La casa
El narrador dedica abundantes descripciones a la casa en la que vive junto a su hermana. Además de calificarla como espaciosa, antigua, profunda y silenciosa, describe con minuciosidad la distribución de sus habitaciones:
El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. (pp. 132-133)
Las descripciones de la casa son fundamentales para el relato, puesto que la casa en verdad es la presencia más importante del cuento: es ella quien determina la vida y los hábitos de los personajes, cuyas vidas se configuran en relación con los espacios que habitan.
Los tejidos de Irene
Cuando el narrador describe a su hermana, se detiene particularmente en su principal afición, el tejido, y describe la ropa que su hermana produce y acumula:
"Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería" (p. 132).
A esta imagen le suceden otras que determinan al personaje de Irene desde la acción que realiza. El tejido, además de ser el elemento constituyente del personaje, es el rasgo femenino que el narrador atribuye y destaca en su hermana. El narrador considera que las mujeres tejen para no tener que hacer otras cosas, aunque acto seguido rescata el caso de su hermana e indica que, para Irene, el tejido no es ocio sino una actividad útil, puesto que siempre produce prendas prácticas.
Los sonidos que indican la toma de la casa
De la toma de la casa, lo único que llega a percibir el narrador son los sonidos, que describe como unos rumores sordos que avanzan por las habitaciones: "El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta" (p. 133).
Luego, cuando los sonidos avanzan sobre la parte delantera de la casa, el narrador vuelve a describirlos a través de imágenes auditivas: "Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí un ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño, porque el codo del pasillo apagaba el sonido (...) Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras" (p. 136).