"Cuando uno es joven y apenas comienza su matrimonio, ¿cómo puede creer en la sabiduría de alguien tan enjuta y fea como un chile poblano asado?" (Símil) (Capítulo 39)
La narradora, focalizada en Soledad, compara a la pobre anciana que vende tamales afuera de la iglesia con un chile poblano asado. Soledad es joven e ignora todavía muchas cosas del amor y la vida. Su amor, Narciso, es blanco, hijo de españoles. La vieja mexicana de pura cepa es, en contraste con su Narciso, "enjuta y fea" como un chile poblano. Quizá por esta razón es que Soledad no le da mucha importancia a su consejo.
"El bebé era calvo como una rodilla, con una cabeza como un cacahuete y extremidades como chorizo (...)" (Símiles) (Capítulo 42)
También el bebé, Inocencio, es comparado con comida: un cacahuete, un chorizo. Sin embargo, para Soledad es "exquisito". El amor filtra la mirada, y Soledad compara a su hijo con cosas que no necesariamente son bellas, como una rodilla, y, sin embargo, se pregunta cómo es que Dios puso tanta belleza en un pequeño ser.
"En el cisne de su columna, un lunar grande y negro tan bonito y perfecto como el botón de un elevador" (Metáfora y símil) (Capítulo 55)
La narradora se vale tanto de símiles como de metáforas para componer sus imágenes, inclusive, como en este caso, en la misma frase. La metáfora del cisne de la columna de Tía Güera deja constancia de sus curvas sensuales. Al mismo tiempo, el cisne/columna tiene un lunar que se compara con el botón de un elevador.
La metáfora eleva poéticamente la figura de la tía, que es ahora un cisne, uno de los animales más utilizados en la literatura para denotar belleza. Sin embargo, la comparación del lunar con el botón de elevador, por más bello que se diga que es, hace descender a la tía a lo terrenal y prosaico, a una sensualidad más mundana y accesible.
"Luego las campanas de la Catedral empiezan a repicar, todas doce, una a la vez, como una mujer golpeando las barras de su celda exigiendo que la dejen salir" (Símil) (Capítulo 80)
Celaya compara el golpe rítmico de la campana de la Catedral con la insistencia de una mujer que necesita liberarse de una prisión. Mientras escucha esto desde el Hotel Majestic en Ciudad de México y piensa en esa mujer golpeando los barrotes de la celda, ella misma siente que se ha liberado al fugarse con Ernesto, lejos de la atmósfera opresiva de su familia.
"¿Y quién me va a perdonar con todos los nudos que he hecho de mi enredada vida?" (Metáfora) (Capítulo 83)
A pesar de que no se dice literalmente, Soledad habla de su vida como si se tratara de un rebozo. Sabemos que ella tiene la costumbre de atar y desatar los nudos del rebozo caramelo de su difunta madre. Soledad siente que a su ya enredada vida le ha hecho tantos nudos que no sabe cómo podrá ser perdonada; necesita encontrar la paz para poder pasar "al otro lado" (Capítulo 83) y no quedar varada entre dos mundos. Para eso debe desenredar lo anudado.