En el camino

En el camino Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos 5-10

Resumen

Sal y Montana Slim festejan de bar en bar con toda la gente que participa de la celebración del Oeste Salvaje en Cheyenne. Sal se embriaga y persigue a varias muchachas a las que invita a beber. Así, se gasta todo su dinero, excepto dos dólares. Después de estar a punto de tomar un autobús junto a una chica rubia con destino a algún pueblo perdido de Colorado, comienza a sentirse mal por su situación: se da cuenta de que no tiene dinero, está borracho y cansado. En ese estado lamentable, encuentra un banco de estación donde se acurruca y duerme toda la mañana. Cuando se despierta, Montana Slim ya se ha ido. Sal se siente listo para abandonar Cheyenne y continuar su travesía.

Mientras hace autostop y se aproxima a su destino, comienza a sentir la ansiedad de llegar a Denver. Tras una corta siesta en el césped a un costado de una estación de servicio, finalmente encuentra a un conductor que lo lleva hasta Denver y lo deja en la calle Larimer, una zona llena de vagabundos y prostitutas.

En Denver, Sal se encuentra con su amigo Chad King, quien lo va a buscar a la estación de autobuses. Poco tiempo después se entera de que el grupo de amigos se ha separado: Chad no frecuenta más ni a Dean ni a Carlo, aunque ambos se encuentran en Denver. Sal queda en el medio de los dos grupos, y se reúne tanto con unos como con otros. Ese primer día, duerme una siesta en casa de Chad y come algo con su amigo, aunque se siente ansioso por encontrarse con Dean.

En el capítulo 6 se le presenta al lector parte de la vida de Dean Moriarty: se trata de un joven nacido en Denver y criado en la calle Larimer; su padre fue un alcohólico que se metía en problemas constantemente, y a los 6 años Dean ya se encontraba en la estación de policía pidiendo que lo liberaran de la cárcel. Con este trasfondo, el niño se acostumbró a deambular por las calles pidiendo dinero y a frecuentar las mesas de pool (“pul”, en la traducción al español de la novela). Después de ganarse una reputación como el mejor ladrón de autos de Denver, fue enviado a un reformatorio.

Sal comparte con Roland Major un departamento perteneciente a los padres de otro de sus amigos, Tim Gray, y comienza a conocer la vida de la ciudad: visita los bares, se encuentra con viejos y nuevos amigos y se la pasan bebiendo toda la noche. Eventualmente, Carlo descubre que Sal está en la ciudad y termina contactándolo. Carlo y Dean están planeando grandes cosas para sus vidas: Dean se está divorciando de Marylou, aunque todavía sigue acostándose con ella, mientras sostiene un romance predominantemente sexual con Camille. Mientras tanto, Dean y Carlo experimentan con drogas, especialmente con bencedrina, y se quedan toda la noche sentados uno frente a otro, mirándose fijamente y hablando en un estado exaltado de conciencia. Así, las noches de Dean están organizadas cronométricamente para poder visitar a sus dos novias y realizar sus experiencias con Carlo.

Cuando Sal llega al departamento de Dean, su amigo le abre la puerta desnudo y estalla de alegría al verlo, por lo que despierta a Camille y se la presenta. Luego decide que debe llevar a su amigo a la ciudad para que encuentre una chica. Con este objetivo, se dirigen al barrio mexicano de Denver y entran a la casa de dos hermanas camareras, donde comienzan una fiesta llena de excesos. En un momento de la noche, deciden seguir con la fiesta en el departamento de Sal, pero Roland Major, su compañero de piso, les impide ingresar en ese estado. Entonces deciden volver a la ciudad y recorrer los bares, hasta que de pronto Sal se encuentra solo y se percata de que ha gastado hasta su último dólar.

El grupo de amigos de Denver planea un viaje a las montañas Rocosas. Eddie, el amigo que Sal se había hecho en la ruta, lo llama y le pide trabajo. Dean lleva entonces a Sal y a Eddie a los mercados, donde un comerciante les ofrece un empleo desde las cuatro de la mañana hasta las seis de la tarde. La mañana siguiente, Eddie se presenta para comenzar con su nuevo trabajo, pero Sal no. En vez de eso, se pasa el día y las noches de fiesta en fiesta por todo Denver, escuchando los poemas de Carlo Marx y observando a Dean. Carlo y Dean son dos maniáticos sorprendentes que pasan horas y horas hablando sobre una enorme cantidad de temas y haciendo planes para viajar a San Francisco.

Sal realiza el viaje a las montañas junto a Bebe, Ray Rawlins y Tim Gray. Se instalan en una vieja y sucia cabaña en un antiguo pueblo minero que ha sido transformado en una atracción turística, con un teatro destacable. Mientras algunos limpian, Sal y Bebe van a la ópera; a su regreso, terminan de adecuar la cabaña junto a un grupo de chicas que pasan por la puerta y a las que invitan a pasar, y luego realizan una enorme fiesta. Los muchachos van y vienen al centro del pueblo en busca de más alcohol, y también interactúan con otras personas que están bebiendo en los bares. Finalmente, un grupo de muchachos pertenecientes a una fraternidad entran a la cabaña y destruyen el ambiente de la fiesta, por lo que los 4 amigos hacen una ronda por los bares y Ray Rawlins se mete en una pelea, de la que todos terminan escapando antes de que se presente la policía. Cuando el grupo regresa a Denver, Sal comienza a sentir la necesidad de continuar su viaje hacia San Francisco ("Frisco", como la llaman los muchachos).

Nuevamente en Denver, Sal se entera de que Dean y Carlo también han estado en la montaña al mismo tiempo. Dean le presenta a Sal una chica llamada Rita, con quien el protagonista tiene una relación sexual poco placentera y con la que se queda hablando de lo que cada uno quiere para su vida. Luego Sal realiza una última caminata por Denver, recoge el dinero que su tía le ha enviado y la camisa que le había prestado a Eddie y compra un boleto hacia San Francisco. En una llamada telefónica de último momento, Dean le dice que él y Carlo quizás lo encuentren en San Francisco. En ese momento, Sal se percata de que todo el tiempo que ha estado en Denver no ha podido hablar con Dean por más de cinco minutos.

Análisis

Los capítulos 5, 6 y 7 introducen al lector en el estilo de vida beat que Sal y sus amigos llevan adelante. Desde el Festival del Oeste Salvaje y luego en Denver, el lector puede darse una idea clara del estilo de vida libertino que se explorará a lo largo de todo el libro: consumo de alcohol desmedido, exploración con diversas drogas y múltiples parejas sexuales son las costumbres que marcan al grupo de amigos y que contrastan violentamente con la moral conservadora de los años 40 en Estados Unidos. Los muchachos viven en el día a día, y si piensan en el porvenir es para hacer extravagantes planes de viajes o de modos de vida imposibles. Dean le encuentra un trabajo a Sal, que se ha quedado sin dinero, pero este no lo toma, puesto que son 14 horas de trabajo, y en verdad el dinero lo preocupa muy poco. Cabe aclarar que en la década del '40 el valor del dólar no es igual que en la actualidad, por lo que el lector debe prestar atención a las referencias que Kerouac incluye sobre el valor de las cosas. Las cervezas que Sal y sus amigos suelen consumir, por ejemplo, cuestan unos pocos centavos de dólar. Así, en sus primeros días en Denver, Sal gasta solo 2 dólares en varias noches de juerga. Para que el lector pueda hacerse una idea de la relación entre el costo de vida y los sueldos de la época, Sal menciona que 400 dólares al mes representan un sueldo sólido.

Los primeros días en Denver establecen el tono de este tipo de vida hedonista que Dean, Carlo y Sal -y el resto del grupo -exploran con el objetivo de vivir la vida al máximo de sus posibilidades. Como dice Sal citando a W. C. Fields, hay días “preñados de peligro inminente” (p. 59), pero este peligro es bienvenido y disfrutado, y no se percibe como un elemento negativo en la experiencia de los muchachos.

En el capítulo 6, a través de Dean y Carlo, Sal comienza a describir esa vida beat que llevan adelante:

Los únicos amigos de Dean eran los golfetes de los billares. Dean, que tenía la tremenda energía de una nueva clase de santos americanos, y Carlo eran los monstruos del 'underground' de Denver durante aquella época, junto a los tipos de los billares, y para simbolizar esto mejor, Carlo tenía un apartamento en un sótano de la calle Grant y nos reuníamos allí por la noche hasta que amanecía: Carlo, Dean, yo, Tom Snark, Ed Dunkel y Roy Johnson. Y otros posteriormente (p. 57).

Esta vida subterránea se parangona con lo marginal de las ciudades, y ese paisaje nocturno y periférico se convierte en la escena dominante de la novela conforme el relato avanza.

El capítulo 7 también expone brevemente la dimensión cultural de la Generación beat. El compañero de departamento de Sal, Roland Major, escribe historias siguiendo el estilo de Hemingway, a quien admira, sobre residentes jóvenes de Denver que están cansados de los “falsos artistas” de la ciudad y de sus ínfulas de grandeza. En la simplificación que realiza Sal, el argumento de la historia es que “los pretendidos artistas están por toda América, chupándole la sangre” (pp. 59-60). Los beats, preocupados por la escritura y la vida intelectual, no eran del tipo artístico. En vez de eso, estaban en la búsqueda de una Norteamérica más real, detrás de la fachada de la cultura popular y de la crítica pretenciosa.

El mismo capítulo profundiza también sobre el comportamiento de Dean y su relación con Carlo Marx, siendo las conductas de ambos una representación de la vida beat. A la exploración sexual se suma la exploración con drogas, especialmente con bencedrina, un tipo de metanfetamina muy popular entre los soldados aliados en la Segunda Guerra Mundial debido a la resistencia física y mental que les proveía y su capacidad para eliminar el apetito: “Y me contó que Dean estaba haciendo el amor con dos chicas a la vez; una era Marylou, su primera mujer, que lo esperaba en la habitación de un hotel, la otra era Camille, una chica nueva, que lo esperaba en la habitación de otro hotel” (p. 61). Carlo describe a Sal sus experiencias con la bencedrina y con Dean: “Nos sentamos en la cama, y cruzamos las piernas uno enfrente del otro” (p. 61) y así se la pasan hablando. Sal los observa una noche y trata de seguir ese flujo libre de pensamiento que conecta a los dos amigos: “Empezaron con un pensamiento abstracto, lo discutieron; se recordaron mutuamente otro punto olvidado en el flujo de acontecimientos; Dean se excusó pero prometió volver a él y desarrollarlo con cuidado y ofrecer ilustraciones” (p. 68). En la Generación beat, la experimentación con drogas no está asociada tan solo al placer sensorial y al goce corporal, sino que, como puede verse, también es una forma de explorar las ideas, los pensamientos y las relaciones humanas. Las conversaciones entre Dean y Carlo son de tipo exploratorio y problematizan la propia noción de comunicación: lo que los amigos buscan en aquellas charlas es una forma de sincerarse y de ser absolutamente auténticos, relacionada con la idea del hombre puro que vive completamente en el presente y que se desarrollará en los siguientes capítulos.

Los capítulos 9 y 10 profundizan en el estilo de vida frenético y a menudo insano de Sal y sus amigos de Denver. Sal se compromete cada vez más con sus amigos y con la vida en los márgenes de la sociedad e incluso comienza a hacerse una idea más clara de lo que implica vivir siendo un beat. Durante su viaje a las montañas se da cuenta de que incluso entre sus amigos de Denver se está volviendo cada vez más parecido a Carlo y a Dean, aproximándose cada vez más a ese mundo oscuro y prohibido. Sal describe a Carlo y a Dean de la siguiente manera: “Eran como el hombre del calabozo y las tinieblas, el underground, los sórdidos hípsters de América, la nueva generación beat a la que lentamente me iba uniendo” (p. 75).

Estos capítulos también marcan líneas divisorias entre ese “sórdido” mundo de Sal, Dean y Carlo y la Norteamérica “Mainstream” (es decir, la cultura dominante) representada por la clase media blanca conservadora, tal como se contrasta cuando los jóvenes realizan una fiesta en el pueblo minero cercano a Denver. Allí, los jóvenes organizan una fiesta en una cabaña y luego la continúan en los bares del pueblo, donde se encuentran con la gente que ha ido a la ópera, y que se divierte de forma mucho más pacífica y controlada. Cuando todos estos sujetos pertenecientes a mundos diversos se encuentran en el mismo bar, el conflicto estalla:

En el bar había un tenor al que todos respetaban muchísimo; Denver Doll había insistido en presentármelo y yo intentaba evitarlo como fuera; se llamaba D’Annunzio o algo así. Estaba con su mujer. Sentados en una mesa, tenían aspecto huraño. También había en el bar una especie de turista argentino. Rawlins le empujó para hacerse sitio. El tipo se volvió gruñendo. Rawlins me dio sus gafas y de un puñetazo lo dejó fuera de combate sobre la barra. El hombre quedó sin sentido. Hubo gritos. Tim y yo sacamos a Rawlins de allí. La confusión era tal que el sheriff no podía abrirse paso entre la multitud para llegar hasta la víctima. Nadie pudo identificar a Rawlins. Fuimos a otros bares. Major caminaba vacilante por una calle oscura (pp. 76-77).

En este pasaje, el lector comprueba hasta qué punto el mundo beat es incompatible y entra en conflicto con la sociedad convencional norteamericana.

Por otra parte, Central City, el pueblo minero que visitan en las montañas, se convierte en otro emblema de cómo Estados Unidos se está transformando en un destino turístico. A pesar de que Sal tiene la libertad de ir a donde quiere, cada vez encuentra menos lugares que valga la pena explorar. Mientras Sal y sus amigos de Denver intentan llevar su vida de excesos al pueblo de montaña, se dan cuenta de que no hay lugar para ellos allí, y terminan abandonándolo con resaca y tristeza.

Sal también siente mucha angustia por la incapacidad de comunicarse que observa entre la gente de su edad. En un pasaje, tras su experiencia sexual mediocre con Rita Bettencourt, Sal remarca que “los chicos y las chicas americanos suelen ponerse tristes cuando están juntos; lo sofisticado es dedicarse de inmediato al sexo sin la adecuada conversación preliminar. Nada de cortejo, nada de una verdadera conversación de corazón a corazón, aunque la vida sea sagrada y cada momento sea precioso” (p. 80). Así, el tema de la comunicación entre hombres y mujeres, y el conflicto entre los deseos de cada uno comienza a perfilarse como uno de los grandes temas de la novela. Es en estos momentos de reflexión en los que se sume Sal que el lector puede encontrar el sentido de la dimensión cultural y la sensibilidad de posguerra que comienza a forjarse en los Estados Unidos hacia fines de la década de 1940 y principios de los años 50. Estas breves reflexiones marcan la rebelión contra las costumbres moderadas y conservadoras que la Generación beat significó en su apogeo.