Es posible leer La traición de Rita Hayworth como un texto literario que pone a funcionar los procedimientos estéticos del arte pop y que, al mismo tiempo, adopta la sensibilidad propia de la cultura de masas o cultura popular.
El arte pop surge en la década de 1960 como un movimiento que toma materiales de la cultura popular para proponer un comentario irónico sobre las características de esta cultura, que tiene que ver con la globalización de la cultura estadounidense y de sus prácticas masivas de consumo. El arte pop toma temas y procedimientos del cine, de las historietas, de la música popular y de las marcas y el discurso publicitario, estableciendo una distancia respecto de aquello que representa, como cuando Andy Warhol parte de Marilyn Monroe o de la lata Campbell para hacer su arte, sugiriendo una crítica al sistema de estrellato hollywoodense y al consumo capitalista a través de la reproducción serializada de estos materiales. En este sentido, el arte pop también es una reacción contra las categorías estéticas dominantes que definen lo que es arte bajo y arte elevado. Su procedimiento típico es el montaje, es decir, la reorganización de los materiales que pone en cuestión la noción tradicional de originalidad artística.
Algunos de los procedimientos de la literatura de Puig son fácilmente identificables con los de la técnica de montaje del arte pop. Ante la ausencia de narrador, que puede pensarse en línea con el cuestionamiento a la originalidad artística, lo que ordena los discursos de La traición de Rita Hayworth son los recursos insensibles, sin marcas de autor: la división en capítulos, los subtítulos que indican nombre, lugar y año, y las líneas de diálogo. Asimismo, el protagonista de la novela, Toto, se acerca al cine a través de la reproducción, otro procedimiento típico del arte pop, porque se la pasa recortando, copiando y calcando figuras de artistas hollywoodenses que ve en las revistas. El hecho de que en algunos capítulos sea difícil identificar a quién pertenece cada voz, y la aparición reiterada del monólogo interior, en el que las voces, aunque diferenciadas, se parecen mucho en el modo en que ponen a circular chismes y por la manera en que articulan un lenguaje impregnado de modismos de la cultura popular –Esther, Toto y Cobito, por ejemplo, reproducen en sus discursos las narrativas propias del cine– también pone en sintonía a la novela con las decisiones estéticas del arte pop.
No obstante, cabría preguntarse si la utilización de procedimientos típicos del arte pop supone una mirada crítica y distanciada sobre estos materiales de la cultura popular que las voces de la novela reproducen. Sería difícil afirmar que un personaje como Choli, que piensa que una mujer es más interesante si imita los modos de vestirse, de peinarse y de maquillarse de una actriz de cine, realiza de este modo una crítica a la frivolidad del sistema de estrellato, o que Delia se lamenta por la pérdida de su amor como un comentario irónico a la idea de amor romántico que transmiten las películas de Hollywood. Por otra parte, Toto no solo acude a la actividad de recortar, calcar y copiar en su modo de reproducir el cine; también realiza modificaciones más sensibles, vinculadas a su apropiación personal sobre lo que ve en la pantalla grande. Toto inventa y trastoca argumentos, lo que se nota particularmente en su composición sobre la película que más le gustó, en la que el material cinematográfico deviene literatura a partir de la intervención subjetiva del personaje.
Si bien estos detalles sugieren que son los personajes, y no el autor de la novela, los que no se distancian del imaginario que los interpela, es necesario tener en cuenta que Puig decide que estas voces hablen por sí solas, sin la intermediación de un narrador, porque no quiere imponer su mirada ni juzgar a los personajes, lo que le permite también al lector adoptar una mirada empática con respecto a ellos y su forma de apropiarse de la cultura popular. Por lo tanto, podríamos afirmar que la falta de narrador también indica una proximidad intencionadamente acrítica entre las voces de La traición de Rita Hayworth y los materiales de la cultura popular de los que hablan y a partir de los cuales son hablados. Sus voces se impregnan de los valores y discursos que transmiten esos materiales que forman parte de su educación sentimental y que condicionan su forma de comprender sus propias vidas y su entorno.