Resumen
Capítulo 15: Haciendo calceta
En la taberna de los Defarge hay una cantidad inusual de personas bebiendo temprano, mientras la señora Defarge teje. El señor Defarge entra con un peón caminero que aparentemente se llama Jacques, a quien conduce a la habitación que ocupaba el doctor Manette. Defarge le presenta a los otros tres hombres llamados Jacques. El peón caminero cuenta la historia del hombre al que vio colgado de la cadena del coche del marqués. Dice que, aunque no lo había visto antes, lo reconoció tiempo después por su altura inusual. Cuando volvía a casa después de trabajar en la ladera de la colina, vio al hombre atado y conducido por seis soldados. Se intercambiaron miradas como reconociéndose, pero el peón finge desconocerlo ante los soldados. Estos condujeron al hombre, que tenía una renguera, empujándolo con las culatas de sus armas por el pueblo hasta la prisión. Allí lo vio el caminero entre las rejas cuando se dirigía a su trabajo la mañana siguiente. Aquel hombre ha sido encarcelado por el asesinato del marqués, y se le ha preparado una horca para su ejecución.
Terminada la historia, se le pide al peón que se retire. Entonces Defarge conversa con los otros Jacques. Deciden registrar como “condenado a la destrucción” al “castillo y toda la raza” (p.215). Uno de los Jacques duda sobre la seguridad del registro, pero Defarge afirma que su mujer teje con símbolos que nadie más que ella entiende. Aquel día, el señor y la señora Defarge llevan al peón caminero a Versalles, donde saluda con entusiasmo a la realeza que hace gala de su esplendor. Cuando un hombre le pregunta a la señora Defarge qué está tejiendo, ella responde que está tejiendo mortajas. Al final del espectáculo, los Defarge expresan entre sí su desprecio por la aristocracia.
Capítulo 16: Más calceta todavía
Un policía le dice al señor Defarge que puede haber un espía inglés apostado en Saint Antoine llamado John Barsad, de quien le proporciona una descripción física. De regreso en la taberna, la señora Defarge cuenta el dinero recaudado. Su esposo muestra algunos signos de cansancio y ella lo anima, diciendo que puede que no lleguen a ver la revolución, pero que tienen que colaborar en su preparación.
Al día siguiente, la señora Defarge reconoce a Barsad cuando entra en la taberna. Una rosa yace junto a ella en la mesada, y cuando él ingresa se la coloca en el cabello. Acto seguido, todos los clientes empiezan a salir de la taberna disimuladamente. Barsad conversa con la señora Defarge sobre el coñac que pide, e intenta engañarla para que se queje de la pobreza o de la ejecución de Gaspard. De esta referencia se desprende que Gaspard, el padre del niño que atropelló el marqués, es el prisionero mencionado en el capítulo anterior. El señor Defarge entra en la taberna y también niega que el pueblo simpatice con Gaspard. El espía se da cuenta de que no está teniendo mucho éxito, así que intenta provocarlos diciendo que sabe lo del doctor Manette. Les revela que su hija se ha casado con Darnay, que como sobrino del difunto marqués ha heredado su título. La señora Defarge finge indiferencia, pero su esposo no puede evitar que le tiemblen las manos. Habiendo advertido al menos esto, el espía se marcha. Marido y mujer charlan sobre lo que acaban de escuchar y la señora Defarge dice que ha anotado los nombres de Barsad y de Darnay en su tejido.
Capítulo 17: Una noche
La noche anterior al casamiento entre Darnay y la señorita Manette, el padre de Lucie le asegura que su matrimonio no causará divisiones entre ellos. También le dice que su futuro será más alegre ahora que el de su hija se ve asegurado. Menciona por primera vez su encarcelamiento y le cuenta cómo se imaginaba a la hija que no había llegado a conocer. Ella llora y dice que pensó en él durante toda su infancia.
Esa misma noche, Lucie se preocupa por su padre y va a visitarlo en la mitad de la noche. Observa que duerme en paz y se queda tranquila.
Capítulo 18: Nueve días
Al casamiento solo asisten el señor Lorry y la señorita Pross como invitados. Todos están felices el día de la boda, a excepción de la señorita Pross, que sigue pensando que su hermano, Solomon, debería haber sido el novio. El señor Lorry dice que tal vez se equivocó al permanecer soltero.
En privado, Charles Darnay revela su identidad al doctor Manette, cuyo semblante empalidece. No obstante, la boda sigue su curso. La pareja se casa y se va de luna de miel a Gales durante nueve días, dejando al doctor Manette sin su hija por primera vez desde que fue rescatado de París. Tan pronto como Lucie se marcha, su padre sufre un cambio y vuelve a su labor de zapatero. Se lo ve enajenado como antes, y no reconoce al señor Lorry ni a la señorita Pross. Ambos deciden no notificar a la hija y lo vigilan por turnos mientras pasan los días.
Capítulo 19: Una opinión
Al décimo día, el señor Lorry encuentra al doctor Manette recuperado, comportándose de nuevo con normalidad. El señor Lorry y la señorita Pross deciden hacer como si nada hubiera pasado, pero Lorry le presenta el caso al doctor como si se tratara de otra persona, con el objeto de conocer su opinión y para saber cómo actuar en caso de que vuelva a suceder. El doctor comprende en parte lo que ha ocurrido al ver sus propias manos manchadas por la labor de zapatero, y admite que deberían quitarle los materiales de aquel trabajo, cuando él no esté presente. También le explica al señor Lorry que “el paciente” (él mismo) no es capaz de recordar lo que ocurrió durante sus recaídas, pero que cree que no volverá a suceder si no hay nada que le produzca “una excitación violenta de esa naturaleza” (p.254).
Cuando el doctor Manette sale de la casa para reencontrase con Lucie y su marido, el señor Lorry y la señorita Pross destruyen el banco de zapatero en plena noche. Luego queman los trozos en el fuego de la cocina.
Análisis
Historia de dos ciudades se divide en tres libros de desigual extensión. Su estructura está definida por los movimientos geográficos de una ciudad a la otra. El Libro Primero es una huida de París a Londres, y el arco principal del Libro Segundo es establecer el regreso desde Londres a París. El Libro Tercero trata de una segunda huida de París, más difícil que la anterior. Un factor para considerar en lo que significa el regreso a París de Darnay, que ocurre en el final del Libro Segundo tiene que ver con las conexiones que ha hecho en Londres. El nombre de este Libro, “El hilo de oro”, hace referencia a la atracción que ejerce Lucie sobre todos ellos, una atracción a la que Darnay tiene que resistir en su decisión de volver a París sin ella. Dicha atracción se ve superada por la carga de las responsabilidades que tiene Darnay en Francia.
Las señales y las atenuaciones abundan en la novela. Hay un elemento muy teatral en la forma en que los Defarge dan y reciben señales. Cuando Defarge dice que hace mal tiempo, los que se encuentran en la taberna saben qué quiere decir, puesto que todos permanecen en silencio, mientras los tres Jacques se van levantando y saliendo. Esto no solo demuestra su poder sobre la pequeña comunidad, sino también la estrategia premeditada en sus planes. La señora Defarge lleva un registro de los que están marcados para ser asesinados en su tejido, utilizando patrones que son indescifrables para cualquier otra persona. La importancia de los símbolos en las interacciones de los Defarge refleja una preocupación general de los revolucionarios, que, para marcar su diferencia con el régimen anterior, establecieron un nuevo calendario en el que los años posteriores a la Revolución se indicaban como Año Uno, Año Dos, Año Tres, etc., de la República.
En el capítulo 15 aparecen varios motivos y temas recurrentes de la novela, como el del agua, la lucha de clases y los cambios radicales. Gaspard es asesinado sobre una fuente de agua, de igual manera que su hijo fue colocado en la fuente luego de ser atropellado; esto inspirará a los revolucionarios a crear un mar que genera sus propias fuentes de sangre. La ejecución de Gaspard tiene su análogo en el tiempo histórico: refleja la ejecución de Robert François Damiens, que intentó asesinar al rey Luis XV en 1757. Los Defarge llevan al peón caminero a Versalles para mostrarle exactamente a quiénes debe odiar. La multitud que celebra a la nobleza es la misma que la destrozará en el futuro, cuando la Revolución invierta las relaciones de poder.
El peón caminero es uno de los personajes que más se transforma en la novela. Lo vemos ahora en los días previos a su fervor revolucionario. En este momento todavía no se ha involucrado del todo en la trama: aún lleva la gorra azul de la Francia prerrevolucionaria y sigue ciegamente a los Jacques en sus complots. Más adelante se lo verá pasar de ser un hombre tranquilo e inocente a ser uno de los hombres sanguinarios de la Revolución.
En este capítulo se presagia el comienzo de la Revolución con la imagen del hombre acusado que es arrastrado por el camino. El lenguaje que utiliza el peón caminero para describir la visión de aquel hombre condenado con sus guardias es casi sobrenatural: dice que sus sombras en el ocaso “parecen sombras de gigantes” y que se los ve envueltos por “el polvo del camino que los cubre” (p.210). Luego Gaspard es arrastrado por el pueblo ante una multitud que lo observa en una escena parecida a la de Cristo cargando con la cruz en su camino a la crucifixión. Es así como Gaspard representa el sacrificio de las clases bajas a manos de los aristócratas franceses.
La señora Defarge es el personaje dominante del capítulo 16, y desempeña en París el mismo papel que la señorita Manette en Londres: así como Lucie une a todos con los hilos de su cabello, la señora Defarge es quien une a todos a través de su tejido. Ambas mujeres son dobles como fuerzas opuestas, porque Lucie une a todos con su amor, pero la señora Defarge lo hace con su odio a la nobleza. Lucie es la mujer que cuida y protege, mientras que la señora Defarge hace calceta urdiendo la trama revolucionaria, en un tejido al que llama “mortaja” (p.217), porque allí anota los nombres de los que recibirán como castigo la muerte.
Dickens utiliza varias alusiones literarias en su construcción del personaje de la señora Defarge. En primer lugar, Defarge guarda semejanza con Lady Macbeth de Shakespeare, porque anima a su marido para que no pierda de vista sus objetivos de castigo y venganza, en una escena similar a la de Macbeth, cuando Lady Macbeth insta a su marido a matar al rey Duncan, burlándose de su incertidumbre y cobardía. El tejido de la señora Defarge también alude a la mitología clásica. Los patrones que teje tienen un significado para el futuro de las personas que la rodean. El narrador la compara repetidamente con las Parcas, tres diosas de la mitología griega que controlan la vida de los seres humanos, a las que también se representa tejiendo. Entre ellas están Clotho, que teje la red de la vida, Lachesis, que mide su longitud, y Atropos, que la corta. En este sentido, la señora Defarge tiene poderes similares a los de las Parcas en el movimiento revolucionario, al decidir a quién le toca morir y a quién, no.
En una novela llena de conflictos, el capítulo 17 proporciona un poco de descanso. Aun así, Dickens mantiene a su público atento a través de anticipaciones sobre algo siniestro que está a punto de sucederle a los Manette, que finalmente han encontrado la felicidad. La imagen dominante en el capítulo es la de la luna, con el doctor y su hija conversando bajo su luz. El narrador reflexiona que la luz de la luna, como el paso de la vida humana, es invariablemente triste. Esto aleja al lector del sentimentalismo del capítulo y lo devuelve a la triste realidad de la novela, en la que todavía hay problemas no resueltos que acechan a esta familia.
La amenaza indefinida es tan fuerte que afecta a Lucie. Cuando va a ver a su padre, se siente “asediada por vagos temores que la habían estado rondando desde unas horas antes” (p.238). Tales temores no tienen una forma clara, pero la tendrán en los capítulos siguientes. Sin embargo, el principal elemento argumental del capítulo 17 es que el padre de Lucie no se opone al matrimonio. Esto deja en claro que Darnay no encarna, por sí solo, la amenaza que se cierne sobre los Manette.
La importancia de Lucie como “el hilo de oro” se demuestra en el capítulo 18 con su ausencia. Sin su hija, el doctor Manette regresa al comportamiento enajenado que tenía en la cárcel, retroceso que se asemeja con una segunda muerte. El vínculo con sus días de encierro es tan fuerte que trabaja en los mismos zapatos de mujer que había dejado sin terminar.
De acuerdo con la imaginería religiosa que rodea la resurrección del doctor Manette, se describe su rostro “marcado por las amargas aguas del cautiverio” (p.238), en referencia al Salmo 126, en el que se pide a Dios que “vuelva nuestro cautiverio... como los arroyos del Sur”, y al Salmo 137, que dice: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentamos, sí, lloramos, cuando nos acordamos de Sión”. Se considera que estos salmos fueron escritos por un cantor en el exilio, lo que pone de relieve que el encarcelamiento del doctor Manette no fue un mero encarcelamiento, sino también un exilio de su familia.
En el capítulo 19, la destrucción del banco de zapatero, si bien tiene un carácter farsesco, presagia la violencia posterior de la novela. El hecho de que el señor Lorry y la señorita Pross lleven a cabo la acción a altas horas de la noche hace que estos se sientan “cómplices de un delito horrible” (p.257), aunque su intención es ayudar en la recuperación del doctor Manette. La destrucción del banco no es comparable con la horrible brutalidad de varios crímenes que ocurren en la novela; sin embargo, sirve como imagen especular de tales acontecimientos.
El hecho de que este “crimen” sea perturbador para la señorita Pross revela lo poco preparada que estará para cometer un verdadero crimen (aunque sea en defensa propia) en el final de la novela. Dickens prepara a su lector para este papel de la señorita Pross, al decir que se la ve ayudando al señor Lorry “como si asistiera a un asesinato, situación en la que su adusta figura no hubiera desentonado” (p.256). La señorita Pross es un personaje muy moral. Sin embargo, demostrará que ama a su “palomita” lo suficiente como para emprender acciones inmorales con el fin de protegerla.