Resumen
Capítulo 3
Durante unos días, la única señal de la presencia del fantasma en el castillo de Canterville es la reaparición ininterrumpida de la mancha de sangre, con la peculiaridad de que esta experimenta sucesivos cambios de color, yendo paulatinamente del rojo oscuro al verde esmeralda. Esta transformación provoca la burla de toda la familia Otis, con la excepción de la joven Virginia.
El domingo siguiente, el fantasma hace su segunda aparición. En el salón, la familia Otis encuentra a sir Simon lamentándose de dolor junto a una armadura desprendida de su soporte. Inmediatamente, los gemelos lo atacan con sus hondas y el señor Otis le apunta con su revólver. Sin embargo, el fantasma consigue desvanecerse y lanza su carcajada más terrorífica desde lo alto de la escalera. Sin inmutarse, la señora Otis desprecia la carcajada y le recomienda una tintura para su indigestión. Indignado ante la indiferencia de los norteamericanos, el fantasma intenta contraatacar, tratando de metamorfosearse en un gran perro negro, pero ante la proximidad de los gemelos, decide desaparecer nuevamente.
Resguardado en su habitación, el fantasma se siente profundamente humillado y abatido por carecer de las fuerzas necesarias para poder llevar correctamente una armadura. En su tercer intento para aterrorizar a la familia Otis, sir Simon se viste con un largo sudario blanco, un sombrero antiguo y un puñal oxidado. A la medianoche, se dirige sigilosamente a la habitación de Washington y suelta una risotada macabra para dar inicio a su plan. No obstante, el fantasma es sorprendido por una figura espectral que porta un arma blanca y un cartel con una inscripción en el pecho. Presa del pánico, sir Simon regresa a su escondite. A la mañana siguiente, decide visitar a su misterioso vecino para persuadirlo de unirse a su causa, pero imprevistamente localiza su cabeza rodando en el piso. En este punto, sir Simon se da cuenta que el supuesto fantasma era en realidad una broma elaborada por la familia Otis con una cortina de lienzo, una escoba, una calabaza como cabeza y un machete de cocina. Por otra parte, la inscripción en el cartel no era una maldición sino una simple burla. Lleno de furia, el fantasma de Canterville se propone una revancha a la altura de la humillación sufrida.
Capítulo 4
Decaído y apesadumbrado por su fracaso como fantasma, sir Simon renuncia a restaurar diariamente la mancha de sangre del salón y comienza a utilizar el líquido desengrasante de los Otis para lubricar sus cadenas. Por una cuestión de honor, el fantasma se siente obligado a mostrarse en el corredor del castillo de Canterville una vez por semana, pero trata de tener la menor cantidad posible de interacciones con la familia Otis. Sin embargo, los gemelos Barras y Estrellas se las ingenian para seguir tendiéndole trampas al desventurado sir Simon.
Para vengarse, el fantasma decide ingresar en la habitación de los hijos menores de la familia Otis adoptando el personaje del Conde Sin Cabeza. Cuando el fantasma franquea la puerta entreabierta del dormitorio, una jarra de agua cae encima de su cuerpo. Desde entonces, sir Simon renuncia para siempre a asustar a los Otis y se limita a vagar a través de la mansión por las noches.
Una madrugada, el fantasma se traslada al salón para observar los restos de la mancha de sangre. Allí, es asustado por los gritos de los mellizos y por la amenaza de Washington de mojarlo con la regadera del jardín. Después de este episodio, el fantasma también renuncia a los paseos nocturnos y deja de mostrarse en el castillo, provocando que la familia Otis piense que ha desaparecido. El único evento que reactiva los deseos de sir Sirmon de aterrorizar personas es la visita del duque de Cheshire, un joven aristócrata interesado románticamente en Virginia, a cuya familia ha asustado en numerosas ocasiones. El fantasma hace una serie de preparativos para manifestarse ante el duque, pero el temor hacia los gemelos ocasiona que abandone sus planes.
Análisis
En estos capítulos, el fantasma forma parte de la vida cotidiana de los Otis, pero cumpliendo un rol muy particular, ya que no logra escapar de la humillación y el desdén ejercidos contra él. Si bien sir Simon planea distintas estrategias y alternativas superadoras para finalmente confrontarlos y atemorizarlos, sus planes fallan, y hasta lo posicionan como un sujeto aterrorizado y subordinado a los deseos de los demás en algunas ocasiones. El incidente con la antigua armadura condensa muy bien uno de los temas fundamentales del texto: la confrontación entre los británicos y los estadounidenses. El fantasma intenta asustar a los Otis en una antigua y enorme armadura, pero, sin éxito, solo logra un estrépito que moviliza al señor Otis a enfrentarlo con una pistola. En este enfrentamiento, el traje de sir Simon enfatiza su posición como un aristócrata convencional y estrecho, posición claramente inútil frente al arma del señor Otis, práctica y resolutiva. Una vez más, la idiosincrasia estadounidense se presenta como una solución pragmática, capaz de eliminar el problema de una vez por todas.
La presencia de la armadura también da cuenta de cómo la residencia Canterville se encuentra anclada en el pasado: los caballeros no tienen cabida en el mundo moderno y es inútil intentar darles un sentido en pleno siglo XIX. Así, la imposibilidad del fantasma de ponerse la armadura parece señalar que el peso de los años es tan agobiante que aplasta a todo aquel que intenta vivir bajo los preceptos del pasado. En este sentido, sir Simon comienza a aceptar que no puede ser el único individuo encargado de sostener y mantener las tradiciones de su clase y su tiempo, pero igualmente sigue intentándolo, con nulo éxito.
En este sentido, la familia Otis persiste en sus intentos de vincularse con el fantasma de distintas maneras. Por una parte, los mellizos encuentran placer en atormentarlo; en este punto, estos personajes invierten radicalmente la lógica típica de los relatos de terror. Barras y Estrellas ejercen el poder sobre sir Simon, ya que exhiben ser mucho más violentos y crueles que el espectro. A pesar de que no quiere admitirlo, el fantasma es intimidado fácilmente por las acciones de los mellizos. Cuando se siente amenazado, pospone sus planes y huye del enfrentamiento en vez de confrontarlos directamente y luchar por su dignidad. En este gesto, leemos a sir Simon como un individuo inseguro al que le cuesta posicionarse de manera segura frente a sus rivales. “Durante varios días se sintió horriblemente mal y no pudo salir de su morada más que lo necesario para mantener en buen estado la mancha de sangre" (p. 32), acota el narrador después del incidente del personaje con el armadura. En este punto, la construcción del personaje de sir Simon como un espectro decaído y desganado es una decisión irónica, ya que contrasta con lo esperado en un fantasma. Otro elemento irónico es la vocación que posee el fantasma por los ritos y tradiciones, aún cuando carezcan de total sentido. Así, aún cuando nadie teme su presencia, sir Simon se dedica religiosamente a mantener la mancha de sangre en su lugar.
El episodio de la broma de los mellizos funciona como un punto de inflexión en la narración, ya que agrava el agotamiento que siente sir Simon frente a las burlas y humillaciones permanentes de la familia Otis. En este momento, el texto oscila entre la comedia y el horror, ya que la descripción del fantasma falso aterroriza a sir Simon: “Frente a él se alzaba un horrible y pavoroso espectro, inmóvil como una estatua, monstruoso como la pesadilla de un loco” (p. 35). Frente a este panorama siniestro, el tono humorístico emerge en la reacción del fantasma de Canterville, que se esconde en su habitación para huir del encuentro con el espectro. Esta decisión realza el carácter infantil del personaje, asustado como un niño pequeño frente a otro ser semejante a él. En este sentido, sir Simon reacciona tal y como espera que lo haga la audiencia frente a sus propios espectáculos: aterrorizado e incapaz de pensar con claridad.
Cuando el fantasma descubre que todo es producto de un engaño de los mellizos, queda impactado y deprimido. Esto revela que sir Simon ha sido vencido bajo las reglas de su propio juego: sus habilidades de manipulación y terror son imitadas de manera eficaz incluso por niños. Aún más, la broma, compuesta de almohadas y otros elementos cotidianos y mundanos, contrasta con la sofisticación y elegancia que sir Simon le imprime a sus actuaciones. Este incidente marca el punto de inflexión para el fantasma, ya que pierde la energía y la motivación necesarias para continuar con su tarea legendaria de asustar a los habitantes de la mansión. Así, sir Simon enfrenta una crisis que lo obliga a replantearse sus objetivos laborales y existenciales. En este sentido, se refuerza la idea del fantasma como representante de una aristocracia perdida y sin rumbo frente a un mundo moderno que no tiene lugar para gente como él.
La evolución de sir Simon, de un fantasma vigoroso y decidido a un hombre mayor frágil y tímido, implica también la aceptación de nuevos parámetros y valores ajenos a su perspectiva de ver el mundo. Así, el personaje acepta usar el aceite lubricante para no molestar al señor Otis; “Al principio se sintió humillado, pero después fue suficientemente razonable para comprender que aquel invento merecía elogios y cooperaba, en cierto modo, a la realización de sus proyectos” (p. 40), comenta el narrador. La incorporación de estos elementos exhibe las concesiones que lleva adelante sir Simon, sumando elementos propios de la filosofía estadounidense pragmática, materialista y vulgar.
Sin embargo, las diferencias entre la aristocracia británica y la sociedad norteamericana no son tan profundas como para que no existan también elementos en común. En este sentido, en los primeros capítulos se ve la importancia del dinero como eje conductor de la narración, ya que habilita la venta de la mansión de Canterville a la familia Otis. El segundo eje que vincula a ambas familias es la idea del trabajo. Si bien Hiram posee un cargo gubernamental, en la descripción de la rutina de la familia Otis el trabajo como sustento principal desaparece, ya que todos los integrantes están abocados a tareas ociosas. Así, Wilde ironiza sobre el estilo de vida norteamericano, en tanto destaca estos momentos de improductividad, opuestos al espíritu laborioso y austero supuestamente defendido por el señor Otis.
Si bien en la narración los Otis suelen aparecer como un conjunto colectivo, sin demasiadas individualidades, en el capítulo 4 se percibe que el personaje de Virginia comienza a distinguirse del resto de su familia. La primera situación que permite ver esta separación es la reacción que tiene la muchacha a las diferentes manchas de sangre que aparecen en el piso de madera. Mientras que los demás integrantes de la familia Otis se divierten con el asunto y hasta hacen apuestas sobre los posibles nuevos colores, esta aparición afecta notablemente a Virginia. Es posible pensar que la historia de sir Simon, culpable del asesinato de su esposa, la asuste en tanto puede sentirse identificada con la víctima, como una joven mujer inocente y desprotegida. Más allá de esta posibilidad, la situación exhibe la sensibilidad de la muchacha, que, frente a la aparición del fenómeno, expresa empatía y congoja, en oposición al desinterés de sus hermanos.
En este sentido, el personaje de Virginia no comparte ciertos principios existentes en la ideología norteamericana, y esta diferencia convoca a numerosos miembros de la aristocracia inglesa, especialmente al joven duque de Cheshire. Así, el noble le propone matrimonio y anticipa el posible desenlace deseado para la muchacha: casada con un distinguido miembro del sistema nobiliario inglés.