"Sí, seguramente era invierno, y recién habríamos terminado de tomar el té, porque recuerdo que estaba fumando un cigarrillo cuando levanté la vista y vi la marca en la pared por primera vez".
De esta manera la narradora rememora el momento en que vio por primera vez la marca en la pared y recompone lo que sucedió ese día. El fragmento da inicio al flujo de recuerdos, imágenes y reflexiones que constituyen todo el relato.
"Una falsificación desde luego, pues los que vivían en esta casa antes que nosotros habrían elegido ese tipo de cuadros".
En esta cita, la narradora aventura una posible explicación de la marca en la pared en función de lo que sabe de los ocupantes anteriores de la casa. Sin embargo, su idea no la satisface, por lo que continúa reflexionando y aventurando otras posibilidades.
"Debería levantarme, pero si lo hago y la miro, apuesto diez a uno que no sabría decirlo, pues cuando algo está hecho, nunca nadie sabe cómo sucedió".
La narradora considera la posibilidad de acercarse a la marca para dilucidar su origen, pero pronto descarta esta posibilidad, ya que presume que no le servirá de nada. Con este pasaje, la protagonista comienza a poner en duda la propia naturaleza del conocimiento y de la capacidad de explicitar las razones que justifican una determinada existencia en el mundo.
"Y aún esa marca en la pared no es en absoluto un agujero. Algo negro y redondo la debe haber dejado, algo así como la hoja de una pequeña rosa que haya quedado allí desde el verano".
En este pasaje, la narradora elabora una nueva teoría respecto de la marca, en la que el origen de la misma se debe a la hoja de una rosa que quedó sobre la pared. Como con otras teorías, la narradora la termina descartando para no limitar el flujo de su pensamiento.
"El árbol junto a la ventana golpea suavemente contra el cristal… Quiero pensar con tranquilidad, con calma, con tiempo, sin que nada me interrumpa, sin tener que levantarme del sillón; deslizarme fácilmente de una cosa a la otra, sin dificultad ni obstáculos".
En esta cita se expresa la tensión entre el mundo mental y reflexivo de la narradora, y el mundo exterior que irrumpe sus ensoñaciones; el árbol, un objeto concreto de la realidad exterior, rompe con la abstracción de la narradora y la vuelve a anclar en su presente.
"Todo el tiempo intento embellecer la imagen de mí misma en mi mente, cariñosamente, a hurtadillas, sin adorarla abiertamente, pues me descubriría haciéndolo y tomaría instantáneamente un libro para protegerme".
En este pasaje, la narradora comprende un rasgo de su propio carácter: la intención de proteger y realzar la imagen que tiene de sí misma.
"Cuando cruzamos miradas en los metros y los autobuses vemos el espejo que refleja el vacío, lo vidrioso en nuestros ojos. Y los escritores en el futuro caerán más y más en la cuenta de la importancia de estos reflejos, pues, desde luego, no existe uno solo sino una infinidad de reflejos. Tales son las profundidades que explorarán, los fantasmas que perseguirán; dejarán cada vez más de lado la descripción de la realidad en sus historias, dando por sentado que todos la conocen, tal como lo hicieron los griegos, y Shakespeare tal vez".
En esta cita, la narradora realiza una crítica hacia los escritores contemporáneos, quienes se preocupan tan solo de retratar la realidad concreta tal cual se la percibe. En un futuro, aventura la narradora, los escritores se preocuparán más por representar la realidad en su carácter múltiple, subjetivo, complejo e inacabado (algo que la propia autora está haciendo en su cuento).
"Y si me fuera a levantar en este mismo momento y asegurar que la marca en la pared es en verdad, ¿qué diría?, la cabeza de un clavo gigante, que alguien martilló hace doscientos años y que ahora, debido al paciente trabajo de generaciones de amas de casa, reveló su cabeza sobre la capa de pintura y está echando su primer vistazo de la vida moderna frente a una pared blanca en una habitación con el fuego encendido, ¿qué ganaría? ¿Conocimiento?"
En este pasaje, la narradora vuelve a debatirse entre levantarse o no para observar de cerca la marca, lo que deriva nuevamente en un cuestionamiento sobre el conocimiento y su valor. Así, queda claro que no importa tanto el conocimiento en sí mismo, sino cómo se estructura el pensamiento y las posibilidades de la reflexión y la imaginación.
"Sin embargo, no causa ningún daño ponerle punto final a pensamientos desagradables mirando la marca en la pared".
Como demuestra esta cita, para la narradora la marca en la pared es un resguardo, un medio de distracción de todo aquello que la perturba. La presencia física de la marca sirve como un asidero que la narradora utiliza para regresar a la realidad de su entorno concreto cuando su flujo de pensamiento deriva hacia zonas poco placenteras.
"Está lleno de pensamientos agradables, felices, este árbol. Me gustaría pensarlos de a uno, pero algo se interpone en el camino… ¿Dónde estaba? ¿A qué venía todo esto? ¿Un árbol? ¿Un río? ¿Las Downs? ¿El Almanaque Whitaker? ¿Los campos de asfódelos? No recuerdo nada. Todo se mueve, cae, resbala, desaparece… Son demasiadas cosas".
La acumulación de imágenes e ideas desatadas por la marca, que aparecen de manera efímera para ser reemplazadas por otras, terminan por saturar a la narradora y hacerle sentir la falta de control sobre sus propios pensamientos. Esta enumeración vertiginosa llega a su fin cuando otro personaje aparece en escena, se dirige a la narradora y devela la naturaleza de la marca en la pared.