El realismo mágico es un movimiento literario cuyo origen se remonta a la década de 1930, y que tiene su auge entre 1960 y 1970, de la mano de lo que se conoce como el “boom latinoamericano”, fenómeno literario y comercial que pone en primer plano, a nivel mundial, a una gran cantidad de escritores latinoamericanos. En el realismo mágico, lo “mágico” (lo extraño, lo peculiar, lo inexplicable) aparece mezclado con descripciones realistas y cotidianas. En otras palabras, se trata de obras con una impronta fuertemente realista, pero donde las peculiaridades y extrañezas suelen insertarse como parte de la normalidad.
A menudo se asocia este movimiento con Gabriel García Márquez, y muchas veces se lo menciona como el padre del realismo mágico y su máximo exponente. Lo que muchos no saben es que gran parte de la crítica especializada reconoce a Elena Garro como la verdadera precursora de este movimiento. Los libros de Garro que, según esta opinión, inician el movimiento, son Un hogar sólido (teatro, 1958), Los recuerdos del porvenir (novela, 1963) y “La semana de colores” (cuento, 1964).
El elemento característico del realismo mágico que más se señala en la obra de Garro es el de la representación del tiempo. El tiempo en sus obras no es lineal ni cronológico. La autora construye en su escritura un tiempo cíclico que entrelaza diferentes épocas, generaciones y temporalidades de forma desordenada, pero siempre con un sentido.
Sin embargo, Elena Garro no estaba conforme con esta clasificación. Por un lado, le parecía que el realismo mágico no era más que una estrategia de ventas para posicionar a los autores latinoamericanos en el gran mercado editorial. Por el otro, consideraba que los elementos “mágicos” de sus obras se correspondían a una cosmovisión indígena donde la magia siempre estuvo ligada a la vida cotidiana. Por ejemplo, la concepción del tiempo circular no es algo extraño, sino lo normal para los pueblos originarios desde hace siglos.
Más allá de las clasificaciones y etiquetas, es cierto que la extrañeza y el realismo de la producción de estos años son una marca de estilo en América Latina, e inauguran otra forma de contar lo cotidiano. El contexto particular de Latinoamérica y su idiosincrasia tiene un lazo innegable con las cosmovisiones de sus antepasados nativos. Así, el pensamiento técnico moderno de las sociedades postcoloniales no deja de estar en comunicación con el pensamiento simbólico de sus antepasados. Esta yuxtaposición cultural, el mestizaje y la heterogeneidad de la región son el caldo de cultivo de estas obras únicas, de las que Garro es, sin dudas, pionera.