Su situación no tenía salida: para sus amantes estaba marcado con la oprobiosa señal de su amor a Teresa y, para Teresa, con la oprobiosa señal de sus aventuras con sus amantes.
En esta cita, el narrador explica la encrucijada en la que se encuentra Tomás, que lo atravesará durante casi todo su vínculo amoroso con Teresa. Por un lado, sus relaciones con amantes se ven afectadas por la aparición de una pareja estable que prioriza, y que no le permite manejarse como solía hacerlo en su vida de soltero. Por otro lado, al igual que las amantes, Teresa también está disconforme por los encuentros sexuales de Tomás con otras mujeres. Como Tomás no puede prescindir de ninguno de los dos vínculos, todas sus relaciones están condenadas a la insatisfacción, al reclamo o al resentimiento.
Hace siete años se produjo casualmente en el hospital de la ciudad de Teresa un complicado caso de enfermedad cerebral, a causa del cual llamaron con urgencia a consulta al director del hospital de Tomás. Pero el director tenía casualmente ciática, no podía moverse y envió en su lugar a Tomás a aquel hospital local. En la ciudad había cinco hoteles, pero Tomás fue a parar casualmente justo a aquél donde trabajaba Teresa. Casualmente le sobró un poco de tiempo para ir al restaurante antes de la salida del tren. Teresa casualmente estaba de servicio y casualmente atendió la mesa de Tomás. Hizo falta que se produjeran seis casualidades para empujar a Tomás hacia Teresa, como si él mismo no tuviera ganas.
Un pensamiento recurrente en Tomás es que su enamoramiento con Teresa se debe a una serie de casualidades. En este pasaje, el narrador hace un recuento de las seis causalidades que permiten que los protagonistas se conozcan e inicien una relación de pareja. A partir de este recuento, fiel al estilo filosófico de la novela, el narrador despliega una serie de reflexiones que derivan en la conclusión de que el amor es producto del azar.
(Esta situación demuestra claramente que el odio hacia la hija era en la madre más fuerte que los celos hacia el marido. La culpa de la hija era infinita e incluía también las infidelidades del marido. Y el que la hija quisiera emanciparse y reclamase algunos derechos -por ejemplo el de cerrar la puerta del cuarto de baño- era para la madre más inaceptable que un eventual interés sexual del marido por Teresa.)
Esta cita pone de manifiesto el estilo narrativo que caracteriza la novela: el narrador omnisciente posee total comprensión de todo lo que sucede, así como de la psiquis de los personajes, y no duda en explicar detalladamente los acontecimientos y sus implicancias, ahorrándole al lector el trabajo de hacer por sí mismo dichas interpretaciones. En este caso, explica en tono pedagógico el complejo vínculo entre Teresa y su madre, quien la castiga y la mortifica de forma sistemática.
Sabina se sentía como si Franz hubiera forzado la puerta de su intimidad. Como si de pronto se hubieran asomado la cabeza de Marie-Claude, la cabeza de Marie-Anne, la cabeza del pintor Alan y la del escultor que anda siempre apretándose el dedo, las cabezas de todas las personas que conoce en Ginebra. Se convertirá, contra su voluntad, en la rival de no sé qué mujer, que no le interesa en lo más mínimo. Franz se divorciará y ella ocupará un lugar a su lado en la cama de matrimonio. Todos podrán observarlo de cerca o de lejos, se verá obligada a hacer una especie de teatro; en lugar de ser Sabina, va a tener que desempeñar el papel de Sabina e inventar incluso ese papel. El amor, cuando se hace público, aumenta de peso, se convierte en una carga. Sabina ya se encorvaba por anticipado al imaginarse ese peso.
En este pasaje, el narrador explica los sentimientos de Sabina al enterarse de que Franz le cuenta a su esposa que le es infiel con ella. A raíz de esta confesión, una serie de temores inundan a Sabina, ya que ella evita todo tipo de compromisos y sabe que Franz deseará convertirse en su pareja estable.
—He estado meditando sobre su caso, doctor. Si se tratase únicamente de usted, la cosa sería sencilla. Pero tenemos que tener en cuenta la opinión pública. Queriendo o sin querer, con su artículo contribuyó a impulsar la histeria anticomunista. No puedo ocultarle que incluso hemos recibido una propuesta para que se le exijan a usted responsabilidades penales por ese artículo. Hay un párrafo que lo contempla. Incitación pública a la violencia.
En este pasaje, el hombre del ministerio busca a Tomás en su trabajo para pedirle que firme una retractación de su artículo sobre el comunismo debido al cual perdió su trabajo. Esta situación ilustra la persecución política que padecen los ciudadanos de Checoslovaquia durante la invasión soviética, y expone de qué forma dicha persecución afecta sus vidas privadas. Producto de esta entrevista, Tomás toma la decisión de abandonar su puesto en la guardia y termina empleado como limpiador de vidrieras.
Hubiera querido añadir algo, pero se dio cuenta de que en la casa podía haber micrófonos ocultos. No le aparecía nada ser citado por los historiadores de los próximos siglos. Más bien tenía miedo de que le citara la policía. Ésa era precisamente la retractación que le pedían. Le desagradaba que ahora hubieran podido oírla de su boca. Sabía que todo lo que una persona dijera en este país puede ser emitido en cualquier momento por la radio. Se calló.
En una oportunidad, mientras Tomás trabaja como limpiador de vidrieras, es contratado por unas personas que no desean sus servicios como limpiador, sino que requieren su firma para una petición que busca la liberación de los presos políticos. Las personas que lo contratan son un redactor de una revista y Simón, el hijo de Tomás. Durante el encuentro, Tomás debe medir con mucho cuidado sus palabras, por la posibilidad de que en la casa haya micrófonos ocultos que graben la conversación. Este detalle demuestra un clima de época, producto de las grabaciones que la policía secreta consigue al intervenir los domicilios con micrófonos, para posteriormente emitirlas en la radio. Es así que, desde la invasión soviética, las dimensiones de lo público y lo privado se entremezclan, y los ciudadanos padecen una paranoia constante sobre lo que dicen y lo que hacen.
Estaba enterrada. Hace ya tiempo. Venías a verme todas las semanas. Siempre golpeabas con los nudillos en la tumba y yo salía. Tenía los ojos llenos de tierra.
»Decías: "Así no puedes ver" y me quitabas la tierra de los ojos.
»Y yo te decía: "De todos modos no veo. Si tengo agujeros en vez de ojos".
»Y un día te fuiste y no volviste durante mucho tiempo y yo sabía que estabas con otra mujer. Pasaban las semanas y tú no volvías. Tenía miedo de no verte y por eso no dormía nunca. Por fin volviste a llamar a la tumba, pero yo estaba tan cansada después de un mes sin dormir que no tenía fuerzas para salir a la superficie. Cuando lo conseguí, tú me miraste decepcionado. Me dijiste que tenía muy mal aspecto. Sentí que te desagradaba terriblemente, que tenía la cara hundida y hacía unos gestos muy bruscos.
En este pasaje, Teresa le cuenta a Tomás una de sus tantas pesadillas. En ella, Teresa está muerta y esporádicamente recibe visitas de Tomás, que, luego de verla a ella, se va a ver a otras mujeres. Como en todas las pesadillas de Teresa, aparecen los celos hacia otras mujeres, y Tomás ocupa el rol de un esposo sádico y despiadado. La cita condensa los rasgos fundamentales de las pesadillas de Teresa: los celos hacia otras mujeres y la crueldad de Tomás. De esta forma, a través de los sueños se manifiestan las incomodidades de Teresa con su vida conyugal y sus inseguridades frente a otras mujeres.
Se soltó bruscamente del hombre que le cogía la manga. Sabía que a Sabina siempre le había gustado su fuerza. Cogió el brazo que otro hombre extendía hacia él. Lo apretó con fuerza e hizo volar al hombre por encima de él en una perfecta toma de judo.
Ahora está satisfecho de sí mismo. Los ojos de Sabina seguían fijos en él. ¡Nunca volverán a verle humillado! ¡Nunca volverán a verle retroceder! ¡Franz ya no volverá a ser blando y sentimental!
En este apartado, el narrador cuenta la pelea que mantiene Franz contra un grupo de desconocidos que lo abordan en la calle. Frente a las agresiones repentinas, Franz decide defenderse mediante la fuerza en lugar de huir o tratar de enfrentarlos pacíficamente. Esta decisión se debe a que recuerda los dichos de Sabina, quien supo recriminarle que no utilizara su fuerza con ella. Como es bien sabido, Aunque Sabina ya no esté con él, Franz actúa todo el tiempo como si estuviera esperando su aprobación, y este episodio no es una excepción. Desafortunadamente, las heridas que le infligen durante la pelea resultan mortales.
Teresa acaricia constantemente la cabeza de Karenin, que descansa tranquilamente sobre sus rodillas. Para sus adentros dice aproximadamente esto: no tiene ningún mérito portarse bien con otra persona. Teresa tiene que ser amable con los demás aldeanos porque de otro modo no podría vivir en la aldea. Y hasta con Tomás tiene que comportarse amorosamente, porque a Tomás lo necesita. Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestras relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existente entre ellos y nosotros.
Mientras vive en el campo, Teresa queda a cargo del cuidado del ganado. A partir del vínculo con estos animales y la enfermedad de su perra, Karenin, la mujer reflexiona sobre el trato que los humanos les dan a los animales. De esta forma, concluye que todos sus vínculos están mediados por las emociones y por el interés, y que la única forma de conocer la verdadera moral de una persona radica en observar el trato que le da a los animales.
(Teresa piensa nuevamente en su madre y todo le da lástima: ¡si la madre fuera una de las desconocidas de la aldea, es posible que su alegre brusquedad le resultara simpática! ¡Ay, si la madre fuera una persona extraña! Teresa se avergonzó desde su infancia de que su madre hubiera ocupado los rasgos de su cara y confiscado su yo. ¡Pero lo peor era que el antiguo imperativo «¡ama a tu padre y a tu madre!» la obligaba a estar de acuerdo con aquella ocupación y a llamar a aquella agresión amor! La madre no tenía la culpa de que Teresa hubiera roto con ella. No rompió con ella porque la madre fuera como era, sino porque era la madre.)
Aunque hace años que Teresa no tiene noticias de su madre, la relación con ella sigue marcando su psicología. En esta explicación que da el narrador sobre los sentimientos de Teresa, se introduce una variable que hasta el momento no había sido mencionada: la de los mandatos sociales. Para Teresa no solo es difícil lidiar con su madre por su forma de ser, sino que el imperativo de que los hijos deben amar y reverenciar a sus figuras maternas dota a su conflicto de una nueva capa de complejidad.