilinos bajan a desayunar llega Goriot, quien llama a Christopher y le da una carta para entregarle a la condesa Anastasie de Restaud. Goriot sube a su habitación, Vautrin le saca a Christopher la carta de las manos y lee en ella que Goriot ha pagado una deuda de la condesa.
Finalmente, todos los inquilinos se encuentran en la mesa para desayunar. En ese momento llega Rastignac. Él elogia la belleza de la condesa Anastasie de Restaud, a quien conoció en el baile la noche anterior. Luego comenta, con sorpresa, habérsela encontrado nuevamente en el barrio. Vautrin aprovecha el comentario para sugerir que Anastasie debió haber acudido al mismo prestamista que Goriot, lo que provoca un sobresalto y la incomodidad del anciano, que para entonces ya ha bajado a desayunar. A partir de los comentarios de Vautrin, Rastignac se pregunta, no sin espanto, si Anastasie y Goriot son amantes.
Análisis
Papá Goriot comienza con una descripción minuciosa y detallada de la pensión de la señora Vauquer, la calle que rodea la construcción y el barrio en que se encuentra. A lo largo de las primeras páginas -en las que predomina la descripción sobre la acción-, los lectores vemos aparecer ante nosotros el paisaje de un barrio marginal y pobre, cuyo aspecto triste nos permite anticipar una historia atravesada por la tragedia y la tristeza: “La calle Neuve-Sainte-Geneviève en especial es como un marco de bronce, el único apropiado para este relato, que no podríamos presentar para su comprensión si no fuera mediante colores oscuros e ideas graves” (193).
El uso del símil en esta cita nos invita a imaginar la calle que bordea la pensión como un marco en el que se encierra un cuadro triste. Ello establece, asimismo, una relación de reciprocidad entre la espacialidad del relato, por un lado, y los personajes y acontecimientos que se van a narrar en las próximas páginas, por el otro. Para Balzac, la descripción del entorno no opera únicamente en función de embellecer estéticamente la historia, sino que se ofrece como un elemento indispensable para comprender las motivaciones y características principales de sus personajes. Un ejemplo de la importancia de esta relación lo ofrece la descripción que se realiza sobre la señora Vauquer y su pensión: “Toda ella explica la pensión, como la pensión la implica a ella. La cárcel no funciona sin el carcelero, ustedes no se imaginarían una sin el otro” (196).
Sobre la capacidad de Balzac de establecer exitosamente esta relación de mutua correspondencia entre los elementos descriptivos y narrativos, Georg Lukacs, uno de los críticos que más ha teorizado acerca del realismo en la literatura, considera al autor como uno de sus máximos exponentes. Para Lukacs, el personaje característico de todo buen realismo es aquel que aparece en la narración como parte y consecuencia de un entorno material y temporal más amplio, de modo que su existencia en la novela se explica a partir del contexto político, social e histórico que le da lugar. En palabras del propio Balzac, el personaje “es un principio que toma su forma exterior o, para hablar con mayor exactitud, las diferencias de su forma, de los medios en que está llamado a desarrollarse” (2012, 164).
De esta manera, Balzac inicia su novela retratando un elenco de personajes aparentemente ordinarios, en contraste con otros novelistas de la época, que tendían a la elección de personajes con características que destacaban del común de la gente del momento. La pensión de la señora Vauquer no es un lugar lujoso, y la gente que vive allí solo tiene medios modestos. Tanto el hospedaje como sus residentes representan una cruda realidad urbana en la que encontrar una forma de sobrevivir dentro del nuevo contexto económico posrevolucionario era una gran preocupación.
Los temas de “El dinero” y “El elitismo social” demuestran su centralidad desde las primeras páginas. Aunque alberga y alimenta a sus residentes, la señora Vauquer está lejos de ser una presencia cariñosa. Es una mujer de negocios astuta, calculadora y fría. En cierto sentido, el hecho de que el primer personaje presentado sea ella, una mujer a la que solo le interesa el dinero, presagia la posterior aparición de las hijas de Goriot, dos jóvenes de una codicia implacable.
Los comentarios acerca de las fortunas cambiantes -como el caso del empobrecimiento del Goriot- y de la caída o el ascenso social de los personajes crean una atmósfera de inestabilidad en la pensión. Al mismo tiempo, sin embargo, presentan el esfuerzo y la ambición como caminos posibles para cambiar la vida de estos individuos.
Rastignac se beneficia de los sacrificios que su familia ha hecho para darle una buena educación, pero se deja seducir por el encanto de lo que implicaría ser miembro de las élites parisinas. Este deseo profundo de lujo y estatus parece motivar, en principio, la intensa atracción que siente por Anastasie cuando la conoce en el baile. Si bien es cierto que la belleza de la joven lo impacta, la intención de conquistarla se presenta como la otra cara de su deseo de ser aceptado en la sociedad parisina.
A diferencia de Rastignac, Victorine es una niña bella e ingenua cuyas motivaciones giran en torno a la esperanza de reconciliarse con su padre rico. La joven anhela recuperar el vínculo afectivo que perdió con él luego de la muerte de su madre, más que volver a gozar de los beneficios de su riqueza. A diferencia del resto de los personajes femeninos de la novela, superficiales y ávidos por el dinero, Victorine se distingue como una figura de inocencia y sentimentalidad. La novela nos la presenta, en cierta medida, como la hija que Goriot merece, pero no tiene.
En suma, más allá de la importancia que los tópicos del dinero y el elitismo social tienen en el arco argumentativo de Rastignac, el tema de “La educación” también debe ser analizado como un elemento clave en el personaje. Podría decirse que la novela le presenta dos vías posibles para el ascenso social y el enriquecimiento a nuestro protagonista: entregarse a la educación universitaria, que constituye el camino más virtuoso y difícil, o aprender acerca los juegos y estratagemas de la aristocracia, lo que supone una educación menos virtuosa pero mucho más atractiva.
Frente a un conjunto de individuos que buscan incesantemente el ascenso social y económico, Goriot parece haberse resignado a ver cómo su fortuna e imagen decaen con los años. Durante su tiempo en la pensión, el anciano representa una movilidad social a la inversa. El empeño de sus últimos artículos de valor son un ejemplo significativo de ello.