La Frontera de Cristal Metáforas y Símiles

La Frontera de Cristal Metáforas y Símiles

Cuerpo de Michelina/Vampiro (símil)

“Un rostro clásico de criolla, piel blanca pero con sombra mediterránea, oliva y azúcar refinada, simetrías perfectas de los ojos largos, negros, protegidos por párpados de nube y una ligerísima borrasca de las ojeras; simetría de la nariz recta, inmóvil, y vibrante sólo en las aletas inquietas e inquietantes, como si un vampiro tratase de escapar de la noche encerrada dentro de ese cuerpo luminoso. También los pómulos, en apariencia frágiles como una cáscara de codorniz detrás de la piel sonriente, intentaban abrirse más allá del tiempo de la piel, hacia la calavera perfecta.”

Esta descripción del personaje protagonista del primer cuento coloca en escena dos símiles y una metáfora. Por un lado, observamos el símil enunciado en el título de esta sección: el cuerpo de Michelina es comparado, por ciertos rasgos y gestos, con un vampiro que intenta salirse de ella. Es decir, su coloración natural, que parece mezcla de tonos mediterráneos, junto con un gesto impaciente del movimiento de su nariz hacen que el narrador la describa como si dentro suyo, misteriosamente, habitase otro ser que buscase salir en cualquier momento a la luz.

Por otro lado, se compara la piel de sus cachetes o pómulos con la cáscara del huevo de codorniz, tal vez porque acaso Michelina tenga una piel fina y frágil.

Por último, se observa la metáfora de la calavera, tal vez por cierta palidez del rostro de Michelina.

Escuela de medicina/convento (símil)

En el cuento “La pena” leemos:

“Hombres y mujeres, todos de blanco, le daban un aire de comunidad religiosa al edificio. Por sus pasillos relucientes pasaban monjes y monjas juveniles. A Juan se le ocurrió que la castidad sería la regla de esta orden de jóvenes médicos”.

Allí donde Juan Zamora va a estudiar, en Estados Unidos, para realizar el posgrado que tanto deseaba su madre, la escuela de medicina parece más bien un convento. El narrador establece el símil a partir de algunos elementos como los delantales blancos, que parecen hábitos de confinamiento.

La pareja del amor y la memoria (metáfora)

En el cuento “Malintzin de las maquilas” leemos el siguiente fragmento:

“La que mejor llevaba la cuenta de las historias era la Candelaria, y su conclusión era que todas venían de otra parte, ninguna de ellas era fronteriza, le gustaba preguntarles de dónde venían, a ellas les costaba hablar de eso, sólo con la Candelaria como que tenían confianza, se atrevían a enlazar amor y memoria y la Candelaria quería mantener viva esa pareja, sentía que era importante, no condenarse al olvido, ni al desamor que es muerte del alma, volvió a canturrear con el inolvidable José Alfredo, como decían los programas de radio”.

De todas las mujeres que van a trabajar a Ciudad Juárez, hay una de ellas, más combativa, que siempre intenta generar consciencia en sus compañeras. Se trata de la Candelaria, quien pretende, metafóricamente, que la memoria y el amor vayan siempre juntos, como si fuesen una pareja.

Es decir, quiere sembrar consciencia en las demás trabajadoras, para que siempre tengan presente la importancia de recordar aquello que se vincula con los afectos más genuinos, atravesando las condiciones explotadoras en que les hacen trabajar sus empleadores.

México/ficción (metáfora)

En el cuento “La frontera de cristal” encontramos la metáfora del país como ficción. Es decir, el personaje protagonista se da cuenta de que los habitantes mexicanos han intentado vivir normalmente, pero resulta que lo que es la nación de la cual forman parte es más bien una especie de mentira. ‘Ficción’ y ‘sueño’ son dos palabras para remitir, metafóricamente, a esta idea de que México no es tomado en serio.

“[Lisandro] No quiso mirar hacia abajo porque temía descubrir algo horrible que quizás sólo desde el cielo podía verse; ya no había país, ya no había México, el país era una ficción o, más bien, un sueño mantenido por un puñado de locos que alguna vez creyeron en la existencia de México...”.

Trabajadores/Jesús combativo y justiciero (metáfora)

En el cuento “Río grande, río bravo”, leemos:

“Esta noche de los brazos abiertos en cruz y los puños cerrados, Serafín, a los veintiséis años, no espera nada de nadie, él lleva dos años organizando la banda que casi todas las noches cruza la frontera con treinta mexicanos armados y amontona cajones de madera, fierros viejos, tejas y chasis abandonados en los rieles de la Southern Pacific de Nuevo México, cambia las agujas de las vías, detienen al tren, se roban todo lo que pueden para venderlo en México y llenan los vagones de indocumentados mexicanos”.

Si bien los brazos ‘en cruz’ deben remitir a la postura que adquieren los trabajadores para llevar en la espalda las cargas propias de su labor, también podríamos pensar en que cada uno parece una especie de Cristo entregado al sacrificio del trabajo forzado. El narrador llama a la noche misma ‘noche de los brazos abiertos en cruz y los puños cerrados’. Los puños cerrados, a su vez, nos permiten pensar en el combate, en una entrega que no es total, sino parcial, momentánea, consciente de que los están explotando.

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