El bien vs. el mal
El principal tema de fondo en El hobbit es el enfrentamiento entre las fuerzas del bien y el mal. Todo el entramado simbólico de la novela se polariza en estas dos fuerzas en constante combate, y todas las criaturas de la Tierra Media participan de ella de una forma u otra.
El bien constela en un sinfín de imágenes alrededor de lo puro, lo blanco, lo inmaculado y lo brillante. El mayor exponente de ello está en la raza de los elfos, criaturas hermosas y benignas cuyas armas y armaduras resplandecen en el combate. Como contraparte, el mal constela en imágenes alrededor de lo impuro, lo negro, lo sucio o mancillado y lo oscuro. El mayor exponente de ello está en la raza de los trasgos, criaturas crueles y malignas cuya sangre es negra, y que cuando sus huestes avanzan a la batalla van acompañados de la tormenta y una oscuridad magnificada por miles de aves negras que cubren el cielo.
Aun cuando existen matices entre estas dos fuerzas (como sucede con la compleja psicología de los enanos o los humanos), al final del libro, en el momento decisivo de la Batalla de los Cinco Ejércitos, las fuerzas del bien y del mal quedan claramente diferenciadas: por un lado, trasgos y lobos representan las fuerzas del mal y, por el otro, elfos, humanos y enanos (y luego águilas y Beorn) representan las fuerzas del bien.
La nostalgia
Este tema se desarrolla primordilamente en la figura de Bilbo y de los enanos: por un lado, durante toda la aventura, Bilbo añora el agujero hobbit que ha dejado atrás. En muchas ocasiones, cuando duerme a la intemperie, sobre la fría roca o en la oscuridad ominosa del Bosque Negro, las imágenes del hogar, su reposera y las comidas que preparaba aparecen todas como imágenes del refugio, la paz y el bienestar.
Por otro lado, la nostalgia también atraviesa a otros personajes a lo largo de toda la novela. Los enanos, por ejemplo, desean recuperar el Reino bajo la Montaña y devolverle su antiguo brillo, como forma de honrar a sus padres y a sus abuelos. Bardo y la gente del Lago también recuerdan una época en la que Esgaroth era una ciudad mucho más próspera y en constante comercio con el ya desaparecido reino de Valle.
Las canciones también son otra fuente de nostalgia: los personajes que las cantan recuerdan tiempos pasados y esplendorosos en los que sus ancestros reinaron sobre la tierra y la prosperidad florecía. Todo aquello se ve empañado por el estado actual de la Tierra Media: el mundo de Tolkien parece siempre recordar un pasado remoto y esplendoroso que se contrapone a la decadencia inevitable del presente.
El sueño y la inconsciencia
En los primeros capítulos, el sueño es una de las dichas más atesoradas por el hobbit. Sin embargo, las cosas cambian a medida que la aventura transforma a Bilbo en el héroe. El capítulo 8 ofrece una interesante fusión entre el sueño, el letargo y la inconsciencia: la victoria que Bilbo consigue sobre las arañas se debe a que su sueño es liviano y puede despertar con facildiad, mientras que la caída de Bombur en las aguas del río encantado lo ha hecho felizmente olvidadizo. Esta es una clara alusión a uno de los ríos del inframundo de la mitología griega, el Leteo, que concede el olvido a quien se baña en sus aguas . Después de cruzar el río, los personajes se introducen en un mundo donde la realidad se confunde con los sueños, y las visiones feéricas dominan las escenas nocturnas: los personajes sienten y ven como en sueños a los elfos festejando en el bosque, pero cada vez que intentan acercarse a ellos, las luces se apagan y aquellas criaturas desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Los enanos, confundidos, terminan por perder el control y corren de un lado a otro, mientras algunos van cayendo, dormidos por la magia de los elfos.
El tema del sueño y la inconsciencia continúa a lo largo de toda la novela. Muchas veces, la inconsciencia de Bilbo se utiliza como un dispositivo narrativo para generar suspenso: Bilbo pierde la conciencia al final de un capítulo (como sucede en los pasadizos de los trasgos y en la Batalla de los Cinco Ejércitos) y el lector debe esperar al capítulo siguiente para saber qué es lo que ha sucedido con él. Por otra parte, el tema del sueño se vincula al de la nostalgia: los sueños de Bilbo están atravesados por su anhelo del hogar y de la comodidad perdida. Así, las imágenes oníricas revelan la profundidad del mundo interno de los personajes, sus mayores deseos y también sus temores (como sucede con Smaug, que sueña que le roban su tesoro).
La soledad
La figura de Gollum encarna el tema de la soledad, que luego va a aparecer también en Bilbo, a medida que este avance en su aventura y se sienta cada vez más solo. Gollum vive en una gruta bajo las Montañas Nubladas. No se sabe cuánto tiempo ha estado allí, pero por sus palabras se comprende que lo ha hecho por muchísimos años. Su soledad es absoluta, al punto de que ha desarrollado la costumbre de hablar consigo mismo como si se tratara de dos personas. En verdad, Gollum habla con el anillo como si este fuera una entidad animada, pero con el paso del tiempo la división entre el anillo y su propia persona se fue perdiendo, hasta que Gollum los confunde y habla de un "nosotros". La soledad de Gollum se hace evidente para Bilbo, quien siente lástima por aquella criatura, y por eso termina perdonándole la vida cuando tiene la oportunidad de matarlo.
Bilbo también se transforma en un personaje solitario, a pesar de estar rodeado de un grupo numeroso de enanos. La soledad de Bilbo, sin embargo, es compleja y se relaciona con la nostalgia que siente por su casa. La aventura le ha mostrado lo enorme y complejo que es el mundo. Frente a los problemas de otros pueblos y encontrándose en otras tierras, el hobbit se da cuenta hasta de lo pequeño e insignificante que es, y hasta qué punto está solo en el mundo. Si bien los enanos son gentiles y traba amistad con algunos de ellos -especialmente con Balin- Bilbo comienza a sentirse solo tras la partida de Gandalf. Atravesado por ese sentimiento, la nostalgia que siente por su agujero hobbit también crece paulatinamente. Así, el tema de la soledad se entrecruza, en este personaje, con el de la nostalgia.
La sabiduría y el conocimiento
La novela está llena de mapas, llaves e ingeniosos acertijos, lo que ayuda a nivelar su dimensión mágica. Además del destino y de la magia, la sabiduría es importante y necesaria en el camino heroico de Bilbo. A su vez, a lo largo de la novela intervienen persoanjes sabios, como Elrond, quien es capaz de descifrar las runas lunares del mapa de los enanos, y Bardo, quien puede comprender el lenguaje de las aves y, gracias a ello, derrota a Smaug. Al final de la novela, la intervención de Bilbo en los asuntos políticos entre los enanos, los humanos y los elfos demuestra que ha ganado mucho en conocimiento, sabiduría y sensatez.
Por otra parte, Gandalf es un personaje sabio, aunque a veces misterioso, que funciona como guía durante la mayor parte de la aventura. Cuando el mago debe abandonar el grupo, Bilbo -que se ha desarrollado no solo como saqueador sino también como un sabio aventurero- ocupa su lugar y utiliza la lógica y la razón para sacar del apuro a sus compañeros en más de una ocasión.
El poder y la corrupción
En El hobbit comienza a esbozarse el tema del poder, que será fundamental a lo largo de toda la obra de Tolkien. En esta primera novela, la representación del poder abre el juego al problema de la corrupción del individuo. Esto puede verse en Thorin, por ejemplo. El enano descendiente de los reyes bajo la Montaña reclama su derecho a quedarse con todo el tesoro que el dragón ha acumulado en los salones de la Montaña Solitaria, y se justifica argumentando que le corresponde por ser el heredero de los reyes enanos, porque su pueblo ha muerto debido al dragón y porque él ha llegado a la Montaña y lo ha reclamado primero. Los hombres del Lago y los elfos lo reconocen como señor del Reino bajo la Montaña, pero exigen parte del tesoro. Y es en ese punto, cuando Thorin ha logrado establecer su poderío y es reconocido como Rey bajo la Montaña, que la corrupción termina por consumirlo: la ambición de Thorin es desconmunal y lo empuja a cometer graves errores que le costarán la vida a él y a sus compañeros enanos. Thorin muere en la Batalla de los Cinco Ejércitos y, de esa forma, paga los excesos que ha cometido. Su caso deja en claro que cuando el poder no se ejerce en aras del bien común (como lo hace Bardo, por ejemplo), corrompe a los individuos.
El tema del poder y la corrupción que puede generar será central para la saga de El Señor de los Anillos y se concentrará, justamente, alrededor de la figura del Anillo de Poder: este objeto mágico otorga a su portador el poder de gobernar sobre su pueblo y doblegar la voluntad del resto de los de su raza. Como consecuencia, el anillo corromperá absolutamente a quien trate de usarlo, aunque sus intenciones sean buenas.
El mensaje de Tolkien es claro: aunque responda a causas justas o se legitime en el derecho de sangre, la ambición es peligrosa, y el poder puede corromper.
El animismo y la conexión vital con la naturaleza
Tolkien presenta una Tierra Media en la que todas las cosas, incluyendo objetos inanimados, fenómenos naturales, animales y plantas, pueden demostrar una inteligencia humana. Lo que es más, las fuerzas naturales juegan un rol activo en el destino de la Tierra Media: los animales, por ejemplo, intervienen y se alinean con las fuerzas del bien o del mal. Así, por ejemplo, los lobos son la mayor representación de las fuerzas del mal, mientras que las águilas intervienen para ayudar a los pueblos libres. Incluso la toponimia de la Tierra Media se organiza en función de esta participación activa en la vida de las criaturas: las Montañas Nubladas o el Bosque Negro, por ejemplo, se cargan con valores negativos e intervienen directamente en la aventura de los personajes. En el capítulo 4, por ejemplo, las montañas se animan cuando aparecen gigantes de piedra que juegan a arrojarse rocas en el valle entre los riscos de las montañas. Así, toda la naturaleza de la Tierra Media juega un papel activo en el desarrollo de la historia y se carga con características propias de las criaturas inteligentes.
La codicia y la arrogancia
La codicia y la arrogancia son temas que se presentan en conjunto, como dos caras de una misma moneda, y se ven principalmente en dos personajes: Thorin y el dragón, Smaug.
Thorin es un enano arrogante y hasta prepotente. Al ser el descendiente de los reyes bajo la Montaña, considera que su linaje le da derecho a tratar con aires de superioridad a otras criaturas y a exigir respeto y sumisión de los individuos que él considera inferiores. Esa es su actitud frente a la gente del Lago, por ejemplo.
Esta arrogancia se manifiesta luego en relación a su codicia. Una vez que ha obtenido el tesoro de la Montaña, la codicia de Thorin es tal que no quiere entregar ni una mínima parte a los elfos o a la gente del Lago. Cuando los mensajeros de estos pueblos se acercan a dialogar a las puertas de la Montaña Solitaria, Thorin se muestra extremadamente arrogante y los echa con insultos y hasta con amenazas armadas. Al final de la historia, y tras la Batalla de los Cinco Ejércitos, Thorin se arrepiente de su conducta en el lecho de muerte.
Smaug es otro personaje movido por la codicia y extremadamente arrogante. El deseo del dragón es acaparar todos los tesoros posibles y construir su morada sobre ellos. A su vez, el dragón se presenta frente a Bilbo con arrogancia, y está tan seguro de ser imbatible que no se da cuenta de que le revela al hobbit su punto débil. Burlándose de cualquier posible amenaza y haciendo gala de su poder, Smaug muestra su pecho, protegido por las joyas que se le han incrustado en la carne tras cientos de años de dormir sobre ellas, y, gracias a esa muestra arrogante, Bilbo logra divisar un punto, en el lado izquierdo del pecho, que ha quedado desprotegido. El pavoneo arrogante le costará a Smaug la muerte, ya que Bardo buscará ese punto débil para atravesarlo con su flecha.
El coraje
El coraje es un tema que se constata en la evolución personal de Bilbo, el protagonista de la novela. El hobbit se presenta en un inicio como una criatura tranquila y pacífica que evita la confrontación a toda costa. Esto se ve en el primer capítulo, cuando Bilbo no se anima siquiera a contradecir a Gandalf o a los enanos, y deja que invadan su casa y vacíen sus alacenas. Sin embargo, a medida que avanza la novela y que Bilbo debe enfrentarse a diversos desafíos, queda claro que el coraje es un rasgo en construcción de su personalidad. Bilbo debe obligarse, en el capítulo 2, a acercarse al campamento de los trolls, y lo hace demostrando miedo e inseguridad. En todos los episodios siguientes, el coraje de Bilbo crece paulatinamente: desde su enfrentamiento con Gollum hasta el episodio de las arañas o el descenso a la guarida de Smaug, el hobbit demuestra poseer cualidades de las que ni el mismo Thorin puede hacer gala.
El coraje de Bilbo crece junto a su sentimiento de justicia. Al final de la novela, Bilbo decide entregar la Piedra del Arca de Thorin a Bardo y al Rey de los Elfos con tal de evitar el enfrentamiento inminente. En ese último gesto se comprueba la magnitud de su coraje, puesto no duda en exponerse y ganarse el odio de sus amigos y quizás hasta la muerte, con tal de hacer lo que cree correcto.