Resumen
Prólogo
Víctor Goti, un personaje de la novela, es un escritor poco conocido al que Miguel de Unamuno le encomienda la escritura del prólogo de Niebla. Este comienza advirtiendo que los pedidos de Miguel son, para él, una orden imperiosa. Luego, se explaya sobre la cosmovisión de Miguel de Unamuno respecto a algunos temas que se desarrollan en la novela. En principio, habla sobre la subestimación del lector, cada vez más corriente por parte de algunos escritores, situación que Miguel desprecia. También explica la búsqueda del escritor por mezclar la comedia con la tragedia de forma tal que lleguen a ser indivisibles. Por último, menciona que para Unamuno el humor debe necesariamente incomodar y confundir.
Víctor finaliza desestimando el final de la novela y explica que él tiene pruebas fehacientes de que Augusto Pérez se suicidó, y no que murió, como Miguel de Unamuno relata.
Post-prólogo
Miguel de Unamuno declara que se ve en la necesidad de responderle a Víctor Goti. En principio, le recrimina divulgar dichos que fueron expresados de forma privada, no con la intención de ser publicados. En segundo lugar, expresa la molestia que le causa su postura sobre la muerte de Augusto y lo amenaza con darle a el mismo fin.
Capítulo I
Augusto Pérez sale a dar un paseo por el barrio sin un destino concreto. En un momento, se da cuenta de que está siguiendo los pasos de una muchacha atractiva. La joven entra en una casa y Augusto pregunta le por ella a la portera del edificio, Margarita. De esta forma, descubre que se llama Eugenia Domingo del Arco, que es soltera, huérfana (vive con sus tíos) y profesora de piano. Además, Margarita le informa que Eugenia trabaja porque su casa está hipotecada, por lo que Augusto concluye que no debe estar pasando un buen momento económico. Cuando se retira, va al paseo de la Alameda, donde escribe y reflexiona sobre Eugenia. La muchacha le generó un gran impacto a pesar de que apenas la vio. También se encuentra obsesionado con que su nombre sea Domingo. Para él, debería llamarse Dominga. Eventualmente, Augusto retorna a su casa.
Capítulo II
Augusto es hijo de una familia rica. Con sus padres muertos y sin hermanos, es poseedor de toda la fortuna familiar. En su casa vive con el criado, Domingo, y la cocinera, Liduvina. Augusto almuerza pensando en Eugenia, intentando evocar su imagen y reflexionando acerca de su apellido, Domingo. Augusto escribe una carta para Eugenia en la que manifiesta su deseo de conocerla. Camino a entregársela a Margarita, se cruza con Eugenia, pero no nota su presencia. En cambio, ella sí repara en Augusto, quien llama positivamente su atención. Augusto le entrega la carta a Margarita y se entera de que Eugenia tiene otro pretendiente; aun así, no se desanima y planea conquistarla. Después se dirige al casino, donde se encuentra con su amigo Víctor para jugar al ajedrez.
Capítulo III
Los amigos juegan una partida de ajedrez, pero Augusto está tan absorto en sus pensamientos sobre Eugenia que no logra concentrarse y pierde. Víctor nota su distracción y terminan hablando sobre su enamoramiento. Augusto no puede describir siquiera cómo es la apariencia de Eugenia; sin embargo, Víctor logra ubicarla cuando su amigo le cuenta que da clases de piano.
Análisis
Niebla es una de las novelas más conocidas y, probablemente, la más celebrada del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno. Escrita en 1907 y publicada en 1914, se trata de una novela que rompe con el realismo literario del siglo XIX y se convierte en una pieza fundamental para el desarrollo de la novela existencial y experimental del siglo XX. En este sentido, hay críticos que señalan a Niebla como la precursora y germen del posmodernismo, un movimiento cultural y filosófico que se consolida recién seis décadas después de su publicación. La principal característica de esta obra en particular, así como de toda la creación literaria de Unamuno, es la fusión de la filosofía con la narrativa de ficción.
Como punto de partida, podría resumirse su argumento en la siguiente premisa: Niebla cuenta la historia de un personaje, Augusto Pérez, perdido en la ‘niebla’ de su existencia, que busca encontrarle el sentido a su vida. En realidad, no ocurre mucho en la vida de Augusto Pérez, pero todo lo que le sucede sirve como medio de reflexión para intentar resolver el conflicto permanente entre sus sentimientos y su racionalidad. De esta forma, la poca acción que se entrama en la novela tiene la función de articular y presentar al lector diversos pensamientos y doctrinas filosóficas a cuyo estudio Unamuno dedicó gran parte de su vida. Entre ellos podemos destacar el sentido de la existencia, el ansia de la eternidad, la naturaleza trágica de la vida y la constitución de la identidad en relación con el concepto de verdad.
Tal como algunos críticos han señalado, Niebla puede ser considerada una novela existencial; es decir, una novela cuyo tema principal es la constitución de la identidad en relación con la realidad. Augusto Pérez, el protagonista, vive una crisis existencial que lo empuja a cuestionarse la realidad que lo circunda y su propia identidad como sujeto individual y libre.
En este sentido, es importante destacar el carácter innovador de Niebla, en tanto obra que se aleja de las novelas realistas del siglo XIX, más interesadas en describir el mundo como un todo comprensible en el que se mueven personajes impulsados por diversos motivos, en relación con su época y el espacio social que ocupan. Nada de esto puede observarse en la historia de Unamuno, que se concentra solo en el espacio íntimo de los personajes. Así, Niebla no expone una descripción de la época, sino que se focaliza en reflejar el estado de conciencia propio de los intelectuales españoles a principios del siglo XX.
Otra novedad que presenta Niebla, en relación con la novela realista tradicional, es la de su estructura narrativa: en primer lugar, la obra está compuesta por treinta y tres capítulos dedicados tanto al despertar a la conciencia de Augusto Pérez como a su posterior muerte, a los que deben sumárseles dos prólogos y una oración fúnebre a modo de epílogo. Los prólogos son, en verdad, parte del juego narrativo que Unamuno desarrolla: uno de ellos, el primero, está escrito por Víctor Goti, un personaje de la propia novela; el otro, por Unamuno, en tanto autor de la novela, pero ficcionalizado como un personaje dentro de ella. Ambos prólogos sirven para crear confusión en el lector y contribuyen a la mezcla de la realidad con la ficción en la novela. Por último, encontramos una oración fúnebre en la que el narrador recupera la voz de Orfeo, el perro del protagonista, quien se lamenta por la muerte de su amo y reflexiona sobre la naturaleza humana.
La acción de Niebla se desarrolla en dos espacios principales: la calle y las casas de diversos personajes, especialmente la de Augusto y la de Eugenia. La calle es el espacio abierto al que Augusto se lanza en medio de sus crisis y donde experimenta el mundo externo a sí mismo, mientras que las casas constituyen el espacio de reclusión y de encierro, de las catástrofes personales y los escándalos que padece. En estos primeros capítulos, es en la calle donde Augusto se topa con Eugenia, de quien rápidamente se enamora, mientras que la casa se presenta como un espacio de intimidad en el que puede entregarse a sus ensueños y a construir la imagen personal de ella. Tal como indica el narrador, Augusto es “un paseante de la vida” (p. 31) y por ello es la calle el espacio en el que se le presenta el mundo y las experiencias que disparan el despertar de su conciencia. Sobre este espacio, el narrador expresa con elocuencia: “Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve a las almas de los que pasan” (p. 40). A los espacios bien demarcados se le suma la entrada y salida de personajes que disparan escenas concretas, compuestas mayormente por diálogos.
Así, la estructura de Niebla se aproxima mucho a la de una obra de teatro: en muchos capítulos, el narrador se limita a establecer los parámetros de la escena, pero son los diálogos los que hacen avanzar la acción y la reflexión. De ello se desprende una idea que, más adelante, los propios personajes de la obra van a exponer, y es que la palabra está por encima de la acción, que importa más lo que se dice que lo que se hace.
Como hemos mencionado anteriormente, Niebla es una novela que presta de excusa para el desarrollo de toda una serie de reflexiones filosóficas. En este sentido, su estructura dialogal remite en muchas ocasiones al método socrático como forma de buscar la verdad filosófica de una cuestión en particular. El diálogo o método socrático presenta a dos o más interlocutores que toman turnos para debatir y realizar conjeturas en torno a un tema que les interesa y sobre el que tienen ideas o posiciones diferentes. En general, un interlocutor comienza planteando una serie de preguntas que suscitan, a su vez, más preguntas por parte de otros interlocutores y, luego, una serie de aseveraciones sobre las que se construye paulatinamente el conocimiento sobre el tema abordado. Cuando el método se utiliza para sostener un punto de vista, el objetivo de cada interlocutor es lograr que su oponente se contradiga a sí mismo y, entonces, demuestre que es su postura la acertada. Este método se emplea a lo largo de toda la novela, especialmente cuando Augusto habla con su amigo Víctor, amigo y filósofo que, como veremos más adelante, representa en cierta forma al propio Miguel de Unamuno. En el capítulo III, durante el primer encuentro con Víctor, ya se presenta esta estructura dialogal que recuerda al método socrático:
—Pero, dime, Víctor, ¿la vida es juego o es distracción?
—Es que el juego no es sino distracción.
—Entonces, ¿qué más da distraerse de un modo o de otro?
—Hombre, de jugar, jugar bien.
—¿Y por qué no jugar mal? ¿Y qué es jugar bien y qué jugar mal? ¿Por qué no hemos de mover estas piezas de otro modo que como las movemos?
—Esto es la tesis, Augusto amigo, según tú, filósofo conspicuo, me has enseñado (p. 44).
Si bien en este fragmento la idea no se desarrolla, puesto que la charla deriva hacia el enamoramiento de Augusto, aquí está presente con claridad la estructura dialógica con que se desarrollan, a lo largo de toda la obra, diversas cuestiones filosóficas.
A las discusiones con otros, el narrador suma extensos monólogos en los que Augusto reflexiona sobre su identidad, el amor e incluso la naturaleza del mundo. Es en uno de estos monólogos donde el personaje se refiere por primera vez a la niebla que da nombre a la novela:
Esta mi vida mansa, rutinaria, humilde, es una oda pindárica tejida con las mil pequeñeces de lo cotidiano. ¡Lo cotidiano! ¡El pan nuestro de cada día, dánosle hoy! Dame, Señor, las mil menudencias de cada día. Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es esto, la niebla (p. 38).
En este pasaje, Augusto reflexiona sobre los hechos cotidianos y repetitivos que constituyen las bases de la vida de toda persona, e indica que son todas esas pequeñeces rutinarias las que se entretejen hasta formar una niebla que empaña la visión y confunde al sujeto. De ello se desprende que la metáfora de la niebla sirve para expresar una forma de estar en el mundo, indiferenciada, confusa, anestesiada por lo cotidiano que ahoga toda emoción fuerte. A esta primera mención de la niebla seguirán muchas otras que, como veremos más adelante, profundizarán el concepto y lo convertirán en una metáfora sobre la relación del sujeto con la realidad que lo rodea.
A pesar de su densidad conceptual, cabe destacar que el tono de Niebla es ligero y cómico, al punto en que muchos críticos la consideran una tragicomedia. En este sentido, si bien Augusto termina suicidándose, toda la obra se construye sobre la base del humor y presenta características propias de las comedias. Esto puede observarse desde el inicio, cuando el protagonista se asoma a la calle antes de salir: “Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y dirigiendo los ojos al cielo quedóse un momento parado en esta actitud estatuaria y augusta. No era que tomaba posesión del mundo exterior, sino que observaba si llovía” (p. 31) A la humorada de esta escena que ridiculiza la pose del protagonista, le sigue una reflexión que lo pone en ridículo y lo presenta como un sujeto extravagante: “Y no era tampoco que le molestase la llovizna, sino el tener que abrir el paraguas. ¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto” (p. 31).
Quizás, la mejor forma de ilustrar este doble juego constante de la narración, que alterna humor y profundas reflexiones filosóficas, se halla en el propio nombre del protagonista, Augusto Pérez: Por un lado, lo augusto remite a la majestuosidad y a la excelencia, mientras que, por el otro, el apellido Pérez (uno de los más frecuentes en el mundo hispánico) remite a lo banal, a lo más común y cotidiano que puede esperarse. Como veremos en las próximas secciones, la dimensión humorística de la novela se expresa en una serie de situaciones que podrían considerarse como grotescas; es decir, que tienden a lo ridículo y a lo extravagante, y que ayudan al lector a disfrutar la lectura más allá de su peso conceptual.