El zorro de arriba y el zorro de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo Citas y Análisis

En abril de 1966, hace ya algo más de dos años, intenté suicidarme. En mayo de 1944 hizo crisis una dolencia psíquica contraída en la infancia y estuve casi cinco años neutralizado para escribir.

José María Arguedas, Primer diario, p. 13

Estas son las primeras palabras de la obra, que se abre con un diario, es decir que corresponden a la voz del autor, José María Arguedas. Desde el inicio, pues, se hace presente el gran tema de la narración: la muerte. Asimismo, ya desde la primera frase se anticipa el final de la novela y de su propia vida: el suicidio. Así, la dimensión autobiográfica del autor se inserta de lleno en la obra. El estado de depresión en el que se encuentra y por el cual se quitará la vida tiene sus orígenes en los sufrimientos que ha vivido como niño. Como se ha mencionado, la infancia del autor lo ha marcado completamente tanto en su vida personal como en su producción literaria e intelectual porque ha vivido en carne propia el cruce complejo y violento de las dos grandes culturas que componen el Perú, la indígena y la de herencia española. Todas sus experiencias se ven atravesadas por esa lucha identitaria.

Escribo estas páginas porque se me ha dicho hasta la saciedad que si logro escribir recuperaré la sanidad. Pero como no he podido escribir sobre los temas elegidos, elaborados, pequeños o muy ambiciosos, voy a escribir sobre el único que me atrae: esto de cómo no pude matarme y cómo ahora me devano los sesos buscando una forma de liquidarme con decencia [...] voy a tratar de mezclarlo y enlazarlo con los motivos elegidos para una novela que, finalmente, decidí bautizarla: "El zorro de arriba y el zorro de abajo"; también lo mezclaré con todo lo que en tantísimos instantes medité sobre la gente y sobre el Perú, sin que hayan estado específicamente comprendidos dentro del plan de la novela.

José María Arguedas, Primer diario, p. 15

En su Primer diario, Arguedas reflexiona mucho sobre la escritura como terapia, como práctica sanadora. La escritura es su modo de luchar contra la muerte porque es lo que le da sentido a su vida. Si bien en la cita afirma que no puede avanzar en la escritura de la ficción que se ha propuesto (dificultad de la que hablará muchas veces a lo largo de la obra), en este primer apartado es bastante programático: cuenta el plan de su escritura, el título que ha seleccionado para el libro y sus dos tópicos vertebrales: los pensamientos suicidas, por un lado, y la creación de un retrato de Perú a partir de sus múltiples identidades, por el otro. En este diario, al igual que en los siguientes, Arguedas completa la ficción, la explica, la organiza. Así, las secciones más íntimas y autobiográficas de El zorro de arriba y el zorro de abajo también funcionan como guías de lectura de los segmentos ficcionales; nos ayudan a los lectores a comprender y ordenar ese relato "lisiado y desigual" (en palabras del propio autor). En las palabras aquí citadas vemos que, aunque parezcan muy disímiles y desconectados, los diarios y los capítulos forman parte del mismo programa literario, de una misma obra narrativa.

¡Pescadores maleantes, mierdas, asesinos, serranos!

La puta gorda, Cap. I, p. 51

Esta frase es proferida en el medio del disturbio que se genera por la pelea en el burdel narrada en el Capítulo I. Se trata de una de las secuencias iniciales y que nos hace percibir desde el comienzo que la violencia es un componente central de la novela. En estas palabras de la prostituta se condensan la discriminación y la violencia dirigida hacia los serranos, tema que tanto preocupa a Arguedas. El término "serrano" es usado como insulto y asociado a la criminalidad y la bajeza. Además, aparece como sinónimo de pescador, marcando una relación directa entre la procedencia de los hombres y su trabajo, su clase social. Es necesario recordar que el autor dedica toda su obra literaria e intelectual a luchar contra estos prejuicios e ignorancias y busca expresar mediante el español una visión andina del mundo, desde su propia identidad serrana.

Sigamos. Éste es nuestro segundo encuentro. Hace dos mil quinientos años nos encontramos en el cerro Latausaco, de Huarochirí; hablamos junto al cuerpo dormido de Huatyacuri, hijo anterior de su padre, hijo artesano del dios Pariacaca. Tú revelaste allí los secretos que permitieron a Huatyacuri vencer el reto que le hizo el yerno de Tamtañamca, dios incierto, vanidoso y enfermo. El yerno desafió, primero, a Huatyacuri, a cantar, danzar y beber; y cantó y danzó doscientos bailes distintos con doscientas mujeres; Huatyacuri, acompañado de su esposa, que también era hija del simulador Tamtañamca, hizo danzar a las montañas cantando al compás de una tinya fabricada por un zorro. Todas las pruebas las ganó el hijo de Pariacaca: se presentó con un vestido hecho de nieve, fue el mejor traje; construyó en una noche, trabajando con los insectos y los animales mayores, un palacio completo; hizo bramar a un puma de color azul; bramó él, aún con más fuerza, mientras danzaba vestido de blanco y negro; espantó a su rival y lo convirtió en venado, y a la mujer de su rival en milagrosa ramera de piedra. Nuestro mundo estaba dividido entonces, como ahora, en dos partes: la tierra en que no llueve y es cálida, el mundo de abajo, cerca del mar, donde los valles yungas encajonados entre cerros escarpados, secos, de color ocre, al acercarse al mar se abren como luz, en venas cargadas de gusanos, moscas, insectos, pájaros que hablan; tierra más virgen y paridora que la de tu círculo. Este mundo de abajo es el mío y comienza en el tuyo, abismos y llanos pequeños o desiguales que el hombre hace producir a fuerza de golpes y canciones; acero, felicidad y sangre, son las montañas y precipicios de más profundidad que existen.

El zorro de abajo, Cap. I, p. 72

En esta cita encontramos información fundamental para enmarcar toda la novela y darle sentido a su título. Hacia el final del primer capítulo leemos un diálogo entre los dos zorros que retoma la mitología de la que se vale Arguedas en su intento de comprender la identidad peruana. Se trata de la leyenda del dios Pariacaca y sus dos hijos, Huatyacuri y Tutaykire, guerreros y gobernantes de la región. Esta leyenda está registrada en los manuscritos de Huarochirí que Arguedas traduce al español.

El mito traza una división del Perú en dos grandes regiones: la sierra ("arriba") y la costa ("abajo"). Esta organización sigue vigente aún en el presente y se puede percibir en muchos aspectos de El zorro de arriba y el zorro de abajo. Una cuestión central es la procedencia de muchos de sus personajes, trabajadores de la industria pesquera de Chimbote. La ciudad es parte de la costa, ya que se trata de un puerto ubicado sobre el océano Pacífico, pero la mayoría de los pescadores y obreros de las fábricas son serranos que migran hacia allí buscando trabajo. Además, el propio Arguedas es un serrano que luego conoce las ciudades de la costa e intenta combinar esa duplicidad en su propia identidad como escritor e intelectual.

Por otra parte, es importante señalar que en este fragmento los zorros ingresan a la novela como personajes y como narradores al mismo tiempo. De hecho, más adelante reflexionan sobre el poder de las palabras para reflejar la realidad y se refieren al autor. También cierran el capítulo con fragmentos en quechua traducidos al español entre corchetes. En suma, este diálogo entre los dos zorros condensa y organiza los ejes más importantes de la novela.

¡A enterrar los cruces que estamos trayendo, fúnebres! En cualquier partecita. Aquí estamos en la hondonada. Aquí nadies nos va a encontrar para que nos lleven al valle de Josafat. De a siempre nos quedamos. A nadies nos ha enteresado, valgan verdades, que cada quien conoce dónde, el punto dónde, para el eterno, queda el muerto padre, hermano, hermana. Lo que hay en el corazón es el campo donde tranquilo está muerto, acompañando a su comunidad pueblo. Así es, señor guardián, representante del señor Obispos, Gobiernos. ¿No quieren que esteamos en el cementerio moderno, norteamericano? Gracias sean dadas; para nosotros este hondonada del montaña está bien. La moralla se tumba; la flor, feo se achicharra. El montaña no se acaba, pues. Aquí nadies llora, sea dicho. Amén.

Gregorio Bazalar, Cap. II, p. 99

Esta cita es un fragmento muy rico de la novela. Gregorio Bazalar, dirigente barrial de San Pedro que conoceremos en mayor profundidad más adelante, conduce la procesión de los pobres que deben desplazar las cruces de sus muertos desde el cementerio principal de Chimbote hacia otro terreno asignado por las autoridades políticas y religiosas. Los lectores acompañamos la procesión porque el loco Moncada se suma a ella casi accidentalmente.

En primer lugar, la cita refleja la desigualdad social de la ciudad representada por el cementerio. El cementerio funciona como sinécdoque de Chimbote: hay zonas diferenciadas para cada clase social, y los pobres deben ser desplazados a un terreno lejano. Para los demás existe un cementerio construido con criterios norteamericanos. Es interesante cómo los sacerdotes estadounidenses que se presentan como revolucionarios y cercanos al pueblo, aquí son responsables del desplazamiento de los pobres.

En segundo lugar, se destaca la oratoria de Bazalar. Su castellano tiene muchas marcas andinas como la palabra "nadies", el reemplazo de algunos sonidos ("enteresado", "moralla"), el cambio de género en algunos sustantivos ("los cruces", "el montaña"). Pero su parlamento es claramente un discurso político: se posiciona contra otras autoridades y junto al pueblo, quiere representar el sentimiento de los pobres que conforman la procesión. Y curiosamente, aunque se enfrenta a los sacerdotes católicos, cierra su discurso pronunciando "Amén".

Por último, es importante señalar la potencia de la montaña como espacio sagrado. Se presenta como un lugar más adecuado para enterrar los muertos pobres indígenas porque es su tierra y porque la montaña es eterna, no se marchita como las flores ni puede ser destruida como las paredes nuevas del cementerio central.

Con cincuentidós hombres se mueve la fábrica de harina que ocupa el segundo lugar en Chimbote, es decir, en el Perú, es decir, en el mundo.

Don Ángel Rincón Jaramillo, Cap. III, p. 124

Esta frase que Rincón Jaramillo pronuncia con orgullo ofrece uno de los trazos más realistas de la novela. En primer lugar, da cuenta del despido de obreros para maximizar las ganancias de los patrones, en sintonía con la lógica capitalista que es llevada al extremo en este puerto peruano. Arguedas, cercano al pensamiento socialista, es muy crítico de esta realidad y la denuncia a través de su creación literaria. El mismo don Ángel comenta fascinado cómo la fábrica tiene cada vez menos empleados y, sin embargo, produce cada vez más harina. El jefe de planta, en vez de considerarse a sí mismo como un trabajador más, defiende los intereses de los dueños y está convencido de que el desarrollo de la industria es el camino del progreso para Perú. En segundo lugar, esta descripción es realista porque en efecto durante el período histórico del auge industrial de Chimbote, Perú se convierte en la primera potencia pesquera del mundo.

Siete huevos blancos contra tres rojos. Nosotros, la industria, U.S.A., el Gobierno peruano, la ignorancia del pueblo peruano y la ignorancia de los cardozos sobre el pueblo peruano, somos las fuerzas blancas; Juan XXIII, el comunismo y la rabia lúcida o tuerta de una partecita del pueblo peruano contra U.S.A., la industria y el gobierno, son las fuerzas rojas. Fíjese; así es la cara del Perú, así, con sus tres rayitas rojas.

Don Ángel Rincón Jaramillo, Cap. III, pp. 153-154

Don Ángel Rincón Jaramillo recorre la fábrica de Nautilus Fishing junto al visitante que envía Braschi como supervisor. En el trayecto conversan sobre la planta, la maquinaria, los obreros y la producción de harina, pero también sobre las visiones que don Ángel tiene sobre Chimbote y el Perú en general. Es un gran defensor de la industria y desprecia a los trabajadores, se siente superior.

Don Diego le pide un panorama de la situación peruana, y Ángel responde de dos maneras complementarias: dibuja un esquema donde hay diez huevos (siete blancos y tres rojos) de los que salen unas flechas que se entrecruzan y se conectan con un rostro. Los lectores vemos este esquema en las páginas del libro. Luego, el jefe de planta explica este diagrama con las palabras de la cita. En ellas se observa el posicionamiento y las ideas políticas de Ángel: contra el comunismo de los curas socialistas estadounidenses y a favor de las instituciones poderosas del país.

Es interesante que los elementos del Perú sean simbolizados por huevos, que también forman parte del mito de Pariacaca. El dios nace de cinco huevos que se encuentran sobre el cerro Condorcorto. En la explicación de Rincón Jaramillo hay diez huevos porque la realidad peruana ahora tiene el doble de elementos: los autóctonos, originarios, y los extranjeros que llegan desde España y Estados Unidos. Estos huevos además, son rojos y blancos, los colores de la bandera del país. El colorado, a su vez, es el color que simboliza a las izquierdas revolucionarias del siglo XX, el comunismo que Rincón Jaramillo desprecia. Si bien este es uno de los personajes que condensa ideas totalmente contrarias a las del autor, en su análisis de la realidad peruana la característica principal también es la mezcla, el conflicto de culturas y el choque de elementos indígenas y elementos extranjeros.

Así la Santa Biblia; desigual, como el mina de carbón y el luz de 'los cielos' qu'intraba por las ventanas al socavón más profundiento, pues; donde todos los obreros el pulmón hemos dejado. Yo sólo tengo pecho; pulmón casi no hay. Pulmón está atracado de polvo carbón. Si boto cinco onzas carbón me pulmón aparecerá de nuevo. Me compadre también sabe. Hey pesado ya, todo, hojas de periódico en cual escupo. On quilo papel, dos onzas polvo de carbón ya hay. Ahurita habrey botado on gramo. Gramo por gramo andaré hasta que me pulmón sane.

Esteban de la Cruz, Cap. IV, p. 191

En estas líneas leemos las palabras y reflexiones de Esteban de la Cruz. Las condiciones precarias e inhumanas en las que ha trabajado como minero en Cocalón han contaminado y destruido sus pulmones, ahora llenos de carbón. Esteban recibe atención médica de dos doctores, el primero, muy occidentalizado, le da un diagnóstico equivocado; el segundo conoce la realidad de las minas y le cuenta que tiene los pulmones intoxicados de carbón, le indica reposo y le dice que es incierto cuánto tiempo más vivirá.

Todos los mineros que han trabajado en Cocalón han muerto del mismo modo, salvo uno, un primo de su esposa Jesusa. Ella quiere que Esteban se confiese; cree que si conversa sobre sus pecados con un padre evangelista llamado "el Hermano", el hombre podrá mejorar, pero él no comparte esas creencias. Esteban se encuentra con un primo de Jesusa, el único minero que no ha muerto. Este le cuenta que un brujo que habla con aukillu, el espíritu de la montaña, le ha indicado cómo salvarse: debe escupir el carbón para liberar su cuerpo. Esteban se afianza fuertemente a esta indicación y cada vez que escupe flema con carbón la guarda en papeles de diario. Debe reunir 5 onzas para sanar.

Esta cita también es un claro ejemplo de la búsqueda lingüística de Arguedas: el personaje se expresa en un español que puede parecer extraño porque tiene muchas marcas de las lenguas originarias andinas. Esteban es de origen serrano. Algunas de esas marcas son el intercambio de los sonidos 'i' y 'e' ("intraba", "me pulmón") y 'o' y 'u' ("on quilo", "ahurita"); los verbos como "habrey" y la sintaxis particular, es decir, el orden de las palabras no es el más frecuente en el español estándar.

Cuando las ansias de hablar no se le calmaban en el paseo y, por el contrario, las caminatas, o su casa, con la presencia de la calavera en la repisa, toda la noche, lo enardecían más, decidía quién sería, como quién amanecería al día siguiente para hablar en las calles y mercados. Se concentraba hasta que le sudaba la frente. Ya con el rostro neutro, acercaba la lámpara a un inmenso cajón que tenía lleno de trapos, vestidos, sombreros, alambres, cadenas, bastones, trozos de redes de todo tipo, collares, cintas, enormes corchos amarillos flotadores de boliches anchoveteros. Confeccionaba cuidadosamente su vestido.

Narrador, Cap. IV, p. 218

En estas líneas el narrador describe el proceso creativo (o la locura) de Moncada. Como se ha mencionado, este personaje errante y movedizo tiene días cuerdos, en los que trabaja como jalador de pescado, y días locos en los que se trasforma en diversas figuras que predican en los espacios públicos de Chimbote como las plazas y los mercados. Se ha aparecido, por ejemplo, como comerciante, como pescador y hasta como mujer embarazada. Así, Moncada, considerado "loco" por todos los demás, también se asocia a la figura de un actor, de un creador. Junto con los personajes músicos representa la creación artística dentro de la novela.

En el ¿Último diario?, Arguedas anticipa qué ocurriría con algunos personajes principales si continuara la narración. En ese pasaje declara que este "loco" tiene la visión más profunda y nítida de lo que ocurre en Chimbote. Moncada pronunciaría un discurso en el funeral de Esteban de la Cruz y también hablaría tras la destrucción del mercado de La Línea, porque "es el único que ve en conjunto y en lo particular las naturalezas y destinos" (342). Así, en Moncada se conectan la locura, el caos, la creación artística y la capacidad de percibir en profundidad las esencias y el futuro de los individuos, los animales y la naturaleza.

Más tarde, en su dormitorio, con los codos apoyados en una pequeña mesa, el padre Michael Cardozo leía; la desigual nariz serena hasta el último pelo que se alimentaba en lo más profundo de las fosas nasales. Un pequeño retrato del "Che" y un Crucifijo, juntos, aparecían pegados bajo el vidrio de la mesa.

Narrador, Segunda Parte, p. 338

Con el suicidio de Arguedas, esta escena de lectura pasa a ser la última de los segmentos puramente ficcionales de la obra. Por ese motivo, tiene una gran importancia. Se trata del padre Cardozo, sacerdote norteamericano que vive y trabaja hace mucho tiempo en Chimbote y es comunista. El cruce entre cristianismo y socialismo ha marcado el período histórico en el que escribe Arguedas y en el que se sitúa la novela, las décadas de 1960 y 1970 en América Latina. Como se ha mencionado, estas ideas políticas y religiosas se entrecruzan con otros pensamientos y creencias en la sociedad peruana que presenta El zorro de arriba y el zorro de abajo.

La fusión de cristianismo y revolución se representa en la novela por las imágenes del Che Guevara y de Cristo que guarda Cardozo. Ya las hemos observado en su oficina, cuando recibe a Bazalar, a don Cecilio y a Maxwell. A los tres les llama mucho la atención la combinación de ambas figuras. Maxwell nota que el Cristo tiene una cabeza desproporcionadamente grande y que el óleo que retrata al Che tiene una posición central en la habitación. El padre Cardozo, como leemos en la cita, también junta las dos imágenes en el escritorio de su dormitorio.

Y sobre ese escritorio lee un pasaje de la Biblia (Corintios 13: 1-13), que se reproduce en la página final de la ficción. El pasaje habla sobre la importancia del amor como modo de relacionarse con el mundo y como modo de aproximarse a dios y al conocimiento. Sin embargo, al terminar de leer Cardozo se pregunta qué pasa con el odio, porque entiende que el caos de Chimbote, la desigualdad, la violencia y la injusticia provocan un odio que moviliza a los individuos. El odio puede ser el alimento de la revolución que el sacerdote defiende como modo de salvación. Sin embargo, el final del texto es, como toda la obra, un tanto confuso y no podemos darle un único sentido.

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