Aschenbach, ejemplo intachable del control de la disciplina y el autodominio, termina muerto por entregarse sin resistencias a sus fantasías pederastas
Tal como analizamos en el tema “La polaridad nietzscheana: lo apolíneo y lo dionisíaco”, el personaje de Aschenbach se presenta en los primeros capítulos como un sujeto fundamentalmente apolíneo. Es decir, se nos muestra como un hombre que logra acallar sus impulsos y deseos para entregarse íntegramente al trabajo, la razón y al autodominio: “Gustav Aschenbach era el poeta de todos los que trabajan al borde de la extenuación, curvados por una excesiva carga, exhaustos, pero aún erguidos: de todos esos moralistas del esfuerzo que (..) logran, al menos por un tiempo, producir cierta impresión de grandeza a fuerza de administrarse sabiamente y someter su voluntad” (27).
Sin embargo, a partir de su primer encuentro con Tadzio en el hotel del Lido, su aplicación y entrega al trabajo disminuyen, al tiempo en que deja de comportarse en forma racional y comienza a verse impulsado por una pasión y deseo desmedidos, lo cual termina provocando su muerte. Esta diferencia entre la construcción Aschenbach al principio y al fin de la novela posee un profundo sentido irónico.
Aunque el marinero jorobado afirma que Venecia es una estupenda elección, acaba siendo la peor
En el Capítulo 3, cuando Aschenbach toma la embarcación que deberá llevarlo a Venecia, el marinero jorobado que anota los datos de los viajeros le dice al escritor: “—¡Qué elección tan estupenda!—” (34). Sin embargo, algo en los ademanes y la exageración de este marinero le resulta sospechoso a nuestro protagonista, “como si el tipo temiese algún posible titubeo por parte del viajero en su decisión de ir a Venecia” (35). Con el transcurso de la novela, tanto los lectores como el propio Aschenbach descubriremos que Venecia está siendo devastada por la peste del cólera. Irónicamente, lejos de ser Venecia una estupenda elección, termina siendo la peor.
Aschenbach termina pareciéndose al viejo que desprecia en su viaje
En su viaje rumbo a Venecia, Aschenbach observa una situación que le causa un profundo desagrado. Primero percibe a un grupo de jóvenes que bromea y se divierte en primera clase. Entre ellos, uno destaca por su voz chillona, su excelente humor y ropa colorida. Sin embargo, pronto se percata el escritor, “no sin terror, que se trataba de un falso joven” (36). El falso joven es en realidad un viejo que intenta ocultar su edad con maquillaje, una dentadura postiza, peluca y prendas juveniles. A pesar de su disgusto por la treta de este anciano, el escritor hace cambios similares en su apariencia tan solo unas semanas después, con la esperanza de atraer la atención de Tadzio. Con su nueva apariencia, von Aschenbach resulta irónicamente similar al hombre que despreció en el viaje.
Las autoridades educativas consideran a Aschenbach un ciudadano moralmente ejemplar
El Capítulo 2 desarrolla una suerte de biografía de von Aschenbach en la que se describe la carrera literaria del escritor hasta conseguir el renombre que lo caracteriza en la novela. Allí se explicita que, con el correr de los años, “Cierto tono oficial y pedagógico se fue infiltrando” en su producción, al tiempo que fue adquiriendo un tono “tradicional bien pulimentado, conservador, formal y hasta formalista”, llegando incluso a desterrar “de su lenguaje toda expresión vulgar” (30). En suma, su obra, e incluso el propio Aschenbach, terminan siendo considerados moralmente ejemplares: “Fue entonces cuando las autoridades educativas incluyeron páginas escogidas de su obra en los manuales de lectura escolar” (30). Sin embargo, el comportamiento de nuestro protagonista a lo largo de su estadía en Venecia dista mucho de la imagen que tienen las autoridades de él, contraste irónico que explica el motivo por el cual Aschenbach intenta ocultarle sus actividades al resto.