En los cuentos de El llano en llamas, así como en la novela Pedro Páramo, que publicará dos años después de esa colección, Juan Rulfo retrata con amargura y crudeza el estado miserable de algunas regiones rurales del occidente de México, inspiradas en los estados de Jalisco y de Colima. Se trata de regiones abandonadas a su suerte, olvidadas por el Estado y entregadas a la violencia. Ese abandono es el que permite que surjan personajes como los hermanos Remigio y Odilón Torrico en la Cuesta de las Comadres, o los Alcaraces en Zapotlán, o Pedro Páramo en el pueblo de Comala. Son los llamados "caciques", figuras representativas del sistema feudal latinoamericano, propio de la etapa prerrevolucionaria. Ellos se erigen como dueños absolutos de las tierras que controlan, y cabezas de un orden social vertical que exige obediencia, respeto y sumisión al resto de la población. Mediante distintas estrategias, van extendiendo su dominio, valiéndose de la violencia y el terror como instrumento principal. En la narrativa de Rulfo, los caciques aparecen representando rasgos en común: delimitan sus tierras arbitrariamente, sin reparar en lo que la ley estatal estableció; ignoran las necesidades y las voces de los campesinos; explotan a su antojo los recursos naturales, como si fueran suyos; reprimen y mandan a matar a quienes sean un obstáculo para su dominio; usan a las mujeres como objetos sexuales; sobornan a quienes les conviene, niegan ayuda a quienes la piden; hacen prevalecer su voz y su ley individual y arbitraria por sobre todas las demás.
En "La Cuesta de las Comadres", se hace evidente que a pesar de la implementación de la reforma agraria, que dividió equitativamente las tierras de la Cuesta a todos sus habitantes, en la práctica, los dueños de hecho de esas tierras son los Torricos. Y el narrador, como representante del común de los habitantes de esa tierra, acepta esta realidad sin cuestionársela, no solo porque desconoce otra forma más justa de organización, sino también porque el miedo que imponen los Torricos impide que las cosas sean de otro modo: "No había por qué averiguar nada" (14). La gente de la Cuesta prefiere acatar silenciosamente la norma impuesta por los caciques, aunque es evidente (en la forma en la que ocultan su ganado, por ejemplo) que viven con miedo y, finalmente, terminan abandonando esa tierra, pues no hay posibilidad de progreso allí donde se está tan sometido.
En este sentido, la fuerza del cacicazgo es posible gracias a la ausencia total de intervención estatal, no solo en materia de leyes y de ejercicio de justicia, sino también en la nula inversión en infraestructura, lo cual deja a esas poblaciones completamente aisladas y atrasadas. Es el caso, por ejemplo, de "Luvina", donde el abandono devasta el espacio y lo convierte, metafóricamente, en un purgatorio. Ese aislamiento se hace evidente, por ejemplo, en el modo en que van llegando las noticias de la Revolución, a retazos, con poco entendimiento. Es lo que ocurre, por ejemplo, en "La herencia de Matilde Arcángel", cuando el narrador describe de manera vaga cómo el hijo se sumó a un grupo de revoltosos: "quién sabe qué clase de revoltosos serían y qué andarían haciendo" (151), o retrata sin demasiado entendimiento la lucha que se despliega en el monte entre los revoltosos y las fuerzas federales.
En Pedro Páramo, el cacique Pedro Páramo también impone su propia ley, impunemente: "¿Cuáles leyes, Fulgor? La ley de ahora en adelante la vamos a hacer nosotros" (Pedro Páramo, 2011, 100). Y yendo un poco más lejos que los cuentos, se aprovecha del contexto violento de la Revolución y lo usa a su favor: se reúne con los revolucionarios y les ofrece ayuda, poniéndolos de su lado y afirmando así su autoridad. Así, el poder del cacique se sobrepone al resto de los poderes, y la violencia se usa para conservar su lugar de privilegio.
La representación del cacicazgo en la narrativa de Juan Rulfo, situada durante la Revolución mexicana, o incluso luego de ella, es otro rasgo de la mirada crítica y desmitificadora que el autor desplegó en torno al proceso revolucionario.