Resumen
Capítulo LII – La carta de los muertos y las sombras
Társilo y Bruno están en el cementerio, por la noche. Se encuentran con una tercera persona, desconocida. El desconocido les dice que Ibarra juntó veinte personas para tomar el cuartel. Luego les advierte que están siendo perseguidos por una cuarta persona, también desconocida.
Se dispersan de inmediato. El hombre que los está siguiendo, sin embargo, encuentra a los hermanos y los cuestiona. Tanto Társilo como Bruno afirman que están jugando a recibir la “carta de los muertos”. El narrador afirma entonces que el primer desconocido que apareció es Lucas, y el perseguidor es Elías. Sin embargo, por la oscuridad, los personajes no se reconocen entre sí.
Mientras tanto, dos guardias civiles patrullan la zona. Están buscando a Elías, pero encuentran a Lucas. Este tiene una cicatriz en la cara que no coincide con la descripción que les dieron de Elías. Lo dejan. Luego encuentran a Elías, pero no lo reconocen. Este les dice entonces que, pocos minutos antes, vio a Elías, y que este es reconocible por la cicatriz que tiene en la cara. Los guardias van en pos de Lucas creyendo que este es Elías.
Capítulo LIII – Il buon di si conosce la mattina
Don Filipo, que renunció a su cargo de teniente mayor, habla con Tasio, que está gravemente enfermo. Tasio le dice que no debería haber renunciado, argumentando que aquel debe aferrarse a cualquier tipo de autoridad y poder que pueda llegar a tener. Filipo se defiende diciendo que el alcalde es un corrupto, y le cuenta a Tasio que este liberó a los guardias civiles que estaban presos por atacar a los artistas en el teatro.
Capítulo LIV – (Sin nombre)
El padre Salvi llega a casa del alférez afirmando que el pueblo corre grave peligro. Dice que, a través de una mujer que vino a confesarse, descubrió que un grupo de rebeldes planea matar a todos los españoles. Dado que esto se lo dijo en una confesión, Salvi afirma que no puede develar el nombre de la mujer. Le pide al alférez que prepare a los soldados y que les haga saber a los demás que él fue quien descubrió el complot. El narrador afirma que hace esto con el fin de obtener reconocimiento y ascender en las filas de la Iglesia católica.
Mientras tanto, Elías llega de improviso a la casa de Ibarra para informarle acerca del complot urdido en su contra. Cuando se están preparando para huir del pueblo, Elías encuentra un papel entre las cosas de Ibarra con el nombre de aquel español que años atrás acusó a su abuelo de haber incendiado el almacén de provisiones, dando inicio a la sucesión de injusticias que sufrió su familia. Ibarra le dice que dicho hombre era su bisabuelo. Elías se enfurece al punto de que casi ataca a Ibarra, pero finalmente entra en razón.
Capítulo LV – La catástrofe
El padre Salvi llega ahora a la casa de Capitán Tiago. Luego llega Ibarra, en el momento exacto en que comienzan a sonar disparos en las calles. El alférez declara toque de queda. Ibarra corre a su casa para quemar sus pertenencias y evitar ser incriminado. Sin embargo, la Guardia Civil lo arresta antes de que logre hacerlo. Se lo llevan.
Después, Elías entra de manera subrepticia a la casa de Ibarra y se encarga de quemar sus cosas. La casa entera arde.
Capítulo LVI – Lo que se dice y lo que se cree
A la mañana siguiente, el pueblo se entera de que Ibarra y Don Filipo han sido encarcelados. Bruno afirma que la rebelión fue organizada por Ibarra. El cadáver de Lucas se encuentra colgado de un árbol. Elías revisa el cadáver y advierte que en diferentes partes tiene pegadas semillas de una planta llamada “amores secos”. Luego, descubre que el jefe de la Guardia Civil también tiene pegadas esas semillas en su uniforme.
Capítulo LVII - ¡Vae victis!
Doña Consolación se deleita observando cómo torturan a los presos en el Palacio de Justicia. El alférez, el alcalde y el padre Salvi conforman la corte que han de juzgarlos.
Társilo es interrogado. Afirma que nunca se comunicó directamente con Ibarra, y que él participó la toma del cuartel para vengar la memoria de su padre, quien fuera asesinado por la Guardia Civil. A pesar de las brutales palizas que recibe, no cambia su historia. Finalmente, es ahogado por el alférez en el pozo.
Capítulo LVIII – El maldito
El alférez hace marchar a los presos a través del pueblo. Ibarra es insultado por la gente. Tasio, lleno de tristeza, observa la escena desde una colina. Al día siguiente es encontrado muerto.
Capítulo LIX – Patria e intereses
En todo el país se habla del levantamiento organizado por Ibarra. Los frailes de todo Filipinas elogian al padre Salvi por haber detenido el motín.
Mientras tanto, diversos miembros de clase alta coinciden en que es momento de tomar distancia de Capitán Tiago, dada la estrechez entre este e Ibarra. Incluso, el Capitán General decide alejarse de Ibarra.
Capítulo LX – María Clara se casa
Capitán Tiago, sin embargo, es tratado con mayor consideración que otras personas cercanas a Ibarra. Fundamentalmente, no es encarcelado. Los de Espadaña entonces deciden que el plan de casar a Linares con María Clara siga adelante.
Capitán Tiago organiza una fiesta. El alférez se jacta de su rol heroico en el levantamiento y anuncia que fue ascendido. El padre Salvi, por su parte, se va de San Diego, ya que también fue ascendido por la Iglesia Católica.
El Teniente Guevara es el único que defiende a Ibarra. Afirma que el único error que este cometió fue haber confiado en las personas equivocadas. Cuando dice esto, mira fijamente a Salvi. Luego, Guevara afirma que el abogado defensor de Ibarra le contó que había pocas pruebas en contra del acusado. La prueba más importante en su contra consiste en unas pocas líneas ambiguas que Ibarra escribió años atrás. Guevara dice también que el único que afirmó haber interactuado con Ibarra fue Lucas, y que su testimonio debe ser tomado con pinzas, ya que este era su enemigo.
Alguien le pregunta entonces cómo fue encontrada la carta que incrimina a Ibarra, y Guevara vuelve a mirar al padre Salvi. Sin embargo, cuando se va, Guevara le dice en secreto a María Clara que él sabe que fue ella quien le entregó la carta a la corte.
María, llena de remordimiento, se mete en su habitación. En el balcón aparece Ibarra. Elías logró liberarlo de la cárcel y vino a despedirse de ella. María Clara le expresa su remordimiento por el asunto de la carta. Le explica a Ibarra que, días atrás, le fue revelado el nombre de su verdadero padre, y que fue extorsionada: si no se separaba de Ibarra y lo incriminaba, esta información se difundiría en público, lo que mataría de pena a su supuesto padre, a quien ella ama: Capitán Tiago.
Capítulo LXI – La caza en el lago
Elías e Ibarra huyen de la justicia en bote. El plan es esconder a Ibarra en la casa de un amigo de Elías que vive en otro pueblo, obtener dinero y lograr que Ibarra huya a España. Ibarra le pide a Elías que se vaya con él, pero este se niega, argumentando que no puede amar a su país ni ser feliz en él, pero sabe que debe sufrir y morir en él y por él. Elías le dice a Ibarra que él, en cambio, puede ser feliz en España. Ibarra se siente ofendido. Advierte que desea quedarse en Filipinas y luchar por la revolución.
Un grupo de guardias civiles comienza a perseguirlos en otra embarcación. Ibarra se esconde en el bote, mientras Elías los enfrenta. Luego, Elías se tira del bote haciéndose pasar por Ibarra. La Guardia Civil lo persigue y le dispara. Finalmente, los guardias creen que mataron a Ibarra, aunque no encuentran su cuerpo.
Capítulo LXII – El P. Dámaso se explica
Comienzan los preparativos de la boda. María Clara, sin embargo, se encuentra sumida en la lectura del periódico que informa que Ibarra ha muerto. Fray Dámaso llega hasta ella. María Clara le dice que, si verdaderamente la ama, tiene que permitirle cancelar el matrimonio arreglado con Linares. Para ella solo quedan dos opciones en la vida: el convento o la tumba. Fray Dámaso le pide disculpas por el sufrimiento que le ocasionó. Argumenta que siempre quiso lo mejor para ella, y acepta su pedido de cancelar la boda.
Capítulo LXIII – La nochebuena
Basilio se va de su hogar adoptivo en el que vivió durante dos meses, desde que un anciano lo encontró desmayado en el bosque y le dio cobijo.
Vuelve al pueblo en búsqueda de su madre, pero cuando la encuentra ella no lo reconoce y escapa rumbo al bosque. Basilio la persigue. Cuando, finalmente, Sisa comprende que aquel es Basilio, su hijo, muere en el acto.
Aparece un hombre herido en la escena. Le dice a Basilio que él también está a punto de morir, y le da indicaciones acerca de un lugar en el que hay oro enterrado.
Epílogo
El narrador da información acerca de cómo continuó la vida de diferentes personajes.
Fray Dámaso se va a vivir a Manila tras el ingreso al convento de María Clara, al igual que el padre Salvi, quien va allí porque cree que será nombrado obispo. El padre Salvi, quien entonces tiene mucho poder, le ordena a Dámaso que se vaya a un pueblo lejos de Manila a servir como sacerdote. Dámaso muere tras recibir dicha orden.
Capitán Tiago, por su parte, cae en decadencia. Se vuelve adicto al opio.
El alférez abandona a Doña Consolación y se va a España, donde desempeñará un cargo mayor.
El padre Salvi finalmente no es nombrado obispo, sino que se convierte en el director del convento en el que está María Clara. El narrador sugiere que Salvi viola a María Clara varias veces. Esta intenta obtener ayuda, pero nadie le presta atención. María Clara, finalmente, enloquece.
Análisis
Previamente, hemos dicho que, a diferencia de fray Dámaso, quien es obstinado y no hace ningún tipo de concesión política, sino que intenta imponer su poder valiéndose solamente de su título clerical, el padre Salvi, su joven sucesor, es sagaz y hábil políticamente. Llegando al final de la novela, el lector, cual si fuera una novela policial, debe concentrarse en pequeños detalles para descubrir que él fue quien, con astucia, urdió el complot en contra de Ibarra.
La primera escena en la que el lector puede encontrar una pista es, como hemos dicho, la del encuentro con Lucas, en la que este se acerca a él para contarle lo que sucedió con Ibarra. Pese a que Salvi lo trata mal, se da a entender que entre ambos existía algún tipo de acuerdo, y probablemente lo trata mal porque están en la calle y a Salvi no le conviene ser visto con Lucas. De hecho, tras el levantamiento, Lucas aparecerá muerto de manera sospechosa. Sin dudas, quien está detrás de su muerte es el padre Salvi, a quien le conviene no dejar cabos sueltos. Recordemos que Salvi ya había contratado al hermano de Lucas, el hombre amarillo, para intentar matar a Ibarra con la cabria. Es decir, el padre Salvi utilizó a ambos hermanos, y ambos terminaron muertos.
El padre Salvi, además, es quien tiene la primicia sobre el levantamiento que va a ocurrir por la noche. Se lo comunica al alférez pero aclara que no puede decir el nombre de la mujer que le dio la información, ya que esto sucedió en una confesión y, por lo tanto, es confidencial. Por supuesto, esto es una artimaña creada por Salvi, quien tiene la información porque fue él mismo quien armó el plan. Sin embargo, a través de esta treta, Salvi se erige como una especie de héroe y consigue un ascenso inmediato sin levantar mayores sospechas. De hecho, hay solo un personaje que sospecha de él: el Teniente Guevara.
El otro personaje que no solo sospecha del padre Salvi, sino que tiene la certeza de que es él quien está orquestando el complot contra Ibarra es, por supuesto, María Clara. He aquí la tercera escena que le da una clave al lector para que este comprenda que Salvi es quien está detrás del golpe. Si bien María Clara se cuida de mencionar el nombre del joven cura en la conversación que tiene en el balcón con Ibarra, se puede deducir que aquel que tiene en su poder las cartas que se mandaron en el pasado fray Dámaso y la madre de María Clara, y a su vez extorsiona a esta última para que le entregue la carta que implica a Ibarra (y además se separe de él), es el padre Salvi.
En relación a la carta de Ibarra, la línea que quienes lo acusan toman como “evidencia” dice simplemente que, a veces, se debe sacrificar el hoy por el mañana. Esa línea, en realidad, hace referencia a la forzada partida de Crisóstomo Ibarra rumbo a Europa, en el pasado, en pos de obtener una buena educación. Ese viaje generó que María Clara y él estuvieran separados por siete años: sacrificaron el hoy por el mañana.
Ahora bien, si bien el padre Salvi es la cabeza del complot, la novela da a entender que toda la sociedad termina siendo cómplice. En primer lugar, tal como había sucedido con Don Rafael Ibarra, el otro gran poder que rige en la sociedad filipina, el Estado, no hace nada para salvar a Ibarra. El Capitán General, incluso, aquel que consideraba a Ibarra un gran hombre, el “único hombre verdadero del pueblo”, y que detestaba a los frailes, se desentiende de la situación. El Teniente Guevara, como hemos dicho, lo defiende, ¿pero en qué condiciones? Solamente hace comentarios suspicaces en el contexto de una fiesta. ¿Y quién da esa fiesta? Capitán Tiago, el filipino advenedizo que apenas Ibarra es puesto en cuestión rompe lazos con él para mantener su estatus social. Es decir, en definitiva, el Teniente Guevara “defiende” a Ibarra mientras disfruta de una fiesta en la casa de uno de los que traicionaron a ese a quien defiende.
Al respecto, es interesante destacar una anécdota personal de Rizal con la que puede establecerse un curioso paralelismo. Noli me tangere es prohibida en las Islas Filipinas apenas es publicada, en 1887. En una visita a su país natal llevada a cabo ese mismo año, Rizal es convocado a una reunión por el gobernador general Emilio Terrero y Perinat, un liberal anticlerical. Tal como sucede en la novela con el Capitán General e Ibarra, el gobernador general le brinda sus respetos a Rizal, elogia su obra y afirma que, si fuera por él, no solo no estaría prohibida, sino que tendría una gran difusión. Sin embargo, le dice que la Iglesia católica nunca se lo permitiría. Rizal, al igual su personaje, Ibarra, no recibe ayuda alguna por parte del gobierno y queda sometido a la voluntad de la Iglesia católica.
Volviendo a la novela, es importante señalar que, además de la Iglesia católica y el gobierno, los civiles, el pueblo, sumido en la ignorancia y la dominación, también es cómplice de lo que le sucede a Ibarra. Mientras este es paseado preso por las calles de San Diego, las personas se acercan para insultarlo y acusarlo de hereje y asesino.
Más allá del entramado político, uno de los grandes temas que atraviesa toda la novela y que, sobre el final, tiene una enorme preponderancia es el de la promiscuidad de los curas. Hasta aquí hemos visto el constante acoso de Salvi sobre María Clara. Sin embargo, en el final de la obra sucederán dos hechos más, aún más graves y contundentes al respecto.
Por un lado, aunque María Clara no lo dice directamente, al llegar al final de la obra el lector puede deducir que, en realidad, el verdadero padre de la prometida de Ibarra es fray Dámaso, aquel al que se lo ve orar desesperado por la salud de su “ahijada”, aquel que se entromete y cancela el matrimonio planeado de María Clara con Ibarra (no quiere que su hija termine con el hijo de su viejo enemigo, Rafael Ibarra), aquel que le pide perdón a María Clara sobre el final, argumentando que siempre quiso lo mejor para ella.
Al respecto, es interesante destacar que en las Islas Filipinas (en donde la lectura de la novela de Rizal es de enseñanza obligatoria en las escuelas) se les dice “anak ni Padre Dámaso” a las personas que desconocen quién es su progenitor. La traducción del tagalo al español de esa frase es: “hijo del Padre Dámaso”. Es decir, fray Dámaso es un estereotipo del sacerdote promiscuo que tiene relaciones sexuales e incluso hijos con mujeres del pueblo y no los reconoce públicamente como propios.
El otro hecho contundente acerca de la promiscuidad de los curas que se devela al final de la obra es la violación de María Clara por parte del padre Salvi. Este prefiere ser director del convento en el que está ella, para poder violarla, antes que ser obispo.
Otro tema fundamental de la novela, que tiene una gran importancia en el final, es el de la pertenencia social. Pese a ser víctima de un complot y ser despreciado por la sociedad como, previamente, lo fue su padre y también su abuelo, Ibarra nunca será un hombre del pueblo; nunca será como Elías. El descubrimiento acerca de que el bisabuelo de Ibarra fue aquel que destruyó injustamente la vida del abuelo de Elías, lo que desencadenó la opresión de la familia a través de las generaciones, es clave al respecto. Aun siendo un perseguido por la justicia como Elías, la historia de Ibarra está totalmente ligada a la historia de los opresores. El hecho de que Elías termine muriendo por él, como si fuera su servidor, es el último acto en el que se ve con claridad la diferente pertenencia social de ambos. Ibarra, demasiado tarde, advierte que la revolución es el único camino para lograr la libertad, y que esta solo puede conseguirse por la fuerza. Sin embargo, cuando su bote es interceptado por la Guardia Civil, no toma las armas, sino que se esconde y deja que Elías muera por él.