“Tratar de rescatarlo del vacío en el que se hundía cuando dejaba de hablar era como salvar a una persona de ahogarse en una ciénaga o esforzarse por distraer al espíritu de un moribundo para obtener una revelación de última hora” (p.54). (Símil)
Esta comparación alude al terrible estado mental en el que se hallaba el doctor Manette cuando su hija y el señor Lorry lo encuentran en la buhardilla de Defarge. Se trata de un estado que está en proceso de empeorar hasta alcanzar la muerte, por eso se lo compara con hundirse en el vacío o ahogarse en una ciénaga, dos lugares de asociaciones oscuras y siniestras. El símil del espíritu moribundo refuerza esta asociación dándole al aspecto de Manette una apariencia tenebrosa.
“Su llegada había encendido una pequeña hoguera en el pecho de Saint Antoine, que se propagó rápidamente a medida que penetraban en el barrio y que removió y agitó llamas en los rostros que miraban desde las puertas y ventanas” (p.207). (Metáfora)
Como líder de la Revolución en Saint Antoine, el señor Defarge genera con su llegada una agitación y un fervor que se asemeja a lo que produce el fuego como fuerza natural, que puede iniciarse en una “pequeña hoguera” y pasar rápidamente a propagarse por todos lados con sus llamas. Así se representa aquel carácter incendiario del barrio que realizará la toma de la Bastilla, dando comienzo a la Revolución francesa.
“Ese océano de negras y amenazadoras aguas y destructoras montañas de olas que chocaban entre sí, tenía profundidades todavía insondables y fuerzas aún desconocidas” (p.276). (Metáfora)
La multitud que ataca la Bastilla es representada como un océano terrible y amenazante, en una metáfora que acude al símbolo del mar salvaje para producir una imagen impactante del poder revolucionario. Aquel ataque es solo el inicio del levantamiento del pueblo francés y la imagen del océano oscuro por sus “profundidades insondables” refuerza la idea de que, en ese momento, no se sabía hasta dónde podía llegar la revolución como fuerza destructora.
“Cuando hay una epidemia, es probable que algunos sintamos un secreto atractivo por la enfermedad, un deseo pasajero y terrible de morir de ella. Todos nosotros guardamos cosas extrañas en nuestro corazón, que solo afloran en las circunstancias apropiadas” (p.360). (Símil)
Para explicar por qué algunas personas intentaban desafiar a la guillotina y morir en ella, el narrador compara esa pulsión de muerte que se percibía en “la mentalidad pública” (p.360) con cierta atracción indescifrable que producen las epidemias, como si la enfermedad no solo afectara el cuerpo sino también la mente. En este sentido, la guillotina representa un estado mental alterado por las circunstancias, que afecta tanto al individuo particular como a la sociedad en su conjunto, arrastrándola hacia su propia aniquilación.
“Estamos viviendo una época desesperada, en la cual se juega de un modo desesperado y se hacen apuestas también desesperadas. Dejemos al doctor jugar a ganar y yo jugaré otra partida, que perderé. En estos momentos, ninguna vida vale nada” (p.383). (Metáfora)
Sydney Carton compara sus intentos de salvar a Darnay con un juego de apuestas donde es necesario arriesgar mucho sin esperar nada a cambio. Apostar para salvar una vida no sirve demasiado en una sociedad en la que, de un momento a otro, se le puede exigir a quien ha sido absuelto de morir en la guillotina que comparezca de nuevo ante ella. Carton dice que perderá su partida porque, para ganarla, la mejor carta que tiene –su parecido con Darnay– implica que deberá perder su vida para ganar la de su doble. Esta, sin embargo, será una partida victoriosa en su plan de rescatar a Darnay para la felicidad de los Manette.