Resumen
La abadía arde durante tres días y tres noches, hasta que los monjes se rinden y comienzan a abandonar el lugar. Guillermo y Adso encuentran dos caballos en el bosque y se dirigen al este. Al llegar a Bobbio se enteran de que la situación política es mala, ya que el Emperador está ahora tan enemistado con el Papa que ha elegido a un Antipapa, Nicolás V. Los partidarios del Papa Juan están siendo perseguidos y torturados. Cuando llegan a Pomposa, escuchan que Roma se ha rebelado contra el Emperador Ludovico, y el Papa ha entrado triunfante a Aviñón, con lo cual Michele da Cesena debe huir de allí, temiendo por su vida. Guillermo y Adso deciden abandonar Italia, viendo que la marea se vuelve contra el Emperador y sus partidarios. Viajan a Munich, Alemania, donde se separan con mucha tristeza.
Guillermo le da a Adso consejos para sus futuros estudios, y le regala las gafas que le fabricó Nicola, diciéndole que algún día le serán útiles. De hecho, el Adso mayor que narra señala que mientras escribe estas líneas las lleva puestas. Guillermo regresa a su casa en Inglaterra, Adso regresa a Melk, y nunca más vuelven a verse. Más tarde, Adso se entera de que Guillermo murió durante la gran peste, una plaga masiva que arrasó Europa en el siglo XIV. Adso dice que aún reza por el alma de su maestro, para que Dios le perdone muchos de sus actos de orgullo que cometió por soberbia intelectual.
Muchos años después, Adso es enviado a Italia por su abad y regresa al lugar donde se encontraba la abadía, donde solo quedan ruinas. Hay algunos rastros de la puerta de la iglesia que tanta impresión causaron a Adso. También quedan de pie dos torres del Edificio. Adso busca entre los escombros y encuentra trozos de pergamino caídos del scriptorium y la biblioteca, y comienza a recogerlos, como si tratara de recomponer las páginas rotas de un libro. Sube por las torres hasta lo que queda de la biblioteca, donde a lo largo de un tramo de pared encuentra un armario donde perduran aún algunos folios. Adso recoge estas reliquias, con la esperanza de reconstruir algo de la biblioteca perdida. Logra construir con ellos una biblioteca menor, signo de la mayor que se perdió.
Nos dice Adso que a lo largo de los años ha leído y releído estos fragmentos, como si pudieran llegar a transmitirle algún mensaje de la biblioteca. Si bien cada vez está más convencido de que no hay ningún significado en ellos, no puede evitar sentir que lo que está escribiendo ahora es un gran acróstico que dice y repite lo que esos fragmentos le han transmitido. No está seguro de si él habla de los fragmentos o si estos hablan a través de él. Y sin embargo, en el umbral de su propia muerte, no puede discernir si lo que ha escrito contiene o no algún sentido oculto. Todo lo que resta ahora, dice, es callar. Hace frío en el scriptorium y le duele el pulgar. Concluye su texto diciendo que lo deja a disposición, no sabe para quién, y tampoco ya sabe de qué habla. Cierra con la frase latina: "stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus" (511).
Análisis
Guillermo y Adso huyen de la abadía, ya que allí no les queda nada. El Papa vuelve a tomar el poder en Roma, y la situación política en Italia se vuelve cada vez más difícil para ellos, como partidarios del Emperador. El ciclo de violencia religiosa y política continúa, con ambos bandos sufriendo pérdidas. Al igual que en la disputa de la abadía, parece que se ha perdido toda esperanza de reconciliación entre el Papa y el Emperador. Esto sugiere que la religión seguirá siendo una causa de conflicto político en Europa durante muchos años.
La despedida entre Guillermo y Adso es emotiva, y el maestro abraza a su discípulo paternalmente, dando cuenta así del aprendizaje, pero también del afecto que signó su vínculo. Mientras escribe, Adso sigue utilizando las gafas de Guillermo. Incluso décadas después, las gafas simbolizan la pasión de Guillermo por el conocimiento y el entusiasmo por las nuevas tecnologías. Al recibir ese obsequio de su maestro, Adso hereda esa pasión por el saber.
En efecto, años después, cuando Adso vuelve a Italia y revisita las ruinas de la abadía, se propone la tarea de recuperar parte de la biblioteca que su maestro tanto apreciaba. Para Adso, estos fragmentos de libros simbolizan el conjunto más amplio de la biblioteca perdida. Se dedica a rescatar fragmentos de libros quemados porque espera que las partes de unos pocos libros puedan sustituir la colección completa. Adso llama a sus fragmentos una "biblioteca menor" por reconocer que todos los libros son fragmentos, en mayor o menor medida. Así, al igual que Guillermo reconstruyó el libro perdido de la Poética de Aristóteles encontrando rastros de él en otros libros, Adso intenta reconstruir una biblioteca perdida a partir de unos pocos fragmentos que quedan. Este pasaje refuerza ese motivo central en la novela: la idea de que los libros perdidos pueden volver a encontrarse.
Adso quiere interpretar estos fragmentos de la biblioteca como un texto con sentido. De hecho, sugiere que el texto que escribió, aquel que hemos leído, es de alguna manera una reproducción de esos fragmentos. Por eso llama a sus memorias un “acróstico”, esto es, una secuencia de letras que, reagrupadas, conforman un nuevo significado. Sin embargo, como sucede a lo largo de toda la novela, la interpretación de los signos sigue siendo para Adso una tarea difícil: no está seguro de que los fragmentos tengan algún significado preciso. En cualquier caso, está cerca de la muerte y pronto no tendrá nada más que decir, pero se asegura de dejar sus memorias a disposición de algún lector interesado.
Sin embargo, esa duda respecto del significado de los signos aplica también para su relato: Adso señala que antes de morir deja al lector “este texto”, esto es, la novela que acabamos de leer, pero admite que “ya no sé de qué habla” (511) y, enseguida, cita una frase latina, con la que cierra su libro: "stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus". Esta frase puede traducirse como “De la primigenia rosa solo nos queda el nombre, solo conservamos nombres desnudos”, y remite directamente a la dificultad de interpretar los signos. En Apostillas a 'El nombre de la rosa', Eco reconstruye el origen de ese hexámetro latino: se trata de un verso del De contemptu mundi de Bernardo Morliacense, un benedictino del siglo XII que trató a lo largo de su obra el “ubi sunt”, un tópico literario que remite a la problemática del paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la añoranza de aquellas grandes cosas que ya han desaparecido.
Dice Eco que a las ya clásicas dimensiones del “ubi sunt”, Bernardo añadió la idea de que “de todo eso que desaparece solo nos quedan meros nombres” (9). Esta frase parece afirmar que lo que perdura de las cosas —de la rosa, en este caso— es su nombre, pero la cosa en sí se nos escapa, se pierde. En otras palabras, de las cosas que vemos y conocemos solo guardamos el nombre, pero ese nombre no abarca la esencia de las cosas o su significado; son nombres desnudos, pues se refieren a ella pero no llevan en sí la cosa. Con esta idea que cierra sus memorias, Adso parece querer implicar que de aquellas cosas vividas y recordadas (como su experiencia con Guillermo en la abadía) solo quedan los nombres, esto es, las palabras que conforman su relato, las palabras que acabamos de leer. Pero de esas vivencias y personas, tan efímeras y finitas como la rosa, ya no queda nada, más que su evocación en forma de memorias.
Asimismo, el hexámetro final remite directamente al título de la novela, con lo cual se evidencia la relevancia que Eco le da en su novela a la problemática en torno a los signos. La obra deja así muchas preguntas sin respuesta, incluido el sentido de su título. Efectivamente, en las Apostillas, Eco agrega que una novela es "una máquina de generar interpretaciones" (9), en la que ninguna prima necesariamente sobre otra. En relación con el título de su obra, dice que lo eligió buscando aludir al problema de la interpretación. En la medida en que la rosa es una figura simbólica tan densa, que en el arte y la literatura ha asumido tantos significados, termina por perderlos todos. Desorientado ante todos sus posibles sentidos, el lector no puede escoger entre una sola interpretación; es lo mismo que les sucede a Guillermo y Adso en la novela. El nombre de la rosa demuestra que hacer una interpretación única e incontestable de cualquier signo es una tarea imposible, ya que la naturaleza de los símbolos es engendrar tantas interpretaciones diferentes como intérpretes haya.