Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades Resumen y Análisis Libro Tercero, Capítulos 1-7

Resumen

Capítulo 1: Incomunicado

El caos que reina en Francia hace que el viaje de Darnay sea largo porque se lo frena y se le exige explicación a cada paso. Cuando está cerca de su destino, lo despiertan en mitad de la noche para informarle que lo van a enviar a París con una escolta, la que se ve obligado a aceptar y pagar. Uno de los integrantes de la escolta es el señor Defarge. Cuando entran en la ciudad de Beauvais, la gente grita “¡muera el emigrado!” (p.316) y Darnay se da cuenta de que está en peligro. El día que salió de Inglaterra se aprobó un decreto que autoriza la venta de los bienes de los emigrados y condena a muerte a los que regresen.

Cuando llega a París, Darnay es encarcelado en la Force, a la espera de que se ejecute la condena. Defarge le revela su identidad y el hecho de que sabe que Charles está casado con Lucie Manette, pero se niega a ofrecer su ayuda cuando este se la pide. Darnay es arrojado en la prisión, donde se sorprende al hallar prisioneros gentiles. Se pasea por su celda y empieza a comprender por qué el doctor Mannette hacía zapatos en la suya.

Capítulo 2: La piedra de afilar

El señor Lorry ocupa el establecimiento de Tellson en París, preocupado por recuperar el dinero y los bienes de los clientes del banco. Oye nervioso los ruidos del conflicto en la calle y agradece a Dios que nadie a quien él ame está en París, momento en el que el doctor Manette y Lucie entran en su habitación con la noticia de que Darnay está preso. El doctor Manette no es susceptible a la violencia de los revolucionarios, que lo respetan por haber sido prisionero de la Bastilla.

El señor Lorry pide a Lucie que se retire a otra habitación para poder discutir la situación con el doctor Manette en privado. Juntos miran hacia el patio, donde una turba de aspecto brutal está utilizando una piedra para afilar sus armas. El señor Lorry le explica a Manette que los prisioneros están siendo asesinados. El doctor baja al patio y hace saber que estuvo preso en la Bastilla, por lo que es aclamado como un héroe por la multitud. Esta lo lleva en hombros a La Force, tan entusiasmada por salvar a Darnay en beneficio del doctor como antes lo había estado por matarlo.

Capítulo 3: La sombra

Al señor Lorry le preocupa poner en peligro sus negocios en el banco por alojar en sus dependencias a la esposa de un preso emigrado. Encuentra una vivienda cerca del banco para Lucie, su hija, el doctor y la señorita Pross. Jerry Cruncher, a quien el señor Lorry trajo consigo como guardia, se queda vigilando la casa de los Manette.

El señor Lorry regresa a sus aposentos en el banco, donde recibe la visita del señor Defarge con un mensaje del doctor Manette, que dice que Darnay está a salvo, pero que ni él ni Charles pueden alejarse de la prisión todavía. Defarge también lleva un mensaje para la esposa de Darnay, por lo que el señor Lorry lo acompaña al nuevo alojamiento para que se lo entregue a Lucie. En la calle se les une La Venganza y la señora Defarge, a quien el señor Lorry reconoce por su tejido. Lucie se alegra de recibir el mensaje de su marido de que se encuentra a salvo por el momento y de que su padre tiene influencia para rescatarlo. Agradecida, besa la mano de la señora Defarge, que responde con indiferencia y frialdad.

El señor Lorry explica que la señora Defarge necesita ver a toda la familia para saber a quién proteger de las revueltas. Lucie, que tiene un oscuro presentimiento, le ruega a la señora Defarge que ayude a su marido si es posible, pero ella le responde que después de la pobreza y el sufrimiento que ha visto, los problemas de una sola mujer significan poco para ella.

Capítulo 4: Calma en la tempestad

El doctor Manette no regresa hasta pasados cuatro días, durante los cuales son asesinados 1.100 prisioneros. En la Force consigue popularidad como prisionero de la Bastilla encarcelado sin juicio, hecho confirmado por Defarge. Aunque no consigue la liberación inmediata de Darnay, obtiene permiso para permanecer allí y asegurarse de que su yerno no será asesinado como los demás prisioneros.

Se le pide al doctor que atienda a un prisionero que ha sido liberado, pero que fue atacado por error al salir. Manette se esfuerza por curar las heridas y salvar tanto al agresor como al agredido. Pronto se convierte en el doctor más reconocido de la revolución. Sus actividades, en vez de reavivar sus antiguos temores, le dan un sentido de importancia y le ayudan a tener más confianza en sí mismo. Haber estado en prisión ya no es una debilidad, sino una ventaja. Manette utiliza su influencia para asistir a Darnay, consiguiendo que no esté aislado, y lo ve semanalmente para comprobar su estado de salud y enviar mensajes de su parte a Lucie.

Por mucho que el doctor Manette se esfuerza por liberarlo, Charles permanece en prisión durante un año y tres meses. Mientras tanto, la Revolución avanza rápido. El rey y la reina son juzgados y decapitados y se declara el Año Uno de la “República de Libertad, Igualdad, Fraternidad o Muerte” (p.348).

Capítulo 5: El aserrador

Durante un año y tres meses, Lucie no sabe si su marido está vivo o muerto. Establece una rutina en su nuevo hogar y se mantiene esperanzada comportándose como si Charles también estuviera allí. Su padre le informa de que hay un lugar al que puede ir desde donde su marido la puede observar por una ventana de la prisión, a la que a veces puede asomarse a ciertas horas del día. Aunque ella no lo puede ver, Lucie acude a aquel lugar fielmente durante dos horas todos los días.

El peón caminero se ha convertido en un aserrador de madera, actividad que realiza cerca del lugar al que acude Lucie. Él se da cuenta de que ella está allí todos los días, y se burla amenazantemente de Lucie suponiendo que conoce a alguien en la prisión y diciendo que su cierra es como una “pequeña guillotina” (p.353) con la que corta las cabezas de una familia. Durante el mes de diciembre, una multitud de quinientas personas, entre las que se encuentran el aserrador y La Venganza, realizan una danza desenfrenada cerca de Lucie. Ella se asusta, pero su padre, que se encuentra con ella, le asegura que no le harán daño. La señora Defarge pasa por allí y los saluda. Al día siguiente, Charles es convocado a comparecer ante el tribunal.

Capítulo 6: Triunfo

Charles Darnay está en una lista de veintitrés personas que serán juzgadas al día siguiente. Se despide de sus amigos en la cárcel sabiendo cuál era el destino que les tocaba a los que de allí salían. Darnay comparece ante el tribunal, donde tiene la impresión de que criminales juzgan a hombres honestos. Los Defarge están allí, presenciando el juicio. Darnay es acusado por ser un emigrado y el público pide a gritos que se le corte la cabeza. El hecho de que él haya entrado a Francia antes de que se promulgue el decreto contra los emigrados no tiene importancia.

Darnay se defiende diciendo que no es un emigrado, porque se fue a Inglaterra renunciando a un título y a una posición que no le gustaban para vivir “de su propio trabajo y no a costa del esfuerzo del sobreexplotado pueblo de Francia” (p.362). Luego revela que está casado con Lucie, la hija del doctor Manette, y la multitud clama a su favor. Gabelle testifica para ratificar por qué Darnay regresó a Francia, mientras el doctor Manette señala que, lejos de simpatizar con el gobierno aristocrático inglés, Darnay fue juzgado por ese mismo por ser amigo de Francia y de América.

Darnay es absuelto y la multitud, entusiasmada, lo lleva hasta su casa, sosteniéndolo en una silla. Cuando Lucie acude a recibir a su marido liberado, la multitud baila la Carmañola a su alrededor. Lucie apoya su cabeza en el pecho de su padre para darle las gracias, como él apoyó su cabeza sobre ella cuando lo fue a buscar a París.

Capítulo 7: Llaman a la puerta

Darnay ha tenido que pagar mucho por su alimentación mientras estaba en prisión, por lo que la familia vive con lo justo y necesario. Aquel día de su regreso, la señorita Pross y Jerry Cruncher salen a comprar comida en diferentes tiendas, para no levantar sospechas o envidias sobre lo que pueden adquirir. Antes de salir, se declaran súbditos fieles del rey de Inglaterra.

Una vez que la señorita Pross y Jerry Cruncher se han marchado, cuatro hombres tocan a la puerta. Vienen a llevarse a Charles Darnay, que vuelve a ser prisionero de la República. No quieren dar explicación del arresto, pero ante la insistencia del doctor Manette, revelan que Darnay ha sido denunciando en Saint Antoine por el señor y la señora Defarge y por otra persona cuyo nombre no revelan.

Análisis

El capítulo 1 sigue pintando un cuadro muy poco favorecedor de la Francia revolucionaria. Antes, la atención del relato solo se centraba en el barrio de Saint Antoine y en el grupo de los Defarge; ahora, se representa un estado general de terror que invade todo el país.

Mientras Darnay viaja por Francia, recrea el viaje que hizo el doctor Manette tiempo atrás, camino a ser aprisionado. A través de este viaje, el lector recibe una visión más amplia de cómo la Revolución ha afectado a la sociedad en su conjunto. La sed de sangre se ha convertido en una costumbre. Los que escoltan a Darnay son hombres irresponsables y uno de ellos está todo el tiempo borracho. Al final del viaje, Darnay se convierte en prisionero sin justificación alguna y es puesto en aislamiento, al igual que el doctor Manette cuando estuvo preso. Recurriendo al tema de los dobles, Dickens coloca a Darnay en la misma situación que su suegro y próximo a perder la razón como aquel. En el calabozo, Darnay se pasea de un lado al otro, contando sus pasos mientras oye el rugido de la ciudad, y repitiendo en su cabeza la frase “Hacía zapatos” (p.327).

También aparece en este capítulo el tema de los cambios radicales. El encarcelamiento de los nobles se ha convertido en algo tan común que nadie presta atención al hecho de que Darnay es conducido a prisión; es tan normal que un aristócrata vaya en camino a ser aprisionado como que un campesino vaya a trabajar. Darnay teme el tipo de personajes que puede encontrar en la prisión, pero se sorprende al ver que los prisioneros son miembros refinados de la sociedad, mientras los carceleros son hombres toscos y vulgares.

La Revolución francesa, con su lema de “Libertad, Igualdad, Fraternidad o Muerte” ha acabado con los rasgos admirables de la realeza. Los nobles encarcelados son descritos como espectros de belleza, majestuosidad y orgullo. Sus carceleros también están asociados con la muerte, pero de una forma menos atractiva. Darnay tiene la impresión de que uno de ellos tiene el rostro y el cuerpo tan hinchados que parece “un ahogado que hubiese estado largo tiempo en el agua” (p.326). Su sensación es que está rodeado de muertos.

En el capítulo 2, la fuerza de la turba se revela aún más aterradora. Si antes se la comparaba con las fuerzas naturales del fuego y el agua, ahora se la describe grotesca y salvaje. La sed de sangre deshumaniza a los que ahora se llaman ciudadanos, que se ponen cejas y bigotes postizos para ocultar sus identidades y matar impunemente. La naturaleza transgresora y hedonista de la turba se percibe en los rostros embadurnados de sudor, sangre y vino, y en el hecho de que algunos hombres llevan encajes, seda y cintas de mujer en sus ropas. La imagen de la sangre sobre la piedra es consistente en su asociación con la violencia en Francia; la sangre salpicada en la piedra de afilar conecta esta escena con el vino derramado en los adoquines de Saint Antoine, así como con el asesinato de Monseigneur, tras el cual las caras de piedra de su castillo parecían cubiertas de sangre.

La posición de los Manette y de Darnay en la Francia revolucionaria es complicada. A pesar de que residen en Inglaterra, son franceses, y como tales no se oponen a la Revolución tan claramente como la mayoría de los emigrados. El doctor Manette está enfadado con el régimen aristocrático que lo mantuvo preso por 18 años, pero le horrorizan los excesos revolucionarios, mientras Darnay muestra preocupación por la opresión que sufrían los campesinos a manos de los aristócratas, aunque también empatiza con aquellos que, como él, están en prisión sin haber cometido delito alguno, temiendo por sus vidas.

En el capítulo 3, “la sombra” amenazante es la de la señora Defarge, que se torna más terrible a medida que avanza la trama. Su incitación a la violencia le ha dado el carácter de una Lady Macbeth, cuyas acciones siguen siendo ominosas. Cuando se encuentra en la casa de los Manette en París, interrumpe su tejido para señalar a la pequeña Lucie con una de sus agujas, “como si fuese el dedo del Destino” (p.340). Es así como la señora Defarge, con su frialdad y presencia acechante, encarna a una Parca que tiene el poder de acortar una vida si lo desea, lo que no presagia nada bueno para la hija de los Manette.

En este capítulo, Lucie se opone directamente a la señora Defarge, y el contraste se describe en términos de luz y oscuridad. La señora Defarge tiene el pelo oscuro y brillante, representación de su naturaleza oscura, mientras que Lucie sigue siendo el “hilo de oro”, cuyo cabello dorado simboliza su bondad y moral. La oscuridad de la señora Defarge se extiende como una amenaza cuando se sitúa frente a la pequeña Lucie, arrojando una sombra sobre ella. Reconociendo esta amenaza, Lucie se arrodilla junto a su hija para protegerla, lo que la envuelve también a ella en la sombra. En este capítulo, la oscuridad de la señora Defarge parece vencer sobre la luz de Lucie. Desesperada, Lucie interpela a la señora Defarge “como esposa y como madre” (p.342), pero Defarge rehúsa esta apelación, sosteniendo que la lucha de clases es más importante que el sufrimiento de una sola persona.

El capítulo 4 se adentra en algunos aspectos ambiguos de la Revolución francesa. Aunque Dickens se muestra extremadamente crítico con la acción violenta de la turba, aquí se añaden algunos matices a su carácter. La dualidad de los revolucionarios se pone de manifiesto en la descripción de los que preceden el tribunal, “algunos de cuyos miembros estaban dormidos y otros despiertos, unos manchados por el asesinato y otros limpios, unos borrachos y otros no” (p.345). Esta contradicción también se puso de manifiesto en un capítulo anterior con la descripción de la escolta de Darnay, dividida en un hombre sobrio y otro borracho. Un hombre moral como el doctor Manette considera que debe atender a ambos bandos, y ve cómo aquellos que lo ayudaron a curar las heridas de un hombre agredido injustamente realizan luego otro ataque salvaje que lo hace desvanecerse.

El tema de la resurrección se plantea de nuevo en el capítulo 4. El nuevo poder del doctor Manette es una confirmación de su plena resurrección, poder que quiere transferir a su yerno para devolverlo a él también a la vida.

En la Francia revolucionaria se invierten los roles del doctor Manette, de Charles y de Lucie. Esta vez, el doctor debe proteger al prisionero y a su familia, cuando antes Lucie era quien lo protegía a él en su condición de expresidiario. De esta forma, Manette siente que puede compensar los cuidados amorosos de su hija. Él ahora es el nuevo proveedor de protección, que puede calmar a las turbas y llevar a cabo lo que Darnay no pudo hacer.

Los cambios radicales también se manifiestan en otros aspectos de la experiencia de los Manette en París. Por ejemplo, la prisión del doctor, que antes había sido motivo de oscuridad y vergüenza, se convierte en la principal fuente de su orgullo y poder. El modo en que se describe la guillotina como “el símbolo de la regeneración de la raza humana” (p.349) también invierte la concepción que hasta entonces se tenía de la resurrección. Paradójicamente, aquella máquina de matar es vista por los revolucionarios como algo sagrado, de la que portan miniaturas sobre sus pechos en remplazo de la cruz.

Dickens realiza una crítica al uso de la imaginería religiosa en la secular República Francesa. Al describir la guillotina, escribe: “El nombre del personaje más fuerte del Antiguo Testamento había sido adoptado por el funcionario jefe que la hacía actuar. Gracias a tal arma, era mucho más fuerte y más ciego que su homónimo, y derribaba todos los días las columnas del Templo de Dios” (pp.349-350). El verdugo era conocido como “Sansón”, en honor al hombre fuerte de la Biblia. La ceguera del Sansón francés indica que su trabajo es contraproducente en comparación con lo que pretende Dios. También se refiere a la guillotina como la “Navaja Nacional, que afeitaba perfectamente” (p.349), aludiendo a la parte de la historia de Sansón en la que se venga de los filisteos por haberle cegado después de que una mujer traidora llamada Dalila le cortara el pelo.

La Carmañola del capítulo 5 era un baile y una canción específica de la Francia revolucionaria. La danza se ejecutaba en un círculo donde los bailarines iban cambiando constantemente las combinaciones de su baile. En la novela es descrito como un ritual desquiciado, que parece más terrible que una lucha: “Era, evidentemente, una diversión perversa, algo que en otro tiempo debió de ser inocente, pero que se había entregado a lo diabólico; un pasatiempo sano convertido en una actividad para enardecer la sangre, trastornar los sentidos y endurecer el corazón” (p.356).

El horror de la Revolución francesa no solo se manifiesta en su violencia, sino también en los cambios de roles y las transgresiones que protagonizan los revolucionarios. En la Carmañola, hombres y mujeres rompen los patrones típicos de los bailes en pareja, porque bailan juntos hombres y mujeres, pero también hombres con hombres y mujeres con mujeres. Desde la perspectiva que ofrece Dickens, la imagen repulsiva de esta danza representa la ruptura de un orden que no deviene en un orden nuevo, sino en caos y destrucción.

El peón caminero se ha transformado en el aserrador. Ha adoptado plenamente el fervor revolucionario cambiando de profesión para demostrarlo: antes reparaba caminos que unían a la gente, ahora corta madera como si su labor reflejara su accionar revolucionario de matar y destruir. Cuando le dice a Lucie que la sierra es “su pequeña guillotina” (p.353) con la que puede matar una familia, pone en evidencia el peligro al que está expuesta en un mundo tan violento. Aunque el aserrador tiene una gran injerencia en la turba, hay alguien que es más influyente todavía que él: la señora Defarge, que pasa tranquilamente, proyectando sombras.

La escena del juicio del capítulo 6 es una de las muchas manifestaciones del temor de Dickens al poder de las multitudes. Aunque el juicio es dirigido por el tribunal, es realmente la reacción de la multitud la que decide el resultado. Cuando Darnay pregunta si es un crimen arriesgar su vida para salvar a otro ciudadano francés, el populacho grita “no” y se niega a ser silenciado por el presidente, continuando con sus gritos hasta que estos se apagan por su cuenta. El peligro de este poder está en la naturaleza voluble de la multitud, que un momento pide sangre y otra llora en simpatía con el prisionero.

En esta sociedad al revés, haber triunfado se parece mucho a haber perdido. Cuando es absuelto, la muchedumbre se abalanza sobre Darnay de la misma manera que lo habría hecho si hubiera sido condenado. El sillón en que lo llevan a su casa, donde colocan una pica con el gorro frigio, parece más ominosa que festiva. Esa “procesión salvaje e irreal” (p.366), arrastrada por una multitud que podría despedazarlo si quisiera, se parece tanto a la procesión de la guillotina, que Darnay teme estar confundido y encontrarse en esta última.

Las conexiones entre este juicio y el de Darnay en Inglaterra son claras. Al igual que en el de Londres, el juicio de Darnay en París es también por traición, una traición de clase, por ser noble cuando todos los demás son pobres e iguales. El hecho de ser un hombre de dos naciones le ha perjudicado en ambos juicios, en Inglaterra, por ser considerado un espía francés, y en Francia, porque se creía que se fue a Inglaterra como emigrado. Tanto en el juicio de París como en el de Londres Darnay es declarado inocente y dejado en libertad, pero esta segunda vez será por poco tiempo.

Dickens repite “Le he salvado” (p.367), la última frase del capítulo 6, como primera línea del capítulo 7. Para los lectores de su novela por entregas, habría sido una última línea inquietante y premonitoria. En el final de este capítulo, el cliffhanger será el misterio de quién es la tercera persona que denuncia a Darnay.

La promesa de lealtad al rey de Inglaterra que hace la señorita Pross, antes de salir de la tienda, está extraída directamente de “God Save The King” (“Dios salve al Rey” o a la Reina, según el género del monarca), el himno nacional británico: “mi máxima es por la confusión de su política [la de sus enemigos], por que se frustren sus trampas canallescas. ¡Pongamos nuestras esperanzas en nuestro monarca! ¡Dios salve al Rey!” (p.371).

Antes de que entren los Defarge, Lucie cree oír pasos en la escalera. Esto vincula de nuevo la intervención malévola de los Defarge con los temores a los pasos que resonaban en la casa de Londres. La anterior sospecha de Lucie de que aquellos pasos presagiaban la llegada de personas que van a interferir en su vida se convierte en realidad.