Carrie

Carrie Resumen y Análisis Segunda parte: Noche de fiesta (Parte 2)

Resumen

Sue Snell cose tranquilamente el borde de un vestido mientras escucha un disco de Jefferson Airplane. Se siente conforme con haber logrado que Carrie vaya a la fiesta con Tommy. “A lo mejor se enamora de ella” (p.164), piensa de repente, y levanta la cabeza “como si alguien le hubiese hablado desde el pasillo” (p.164). Su corazón da un vuelco al pensar que Tommy puede enamorarse de Carrie.

“¡Tommy estamos entre los candidatos!” (p.167), exclama Carrie en la fiesta. Primero se pone nerviosa, pero luego decide no rechazar la nominación. Inclusive, ambos votan por ellos mismos para rey y reina del baile. La primera votación arroja un curioso resultado: un empate entre Carrie y Tommy y la pareja de Frank Grier y Jessica MacLean. Los jóvenes vuelven a elegir, pero esta vez entre las dos parejas finalistas.

“Tommy y Carrie ganan por un voto” (p.173), anuncia Vic Mooney en el micrófono. Los aplausos vuelven a inundar el salón; comienzan con un tono satírico. Carrie y Tommy son conducidos al escenario para sentarse en los tronos de rey y reina del baile. Los aplausos son cada vez más francos, “atronadores como disparos” (p.174).

Justo en ese momento, desde fuera y luego de un momento de duda, Chris tira de la cuerda que sostiene mediante una polea los dos baldes de sangre de cerdo sobre la viga del escenario. Escondida con Billy, escucha el silencio que sigue a la caída de los baldes y, unos segundos después, la risa en el salón.

Mientras tanto, en su casa, Sue tiene una muy mala sensación. No puede dormir, y al tiempo que calienta un poco de leche, comienza a escuchar la sirena del Ayuntamiento. A lo lejos, por la ventana, a la altura de la escuela, ve una chispa y un estallido anaranjado. Otra explosión hace tintinear la vajilla en los armarios. Sin pensarlo, Sue toma su abrigo.

Además de narrar lo que sucede en distintos puntos del lugar al mismo tiempo, el texto introduce algunos testimonios posteriores a lo que se vivió aquella noche: “De inmediato se produjo lo que pareció una salpicadura de rojo en el aire. Parte de ella se estrelló contra el mural y chorreó en espesas gotas. Supe de inmediato (...) que era sangre” (p.178), dice Norma Watson, exalumna de la preparatoria, en "Soy una sobreviviente de la fiesta macabra", publicada en el Reader’s Digest. Allí relata que los dos baldes cayeron con estruendo, y uno de ellos golpeó la cabeza de Tommy Ross y que, cuando Carrie abrió los ojos desorbitados, fue que todos comenzaron a reír estrepitosamente. “Carrie corrió en dirección a la salida, cubriéndose la cara con las manos, y alguien le puso una zancadilla” (p.180), cuenta Norma. Según sus palabras, alguien señaló que Tommy yacía inconsciente y pálido en el escenario y ella vio a Carrie salir del salón. Sin entender bien cómo, Norma no solo piensa en Carrie involuntariamente, sino que sabe que no se ha ido. Las puertas del salón se cierran de golpe, Carrie sonríe. Norma logra escapar, pero ve cómo los cables de alta tensión se cortan, serpentean, y van a dar sobre el piso cubierto de agua.

Aparecen en el texto otros testimonios de gente que vivió situaciones aterradoras aquella noche fuera del gimnasio. El borracho Mr. Quillan se encontraba detenido en la comisaría cuando todo comenzó a explotar e incendiarse. Testifica que, de alguna manera extraña, supo en su mente que se trataba de Carrie White, más allá de que jamás la había visto en su vida. El sheriff Otis Doyle, por su parte, da testimonio de que esa noche se cruzó con Sue Snell, y ella le dijo que se trataba de Carrie White: “Se burlaron de Carrie por última vez” (p.205), dijo Sue. Mrs. Simard, la madre de una joven que perdió la vida en la fiesta, testifica que esa noche bajó hacia la ciudad caminando, imantada por la situación desesperante. Frente a la iglesia vio salir por la puerta a una joven y supo, a pesar de que no la conocía, que se trataba de Carrie White.

La narración dominante vuelve hacia atrás y se focaliza en Carrie. Cuando la sangre cae sobre ella, la música se detiene y sabe que se trata de “la pesadilla definitiva” (p.193). Ve cómo Miss Desjardin se le acerca con los brazos extendidos, pero Carrie piensa: “doblégate” (p.195), y la profesora sale volando hacia la pared lateral, choca y cae inconsciente. La joven, bañada en sangre, sale corriendo, luego de tropezarse, del salón, pero una vez afuera se detiene y piensa que “es el momento de darles una lección” (p.197). Abre con su poder el sistema de irrigación y cierra las puertas de un golpe, dejando a la mayoría de las personas encerradas. Hace que un enorme cable eléctrico caiga sobre el agua y todos comienzan a electrocutarse. “Apagarán mi incendio” (p.201), piensa, y se apura a salir del predio de la escuela para impedir que la detengan.

Carrie avanza por la ciudad y a su paso inhabilita las bocas de incendios, arruina todas las líneas telefónicas de la ciudad, hace que los cables de alta tensión caigan y se retuerzan como serpientes por la calle. Reza en la iglesia, la destroza por dentro, y se dirige a su casa. Abre la puerta de la cocina de un portazo y encuentra a su madre allí. Mary White le dice a su hija que es hija del pecado, que su padre la violó y que por eso mismo es fruto de Satanás. Le escupe también que debería haberla matado cuando era una bebé, o luego de la lluvia de piedras. Carrie tiene una crisis de angustia, sabe que no está bien que deseen matarse mutuamente. Mary le dice a Carrie que recen, pero, cuando la joven se arrodilla, la madre le clava el cuchillo en el hombro. No logra dañarla realmente. “Te voy a hacer un regalo, mamá” (p.222), dice Carrie, y estruja con sus poderes el corazón de la madre hasta detenerlo. Después de destruir la casa y toda la iconografía religiosa, camina nuevamente.

Mientras tanto, Chris y Billy están muy nerviosos, conversando en The Cavalier. De alguna manera, ellos también saben que es Carrie quien está destrozando todo, y piensan en si podrían ser descubiertos. Suben al coche y conversan sobre huir. De repente, inexplicablemente comienzan a sentir la presencia de Carrie. La figura de la joven ensangrentada y con un cuchillo clavado en el hombro aparece frente a ellos. Billy intenta acelerar y atropellarla, pero Carrie provoca un accidente y los mata. Se arrastra por el estacionamiento, siente un fuego en el pecho.

En este estado encuentra a Carrie Sue Snell. Caminó hasta The Cavalier como si estuviera hipnotizada. Se comunican con la mente, y de esta forma percibe que Carrie va a morir: “mira Carrie mira dentro de mí” (p.243), le dice, mediante esta comunicación telepática. La sensación es aterradora; Carrie la recorre por dentro. Es una experiencia extrema. Luego, siente cómo Carrie muere. Sue se desborda en un alarido y siente el “lento flujo de sangre menstrual” (p.246) correr por sus muslos.

El texto termina con fragmentos de textos e informes municipales que dan cuenta de los daños materiales y las pérdidas humanas que quedaron como saldo luego de la fatídica noche en que Carrie White desató su poder. Por último, se introduce una breve carta, plagada de errores ortográficos, escrita por una mujer llamada Amelia Jenks. En ella cuenta cómo su bebé de dos años estaba frente a un juego de bolitas de su hermano y las bolitas se movían solas. Dice que le recuerda a la abuela, que hizo que las pistolas de los policías que venían en busca de su hijo salieran volando por el aire.

Análisis

Sue Snell, que no ha ido a la fiesta, cose un vestido mientras escucha Jefferson Airplane. Esta banda de rock estaba, en los años en los que fue publicada Carrie, ya disuelta, pero sonaba en todas las radios. Detalles de contemporaneidad como este actualizaban la experiencia de lectura para receptores de la obra que podían reconocer en sus páginas un mundo propio: los escenarios ordinarios y los hábitos de los personajes fácilmente identificables promueven en el lector estadounidense de King un terreno fértil para introducir el elemento disruptivo y horroroso (la palabra precisa sería, en inglés, uncanny, en español traducido como “lo siniestro”, el elemento misterioso y extraño que desestabiliza el orden establecido, pero que, a la vez, no viene necesariamente desde fuera). El lector de Carrie come las mismas hamburguesas que los personajes, vive en las mismas ciudades suburbanas, practica los mismos deportes y escucha la misma música que los protagonistas. Reconoce en Carrie, inclusive, a la propia compañera tímida, aislada por las burlas y las agresiones, por lo que el horror de lo cotidiano penetra en él con toda su fuerza.

Si la criatura de Frankenstein es usualmente pensada como un producto de su época, algo similar sucede con Carrie White. Como buen intérprete de la condición moderna, King pone de relieve este hecho. Además, participa de la tradición gótica, como Drácula, como Frankenstein, por una razón más: el modo en que compone el texto. A pesar de que hay un desarrollo de la historia dominante, con un narrador omnisciente en tercera persona, Carrie es una novela ciertamente polifónica: como en las novelas góticas más célebres, las noticias de periódicos, epístolas, entrevistas y citas de libros pseudocientíficos y autobiográficos interrumpen la narración dominante para aportar otros puntos de vista, otras voces y, de paso, alterar la cronología del relato.

La multiplicidad de voces garantiza el diálogo entre los fragmentos y construye un escenario mucho más rico, en tanto lo que King busca es retratar no solo a Carrie, sino también a quienes la rodean, así como las condiciones, el ecosistema en el cual se forjó su carácter, su historia y su deseo de venganza. La escena de la caída de los baldes de sangre está contada desde el punto de vista de una joven testigo, luego desde el de Chris Hargensen y, finalmente, desde el de Carrie, a través del narrador omnisciente que se focaliza en ella. Lo mismo sucede con el saldo de la noche fatídica a través de las entrevistas y recortes de noticias. Además, King avanza sobre este gesto de introducción de testimonios, cartas, noticias y diarios, propio del gótico, y lo lleva a un nivel mucho más prosaico, moderno y popular: introduce fragmentos de las canciones de Bob Dylan “Just like a woman”, transcrita en un cuaderno escolar de Carrie, y “Tombstone blues”, utilizada para cerrar el libro Explosión en las sombras, citado más de una vez a lo largo de la novela. Por momentos, también irrumpen textos absolutamente marginales, como inscripciones talladas en los bancos de la escuela (“Carrie white come mierda”, p.10), o, directamente, la reproducción del folleto de recepción de la fiesta de primavera.

Lo que es por demás interesante y emparenta a King con otras tradiciones más propias de nuestra época es el hecho de que introduce también el pensamiento, en forma de discurso directo, de algunos personajes. Esto lo hace mediante una marca fácilmente identificable por el lector menos versado en juegos narrativos: el uso de paréntesis. En la muerte de Carrie, mientras se comunica telepáticamente con Sue, el uso de este recurso se explota al máximo:

Sue sintió como si estuviese viendo desaparecer una llama por un túnel largo y oscuro a una vertiginosa velocidad.

(se muere dios mío estoy sintiendo cómo se muere)

Y luego la luz había desaparecido y su último pensamiento consciente fue

(mamá, lo siento dónde)

y [Carrie] se extinguió y Sue quedó conectada con la vacía frecuencia de las terminaciones nerviosas que tardarían horas en morir (p.245).

El empoderamiento, tema mencionado en el análisis de la sección anterior, cobra toda su dimensión de violencia y de “fisión” (p.15) en esta última parte. Esa “explosión” (p.15) tan temida y, a la vez, subrepticiamente deseada por el entorno de Carrie se manifiesta en la forma de la venganza más absoluta posible, que es la destrucción de la escuela y la muerte de muchos de sus compañeros, compañeras, profesores y, finalmente, su madre. Si bien no se trata aquí de hacer una apología de la violencia, resulta casi inevitable pensar en la ira de Carrie como el resultado material y tangible de una ecuación social apremiante. Qué pasa con la niña que atraviesa un infierno y, sobre todo, qué pasa cuando ese infierno abarca tanto el ámbito público como privado. Si el motivo que estructura la trama es la venganza, cabe considerar cuál es el daño inicial que antecede a esta venganza: ¿de qué se venga Carrie? ¿El daño que recibió resulta inevitable o es posible hacer una reflexión al respecto? Quizá el hecho de que sea la vertiente más cruel y sangrienta de la venganza la que culmina con esta historia despiste al lector con respecto a estas cuestiones y rompa el pacto empático, pero cabe asumir que esta crueldad parte del instinto de supervivencia de una joven expuesta al entorno más hostil posible.

Dice King en Danza macabra: “Cuando vamos a ver una película inquietante o leemos un libro espeluznante no lo hacemos esperando que todo vaya a tener un final feliz. Estamos esperando que nos cuenten lo que tan a menudo sospechamos: que todo se está yendo a la mierda” (2006). Resulta inevitable, no solo en este análisis, sino también en el sentido común, los medios masivos y las redes sociales, asociar el fenómeno de las masacres escolares en Estados Unidos con Carrie. Casos como la masacre de Uvine, Texas, ponen el foco en el acoso escolar y doméstico solo para explicar el comportamiento del agresor vengativo, en lugar de proponer un cuestionamiento sobre el rol del mundo adulto con respecto a la dinámica escolar y el maltrato adolescente. La tendencia de la prensa y la sociedad es generalmente la de atenuar los temores personales y construir figuras monstruosas. Sue Snell denuncia esto en su libro, citado en la novela, de un modo contundente: “Y, por último, hicieron la película (...). Cuando salí, sentí verdadero asco. Cada vez que sucede algo importante en Estados Unidos tenemos que colorearlo y ponerlo en un marco. De ese modo, uno ya puede olvidarlo. Y olvidarse de Carrie White puede ser un error gravísimo; nadie parece darse cuenta…” (Sue Snell, p.109).

King completa esta idea en Danza macabra con respecto a qué se hace desde la recepción con esos puntos de presión fóbica que utiliza el género de horror que él mismo cultiva:

Como los libros y las películas son medios de masas, en los últimos treinta años el campo del horror ha sido capaz de conseguir algo más que explotar estos temores personales. Durante ese periodo (y, en menor medida, en los setenta y tantos años precedentes) el género del horror ha sido a menudo capaz de localizar los puntos de presión fóbica, y los libros y películas que más éxito han cosechado, casi siempre parecen haber expresado y jugado con los temores compartidos por un amplio espectro de población. Esos temores, que a menudo son más políticos, económicos y psicológicos que sobrenaturales, otorgan a las mejores obras de horror una agradable sensación alegórica… un tipo de alegoría con el que la mayoría de los cineastas parecen sentirse a gusto. Quizá porque saben que si la mierda empieza a espesarse demasiado, siempre pueden recurrir a sacar al monstruo tambaleándose de entre las tinieblas (2006).

Los poderes telequinéticos de Carrie y su capacidad de mover y destruir todo a su alrededor no deberían opacar el verdadero miedo sobre el que pone foco la novela: el miedo al otro diferente, el rechazo y el hostigamiento hacia este otro y las posibilidades violentas que se abren a partir de ese escenario.

“¿Qué pasa si hay otras como ella? ¿Qué va a ser del mundo?” (p.218), se pregunta Mrs. Simmard. Esta pregunta final vincula las dos tradiciones que confluyen en King: por un lado, se encuentra el realismo costumbrista que lo convierte en un afilado observador de la condición moderna estadounidense. La pregunta, entonces, apuntaría a pensar en qué pasa con todas las Carries que sufren acoso escolar y violencia doméstica (temas que King aborda en muchos de sus textos). Por el otro, esta pregunta también se enmarca dentro de un gesto típico del género de horror, que evita traer la calma luego de la catarsis del lector (o espectador, claro), sino mantenerlo, al cerrar el libro, con un temor latente.