Parece que los cabellos han de resucitar mucho menos que las otras partes del cuerpo.
Esta frase es el epígrafe de la obra y pertenece a la Suma Teológica, una de las obras principales de Santo Tomás de Aquino. Este sacerdote italiano es uno de los principales filósofos cristianos de la Edad Media. Al seleccionar esta cita para abrir su novela, García Márquez ya nos da pistas de algunos de sus ingredientes más importantes: se destaca la centralidad de los cabellos, por un lado, y se presenta la tensión entre la vida y la muerte característica de toda la obra, por el otro.
Es posible interpretar la frase de Santo Tomás de dos maneras. Una es considerar que Del amor y otros demonios refuta la afirmación del filósofo, ya que los cabellos de Sierva María resucitan con tanta fuerza que llegan a medir más de veintidós metros. La otra es tomar la afirmación como verdadera e interpretar, entonces, que Sierva María en realidad nunca ha muerto y, por lo tanto, no ha necesitado resucitar (siempre ha sido un fantasma).
En la tercera hornacina del altar mayor, del lado del Evangelio, allí estaba la noticia. La lápida saltó en pedazos al primer golpe de la piocha, y una cabellera viva de un color cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que salieron las últimas hebras todavía prendidas a un cráneo de niña. En la hornacina no quedó nada más que unos huesecillos menudos y dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo era legible un nombre sin apellidos: Sierva María de Todos los Ángeles. Extendida en el suelo, la cabellera espléndida medía veintidós metros con once centímetros.
Esta cita une varias cuestiones fundamentales. En primer lugar, presenta el claro elemento que nos introduce en un mundo ficcional con elementos mágicos o fantásticos. Esto se debe a que, hasta la aparición de la extensa cabellera, el prólogo mantiene un tono completamente realista. El hecho de que mida más de veintidós metros propone resquebrajar ese efecto de realismo. Como sabemos, este prólogo es parte de la ficción, aunque muchos datos coincidan con la biografía del autor y la historia de Cartagena de Indias. En segundo lugar, precisamente, demuestra desde el comienzo la centralidad de la cabellera de la protagonista para su caracterización y su historia de vida. Tanto es así, que la imagen de los cabellos es el origen mismo de la narración. En tercer lugar, refuerza la presencia de la tensión entre la vida y la muerte ya presentada en el epígrafe: lo que se encuentra es un cadáver (cuerpo muerto), pero del cual sale una "cabellera viva" (13).
Dominga de Adviento, una negra de ley que gobernó la casa con puño de fierro hasta la víspera de su muerte, era el enlace entre aquellos dos mundos. Alta y ósea, de una inteligencia casi clarividente, era ella quien había criado a Sierva María. Se había hecho católica sin renunciar a su fe yoruba, y practicando ambas a la vez, sin orden ni concierto. Su alma estaba en sana paz, decía, porque lo que le faltaba en una lo encontraba en otra. Era también el único ser humano que tenía autoridad para mediar entre el marqués y su esposa, y ambos la complacían.
Dominga de Adviento es la mujer que da vida a Sierva María de Todos los Ángeles, a pesar de que no se trata de su madre biológica: su promesa a los santos yoruba hace que la niña no muera al nacer; luego, la amamanta y la cría durante sus primeros años de vida. Por ese motivo, aunque su muerte es narrada en el primer capítulo, se trata de una figura absolutamente central en la novela. En sintonía con la idea de que las culturas latinoamericanas -y en este caso, afrolatinoamericanas- son típicamente mestizas, en tanto mezclan distintas culturas y orígenes, Dominga combina dos religiones muy diversas y las armoniza: es católica y yoruba al mismo tiempo. Es también una figura intermedia entre el marqués y Bernarda, y, si bien es una persona esclavizada, también gobierna en el hogar.
La niña se mostraba como era. Bailaba con más gracia y más brío que los africanos de nación, cantaba con voces distintas de la suya en las diversas lenguas de África, o con voces de pájaros y animales, que los desconcertaban a ellos mismos. Por orden de Dominga de Adviento las esclavas más jóvenes le pintaban la cara con negro de humo, le colgaron collares de santería sobre el escapulario del bautismo y le cuidaban la cabellera que nunca le cortaron y que le habría estorbado para caminar de no ser por las trenzas de muchas vueltas que le hacían a diario.
Esta cita pertenece a la descripción de la fiesta de cumpleaños de Sierva María al comienzo de la historia. Es importante recordar que el festejo tiene lugar en el patio de los esclavos, "en su verdadera casa y con su verdadera familia" (21). En estas palabras se lee con nitidez la pertenencia e identificación de la niña con las culturas africanas en las que ha sido criada. No solo se relaciona casi exclusivamente con personas negras y afrodescendientes, sino que además baila y canta como ellas y habla lenguas africanas. Se siente cómoda y feliz en ese entorno, el único donde es tratada como una verdadera persona. En esta cita, notamos también la importancia de sus dos rasgos físicos principales: los collares de los santos yoruba y la larga cabellera, ambos marcas de su africanidad.
Una mañana de lluvias tardías, bajo el signo de Sagitario, nació sietemesina y mal Sierva María de Todos los Ángeles. Parecía un renacuajo descolorido, y el cordón umbilical enrollado en el cuello estaba a punto de estrangularla.
«Es hembra», dijo la comadrona. «Pero no vivirá».
Fue entonces cuando Dominga de Adviento le prometió a sus santos que si le concendían la gracia de vivir, la niña no se cortaría el cabello hasta su noche de bodas. No bien lo había prometido cuando la niña rompió a llorar.
La narración del nacimiento de Sierva María engloba muchas claves de su vida. Se trata de un nacimiento cooptado por la muerte: la niña nace "mal", sin color y prematura, su cordón umbilical puede asfixiarla y la partera asegura que va a morir. De todas maneras, gracias a la promesa de Dominga de Adviento, sobrevive. Esto permite identificarla ya como una especie de fantasma; como se ha mencionado, la tensión entre la vida y la muerte caracteriza toda su historia. Por otra parte, observamos que la niña le debe su vida directamente a Dominga (una persona negra) y a los santos yoruba (una religión africana). Así, es posible afirmar que pertenece a las culturas negras y africanas desde su nacimiento. Finalmente, este episodio también deja en claro la íntima relación entre su larga cabellera y su virginidad, ya que no la cortará hasta el día de su casamiento.
«Lo único que esa criatura tiene de blanca es el color», decía la madre. Tan cierto era, que la niña alternaba su nombre con otro nombre africano que se había inventado: María Mandinga.
Esta cita destaca que la protagonista tiene una identidad doble. Por un lado, su cuerpo es blanco, tiene ojos azules y el cabello color cobrizo. Pero, por otro, al haber sido criada en el patio de los esclavos, se identifica con las culturas negras y africanas. Eso hace que tenga comportamientos que a los padres le resultan disruptivos, ya que ellos son blancos y la niña tiene las mismas estrategias defensivas que las personas esclavizadas: se mueve por la casa sin ser vista ni oída, lo cual desespera a Bernarda, y miente sistemáticamente, lo cual hace difícil que el padre pueda conocerla realmente. Es importante observar la posición del narrador con respecto a esta tensión entre la negritud y la blanquitud como característica de la protagonista. Aunque nos cuenta que ella se ha creado un nombre africano con el que se identifica (y lo usa para presentarse ante las esclavas del convento), el narrador insiste en llamarla Sierva María a lo largo de toda la novela.
Una pretensión frecuente era que les sirviera de estafeta con el diablo para pedirle favores imposibles. Sierva María imitaba voces de ultratumba, voces de degollados, voces de engendros satánicos, y muchas se creyeron sus picardías y las sentaron como ciertas en las actas.
La protagonista suele mentirles a las personas blancas. De acuerdo con su padre, eso mismo hacen las personas negras que, por el contrario, no se mienten entre sí. Sierva María entonces le miente al marqués, a Abrenuncio cuando la revisa y a Cayetano durante sus visitas. A su vez, como vemos en la cita, engaña a las monjas del convento para burlarse de ellas y simula estar poseída verdaderamente. Así, la novela manifiesta la hipocresía de la iglesia, que la castiga pero, al mismo tiempo, siente fascinación por ella; de hecho, las mismas monjas que se espantan por la supuesta posesión le piden favores al demonio. También, con tono cómico, la obra ridiculiza a las religiosas que caen en la trampa. Se trata de una niña haciendo travesuras, pero ellas interpretan estas voces de ultratumba como manifestaciones reales del demonio. Mediante la ridiculización, se postula una crítica a las visiones absurdas con que la iglesia católica, sobre todo a través de la Inquisición, controla las vidas, los cuerpos y las ideas de las personas en la América colonial.
No logró dormir. Al alba se dobló sobre el escritorio con la frente apoyada en el libro que no leyó. Desde el fondo del sueño oyó los tres nocturnos de los maitines del nuevo día en el santuario vecino. «Dios te salve María de Todos los Ángeles», dijo dormido. Su propia voz lo despertó de pronto, y vio a Sierva María con la bata de reclusa y la cabellera a fuego vivo sobre los hombros, que tiró el clavel viejo y puso un ramo de gardenias recién nacidas en el florero del mesón. Delaura, con Garcilaso, le dijo de voz ardiente: «Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero». Sierva María sonrió sin mirarlo. Él cerró los ojos para estar seguro de que no era un engaño de las sombras. La visión se había desvanecido cuando los abrió, pero la biblioteca estaba saturada por el rastro de sus gardenias.
Estas líneas se ubican al final del Capítulo 3. Después de realizar las primeras visitas oficiales a la celda de Sierva María, Cayetano Delaura se encuentra atormentado por la imagen de la chica; no puede dejar de pensar en ella. El episodio nocturno de las gardenias es la confirmación de esa atracción y establece confusiones entre la realidad y lo onírico, lo mágico y lo fantástico. Esto se debe a que no queda del todo claro si se trata de un sueño o no. Por lo demás, esta cita nos permite identificar ya la importancia de las sensaciones y los sentimientos de Cayetano Delaura. Él comienza a sentirse fuertemente atraído por la protagonista y, a partir de ese punto, el narrador empieza paulatinamente a concebir la relación entre ambos como una historia de amor, aunque la chica no muestra ningún signo de correspondencia. En el episodio de las gardenias, de hecho, queda claro como Delaura se hunde en sus propias fantasías: antes de quedarse dormido, el bibliotecario reza y recita versos de amor de Garcilaso de la Vega mientras piensa en Sierva María.
El infundio de que Cayetano Delaura era hijo del obispo había sustituido al más antiguo de que eran amantes desde Salamanca. La versión de Dulce Olivia, confirmada y pervertida por Sagunta, decía en efecto que Sierva María estaba secuestrada en el convento para saciar los apetitos satánicos de Cayetano Delaura, y que había concebido un hijo de dos cabezas.
En esta cita se evidencia la fuerte presencia de los rumores en la novela. A pesar de la clausura y el aislamiento que separan a Sierva María de cualquiera que pueda preocuparse por ella, las historias corren de boca en boca y prácticamente toda la ciudad se entera de que Cayetano Delaura sigue visitándola de manera clandestina. De ese modo, varios de los personajes que han escuchado los rumores califican la situación de abusiva y consideran que el sacerdote es una figura negativa. La fuerza de estas habladurías es tal que el propio Abrenuncio está al tanto: "Las voces que le llegaron es que usted trató de abusar de la niña" (187), le explica a Delaura. Por su parte, Dulce Olivia, que regresa a la casa del marqués cuando Bernarda se va definitivamente, muestra un cariño genuino por la niña, y por eso impide la entrada de Cayetano cuando este procura ayuda para casarse con la niña.
Es importante señalar que estos rumores no son presentados como verdades absolutas, pero tampoco como mentiras, aunque puedan integrar ciertos elementos fantásticos o exagerados. La propia Dulce Olivia asegura que Sagunta, una de las principales responsables por el correr de los chismes, "aumenta pero no miente" (179). De hecho, los rumores son tan valorados en la sociedad cartaginense retratada en Del amor y otros demonios que es gracias a ellos que el obispo se entera de la supuesta posesión de Sierva María y decide internarla en el convento en primera instancia.
El 29 de mayo, sin alientos para más, volvió a soñar con la ventana de un campo nevado, donde Cayetano Delaura no estaba ni volvería a estar nunca. Tenía en el regazo un racimo de uvas doradas que volvían a retoñar tan pronto como se las comía. Pero esta vez no las arrancaba una por una, sino de dos en dos, sin respirar apenas por las ansias de ganarle al racimo hasta la última uva. La guardiana que entró a prepararla para la sexta sesión de exorcismos la encontró muerta de amor en la cama con los ojos radiantes y la piel de recién nacida. Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer.
Esta cita se corresponde con las últimas frases del párrafo final de la novela. En ellas se relata la muerte de la protagonista, que integra elementos que han sido muy significativos desde el inicio. Como preparándose para fallecer, Sierva María sueña de nuevo con la ventana infinita. El hecho de que ahora coma las uvas de a dos indica que se apresura para llegar a la muerte, ya que en el sueño original de Cayetano, su vida terminará cuando coma la última uva del racimo.
A su vez, las últimas líneas vuelven al principio de la obra y al origen mismo de la narración, porque destacan la cabellera de la protagonista y su mágico crecimiento, que supera las barreras de la muerte. La han rapado como parte de las violentas preparaciones para el exorcismo, pero una vez más su cabello ofrece resistencia y sigue creciendo aunque la hayan vencido. De esta forma, vuelve a ser presentada como una muerta-viva: así como en el prólogo es un cadáver con una "cabellera viva" (13), en el final de la obra es un cadáver con "piel de recién nacida" (190); vida y muerte están en permanente tensión en el cuerpo de la protagonista.
Finalmente, es preciso destacar que la encuentran "muerta de amor" (190), y esto nos permite volver a considerar el amor en un sentido negativo. Si aceptamos por un momento que su relación con Cayetano Delaura ha sido una historia de amor, aquí vemos que este es la causa de su muerte. Por lo tanto, la definición del amor presente al final de la novela nos devuelve a su título: el amor es un demonio más, un ser maligno, peligroso y, en última instancia, mortal.