Don Juan Tenorio

Don Juan Tenorio Resumen y Análisis Segunda parte, Acto II: La estatua de don Gonzalo

Resumen

Don Juan cena junto al capitán Centellas y Avellaneda en la nueva casa que adquirió al regresar a Sevilla. Allí les cuenta que el emperador fue quien amparó su regreso, después de conocer su historia y por considerarlo un hombre muy valiente. En la mesa han colocado una silla y los cubiertos para la estatua del comendador. Cuando Ciutti sirve el vino, don Juan le ordena que también llene la copa del comendador.

Luego, en el momento en que Centellas propone un brindis para que Dios glorifique a don Gonzalo, don Juan interviene diciendo que no cree en el más allá, ni en otra gloria más que la terrenal. Entonces se escuchan golpes en los alrededores y, más tarde, en el interior de la casa. Don Juan sospecha que sus invitados planearon una broma para burlarse de él, pero ellos lo niegan y se muestran asustados. Mientras debaten sobre el asunto y continúan cenando, la estatua del comendador atraviesa la puerta y se presenta ante ellos.

Inmediatamente, el capitán Centellas y Avellaneda caen desvanecidos. El comendador le explica a don Juan que Dios le permitió asistir al "sacrílego convite" (v. 3432) para advertirle que hay vida eterna tras la muerte. Además, la estatua reitera lo que ya había señalado doña Inés, que el plazo que tiene don Juan para arrepentirse culmina esa noche, y que Dios le otorga este día para limpiar su conciencia. Antes de desaparecer, la estatua invita a don Juan a que lo visite más tarde en el panteón.

Don Juan duda de la aparición y cree que, en el caso de que sea cierto lo que le comunicó don Gonzalo, el plazo que Dios le otorgó es insuficiente para subsanar sus delitos. Mientras continúa en sus vacilaciones, se presenta la sombra de doña Inés y le pide que tenga valor para acudir a la cita del comendador. Luego desaparece.

Centellas y Avellaneda se despiertan y descreen del relato de los sucesos de don Juan. Se acusan mutuamente de haber sido víctimas de una broma, y don Juan desafía a duelo a los dos invitados.

Análisis

El acto comienza con un nuevo cambio de escenario. Se trata de la nueva casa de don Juan. El centro de la escena lo ocupa una mesa "ricamente servida: el mantel cogido con guirnaldas de flores, etc." (p. 197). En las acotaciones de la segunda parte de esta obra, en las descripciones de los escenarios, abundan los detalles minuciosos. En este caso, además, la descripción de la mesa, que se presenta como inocua y festiva, sirve para realzar el contraste con la mesa que se presentará en el acto siguiente, "que parodia horriblemente" (p. 213) a esta: "En vez de las guirnaldas que cogían en pabellones sus manteles, de sus flores y lujoso servicio, culebras, huesos y fuego, etc." (Ídem.). En este sentido, el contraste entre las dos mesas puede ser leído en los términos que propone Rubio Jiménez: "El gozo del placer terreno [de la primera mesa] se transmuta en una desolada y barroca imagen de la vanidad de los bienes del mundo" (Rubio Jiménez, 1989, p.20).

Además, en este acto, la sobriedad costumbrista de la escenografía hace más efectiva la introducción de lo sobrenatural. Vemos que se crea una atmósfera que se aleja de la del lúgubre panteón del acto siguiente, donde predominan las sombras y los elementos tenebrosos, y donde la aparición de los espectros es más esperable. En este acto, en cambio, la introducción en escena de los seres fantásticos se produce dentro de una atmósfera sobria. De esta manera, los personajes fantásticos funcionan como elementos disruptores, que rompen con la realidad y producen un efecto en el lector o espectador.

En esta segunda parte de la obra dominan los elementos fantásticos, los cuales están anunciados desde el subtítulo de la obra "Drama religioso-fantástico en dos partes". Don Juan vacila permanentemente sobre la naturaleza real o imaginaria de lo que está viendo y es precisamente esa vacilación frente a los acontecimientos de apariencia sobrenatural lo que define al género fantástico.

Cuando se presenta la estatua del Comendador en la casa de don Juan, él duda acerca de si lo que ve es real o no: "¡Es realidad, o deliro!" (v. 3402); y tras la desaparición de la sombra de doña Inés, la incertidumbre aumenta su desasosiego:

... hazme al fin la realidad
distinguir de la quimera.
Alguna más duradera
señal dame, que segura
me pruebe que no es locura
lo que imagina mi afán.

(vv. 3504-3509)

Además, en la parte final de la obra, abundan los términos relacionados con esta incertidumbre, como "¡Desvaríos!", "fatídica ilusión" o "delirio insensato". Asimismo, en esta parte también predomina el léxico religioso: "excelsitud", "santo Edén", "celestial", etc., en contraste con la primera parte, en donde encontrábamos una profusión de referencias a lo demoníaco.

Finalmente, tras la desaparición de la sombra de doña Inés, se produce una ironía situacional: el burlador se siente burlado. A propósito, don Juan manifiesta su ira en estos términos: "Mas ya me irrita, por Dios, / el verme siempre burlado, / corriendo desatentado / de varias sombras en pos" (vv. 3512-3515).