“Un día vendrá, al fin, que lo resuelvan: y la Esfinge Argentina, mitad mujer, por lo cobarde, mitad tigre, morirá a sus plantas, dando a la Tebas del Plata, el rango elevado que le toca entre las Naciones del Mundo” (Metáfora, p.9).
En la introducción al Facundo, Sarmiento construye una representación monstruosa de Rosas comparándolo con un personaje mitológico. Sostiene que es una esfinge en su doble personalidad, “mitad mujer, por lo cobarde, mitad tigre, por lo sanguinario”. La metáfora forma parte del arsenal retórico con el que el escritor ataca a su enemigo; por un lado, lo agrede adscribiendo al prejuicio de que las mujeres son el “sexo débil” y, por otro lado, lo acusa de ser sanguinario como un tigre, animal que se asocia a Facundo, cuyo apodo es el Tigre de los Llanos. Asimismo, la esfinge en la mitología griega es un monstruo que plantea un enigma, aquel que Sarmiento busca descifrar para explicar los conflictos de su tiempo que sufre la “Tebas del Plata”.
“Es este el caballo de los griegos, que los troyanos se apresuran a introducir en la ciudad” (Metáfora, p.93).
Sarmiento vuelve a utilizar la mitología griega en su caracterización de la lucha entre el campo y la ciudad. Sostiene que “en la historia de todos los pueblos pastores de la República Argentina” hay un momento en el que se elige a un hombre que inspira temor como comandante de campaña, título con el cual caudillos como Quiroga habilitan su poder. Según el escritor, este comandante, que encarna la fuerza bárbara del campo, es como el caballo de Troya que los hombres de ciudad buscan aprovechar para llevar a cabo su revolución europea y sus proyectos de civilización, sin saber que, de esta forma, hacen ingresar en la ciudad el elemento que producirá su destrucción.
“El terror es una enfermedad del ánimo que aqueja a las poblaciones, como el cólera morbus, la viruela, la escarlatina. Nadie se libra, al fin, del contagio” (Metáfora, p.124).
En varias partes del Facundo, Sarmiento compara el terror que producen Facundo y Rosas con enfermedades contagiosas y letales de su época, sugiriendo así que, como sistema de gobierno, el terror es altamente efectivo en el modo en que “infecta” tanto a los habitantes de la campaña como a los de la ciudad.
“Son las olas de una mar embravecida que vienen a estrellarse, en vano, contra la inmóvil y áspera roca” (Metáfora, p.140).
En la batalla de la Tablada, en la que Paz vence sobre Quiroga, Sarmiento compara las fuerzas del caudillo riojano con las olas que se estrellan contra una roca. De esta forma, recurre a una imagen de la naturaleza para demostrar que Paz puede vencer el ímpetu de la barbarie siendo fiel a sus principios y contundente en su destreza bélica. Esta firmeza es comparada con la dureza de una resistente roca, que si “queda sepultada en el torbellino que en su derredor levanta el choque […] un momento después, sus crestas negras, inmóviles, tranquilas, reaparecen, burlando la rabia del agitado elemento”. La metáfora asocia a Facundo con fuerzas naturales vinculadas con la pasión, como el torbellino con su rabia, mientras la figura de Paz concentra adjetivos como “inmóvil” y “tranquilo”.
“¿Qué siniestros presentimientos vienen a asomar en aquel momento a su faz lívida, en el ánimo de este hombre impávido? ¿No recuerda el lector algo parecido a lo que manifestaba Napoleón al partir de las Tullerías, para la campaña que debía terminar en Waterloo?” (Símil, p.194).
Al momento de narrar el episodio que finaliza con la muerte de Facundo, Sarmiento se pregunta por qué el caudillo continúa su camino sabiendo que lo conducirá hacia su propia muerte, y en su asombro compara el asesinato de Quiroga con la caída de Napoleón. Este símil tiene la eficacia de elevar a Facundo a la categoría de un personaje que, en su época, era visto como un tiránico emperador, ejemplo máximo del Grande Hombre, a la vez admirado y temido, que, enceguecido por su propio poder, se encaminó confiado hacia su propia destrucción, casi como si siguiera un designio divino.