“Se asustó de los gritos de papá mi compañero de banco y no quiere venir a jugar al zaguán, tocó el timbre a la siesta que yo me olvidé de desconectarlo y papá desde la cama pegó unos gritos de truenos” (p.69) (Metáfora)
En el monólogo interior de Toto a sus nueve años, el miedo de recibir el castigo de su padre por hacer ruido a la hora de la siesta se relaciona con otro temor, el de las tormentas nocturnas que no lo dejan dormir. Toto asocia las tormentas, por lo que aprendió en catecismo, con el día del Juicio Final. Por eso la tormenta le resulta tan espeluznante. La metáfora de que Berto pega unos gritos como si fuesen truenos representa el pavor que le tiene a despertar la furia de su padre.
“Y me empezó a explicar qué querían decir óvulos y genitales y líquido del macho y todo el nacimiento porque estaban dibujados unos racimitos amarillos y un lío de cañitos de aquí y de allá, una especie de taza verde para abajo con nombres difíciles y el dibujo estaba bien pintado pero era feo con todas esas líneas enredadas parecía un cuerpo de araña venenosa y arriba de todo estaba la cabeza del ave con unas pocas plumas” (p.71) (Símil)
La primera lección de educación sexual que tiene Toto de su maestra es terriblemente confusa. Él observa una ilustración interna de los aparatos digestivo y reproductor de un ave sin comprender del todo la explicación, en parte porque no quiere entender –“me explotaba la cabeza de tanto hacer fuerzas para pensar en otra cosa” (p.71)– pero también porque le genera rechazo el aspecto grotesco de lo que ve, que asocia con el acto sexual para procrear de los humanos. Por este motivo, su primera representación de lo que significa la sexualidad le viene aparejada con una imagen confusa que le hace recordar el cuerpo de una araña venenosa, algo peligroso y horrible. De esta manera, Toto cree que tener sexo implica ver lo que él llama el “aparato digestivo-reproductor” (p.92). Por eso quiere alertar a Paquita de lo que encontrará si se deja seducir por Raúl García: “ya quería empezar a gritarle a la Paqui que se salvara, que ella no dibujó el aparato digestivo del ave, y no sabe todas las porquerías que hay” (ibid.).
Si el instructor me dice que la leyó, toco cada página, cada página la rozo apenas con las yemas de los cinco dedos, de los diez dedos, de arriba abajo y si me jura que la leyó toda, que le pasó los ojos a cada palabra, los ojos asomados en pestañas, le pasó esas plumitas de pestañas, un plumerito que le fue barriendo la mugre a cada palabra, y me devuelve el libro hecho un espejo” (p.188) (Metáfora)
Paquita piensa que el instructor de natación pudo haber leído la novela María que ella se dejó en su habitación de hotel y se imagina que al tocar las páginas que el profesor pasó con los ojos y las pestañas tiene un punto de contacto con él, un encuentro que se produce por compartir la lectura no solo de la misma novela sino del mismo ejemplar de libro, al que Paquita concibe como un espejo en el que ve reflejado su propio anhelo de amor.
Esa mirada triste que busca una superficie queda donde apoyar una lágrima, su pecho es una fragua templada por el fuego del sufrimiento pero de ella brota y se escurre un diamante, una lágrima acrisolada e hirviente, una lágrima de hombre (p.223) (Metáfora)
Esther acude a un repertorio de imágenes metafóricas para representar la mirada triste de Héctor en su diario, que abunda en lenguaje romántico y pomposo que proviene del cine y de la cultura popular. Imagina el sufrimiento de Héctor como un fuego que lleva en el interior de su pecho, al que compara con una “fragua templada”, por la que quiere abrirse paso una lágrima reprimida por su condición masculina, que le indica que no debe llorar. Esther construye así una imagen idealizada de su interés amoroso, concibiéndolo como un hombre sensible que carga por dentro un fuerte dolor.
“No sé en este momento si es mejor ver todas las luces encendidas aunque sea por poco tiempo, y con el peligro de pasar a la oscuridad de un momento para el otro, o como en mi caso –caso tedioso y vulgar de la solteronía [sic]– ver apenas una luz débil allá por la primera juventud, que se va apagando poco a poco” (p.268) (Metáfora)
Herminia compara su vida de “solterona” con la vida intensa de Mary Todd, la esposa de Abraham Lincoln, que fue una mujer amada y respetada, hasta que el asesinato de su marido hizo que su vida terminase pronto, dado que al poco tiempo se la declaró víctima de insania y se la despojó del uso de sus bienes. Ella acude a la metáfora luz/oscuridad para comparar las intensidades de estas dos vidas completamente opuestas, porque Mary Todd vivió en un mundo que “tenía siempre todas las luces encendidas” (p.267) hasta que de golpe se apagaron, mientras que Herminia apenas tuvo alguna esperanza de vivir la vida que quería de más joven, pero ahora está resignada a no esperar nada mientras siente como la luz débil de su esperanza se va apagando, hasta llegar, cuando tenga cuarenta años, a “la oscuridad total” (p.268). De esta manera, la metáfora la sirve para pensar en su propia desesperanza como mujer que no puede aspirar al deseo de tener una vida emocionante o un esposo que le haga compañía.