El destino vs. el libre albedrío
Paul Atreides parece estar destinado a liderar su casa y al pueblo de los Fremen. Sin embargo, la novela pone en duda en qué medida cumple inevitablemente el rol de héroe o procura ese lugar de manera activa.
En primer lugar, hablar de destino cuando hay un plan cuidadosamente diseñado para combinar la genética de modo que dé como resultado un hombre perfecto resulta contradictorio. Paul no está destinado a salvar a los Fremen, sino que ha sido seleccionado bajo el cuidado de las Bene Gesserit para ser el Kwisatz Haderach. Gracias a la combinación de genes, Paul es un joven con capacidades extraordinarias en lo que se refiere a conocer el pasado y el futuro. En combinación con sus características naturales, el uso de la especia viene a intensificar su capacidad para ver los posibles escenarios futuros.
La clave, no obstante, es que las visiones de Paul son precisamente escenarios posibles. Las decisiones que toma son las que materializan esas visiones. Por ejemplo, Paul es capaz de ver distintos caminos para vencer al emperador y sus secuaces y evitar la destrucción de su mundo. Recae sobre sus hombros la decisión de cuál es el camino más adecuado, especialmente cuando todos implican un costo altísimo y el sacrificio de muchas vidas.
Por momentos, la novela demuestra que Paul toma decisiones y tiene el poder de cambiar el rumbo de la historia. Pero en otros momentos, nada se puede hacer para evitar el devenir de un destino que escapa al poder humano. Por ejemplo, Paul ve en el futuro una guerra santa, una yihad. Las decisiones que está tomando en el presente precipitan esa guerra: Paul debe jugar el papel de mesías para conseguir sus objetivos a corto plazo. A largo plazo, no obstante, esa decisión hace que la yihad sea inevitable.
El poder y el liderazgo
Gran parte de la novela no se centra únicamente en la figura de Paul, sino que explora las intrigas palaciegas y la puja de poder. En este tema confluyen la política, la religión, el comercio e, incluso, la genética.
¿Qué hace que una persona imponga su voluntad sobre otros? La novela plantea varias alternativas. Por momentos, el poder parece fundado en el miedo y la violencia. Es el modo en que el barón Harkonnen lidera. A través del sadismo y la ley del más fuerte, el barón consigue afianzar su control sobre Arrakis. Sin embargo, esa figura cruel y grotesca muere a manos del personaje más inesperado por su edad y supuesta inocencia: Alia, la pequeña hija de Jessica y Leto.
Otra alternativa que se plantea es el poder sobre la base del interés económico y el monopolio de una sustancia esencial en la galaxia. El poder del CHOAM y de la Cofradía Espacial está en el mismo nivel o incluso supera el del emperador. En una sociedad altamente dependiente de la explotación de un solo recurso, el poder de las compañías encargadas supera cualquier otro. El poder económico no da lugar a ningún tipo de liderazgo genuino, sino que somete a la sociedad a la corrupción e injusticia social.
Por otra parte, las Bene Gesserit representan a aquellos que comprenden cómo movilizar a las masas a través de la fe. Son ellas quienes implantan, siglos atrás, las leyendas premonitorias sobre un mesías que vendrá a salvar al pueblo Fremen. Las Bene Gesserit aprecian el poder del ritual y del mito y explotan eso a su favor. Aparte de buscar al Kwisatz Haderach, ellas implantan esas creencias con un fin práctico: hacer que las Bene Gesserit sean bien recibidas y viajen por la galaxia sin temer por sus vidas.
Finalmente, Paul representa una cara distinta del poder, que está cimentado en las características de un líder genuino. En primer lugar, Paul se destaca por sus características personales y la formación que ha recibido: es capaz de leer las verdaderas intenciones de sus amigos y rivales, se puede adelantar a los peligros, sabe cuándo mostrarse firme y cuándo adular a sus interlocutores. No obstante, eso no le basta para liderar al pueblo de los Fremen. Lo más significativo que hace al llegar al desierto es aprender de ellos, comprender su mundo, para poder ofrecerles un mejor futuro. Gran parte de sus dotes como líder los aprende de su padre, que parece sostener una visión del poder propia de una casa real: “nobleza obliga”. Leto desea transformar la vida en Arrakis, instaurando un gobierno recto y noble, limpiando la corrupción y el abuso que tenía sometido el pueblo bajo el poder de los Harkonnen. Acá también cabe distinguir el origen de ambas casas: mientras que los Atreides son nobles de sangre, los Harkonnen han comprado sus títulos nobiliarios.
Naturaleza y cultura
Más que la historia de Paul Atreides, a Herbert le interesa el modo en que confluyen una serie de factores sociales, políticos, económicos y religiosos, así como las consecuencias de esa confluencia. Una de estas intersecciones que la novela desarrolla es la que se da entre naturaleza y cultura. Los pueblos desarrollan su cultura según las condiciones climáticas de su planeta, pero también la cultura de un pueblo tiene la capacidad de transformar esa naturaleza. Precisamente esa es la idea de ecología en la que la novela se centra: la relación entre la naturaleza y el ser humano es recíproca; ambos se transforman mutuamente.
Herbert, a través de la voz del padre de Kynes, plantea la noción de que solo en equilibrio esa transformación puede ser beneficiosa: "Hasta ahora, los hombres y sus obras han sido un azote para las superficies de los planetas -dijo su padre-. La naturaleza tiende a compensar las plagas, rechazarlas o absorberlas para incorporarlas al sistema según sus propias características" (p.411). Luego, el mismo personaje dice: "Las peculiariedades físicas de un mundo quedan grabadas en su historia económica y política. Podemos leerlas, y eso esclarece nuestros objetivos" (p.411). Esto le sirve al padre de Kynes, que se manifiesta en el subconsciente del agonizante planetólogo, para desarrollar sus ideas sobre los problemas que enfrenta Arrakis por ser un planeta con un monocultivo. La preocupación no recae sobre los efectos ambientales del monocultivo, sino en que este da como resultado una organización social y política opresiva y esclavizante. Frente a esa realidad, la religión y un fuerte sentido de comunidad son la respuesta de las "multitudes semiesclavas" (p.411).
De todas maneras, el padre de Kynes considera que lo peor que le puede pasar al pueblo es caer en manos de un héroe. Por el contrario, considera que la respuesta está en transformar la naturaleza a largo plazo para que sostenga la vida. Kynes, en cambio, cree en Paul Atreides y ve en él un camino más corto. El significado de Kwisatz Haderach es precisamente "el camino más corto". En definitiva, Kynes ve que un elemento esencial a la cultura de un pueblo como la religión es el camino para transformar toda la ecología de un planeta.
Linaje, herencia y legado
Al tratarse de una sociedad feudal, el tema del linaje es importante en la obra. Incluso la disputa entre Atreides y Harkonnen tiene que ver con el legado que la primera casa quiere preservar por sangre, y que la segunda quiere construir luego de comprar los títulos. El barón Harkonnen hace un esfuerzo por afianzar el poder de los Harkonnen y se esfuerza por elegir cómo continuar con su legado eligiendo a un heredero que lo merezca. El barón se encuentra con el problema de que no tiene descendencia directa (la novela sugiere que no siente atracción por las mujeres, sino por niños esclavos), lo que lo obliga a elegir entre sus sobrinos.
Por el contrario, el duque tiene descendencia y sabe que Casa Atreides va a continuar bajo el ducado de su hijo Paul. De todas maneras, se preocupa por el futuro y observa con atención los atributos de liderazgo que muestra su hijo. Una de sus preocupaciones más grandes es que su nuevo feudo sea un lugar que los Atreides puedan llamar "casa" a pesar de ser tan distinto a Caladan, su planeta de origen.
Asimismo, el tema del linaje es una de las prioridades de las Bene Gesserit, que mueven los hilos para asegurarse de que las combinaciones de linaje impliquen una mejor versión del ser humano. De hecho, están dispuestas a utilizar recursos cuestionables con tal de asegurarse de que las casas reales tengan descendencia. Sin embargo, sus proyectos fracasan y el legado que buscan dejar mediante el Kwisatz Haderach está en peligro en el momento en que ellas mismas no pueden controlar a "su creación".
El personaje de Jessica es esencial en este tema, porque ella toma decisiones en cuanto al linaje que interrumpen el orden y abren líneas de tiempo a las que las Bene Gesserit no se adelantaron. Primero, Jessica decide tener un hijo varón para darle gusto al duque, que desea un heredero. Trabaja para tener algún control sobre su hijo y se preocupa por el modo en que va a liderar a los Atreides, pero sabe que no puede controlar su legado.
Los Fremen tienen una visión menos fragmentada de su pueblo, y su deseo es entregar a una generación futura el legado de un planeta más propicio para la vida humana.
La religión
En la novela hay personajes que tienen plena conciencia de que la religión cumple un rol tan importante como el comercio y la política en la sociedad. Sin embargo, otros personajes ignoran esta dimensión de la cultura y fracasan por ello, o no consiguen realizar todo su potencial. Herbert se inspira principalmente en las tres grandes religiones de occidente: islam, cristianismo y judaísmo. Existen también algunas referencias a las religiones de oriente, en particular el budismo.
De las tres grandes religiones mencionadas, Herbert desarrolla algunos puntos en común, pero toma más elementos del islam. Por ejemplo, tanto el cristianismo como el islam creen en una figura mesiánica que está en el centro de su fe. En Arrakis, los Fremen creen que vendrá un hombre de otro mundo que será su salvación. Asimismo, del judaísmo y el islam toma la noción del pueblo elegido; los Fremen son el pueblo que puede sobrevivir y transformar Arrakis. El gusano de arena se convierte en un animal sagrado, el Shai-hulud o cosa eterna, que confirma que los Fremen son elegidos: son los únicos que comprenden la conexión entre los gusanos y la especia, e incluso son capaces de dominar gusanos para cabalgar.
Incluso los personajes que se jactan de ser racionales, como Kynes y Hawat, reconocen el poder de la religión y de los relatos míticos al momento de gobernar. Paul sabe que los Fremen sospechan que él es una figura mesiánica y, sin estar seguro de si hay una base para esa creencia, decide usar la fe para tender alianzas y recuperar el poder. De todas maneras, Paul no es ingenuo y sabe, al igual que su madre, los peligros de alimentar una leyenda sobre su figura. Jessica entiende que las Missionaria Protectiva implantaron un mito profético para que las Bene Gesserit como ella puedan ser bien recibidas. No obstante, mira con preocupación la dimensión que está tomando el mito en torno a su hijo. Paul tiene constantes visiones que le muestran una yihad que se librará en su nombre.
¿Hay alguna base para decir que Paul es efectivamente el mesías? Quizá hay indicios de que es así. No obstante, no es importante determinar la autenticidad de Paul como salvador, porque el mito y su efecto en el pueblo son suficientes para impulsar la historia.
La diversidad cultural y la conciencia del "otro"
El personaje que mejor encarna una mente abierta y dispuesta a conocer al "otro" es Kynes. Los Fremen son un pueblo misterioso que despierta los prejuicios de otras culturas, que los consideran incivilizados. El banquero del imperio los llama "escorias", el barón Harkonnen los subestima, y Rabban los esclaviza. Kynes, en cambio, intenta comprenderlos. En la conversación entre el banquero y Kynes en el banquete en Arrakeen, el banquero intenta escandalizar a los invitados hablando sobre la costumbre bárbara de los Fremen de beber la sangre de sus compañeros muertos. A Kynes esa interpretación le resulta ridícula, porque para él es natural que los Fremen no permitan el desperdicio de un bien tan escaso como el agua. Asimismo, Kynes aprecia que los Fremen tengan un sentido de comunidad mucho más desarrollado que el sistema feudal del imperio, y por ello consideren que el agua de uno de ellos le pertenece a la tribu.
Los Atreides también muestran cierta sensibilidad por la diversidad cultural en el momento en que toman conciencia de que entre los gobernantes de Arrakis se derrocha agua en palmeras datileras y rituales ridículos como lavarse las manos en una fuente. A pesar de venir de un planeta rico en agua, los Atreides son capaces de apreciar las particularidades culturales que surgen de la escasez.
Los Fremen respetan a las personas que aprenden a sobrevivir en el desierto y que están dispuestas a aprender de ellos. La postura de Herbert parece alinearse con la del relativismo cultural, que supone que las costumbres y tradiciones no se juzgan en comparación con la cultura desde que se las observa, sino que se las contextualiza, y debe hacerse un esfuerzo por comprender la perspectiva de otros.
Los géneros femenino y masculino
En muchos sentidos, el género en Dune es sumamente conservador. En el sistema feudal del imperio galáctico, los títulos nobiliarios y el trono son heredados por los varones. Las posiciones de liderazgo están ocupadas por hombres, y las mujeres cumplen la función de asesoras. Dune retrata una sociedad con una estricta división de tareas: las mujeres cuidan la reproducción y el linaje; los hombres se forman en lógica, comercio y liderazgo.
De todas maneras, las mujeres en la novela tienen mucho poder y toman decisiones importantes que tienen la capacidad de cambiar el curso de la historia. En este sentido, Jessica es el personaje más relevante y que mejor muestra el poder que las Bene Gesserit pueden acumular. Sin embargo, la Reverenda Madre aclara que hay claras limitaciones para las mujeres en cuanto a la visión del pasado y el futuro: su mirada retrospectiva y profética es solamente femenina. Es necesaria la llegada del Kwisatz Haderach, que es un hombre, para que sea posible ver al mismo tiempo la historia femenina y masculina al mismo tiempo.
Herbert incluye algunas cuestiones de género que reflejan una mirada tradicional. Las mujeres, especialmente aquellas que tienen poderes especiales, son acusadas de brujas y despiertan la desconfianza del resto de los miembros de la comunidad. Alia, por ejemplo, es blanco de violencia por el temor que despiertan sus capacidades, comparables con las de su hermano, que, en cambio, es adorado como mesías.
En igual medida, Herbert plantea que un gobierno guiado por hombres necesariamente cae en la violencia y la destrucción; una visión igual de sesgada que la que se refleja en las acusaciones de brujería.
La obra de Herbert no es particularmente innovadora en términos de género, pero presenta personajes masculinos y femeninos bien perfilados y asertivos.